Sin-ming Shaw
BANGKOK – Un amigo hace poco hizo una pregunta aparentemente ingenua: "¿Qué es el dinero? ¿Cómo sé que puedo confiar en que vale lo que dice que vale?" Cuando uno estudia conceptos introductorios de economía aprende que el dinero es un medio de cambio. Pero, ¿por qué aceptamos eso? Los billetes bancarios son apenas pedazos de papel con un número adosado.
Creemos en los billetes bancarios porque colectivamente decidimos confiar en el gobierno cuando dice que 100 es 100, y no 10 o 50. El dinero, por lo tanto, tiene que ver con la confianza, sin la cual ninguna sociedad puede funcionar.
De la misma manera que obedecemos las órdenes de nuestros líderes para combatir y morir porque confiamos en su criterio, confiamos nuestras carreras y nuestro dinero a quienes dirigen Citigroup o Goldman Sachs y otros bancos por el estilo, porque creemos que sus dirigentes serán justos con sus empleados y clientes, y honorables en sus prácticas comerciales. No crecemos deseando trabajar para delincuentes y mentirosos.
Una vez que se rompe esa confianza, suceden cosas malas. El dinero deja de tener credibilidad. Los líderes se convierten en objeto de desprecio o algo peor.
Mientras escribo, la inflación en Zimbabwe alcanzó un nivel inimaginable (si no impronunciable) de más de 500 quintillones por año. Un quintillón son mil trillones. Hace un año, la inflación era de "apenas" 100.000%. Eso es lo que sucede cuando se desvanece la confianza.
Afortunadamente, Zimbabwe no es un país de consecuencia real para la estabilidad mundial. Pero la República de Weimar y China en los años 1940 sí lo eran. Una optó por Hitler y la otra por Mao Tse-Tung para restablecer la confianza. De manera que los riesgos son claros.
¿Estamos viendo hoy en día una erosión de la confianza en Estados Unidos y en el Reino Unido?
La primera señal de advertencia salió a la superficie en 2001, con la quiebra de Enron en Estados Unidos. Sus cuentas fraudulentas estaban certificadas por Arthur Anderson. Ahora, se descubrió que a Saytam de la India, auditada por PriceWaterhouseCoopers, le faltan miles de millones de dólares en efectivo. Si no podemos confiar en los mejores auditores, ¿podemos seguir depositando nuestra confianza en contadores autenticados?
Las agencias de calificación de bonos emitieron calificaciones engañosas sobre empresas de una salud cuestionable. ¿Alguna vez podremos volver a confiar en una calificación AAA emitida, digamos, por Moody´s?
Los bancos han recibido nuestro dinero para resguardarlo desde el siglo XIV, cuando los florentinos inventaron la práctica. El Royal Bank of Scotland, fundado en 1727, cuando el filósofo liberal Adam Smith apenas tenía cuatro años, acaba de convertirse en una empresa socialista en manos del Estado gracias a los líderes incompetentes del banco, que adquirieron bancos sobrevaluados llenos de activos tóxicos.
Citicorp, Bank of America, Goldman Sachs, Merrill Lynch y otros símbolos de "excelencia" habrían colapsado si no hubiera sido por los rescates públicos. Y sin embargo, durante décadas, pensamos que la gente que administraba esas firmas era mucho más inteligente que nosotros.
Crecimos admirando a líderes como Robert Rubin, John Thain y Henry Paulson. Rubin, ex secretario del Tesoro norteamericano y ex presidente de Goldman Sachs, presidió el colapso de Citigroup mientras se llevaba a casa 150 millones de dólares en bonos. ¿Acaso debería haber recibido algún tipo de recompensa por su "desempeño"? Apenas esta semana, los altos ejecutivos del técnicamente quebrado Citigroup estuvieron a punto de comprarse un nuevo avión privado francés de 150 millones de dólares, hasta que la Casa Blanca les puso un freno.
Thain, que también fue presidente de Goldman Sachs, se recompensó a sí mismo y a sus empleados de Merrill Lynch con 4.000 millones de dólares en concepto de bonos incluso después de haber tenido que vender la firma a Bank of America para salvarla de la quiebra. Después de que lo descubrieron gastando 1,2 millón de dólares, mientras Merrill Lynch se desintegraba, para decorar su nueva oficina, Bank of America tuvo que despedirlo para aplacar la creciente repulsión por la cultura descontrolada de la titulación de Wall Street.
Paulson, el saliente secretario del Tesoro y otro veterano de Goldman Sachs, dejó una brecha jurídica en su paquete de rescate lo suficientemente grande como para que la atravesase un camión. Esa brecha legal les permitió a sus ex amigos y colegas de Wall Street recompensarse con bonos multimillonarios mientras mantenían esas firmas a flote con dinero de los contribuyentes.
Las universidades a las que asistieron estos hombres -Harvard y Yale en el caso de Rubin; MIT y Harvard en el de Thain; Darmouth y Harvard en el de Paulson- han sido imanes de las mentes jóvenes más brillantes del mundo. El resto de nosotros pensábamos que estas instituciones podían instilar sabiduría, lucidez y personalidad de los que todos nosotros deseábamos tener más.
Quizá los padres de todo el mundo deberían reexaminar su anhelo muchas veces obsesivo de estas universidades de "nombre", presionando a sus hijos como si un título de la Ivy League fuera un fin en sí mismo. Ahora sabemos que los titanes de Wall Street nunca fueron tan inteligentes, y por cierto no muy éticos, ya que desaprobaron la única prueba que cuenta. Todas las empresas que condujeron quebraron, y fueron salvadas sólo con dinero de parte de aquellos que nunca podrían conseguir un empleo ejecutivo en Wall Street o un lugar en Harvard.
Estos príncipes de Wall Street, no obstante, fueron más inteligentes en un sentido: supieron embolsar una fortuna mientras el resto de nosotros estamos inmersos en el caos que ellos dejaron atrás. Bernard Madoff, que provenía de una parte de bajos ingresos de la ciudad de Nueva York y asistió a una universidad de medio pelo, pasará tiempo detrás de rejas, pero ninguno de los titanes de Wall Street con un linaje de alto nivel alguna vez estará en la misma situación.
La historia no ha sido amable con las sociedades que pierden la confianza en la integridad de sus líderes e instituciones. Necesitamos salvar a nuestro sistema económico de sus abusadores, si no…
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Sin-ming Shaw es un inversor privado y fue profesor visitante en la Universidad de Princeton.
Copyright: Project Syndicate, 2009.
www.project-syndicate.org
Traducción de Claudia Martínez
Vía: Project Syndicate
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