David Brooks
Nueva York.- Wall Street huele cada vez más a podrido. Casi no pasa un día sin revelaciones de más estafas, corrupción, avaricia desenfrenada, malversaciones, engaños y traiciones en la capital del capital financiero. Y eso, a su vez, nutre una creciente ira popular contra los banqueros y los financieros, que hasta hace poco eran las figuras más envidiadas, respetadas y admiradas en este país.
El terremoto financiero no para. Este jueves, por primera vez, las acciones de Citigroup se desplomaron por debajo de un dólar. Eso, según el Washington Post, es una destrucción espectacular del valor de un banco que en un momento fue el más grande del mundo. Las acciones de Citigroup habían alcanzado 55.70 dólares en 2006, dando una capitalización de mercado, o valor, de 277.2 mil millones. Hoy está en 5 mil millones. Como señala el rotativo, el gobierno federal ya ha invertido 45 mil millones en ese banco, o sea, la empresa tiene un valor mucho menor al del dinero público que ha recibido.
Pero mientras el gobierno continúa el rescate de empresas como Citigroup, Bank of America y AIG, los individuos que encabezan estas firmas, de hecho casi todo el elenco estelar de Wall Street, son las caras que el público asocia con este desastre que ahora todos están pagando.
Desaparece financiero
No es por nada que Bernie Madoff deba usar un chaleco antibalas cuando es escoltado a sus citas ante los tribunales aquí, acusado de haber realizado tal vez la mayor estafa financiera en la historia del país, con un valor de unos 50 mil millones de dólares. Y no es sorprendente que Robert Allen Stanford haya desaparecido mientras intentaba huir de Estados Unidos cuando fue acusado el 27 de febrero de una “masivo esquema Ponzi”, y que ahora no aparece en público después de estafar a sus clientes (aquí, en México, Venezuela y otros países) por aproximadamente 8 mil millones de dólares.
“Fuck you”, exclamó Jon Stewart, conductor del noticiero ficticio The Daily Show, uno de los programas más influyentes a nivel nacional, después de mostrar escenas de entrevistas del año pasado con Stanford, elogiado entonces por un entrevistador del canal CNBC, especializado en el mundo financiero, por lograr ganancias milagrosas mientras todos los demás perdían al inicio de la crisis financiera.
El entrevistador concluyó preguntándole si era divertido ser multimillonario y Stanford, tras una pausa, suelta una carcajada y afirma: en verdad, sí, lo cual provocó la reacción de Stewart, sin duda compartida por millones que ahora pagan las cuentas de todo este desastre.
Los ejecutivos en jefe de lo que eran las empresas más poderosas del mundo financiero –Bear Stearns, Lehman Brothers, Citigroup, AIG, Merrill Lynch, entre otras– ya no están dispuestos a aparecer ante foros públicos para ofrecer su sabiduría o hacer recomendaciones de lo que deben hacer los países –como fue en el caso de México– para generar la confianza de los inversionistas extranjeros.
Hoy se anunció que 14 corredurías de Wall Street acordaron pagar un total de 69 millones de dólares en fondos restituidos y multas a la Comisión de Valores y Cambios (SEC, por sus siglas en inglés). Resulta que habían estafado a sus clientes por unos 58.4 millones a través de apartar sistemáticamente un porcentaje de ganancias que deberían haber entregado a sus clientes como resultado de compra y venta de acciones.
Hace unos días, Paul Greenwood y Stephen Walsh fueron arrestados y acusados de fraude por haberse robado unos 553 millones de dólares provenientes de caridades y fondos de pensiones que habían puesto sus inversiones en las manos de estos dos distinguidos corredores. Su empresa WG Investors manejaba un total de mil 300 millones de inversionistas institucionales, entre éstos la Universidad de Pittsburgh y fondos de pensiones de empleados de California, Nebraska y Dakota del Sur. Lo dos ejecutivos se gastaron casi la mitad en comprar mansiones, caballos y otros objetos de lujo; el resto se usó par ocultar las espectaculares pérdidas.
El mismo día que fueron arrestados, también se anunció la detención de otro financiero, James Nicholson, acusado de estafar a inversionistas por más de 900 millones de dólares desde 2004.
Bernie Madoff, monstruo
Pero aún no hay nadie que le llegue a Madoff, quien sigue bajo arresto domiciliario en su lujoso departamento en Manhattan en espera de su juicio, aunque ahora hay indicios de que habrá una negociación judicial sobre su caso.
“Su operación era desenfrenadamente predatoria, robando sistemáticamente a asociaciones de caridad, amigos de largo tiempo, familia, también a inversionistas por todo el mundo… Bernie se enamoró del Bernie Madoff en que se había convertido, una leyenda de Wall Street, un protector de instituciones filantrópicas, un hombre rico y mucho más. Aun si no podía ser eso sin robar”, escribe Steve Fishman en la nota de portada de la revista New York Yorker, la cual tiene una foto modificada donde se ve una especie de vampiro y la cabeza: Bernie Madoff, monstruo.
El 10 de diciembre, cuando Madoff le confiesa a sus hijos que todo es una mentira, el hombre admirado por sus socios como uno de los hombres más sabios de Wall Street resultó ser nada más un operador de lo que se conoce como un esquema de pirámide (o Ponzi), ardid fraudulento donde se paga un poco a los clientes viejos con dinero de los nuevos, hasta que deja de funcionar.
La comunidad judía del noreste detesta a Madoff, ya que algunas de las instituciones caritativas y educativas, como la Universidad Yeshiva, han perdido hasta cientos de millones por quien se presentaba como uno de los líderes de esa comunidad. Un cómico bromea: “Madoff tal vez es el peor esquema piramidal que han sufrido los judíos desde… bueno, desde las pirámides de Egipto”.
Pero tal vez el colmo de todas estas historias es la noticia esta semana de que Stanford Kurland, quien fue presidente de la empresa Countrywide Financial, la firma más identificada con la promoción de las hipotecas tóxicas –que en gran medida detonaron la actual crisis–, lucra ahora con este mismo desastre. Encabeza una empresa dedicada a comprar las hipotecas problemáticas que el gobierno ha estado absorbiendo de bancos fracasados, pero a un descuento enorme, y después ofrece renegociar los términos de las hipotecas con los deudores, pero son los contribuyentes quienes subsidian estas operaciones, ya que son los dueños de las hipotecas tóxicas antes de ser vendidas a descuento.
Un negocio redondo.
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