Ricardo Gómez Muñoz
ATTAC Madrid
Tres grandes petroleras ‘globales’ (Exxon Mobil, RD/Shell y BP) controlan una cuota de mercado del 50% de la producción internacional de petróleo. En 2005 alcanzaban unas ventas cercanas al billón de dólares (el 60% fuera de sus países) y empleaban a más de 300.000 personas. Estas empresas lideran el ránking del mercado bursátil junto a General Electric, Vodafone y General Motors. El valor de sus activos superaba en 2005 los 630.000 millones de dólares.
El lobby petrolero, que agrupa a las principales empresas petroleras privadas, es en sí mismo un poder autónomo dentro del sistema mundial. Su capacidad de presión incide muy directamente en las políticas de EE UU y de la UE. Exxon Mobil asegura en buena parte su organización y financiación.
Las actuaciones de este lobby petrolero son inequívocas con respecto al medio ambiente, la sostenibilidad del planeta y el cambio climático. En la Cumbre de Johannesburgo (2002) sobre desarrollo sostenible, el lobby petrolero presionó a Bush para que se desmarcara de los objetivos de esta Cumbre y le instó a oponerse a cualquier decisión contraria a los intereses petroleros y a bloquear cualquier avance en la firma de nuevos tratados sobre medio ambiente.
La influencia de este lobby petrolero, financiado por Exxon Mobil, ha sido decisiva para que 2.000 millones de personas no tengan acceso a la energía y para que todo el planeta esté expuesto a los impactos del cambio climático.
BP en la Guerra de Iraq
En las horas y días anteriores a que EE UU y Gran Bretaña invadieron Iraq, un equipo de ingenieros de la British Petroleum (BP) en Kuwait había adiestrado a las tropas de combate del 516 Equipo de Especialistas Royal Engineers en el manejo de los campos petroleros de Iraq. Tan pronto como las tropas se hicieron con el sur del país, Robert Spears, un escocés gerente de BP, fue comisionado por el Gobierno británico para ayudar a dirigir el trabajo de reconstrucción de las refinerías.
En julio, BP había obtenido ya su recompensa : uno de los primeros buques cisterna de petróleo salía desde el sur de Iraq. BP había conseguido el 25% de la venta inicial de ocho millones de barriles de las existencias actuales de petróleo iraquí. El mes anterior, Chevron había enviado la misma cantidad de petróleo desde el sur de Iraq.
Con anterioridad, ingenieros jubilados de la Royal Dutch/Shell Group habían ayudado en la formación de las tropas invasoras en Nottingham, Inglaterra. En el momento en que los yacimientos petrolíferos fueron incautados al Gobierno iraquí por los invasores, los trabajadores de las empresas fueron militarizados por el Ejército británico y enviados al sur de Iraq para ayudar a la reconstrucción. Shell, junto con Chevron, BP y otros siete gigantes del petróleo, han obtenido desde entonces contratos fabulosos para explotar la producción del crudo del ‘nuevo Iraq’. “Estamos apalancando al sector privado”, había comentado entonces Robert Crear, general de brigada de EE UU al Wall Street Journal. Este militar estaba a cargo de las tareas de “reconstrucción” en Iraq.
Nigeria: crimen y expolio de la Shell
Desde 1956, cuando Shell inició la explotación de su primer pozo en el delta del Níger, la presencia de compañías petroleras ha supuesto para la población local pobreza, malnutrición, degradación social y medioambiental, violencia y muerte. Las compañías petroleras representan una amenaza medioambiental para las comunidades vecinas del delta del Níger. Las diferentes formas de contaminación que generan hacen imposible el desarrollo de la agricultura y la pesca.
También es muy difícil obtener agua potable. La tierra, la lluvia y los ríos están contaminados por la explotación petrolera y la quema de gas al aire libre, que provoca lluvia ácida convirtiendo la industria petrolera de Nigeria en la mayor fuente de calentamiento global del mundo. Para defender su tierra y su vida, la población local se ha venido enfrentando a las compañías petroleras. Esta protesta ha significado el castigo y la represalia de muchas comunidades por las fuerzas de seguridad privadas de las compañías y por el Ejército, que no ha dudado en quemar poblados enteros y disparar a manifestantes.
Y es que el Gobierno no ha querido arriesgar sus relaciones con las petroleras y el maná que representaban. Una de las acciones más brutales llevadas a cabo en los ‘90 fue la detención, el juicio arbitrario y la muerte de ocho activistas, entre los que estaba Ken Saro-Wiva, líder del movimiento protagonizado por la población ogoni. Nigeria, que obtiene el 80% de sus ingresos de la exportación del petróleo, acumula una deuda externa que supera el 90% del PIB y siete de cada diez personas viven por debajo del umbral de la pobreza.
El eje del petróleo
La invasión de Iraq para hacerse con sus campos de petróleo fue una consecuencia lógica de la Administración estadounidense en la aplicación de su política exterior de rapiña y control de los recursos mundiales. George Bush y Dick Cheney han liderado durante años un “eje de petróleo” que integra a la cúspide del poder mundial. De hecho, estos gobernantes han definido la seguridad nacional estadounidense como “el acceso al petróleo”.
El improbable ‘éxito’ de la Guerra en Iraq podría renovar para EE UU el acceso a reservas de petróleo, que son casi tan grandes como las de Arabia Saudita, lo que podría romper la influencia y los acuerdos de los países de la OPEP.
Al mismo tiempo, la persistencia de este eje del petróleo proporciona grandes beneficios a políticos y gobernantes estadounidenses y mundiales, íntimamente relacionados con compañías del negocio del petróleo como Exxon Mobil, Halliburton, Chevron- Texaco, Shell o BP, por citar las más relevantes. En conclusión, son los Gobiernos y las Administraciones, como es el caso de EE UU, las que definen los conceptos de seguridad nacional o mundial sirviendo con ello a los intereses de las empresas, lo que otorga beneficios para unos pocos. Más allá de todo este negocio, no queda nada claro quién puede beneficiarse de estas políticas y situaciones.
domingo, 29 de junio de 2008
Guarniciones en la gasolinera global. Parte 2
Michael T. Klare
La creación de una seguridad energética real
La realidad de la dependencia creciente de Estados Unidos hacia el petróleo del extranjero únicamente refuerza la convicción (existente en Washington) de que la fuerza militar y la seguridad energética son gemelos inseparables. Casi dos tercios de la cuota diaria de petróleo en el país son importados –y el porcentaje sigue creciendo–, por lo que no es difícil darnos cuenta de que los montos significativos de nuestro petróleo llegan ahora de áreas propensas a los conflictos como el Medio Oriente, Asia central y África www.eia.doe.gov/oiaf/aeo.
Mientras este sea el caso, los planificadores estadunidenses instintivamente buscarán a los militares para garantizar la entrega segura de crudo. Es evidente que importa muy poco que el uso de la fuerza militar, especialmente en Medio Oriente, haya hecho mucho menos estable y menos confiable la situación energética, además de acicatear el “antiamericanismo”.
Ésta no se apega, por supuesto, a la definición de la “seguridad energética”, sino a su opuesto. Una aproximación viable, de largo plazo, no debería depender de una sola fuente de energía particular –en este caso el petróleo–, por encima de otras, ni exponer a los soldados estadunidenses, de manera regular, a mayores riesgos de daños, o a los contribuyentes estadunidenses a mayores riesgos de quiebra.
Una política energética estadunidense que tuviera sentido debería abrazar un enfoque holístico de la procura de energía y sopesar los méritos relativos de todas las fuentes potenciales de energía. Sería un enfoque que estuviera a favor del desarrollo de fuentes domésticas y renovables de energía, que no degraden el ambiente ni pongan en peligro otros intereses nacionales. Al mismo tiempo, una política que favoreciera un programa detallado y operativo de la conservación de energía –algo ausente en los últimos 20 años–, que ayude a cortar la dependencia de las fuentes extranjeras de energía en el futuro cercano y que frene o haga más lenta la acumulación atomosférica de gases con efecto de invernadero, que alteran el clima. El petróleo podría continuar teniendo un papel significativo en un enfoque así. El petróleo mantiene mucho atractivo como fuente de energía para la transportación (en particular la aérea) y como insumo de muchos productos químicos. Pero con la inversión y las políticas de investigación correctas –y la voluntad de aplicar algo más que fuerza en lo referente al abastecimiento de energía– comenzaría a llegar a su fin el papel histórico del crudo como el combustible único. Sería especialmente importante que los planificadores estadounidenses no prolongaran su papel de manera artificial, como ha sido el caso de las últimas décadas, en que se subsidió a las principales firmas petroleras estadounidenses, con gastos del orden de los 138 mil millones de dólares por año en protección de las entregas de crudo extranjero. Estos fondos, en cambio, podrían redirigirse a la promoción de la eficiencia energética, en particular al desarrollo de fuentes domésticas de energía.
Algunos planificadores que concuerdan en la necesidad de desarrollar alternativas a la energía importada insisten en que dicho enfoque debe comenzar con la extracción de petróleo en la Reserva Nacional de la Vida Silvestre en el Ártico (Arctic National Wildlife Refuge o ANWR) y otras áreas protegidas:
Aun reconociendo que esas perforaciones no reducirían sustancialmente la dependencia estadunidense hacia el petróleo extranjero, estas personas insisten, de todos modos, en que es esencial hacer todos los esfuerzos concebibles para sustituir las importaciones con existencias de crudo a nivel interno para conjuntar el abasto total de energía de la nación. Pero estos argumentos ignoran que los días del petróleo están contados, y que cualquier esfuerzo por prolongar su duración sólo complica la inevitable transición a una economía pospetrolera www.peakoil.net/.
Un enfoque más fructífero, mejor diseñado para promover la autosuficiencia estadunidense y su vigor tecnológico en el mundo intensamente competitivo de mediados del siglo XXI sería enfatizar el uso del ingenio doméstico y las habilidades empresariales con el fin de maximizar el potencial de las fuentes de energía renovable, incluidas la energía solar, la del viento, la geotérmica y la de las olas. Esas mismas habilidades deberían aplicarse a desarrollar métodos de producir etanol de materia vegetal no alimenticia (etanol de celulosa), o utilizar el carbón sin liberar carbono a la atmósfera (vía la captura y almacenamiento de carbono, o CCS por sus siglas en inglés), miniaturizar las células combustibles de hidrógeno, e incrementar masivamente la eficiencia energética de vehículos, edificios y procesos industriales.
Todos estos sistemas de energía son muy promisorios, y como tal deberíamos decidirnos a otorgar el respaldo y la inversión necesarios para que jueguen un papel dominante en la generación de la energía estadunidense. En este momento no es posible determinar cuál de todas ellas (o cuál combinación) será la que mejor se posicione para la transición de la pequeña escala a una gran escala con desarrollo comercial. Así, todas ellas deben contar en un inicio con el suficiente respaldo con tal de probar su capacidad de efectuar esta transición.
Si se aplica la regla general, sin embargo, es importante que se le otorgue prioridad a las nuevas formas de combustibles para el transporte. Es aquí donde el petróleo ha sido por mucho tiempo el rey, y aquí es donde con más crudeza se sentirá la escasez de petróleo. Es sólo por esto que siguen creciendo los llamados a intervenir militarmente para garantizar un abasto adicional de crudo. Así que el énfasis debe ponerse en el rápido desarrollo de los biocombustibles, de los combustibles derivados de carbón en líquido (con el carbono extraído mediante CCS), el hidrógeno, la potencia de las baterías y otros modos innovadores de hacer andar los vehículos. Al mismo tiempo, es obvio que asignar alguna parte de nuestro presupuesto militar al desarrollo de un incremento masivo de transporte público podría ser un punto importante de la salud mental nacional.
Una aproximación de este tipo reafirmaría la seguridad nacional en múltiples niveles. Incrementaría el abasto confiable de combustibles, promovería el crecimiento económico en casa (en vez de enviar un verdadero raudal de dólares a los cofres de regímenes petroleros nada confiables) y disminuiría el riesgo de involucrarnos en guerras por el petróleo extranjero. No hay otro enfoque. Ciertamente no podemos confiarnos en el enfoque actual, tradicional, incuestionado, que nos hace depender de la fuerza militar para lograr esto. Hace ya mucho que pasó el tiempo de resguardar la gasolinera global.
Traducción: Ramón Vera Herrera
Michael T. Klare es profesor de estudios de paz y seguridad mundial en el Hampshire College y es autor de varios libros sobre política energética, incluyendo Resource wars (2001), Blood and oil (2004), y más recientemente, Rising powers, shrinking planet: the new geopolitics of energy.
Ir a la Parte Uno
Vea el artículo original en La Jornada de México
Michael Klare: Petróleo y Sangre
La creación de una seguridad energética real
La realidad de la dependencia creciente de Estados Unidos hacia el petróleo del extranjero únicamente refuerza la convicción (existente en Washington) de que la fuerza militar y la seguridad energética son gemelos inseparables. Casi dos tercios de la cuota diaria de petróleo en el país son importados –y el porcentaje sigue creciendo–, por lo que no es difícil darnos cuenta de que los montos significativos de nuestro petróleo llegan ahora de áreas propensas a los conflictos como el Medio Oriente, Asia central y África www.eia.doe.gov/oiaf/aeo.
Mientras este sea el caso, los planificadores estadunidenses instintivamente buscarán a los militares para garantizar la entrega segura de crudo. Es evidente que importa muy poco que el uso de la fuerza militar, especialmente en Medio Oriente, haya hecho mucho menos estable y menos confiable la situación energética, además de acicatear el “antiamericanismo”.
Ésta no se apega, por supuesto, a la definición de la “seguridad energética”, sino a su opuesto. Una aproximación viable, de largo plazo, no debería depender de una sola fuente de energía particular –en este caso el petróleo–, por encima de otras, ni exponer a los soldados estadunidenses, de manera regular, a mayores riesgos de daños, o a los contribuyentes estadunidenses a mayores riesgos de quiebra.
Una política energética estadunidense que tuviera sentido debería abrazar un enfoque holístico de la procura de energía y sopesar los méritos relativos de todas las fuentes potenciales de energía. Sería un enfoque que estuviera a favor del desarrollo de fuentes domésticas y renovables de energía, que no degraden el ambiente ni pongan en peligro otros intereses nacionales. Al mismo tiempo, una política que favoreciera un programa detallado y operativo de la conservación de energía –algo ausente en los últimos 20 años–, que ayude a cortar la dependencia de las fuentes extranjeras de energía en el futuro cercano y que frene o haga más lenta la acumulación atomosférica de gases con efecto de invernadero, que alteran el clima. El petróleo podría continuar teniendo un papel significativo en un enfoque así. El petróleo mantiene mucho atractivo como fuente de energía para la transportación (en particular la aérea) y como insumo de muchos productos químicos. Pero con la inversión y las políticas de investigación correctas –y la voluntad de aplicar algo más que fuerza en lo referente al abastecimiento de energía– comenzaría a llegar a su fin el papel histórico del crudo como el combustible único. Sería especialmente importante que los planificadores estadounidenses no prolongaran su papel de manera artificial, como ha sido el caso de las últimas décadas, en que se subsidió a las principales firmas petroleras estadounidenses, con gastos del orden de los 138 mil millones de dólares por año en protección de las entregas de crudo extranjero. Estos fondos, en cambio, podrían redirigirse a la promoción de la eficiencia energética, en particular al desarrollo de fuentes domésticas de energía.
Algunos planificadores que concuerdan en la necesidad de desarrollar alternativas a la energía importada insisten en que dicho enfoque debe comenzar con la extracción de petróleo en la Reserva Nacional de la Vida Silvestre en el Ártico (Arctic National Wildlife Refuge o ANWR) y otras áreas protegidas:
Aun reconociendo que esas perforaciones no reducirían sustancialmente la dependencia estadunidense hacia el petróleo extranjero, estas personas insisten, de todos modos, en que es esencial hacer todos los esfuerzos concebibles para sustituir las importaciones con existencias de crudo a nivel interno para conjuntar el abasto total de energía de la nación. Pero estos argumentos ignoran que los días del petróleo están contados, y que cualquier esfuerzo por prolongar su duración sólo complica la inevitable transición a una economía pospetrolera www.peakoil.net/.
Un enfoque más fructífero, mejor diseñado para promover la autosuficiencia estadunidense y su vigor tecnológico en el mundo intensamente competitivo de mediados del siglo XXI sería enfatizar el uso del ingenio doméstico y las habilidades empresariales con el fin de maximizar el potencial de las fuentes de energía renovable, incluidas la energía solar, la del viento, la geotérmica y la de las olas. Esas mismas habilidades deberían aplicarse a desarrollar métodos de producir etanol de materia vegetal no alimenticia (etanol de celulosa), o utilizar el carbón sin liberar carbono a la atmósfera (vía la captura y almacenamiento de carbono, o CCS por sus siglas en inglés), miniaturizar las células combustibles de hidrógeno, e incrementar masivamente la eficiencia energética de vehículos, edificios y procesos industriales.
Todos estos sistemas de energía son muy promisorios, y como tal deberíamos decidirnos a otorgar el respaldo y la inversión necesarios para que jueguen un papel dominante en la generación de la energía estadunidense. En este momento no es posible determinar cuál de todas ellas (o cuál combinación) será la que mejor se posicione para la transición de la pequeña escala a una gran escala con desarrollo comercial. Así, todas ellas deben contar en un inicio con el suficiente respaldo con tal de probar su capacidad de efectuar esta transición.
Si se aplica la regla general, sin embargo, es importante que se le otorgue prioridad a las nuevas formas de combustibles para el transporte. Es aquí donde el petróleo ha sido por mucho tiempo el rey, y aquí es donde con más crudeza se sentirá la escasez de petróleo. Es sólo por esto que siguen creciendo los llamados a intervenir militarmente para garantizar un abasto adicional de crudo. Así que el énfasis debe ponerse en el rápido desarrollo de los biocombustibles, de los combustibles derivados de carbón en líquido (con el carbono extraído mediante CCS), el hidrógeno, la potencia de las baterías y otros modos innovadores de hacer andar los vehículos. Al mismo tiempo, es obvio que asignar alguna parte de nuestro presupuesto militar al desarrollo de un incremento masivo de transporte público podría ser un punto importante de la salud mental nacional.
Una aproximación de este tipo reafirmaría la seguridad nacional en múltiples niveles. Incrementaría el abasto confiable de combustibles, promovería el crecimiento económico en casa (en vez de enviar un verdadero raudal de dólares a los cofres de regímenes petroleros nada confiables) y disminuiría el riesgo de involucrarnos en guerras por el petróleo extranjero. No hay otro enfoque. Ciertamente no podemos confiarnos en el enfoque actual, tradicional, incuestionado, que nos hace depender de la fuerza militar para lograr esto. Hace ya mucho que pasó el tiempo de resguardar la gasolinera global.
Traducción: Ramón Vera Herrera
Michael T. Klare es profesor de estudios de paz y seguridad mundial en el Hampshire College y es autor de varios libros sobre política energética, incluyendo Resource wars (2001), Blood and oil (2004), y más recientemente, Rising powers, shrinking planet: the new geopolitics of energy.
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Vea el artículo original en La Jornada de México
Michael Klare: Petróleo y Sangre
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Petróleo
sábado, 28 de junio de 2008
Un futuro sin petróleo
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 7
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 8
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 9
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 8
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 9
Guarniciones en la gasolinera global. Parte 1
Michael T. Klare*
Hace mucho que los planificadores estadounidenses de políticas consideran la protección de las reservas de crudo en el extranjero como un aspecto indispensable de la “seguridad nacional”, que requiere del establecimiento de la amenaza –y alguna vez el uso– de una fuerza militar. Esto es ahora parte incuestionable de la política exterior de Estados Unidos.
Con esta premisa, el gobierno de Bush padre emprendió una guerra contra Irak en 1990-1991 y el gobierno de Bush hijo invadió Irak en 2003. Dado que hoy se disparan los precios globales del crudo y se espera que las reservas petroleras mengüen en los años por venir, parece seguro que cualquier gobierno que llegue a Washington en enero de 2009 considerará que la fuerza militar en los enclaves petroleros del planeta es la garantía última de nuestro bienestar. Pero al subir precipitadamente los costos –en sangre y en dólares– de las operaciones petroleras militarizadas ¿no es tiempo ya de impugnar dicha “noción”? ¿No es ya tiempo de preguntarnos si es razonable que el ejército estadounidense tenga algo que ver con la seguridad energética, o si en lo tocante a la política energética es práctico, costeable o justificable el confiarnos a una fuerza militar?
Cómo se militarizó la política energética
La asociación entre “seguridad energética” (como se le llama ahora) y “seguridad nacional” se estableció hace mucho tiempo. Fue el presidente Franklin D. Roosevelt quien primero forjó este vínculo desde 1945, cuando prometió proteger a la familia real de Arabia Saudita a cambio de un acceso privilegiado su petróleo para los estadunidenses. Ver el siguiente video
Esta relación adquirió expresión formal en 1980, cuando el presidente Jimmy Carter dijo al Congreso que era “interés vital” de Estados Unidos mantener un flujo ininterrumpido del petróleo procedente del golfo Pérsico, y que cualquier intento de las naciones hostiles por cortar dicho flujo se toparía con “cualquier medio necesario, incluida la fuerza militar”
Para poner en marcha esta doctrina, Carter ordenó la creación de una Fuerza de Tarea Conjunta de Despliegue Rápido, específicamente designada para las operaciones de combate en el área del golfo Pérsico. Más tarde, el presidente Ronald Reagan convirtió esa fuerza en un organismo de combate regional a gran escala, el llamado Comando Central estadounidense o Centcom (www.centcom.mil).
Todos los presidentes a partir de Reagan han añadido responsabilidades al Centcom, dotándolo de bases adicionales, flotas, escuadrones aéreos y otros equipos militares. Como el país ha comenzado a depender del petróleo de la cuenca del mar Caspio y África en fechas más recientes, también se le inyecta fuerza a las capacidades militares estadunidenses en esas áreas.
El resultado es que el ejército estadunidense se ha convertido en el servicio global de protección del petróleo, vigilando ductos, refinerías e instalaciones de carga en Medio Oriente y otras partes. Según una estimación de la National Defense Council Foundation, tan sólo la “protección” del crudo del Pérsico cuesta al Tesoro estadunidense 138 mil millones de dólares anuales –costaba 49 mil millones justo antes de la invasión de Irak.
Demócratas y republicanos por igual aceptan ahora como noción común el gastar tales sumas para proteger las reservas petroleras extranjeras, una noción que no vale la pena discutir o debatir seriamente. Un ejemplo típico de esta actitud puede encontrarse en un informe independiente respecto de la Fuerza de Tarea y las consecuencias de la seguridad nacional sobre la dependencia estadounidense hacia el petróleo, “Independent Task Force Report on the National Security Consequences of US Oil Dependency” ver aquí publicado por el Council on Foreign Relations (CFR) (www.cfr.org), en octubre de 2006. Encabezado por el ex secretario de Defensa, James R. Schlesinger, y por el ex director de la CIA, John Deutch, el informe CFR concluye que el ejército estadunidense debe continuar actuando como servicio global de protección en el futuro predecible. “Por lo menos en los próximos veinte años, el golfo Pérsico será vital para los intereses estadunidenses en las existencias de petróleo confiables”, se anota en el texto. Según el documento “Estados Unidos debe asumir y respaldar una fuerte postura que permita, de ser necesario, un rápido y conveniente despliegue en la región”.
El Pentágono como Inseguridad SA
Estos puntos de vista, muy compartidos, entonces y ahora, por las figuras más importantes de ambos partidos principales, dominan –o para ser más precisos, cubren– el pensamiento estratégico estadunidense. Y sin embargo, la utilidad real de la fuerza militar como medio de garantizar seguridad energética todavía no ha sido demostrada.
Tomemos en cuenta que, pese al despliegue de más de 160 mil efectivos estadunidenses en Irak y al gasto de cientos de miles de millones de dólares allí, ese es un país sumido en el caos; el Departamento de Defensa ha sido rampantemente incapaz de evitar el sabotaje recurrente de los oleoductos y las refinerías efectuados por varios grupos y milicias insurgentes; hay un pillaje sistemático de las existencias gubernamentales, perpetrado por los funcionarios petroleros de alto rango supuestamente leales al gobierno central respaldado por Estados Unidos –y que custodian con gran riesgo los soldados estadunidenses Ver nota en NYTimes
Cinco años después de la invasión estadunidense, Irak está produciendo tan sólo unos 2.5 millones de barriles diarios, más o menos la misma cantidad producida en los peores días de Saddam Hussein, en 2001. Es más, The New York Times informa que “al menos un tercio, y posiblemente más, del combustible de la refinería más grande de Irak… es desviado al mercado negro, según fuentes militares estadounidenses”. ¿Es ésta una manera conducente de concretar la seguridad energética estadounidense? Ver NYTimes
Estos mismos decepcionantes resultados son palpables en otros países donde los militares respaldados por Estados Unidos han intentado proteger las vulnerables instalaciones petroleras. En Nigeria, por ejemplo, las tropas gubernamentales equipadas por los estadunidenses intentan aplastar a los rebeldes en la región del delta del Níger, rica en petróleo, pero lo único que han logrado es inflamar la insurgencia, mientras disminuye la producción nacional de crudo ver nota. Entre tanto, el ejército nigeriano, al igual que el gobierno iraquí (y sus milicias asociadas), ha sido acusado de robarse miles de millones de dólares en petróleo y de venderlo en el mercado negro. En realidad, el uso de la fuerza militar para proteger las existencias de crudo extranjero logra cualquier cosa menos “seguridad”. De hecho, puede disparar violentas consecuencias contra Estados Unidos. Por ejemplo, la decisión del presidente Bush, padre, de mantener una enorme y permanente presencia militar estadunidense en Arabia Saudita después de la Operación Tormenta del Desierto en Kuwait, es ahora vista por muchos como una fuente importante de virulento “antiamericanismo” y fue un primordial instrumento de reclutamiento usado por Osama Bin Laden en los meses previos a los ataques terroristas del 11 de septiembre. “Por más de siete años”, proclamaba Bin Laden, “Estados Unidos ha ocupado las tierras del Islam en el más sagrado de los lugares, la península arábiga, predando sus riquezas, dando órdenes a sus gobernantes, humillando a su pueblo, aterrorizando a sus vecinos y haciendo de sus bases en la península una punta de lanza mediante la cual luchar contra los pueblos musulmanes circundantes” Ver aquí. Para repeler este ataque contra el mundo musulmán, atronaba, “es un deber individual de todo musulmán el matar a los estadunidenses” y expulsar a sus ejércitos “de todas las tierras del Islam”.
Como confirmación de la veracidad del análisis de Bin Laden acerca de las intenciones estadunidenses, el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, voló a Arabia Saudita el 30 de abril de 2003 para anunciar que las bases estadunidenses ahí ya no serían necesarias, debido a que la invasión de Irak, entonces de un mes de antigüedad, había sido un éxito. “Rumsfeld declaró que “ahora la región es más segura por el cambio de régimen en Irak”. Y añadió: “La aviación y todo su equipo pueden ahora retirarse”. Y mientras hablaba en Riad, sin embargo, ocurrían en Irak acciones que serían contraproducentes para Estados Unidos: a su entrada en Bagdad, las fuerzas estadunidenses tomaban y custodiaban la sede del Ministerio de Petróleo pero permitían que las escuelas, los hospitales, los museos fueran saqueados con gran impunidad.
Desde ese momento, la mayoría de los iraquíes ha llegado a la conclusión de que dicha decisión (que garantizó que el resto de la ciudad fuera saqueada) expresa del modo más acabado los principales motivos del gobierno de Bush para invadir su país. Se han dado cuenta de que aunque la Casa Blanca alega estar comprometida con los derechos humanos y la democracia, sus palabras son meras hojas de parra que cubren apenas su urgencia por saquear el petróleo de Irak. Nada de lo que han hecho desde entonces los funcionarios de Washington borra esa impresión, que continúa motivando llamados a que se retiren los estadunidenses.
Y éstos son sólo algunos ejemplos de las pérdidas en seguridad nacional de Estados Unidos producidas por un enfoque minuciosamente militarizado de la seguridad energética. Y sin embargo, las premisas de una política global así continúan sin ser cuestionadas, aun cuando los planificadores estadunidenses persisten en depender de la fuerza militar como respuesta última a las amenazas que penden sobre la producción y la transportación de petróleo (en condiciones de seguridad). La continua militarización de la política energética únicamente multiplica las amenazas que hacen que esa militarización parezca indispensable.
La espiral de la inseguridad militarizada se agrava. Así ocurre con la expansiva presencia militar de Estados Unidos en África –una de las pocas áreas del mundo donde se espera un incremento en la producción de crudo en los años venideros. Este año, el Pentágono activará el Comando Africano estadunidense (Africom) www.africom.mil, un nuevo comando de combate en el extranjero, el primero desde que Reagan creara el Centcom hace un cuarto de siglo. Aunque los funcionarios del Departamento de Defensa son renuentes a reconocer públicamente cualquier relación directa entre la formación del Africom y la creciente dependencia estadunidense del crudo de ese continente, se inhiben menos en sus reuniones privadas. En una sesión celebrada en la National Defense University, por ejemplo, el comandante adjunto, el vicealmirante Robert Moeller, indicó que la “perturbación petrolera” en Nigeria y África Occidental constituiría uno de los primeros desafíos que tendría que enfrentar la nueva organización.
Africom y extensiones semejantes de la Doctrina Carter en las nuevas regiones productoras de crudo lo único que lograrán es provocar más estallidos y acciones contraproducentes, al tiempo de comprometer más decenas de miles de millones de dólares del ya congestionado presupuesto del Pentágono.
Tarde o temprano, si las políticas no cambian, este precio incluirá la pérdida de vidas estadunidenses, conforme más y más soldados se vean expuestos a fuego hostil o a explosivos, por proteger el petróleo en instalaciones vulnerables, en áreas convulsionadas por conflictos étnicos, religiosos o sectarios. ¿Por qué pagar un precio así? Dada la evidencia tan vasta y tan inevitable de la ineficacia tan grave de implicar una fuerza militar para proteger las existencias de crudo, ¿no es tiempo de repensar las suposiciones dominantes en Washington en cuanto a la relación entre seguridad energética y seguridad nacional? Después de todo, aparte de George W. Bush y Dick Cheney, ¿quién alegaría que cinco años después de la invasión de Irak, son más seguros Estados Unidos y su abasto de petróleo?
Traducción: Ramón Vera Herrera
Michael T. Klare es profesor estudios de paz y seguridad mundial en Hampshire College y es autor de varios libros sobre política energética, incluyendo Rising Powers, Shrinking Planet: The New Geopolitics of Energy.
Hace mucho que los planificadores estadounidenses de políticas consideran la protección de las reservas de crudo en el extranjero como un aspecto indispensable de la “seguridad nacional”, que requiere del establecimiento de la amenaza –y alguna vez el uso– de una fuerza militar. Esto es ahora parte incuestionable de la política exterior de Estados Unidos.
Con esta premisa, el gobierno de Bush padre emprendió una guerra contra Irak en 1990-1991 y el gobierno de Bush hijo invadió Irak en 2003. Dado que hoy se disparan los precios globales del crudo y se espera que las reservas petroleras mengüen en los años por venir, parece seguro que cualquier gobierno que llegue a Washington en enero de 2009 considerará que la fuerza militar en los enclaves petroleros del planeta es la garantía última de nuestro bienestar. Pero al subir precipitadamente los costos –en sangre y en dólares– de las operaciones petroleras militarizadas ¿no es tiempo ya de impugnar dicha “noción”? ¿No es ya tiempo de preguntarnos si es razonable que el ejército estadounidense tenga algo que ver con la seguridad energética, o si en lo tocante a la política energética es práctico, costeable o justificable el confiarnos a una fuerza militar?
Cómo se militarizó la política energética
La asociación entre “seguridad energética” (como se le llama ahora) y “seguridad nacional” se estableció hace mucho tiempo. Fue el presidente Franklin D. Roosevelt quien primero forjó este vínculo desde 1945, cuando prometió proteger a la familia real de Arabia Saudita a cambio de un acceso privilegiado su petróleo para los estadunidenses. Ver el siguiente video
Esta relación adquirió expresión formal en 1980, cuando el presidente Jimmy Carter dijo al Congreso que era “interés vital” de Estados Unidos mantener un flujo ininterrumpido del petróleo procedente del golfo Pérsico, y que cualquier intento de las naciones hostiles por cortar dicho flujo se toparía con “cualquier medio necesario, incluida la fuerza militar”
Para poner en marcha esta doctrina, Carter ordenó la creación de una Fuerza de Tarea Conjunta de Despliegue Rápido, específicamente designada para las operaciones de combate en el área del golfo Pérsico. Más tarde, el presidente Ronald Reagan convirtió esa fuerza en un organismo de combate regional a gran escala, el llamado Comando Central estadounidense o Centcom (www.centcom.mil).
Todos los presidentes a partir de Reagan han añadido responsabilidades al Centcom, dotándolo de bases adicionales, flotas, escuadrones aéreos y otros equipos militares. Como el país ha comenzado a depender del petróleo de la cuenca del mar Caspio y África en fechas más recientes, también se le inyecta fuerza a las capacidades militares estadunidenses en esas áreas.
El resultado es que el ejército estadunidense se ha convertido en el servicio global de protección del petróleo, vigilando ductos, refinerías e instalaciones de carga en Medio Oriente y otras partes. Según una estimación de la National Defense Council Foundation, tan sólo la “protección” del crudo del Pérsico cuesta al Tesoro estadunidense 138 mil millones de dólares anuales –costaba 49 mil millones justo antes de la invasión de Irak.
Demócratas y republicanos por igual aceptan ahora como noción común el gastar tales sumas para proteger las reservas petroleras extranjeras, una noción que no vale la pena discutir o debatir seriamente. Un ejemplo típico de esta actitud puede encontrarse en un informe independiente respecto de la Fuerza de Tarea y las consecuencias de la seguridad nacional sobre la dependencia estadounidense hacia el petróleo, “Independent Task Force Report on the National Security Consequences of US Oil Dependency” ver aquí publicado por el Council on Foreign Relations (CFR) (www.cfr.org), en octubre de 2006. Encabezado por el ex secretario de Defensa, James R. Schlesinger, y por el ex director de la CIA, John Deutch, el informe CFR concluye que el ejército estadunidense debe continuar actuando como servicio global de protección en el futuro predecible. “Por lo menos en los próximos veinte años, el golfo Pérsico será vital para los intereses estadunidenses en las existencias de petróleo confiables”, se anota en el texto. Según el documento “Estados Unidos debe asumir y respaldar una fuerte postura que permita, de ser necesario, un rápido y conveniente despliegue en la región”.
El Pentágono como Inseguridad SA
Estos puntos de vista, muy compartidos, entonces y ahora, por las figuras más importantes de ambos partidos principales, dominan –o para ser más precisos, cubren– el pensamiento estratégico estadunidense. Y sin embargo, la utilidad real de la fuerza militar como medio de garantizar seguridad energética todavía no ha sido demostrada.
Tomemos en cuenta que, pese al despliegue de más de 160 mil efectivos estadunidenses en Irak y al gasto de cientos de miles de millones de dólares allí, ese es un país sumido en el caos; el Departamento de Defensa ha sido rampantemente incapaz de evitar el sabotaje recurrente de los oleoductos y las refinerías efectuados por varios grupos y milicias insurgentes; hay un pillaje sistemático de las existencias gubernamentales, perpetrado por los funcionarios petroleros de alto rango supuestamente leales al gobierno central respaldado por Estados Unidos –y que custodian con gran riesgo los soldados estadunidenses Ver nota en NYTimes
Cinco años después de la invasión estadunidense, Irak está produciendo tan sólo unos 2.5 millones de barriles diarios, más o menos la misma cantidad producida en los peores días de Saddam Hussein, en 2001. Es más, The New York Times informa que “al menos un tercio, y posiblemente más, del combustible de la refinería más grande de Irak… es desviado al mercado negro, según fuentes militares estadounidenses”. ¿Es ésta una manera conducente de concretar la seguridad energética estadounidense? Ver NYTimes
Estos mismos decepcionantes resultados son palpables en otros países donde los militares respaldados por Estados Unidos han intentado proteger las vulnerables instalaciones petroleras. En Nigeria, por ejemplo, las tropas gubernamentales equipadas por los estadunidenses intentan aplastar a los rebeldes en la región del delta del Níger, rica en petróleo, pero lo único que han logrado es inflamar la insurgencia, mientras disminuye la producción nacional de crudo ver nota. Entre tanto, el ejército nigeriano, al igual que el gobierno iraquí (y sus milicias asociadas), ha sido acusado de robarse miles de millones de dólares en petróleo y de venderlo en el mercado negro. En realidad, el uso de la fuerza militar para proteger las existencias de crudo extranjero logra cualquier cosa menos “seguridad”. De hecho, puede disparar violentas consecuencias contra Estados Unidos. Por ejemplo, la decisión del presidente Bush, padre, de mantener una enorme y permanente presencia militar estadunidense en Arabia Saudita después de la Operación Tormenta del Desierto en Kuwait, es ahora vista por muchos como una fuente importante de virulento “antiamericanismo” y fue un primordial instrumento de reclutamiento usado por Osama Bin Laden en los meses previos a los ataques terroristas del 11 de septiembre. “Por más de siete años”, proclamaba Bin Laden, “Estados Unidos ha ocupado las tierras del Islam en el más sagrado de los lugares, la península arábiga, predando sus riquezas, dando órdenes a sus gobernantes, humillando a su pueblo, aterrorizando a sus vecinos y haciendo de sus bases en la península una punta de lanza mediante la cual luchar contra los pueblos musulmanes circundantes” Ver aquí. Para repeler este ataque contra el mundo musulmán, atronaba, “es un deber individual de todo musulmán el matar a los estadunidenses” y expulsar a sus ejércitos “de todas las tierras del Islam”.
Como confirmación de la veracidad del análisis de Bin Laden acerca de las intenciones estadunidenses, el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, voló a Arabia Saudita el 30 de abril de 2003 para anunciar que las bases estadunidenses ahí ya no serían necesarias, debido a que la invasión de Irak, entonces de un mes de antigüedad, había sido un éxito. “Rumsfeld declaró que “ahora la región es más segura por el cambio de régimen en Irak”. Y añadió: “La aviación y todo su equipo pueden ahora retirarse”. Y mientras hablaba en Riad, sin embargo, ocurrían en Irak acciones que serían contraproducentes para Estados Unidos: a su entrada en Bagdad, las fuerzas estadunidenses tomaban y custodiaban la sede del Ministerio de Petróleo pero permitían que las escuelas, los hospitales, los museos fueran saqueados con gran impunidad.
Desde ese momento, la mayoría de los iraquíes ha llegado a la conclusión de que dicha decisión (que garantizó que el resto de la ciudad fuera saqueada) expresa del modo más acabado los principales motivos del gobierno de Bush para invadir su país. Se han dado cuenta de que aunque la Casa Blanca alega estar comprometida con los derechos humanos y la democracia, sus palabras son meras hojas de parra que cubren apenas su urgencia por saquear el petróleo de Irak. Nada de lo que han hecho desde entonces los funcionarios de Washington borra esa impresión, que continúa motivando llamados a que se retiren los estadunidenses.
Y éstos son sólo algunos ejemplos de las pérdidas en seguridad nacional de Estados Unidos producidas por un enfoque minuciosamente militarizado de la seguridad energética. Y sin embargo, las premisas de una política global así continúan sin ser cuestionadas, aun cuando los planificadores estadunidenses persisten en depender de la fuerza militar como respuesta última a las amenazas que penden sobre la producción y la transportación de petróleo (en condiciones de seguridad). La continua militarización de la política energética únicamente multiplica las amenazas que hacen que esa militarización parezca indispensable.
La espiral de la inseguridad militarizada se agrava. Así ocurre con la expansiva presencia militar de Estados Unidos en África –una de las pocas áreas del mundo donde se espera un incremento en la producción de crudo en los años venideros. Este año, el Pentágono activará el Comando Africano estadunidense (Africom) www.africom.mil, un nuevo comando de combate en el extranjero, el primero desde que Reagan creara el Centcom hace un cuarto de siglo. Aunque los funcionarios del Departamento de Defensa son renuentes a reconocer públicamente cualquier relación directa entre la formación del Africom y la creciente dependencia estadunidense del crudo de ese continente, se inhiben menos en sus reuniones privadas. En una sesión celebrada en la National Defense University, por ejemplo, el comandante adjunto, el vicealmirante Robert Moeller, indicó que la “perturbación petrolera” en Nigeria y África Occidental constituiría uno de los primeros desafíos que tendría que enfrentar la nueva organización.
Africom y extensiones semejantes de la Doctrina Carter en las nuevas regiones productoras de crudo lo único que lograrán es provocar más estallidos y acciones contraproducentes, al tiempo de comprometer más decenas de miles de millones de dólares del ya congestionado presupuesto del Pentágono.
Tarde o temprano, si las políticas no cambian, este precio incluirá la pérdida de vidas estadunidenses, conforme más y más soldados se vean expuestos a fuego hostil o a explosivos, por proteger el petróleo en instalaciones vulnerables, en áreas convulsionadas por conflictos étnicos, religiosos o sectarios. ¿Por qué pagar un precio así? Dada la evidencia tan vasta y tan inevitable de la ineficacia tan grave de implicar una fuerza militar para proteger las existencias de crudo, ¿no es tiempo de repensar las suposiciones dominantes en Washington en cuanto a la relación entre seguridad energética y seguridad nacional? Después de todo, aparte de George W. Bush y Dick Cheney, ¿quién alegaría que cinco años después de la invasión de Irak, son más seguros Estados Unidos y su abasto de petróleo?
Traducción: Ramón Vera Herrera
Michael T. Klare es profesor estudios de paz y seguridad mundial en Hampshire College y es autor de varios libros sobre política energética, incluyendo Rising Powers, Shrinking Planet: The New Geopolitics of Energy.
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Petróleo
viernes, 27 de junio de 2008
Un futuro sin petróleo
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 4
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 5
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 6
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 5
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 6
Un futuro sin petróleo
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 1
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 2
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 3
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 2
UN FUTURO SIN PETRÓLEO. PARTE 3
La crisis final del Capitalismo
Presentación del libro de Sergio Bacchi "La crisis final del Capitalismo. El hombre y la máquina" *
Ernesto Carmona
Hoy cayeron todas las bolsas de valores. La de Nueva York regresó a los niveles de hace más de dos años. Algo parecido ocurrió en la bolsa española, en Francfort, París, Londres, Milán, Tokio, etcétera. El barril de petróleo crudo para entrega en agosto, a las 4 de esta tarde en Nueva York estaba por encima de los 140 dólares, exactamente 140,05. La civilización del automóvil y autopistas privadas está en crisis. Su deterioro es un proceso que está en pleno desarrollo y va camino a convertir el modelo de vida con automóvil propio nada más que en un bonito recuerdo.
"Un nuevo capitalismo está por nacer", escribió Mario Soares, hoy columnista de Inter Press Service (IPS), ex presidente y ex primer ministro de Portugal. "Hace unos días, en Portugal, España, Francia y en parte en Gran Bretaña se presentó un fenómeno nuevo que los diarios, impropiamente, denominaron huelga de camioneros. Impropiamente porque era más bien un lock out, una paralización de actividades ordenada por patrones pequeños y grandes y no de los camioneros contra sus patrones, escribió Soares. Y nosotros, que vivimos en América Latina, tendríamos que agregar a Chile y Argentina, país hermano donde hoy existe un conflicto que ya va para los cuatro meses, en tanto los medios de noticias como CNN, El Mercurio y, entre muchos otros, los enviados especiales de Televisión Nacional de Chile también llaman impropiamente "rebelión del campo" o "protesta campesina", ocultando que no es más que otro lock out, esta vez, de la oligarquía agraria. Me pregunto para que gastar dinero "de todos los chilenos" en mandar periodistas de TVN a Buenos Aires para que al fin de cuentas no hagan más que repetir la visión de CNN..., que si podemos pagar podemos verlas a cada rato por el monopolio VTR. Este lockout patronal argentino se parece demasiado al que los camioneros y sectores como la oligarquía financiera, latifundista, industrial, comercial y los monopolios chilenos le hicieron al presidente Salvador Allende, quien hoy podría estar celebrando con nosotros su cumpleaños número cien.
Volviendo al portugués Soares, éste asegura que "esta manifestación colectiva –allá en Europa– no tuvo como origen la política de ninguno de los gobiernos de los países afectados sino que fue la consecuencia directa de una crisis múltiple, relacionada sobre todo con el encarecimiento energético y alimentario, además de otras causas, provenientes de Estados Unidos y de la globalización neoliberal anglosajona y especulativa que golpea al mundo y particularmente a una Europa carente de hidrocarburos.
Es claro –prosiguió Soares– que la crisis global no ha sido causada sólo por el encarecimiento del petróleo, el gas y los alimentos. Es también una crisis política, financiera, económica, social y ambiental. Es una crisis de civilización, estructural, tiene su epicentro en los Estados Unidos de George W. Bush, quien ya está en las postrimerías de su mandato y ya está haciendo sentir sus efectos en el resto del mundo. Y también llegará al Viejo Continente, como ya lo advierten las personas conscientes". (Fin de la cita)
El diario El País de Cataluña, España, dice que "la crisis económica avanza a tal velocidad que las previsiones son más sombrías cada semana. El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, asumió ayer que el año próximo la tasa de desempleo se acercará al 11%, la misma que se encontró José Luis Rodríguez Zapatero al llegar al poder en 2004. La crisis económica elevará la cifra de cesantes a 2,5 millones en 2009. El ministro del Trabajo prevé un 11% de desempleo, en tanto rechaza las prejubilaciones y advierte que en un año habrá 375.000 desempleados más.
Y hasta Fernando Arredondo, el vocalista de la banca punk rockera chilena Tío Lucho asegura que "el sistema caerá por su propio peso". Según La Nación del último domingo, el artista rockero dijo "nuestras canciones apelan a la muerte de un sistema de consumo que caerá por su propio peso, aunque sea en 20, 100 o 5.000 años más".
¿Vivimos una crisis terminal del capitalismo o, simplemente, otra crisis cíclica más? ¿Estamos en presencia de otro fenómeno cíclico o de una crisis terminal, final, global, mundial...? ¿Vivimos un remake de la Gran Crisis cíclica de 1929, que condujo a la Segunda Guerra Mundial, o estamos presenciando la crisis final, global..., y el comienzo de una debacle planetaria, con nuevas guerras de rapiña e inéditas rebeliones populares contra el hambre y por la sobrevivencia de la especie humana?
Todos estos son los temas que queremos debatir en la presentación del libro La crisis final del capitalismo (El hombre y la máquina), de Sergio Bacchi.
En el prólogo de su libro escribí que “en la actual sociedad de mercado no hay cabida para todos. El autor estima que la desinformación y la propaganda en favor del capitalismo, más la ausencia de medios democráticos y plurales, impiden un debate serio sobre las cuestiones más trascendentales que afectan al hombre contemporáneo. Bacchi advierte que se incuba una rebelión planetaria por la sobrevivencia de la especie humana, quizás una explosión social mundial que sepultará a la sociedad de clases y dará asidero a la consigna “¡socialismo o barbarie!”.
Para el pensador brasilero todo esto ocurre mientras el mundo está sometido a la maldad guerrera del imperio estadounidense, cuyo jefe –George Bush– aceleró el cambio climático global y dio luz verde a la destrucción física del planeta, en tanto la injusticia, la opresión, la desigualdad y los grandes bolsones de pobreza extrema alcanzan su máxima expresión en todo el orbe. Bacchi afirma que no presenciamos una crisis más, sino la última. El verdadero fin de la historia. ¿Y qué vendrá después de la hecatombe? Simplemente, ¡socialismo o barbarie!
Harakiri del capitalismo
Bacchi expone cómo el capitalismo se está haciendo una suerte de harakiri al incrementar sus ganancias mediante la automatización y las máquinas computarizadas que cada vez desalojan más trabajo humano, aumentan el desempleo y generan así mucho dolor en la sociedad, pero también levantan un límite a la extracción de lucro de la mano de obra, o sea, de plusvalía, el valor que la clase trabajadora agrega a la producción sin ninguna retribución.
Y en el análisis de Bacchi –al igual que en Carlos Marx–, la extracción de ese plusvalor es la esencia misma del capitalismo. Y también su sostén, porque, entre otras razones, los trabajadores compran y consumen los productos elaborados por esas máquinas, a fin de reproducir su fuerza de trabajo, pero si están desempleados se abstienen de comprar y consumir. Por lo tanto, la economía de mercado funciona para una población cada vez más reducida. Beneficia a una minoría que lucra, pero …en esa sociedad no cabemos todos.
Y esto acaece por doquier, en todo el mundo, principalmente en EEUU, donde el capital financiero y la especulación le ganaron hace años la partida al capital industrial, como lo demuestra el autor con cifras contundentes, de fuentes estadounidenses irrefutables e “intachables” para el propio capitalismo, como la Reserva Federal, que es el banco central privado de EEUU. Esto significa que en la economía globalizada ya no predomina lo que se produce, la riqueza emanada de la producción industrial, sino que se crea riqueza ficticia mediante la especulación en las “burbujas financieras” y en las bolsas de valores como la de Wall Street.
Bacchi también vaticina que la hegemonía del capital financiero está al borde del colapso. La economía de EEUU funciona con un déficit comercial multimillonario, apenas sostenido por China, la India, Corea del Sur, Japón y otros países cuyas mercancías baratas, elaboradas con mano de obra sub-pagada, se exportan cada vez más a EEUU, donde eliminan fuentes de trabajo. Y esos países causantes y, a la vez, sostenedores del déficit comercial estadounidense compran sus bonos del Tesoro para postergar la caída de un sistema que también los arrastraría cuesta abajo. Sin embargo, en esas naciones crece el temor ante el inminente colapso del dólar, que está cayendo en picada sostenida desde hace varios años y amenaza convertir las reservas de los bancos centrales dolarizados –como el de Chile y de muchos países del mundo, incluida Venezuela– en simples trocitos de papel sin valor y sin importancia.
Para demostrar el alcance mundial de esta crisis terminal, Bacchi cita a numerosos estudiosos y cientistas sociales contemporáneos. Por ejemplo, a Francisco de Oliveira y Lucio Kowarick, quienes en 1975 explicaron la marginalidad –y por consiguiente, la exclusión social– como "una forma peculiar de inserción de la población desempleada en la división social del trabajo", pero en el 2006 Mike Davis retrucó que "el 57% de los trabajadores de América Latina, el 40% de Asia y el 90% de África están excluidos en la informalidad y componen un vasto «proletariado informal»".
Para Davis y Bacchi, esa masa de desempleados excluidos no puede tipificarse como lumpen "ni mucho menos llamarse «ejército de reserva», pues ya no son reserva de nada y no hay un sistema económico capaz de absorber esa magnitud de desempleados". En resumen, y al contrario del discurso dogmático de la propaganda de los grandes medios a favor del capitalismo globalizado, su cacareada libertad de mercado no es sinónimo de libertad personal, individual, ni de derecho a la vida y, además, el sistema se muestra incapaz de resolver los problemas esenciales de los seres humanos que forman parte de la sociedad contemporánea, como lo aseguraron los teóricos fundacionales de este dogmatismo económico, entre otros Adam Smith, hace más de 200 años. Al contrario, su solución es la muerte de los pobres, como en Iraq y Afganistán, y ayer en Corea, Vietnam y Somalia, para citar unos pocos casos de invasiones estadounidenses a gran escala.
La guerra y la acumulación incesante de armamentos capaces de destruir varias veces el planeta, dejó de ser –además– el salvavidas cíclico de la economía estadounidense, gobernada por el llamado complejo militar industrial, que fabrica e innova de manera permanente los artilugios bélicos que sustentan la superioridad militar y tecnológica del imperio.
Bush recibió el gobierno hace 8 años con superávit fiscal, pero en 2008 el presupuesto de EEUU exhibe un déficit de más de 400 mil millones de dólares. Y el gasto "keynesiano" en las guerras de Iraq y Afganistán no dio el tiraje esperado a la chimenea de la economía, como tampoco lo hizo la "burbuja inmobiliaria" que sustituyó a la difunta "burbuja punto.com". Simplemente, los estadounidenses ya no tienen plata para salvar sus casas, el consumo cae y más de 40 millones de ciudadanos pobres no tienen ninguna protección de salud. La crisis del capitalismo ya está "en casa", con recesión e inflación.
El libro de Sergio Bacchi entrega herramientas para estudiar, analizar y pensar el momento histórico que estamos viviendo. El alerta es "¡socialismo o barbarie!", pero también se necesita definir ¿cuál socialismo? Acaso, ¿el socialismo del siglo XXI? Pero eso es un tema para muchos libros, todavía no escritos. Quizás Bacchi esté en eso.
¿Quién es Sergio Bacchi?
El autor reside en Chile por segunda vez en su vida. Es un luchador nato, de ascendencia italiana, nacido en 1939 en Santo André, Sao Paulo, Brasil. Sufrió un año de cárcel después del golpe militar que en 1964 depuso al presidente Joao Goulart y se fue a vivir como exiliado al Uruguay, donde consiguió una beca para estudiar en Bulgaria. Allí se recibió como ingeniero en electrónica especializado en construcción de computadores.
Trabajó en Chile hasta 1973, cuando lo aventó al doble exilio otro golpe militar, el que le costó la vida a Salvador Allende, cuyo centenario conmemoramos precisamente este día en que Bacchi presenta su libro. Tras el golpe chileno, vivió y trabajó en Cuba donde hizo un curso de post grado en construcción de compiladores para lenguajes de programación.
Regresó a Bulgaria para hacer un post grado en lenguaje de programación, sistemas operativos y computadores. Trabajó durante 6 años en Mozambique, África, y fue gerente de desarrollo de un sistema operativo para control automático industrial en Sao Paulo, donde vivió hasta 1997, año en que “retornó” a Santiago con su esposa chilena, Selva Aida Lascano Edelstein, y sus dos hijas brasileras.
* Presentación realizada el Jueves 26 de Junio en el Edificio del Círculo de Periodistas, Amunátegui 31
Ernesto Carmona
Hoy cayeron todas las bolsas de valores. La de Nueva York regresó a los niveles de hace más de dos años. Algo parecido ocurrió en la bolsa española, en Francfort, París, Londres, Milán, Tokio, etcétera. El barril de petróleo crudo para entrega en agosto, a las 4 de esta tarde en Nueva York estaba por encima de los 140 dólares, exactamente 140,05. La civilización del automóvil y autopistas privadas está en crisis. Su deterioro es un proceso que está en pleno desarrollo y va camino a convertir el modelo de vida con automóvil propio nada más que en un bonito recuerdo.
"Un nuevo capitalismo está por nacer", escribió Mario Soares, hoy columnista de Inter Press Service (IPS), ex presidente y ex primer ministro de Portugal. "Hace unos días, en Portugal, España, Francia y en parte en Gran Bretaña se presentó un fenómeno nuevo que los diarios, impropiamente, denominaron huelga de camioneros. Impropiamente porque era más bien un lock out, una paralización de actividades ordenada por patrones pequeños y grandes y no de los camioneros contra sus patrones, escribió Soares. Y nosotros, que vivimos en América Latina, tendríamos que agregar a Chile y Argentina, país hermano donde hoy existe un conflicto que ya va para los cuatro meses, en tanto los medios de noticias como CNN, El Mercurio y, entre muchos otros, los enviados especiales de Televisión Nacional de Chile también llaman impropiamente "rebelión del campo" o "protesta campesina", ocultando que no es más que otro lock out, esta vez, de la oligarquía agraria. Me pregunto para que gastar dinero "de todos los chilenos" en mandar periodistas de TVN a Buenos Aires para que al fin de cuentas no hagan más que repetir la visión de CNN..., que si podemos pagar podemos verlas a cada rato por el monopolio VTR. Este lockout patronal argentino se parece demasiado al que los camioneros y sectores como la oligarquía financiera, latifundista, industrial, comercial y los monopolios chilenos le hicieron al presidente Salvador Allende, quien hoy podría estar celebrando con nosotros su cumpleaños número cien.
Volviendo al portugués Soares, éste asegura que "esta manifestación colectiva –allá en Europa– no tuvo como origen la política de ninguno de los gobiernos de los países afectados sino que fue la consecuencia directa de una crisis múltiple, relacionada sobre todo con el encarecimiento energético y alimentario, además de otras causas, provenientes de Estados Unidos y de la globalización neoliberal anglosajona y especulativa que golpea al mundo y particularmente a una Europa carente de hidrocarburos.
Es claro –prosiguió Soares– que la crisis global no ha sido causada sólo por el encarecimiento del petróleo, el gas y los alimentos. Es también una crisis política, financiera, económica, social y ambiental. Es una crisis de civilización, estructural, tiene su epicentro en los Estados Unidos de George W. Bush, quien ya está en las postrimerías de su mandato y ya está haciendo sentir sus efectos en el resto del mundo. Y también llegará al Viejo Continente, como ya lo advierten las personas conscientes". (Fin de la cita)
El diario El País de Cataluña, España, dice que "la crisis económica avanza a tal velocidad que las previsiones son más sombrías cada semana. El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, asumió ayer que el año próximo la tasa de desempleo se acercará al 11%, la misma que se encontró José Luis Rodríguez Zapatero al llegar al poder en 2004. La crisis económica elevará la cifra de cesantes a 2,5 millones en 2009. El ministro del Trabajo prevé un 11% de desempleo, en tanto rechaza las prejubilaciones y advierte que en un año habrá 375.000 desempleados más.
Y hasta Fernando Arredondo, el vocalista de la banca punk rockera chilena Tío Lucho asegura que "el sistema caerá por su propio peso". Según La Nación del último domingo, el artista rockero dijo "nuestras canciones apelan a la muerte de un sistema de consumo que caerá por su propio peso, aunque sea en 20, 100 o 5.000 años más".
¿Vivimos una crisis terminal del capitalismo o, simplemente, otra crisis cíclica más? ¿Estamos en presencia de otro fenómeno cíclico o de una crisis terminal, final, global, mundial...? ¿Vivimos un remake de la Gran Crisis cíclica de 1929, que condujo a la Segunda Guerra Mundial, o estamos presenciando la crisis final, global..., y el comienzo de una debacle planetaria, con nuevas guerras de rapiña e inéditas rebeliones populares contra el hambre y por la sobrevivencia de la especie humana?
Todos estos son los temas que queremos debatir en la presentación del libro La crisis final del capitalismo (El hombre y la máquina), de Sergio Bacchi.
En el prólogo de su libro escribí que “en la actual sociedad de mercado no hay cabida para todos. El autor estima que la desinformación y la propaganda en favor del capitalismo, más la ausencia de medios democráticos y plurales, impiden un debate serio sobre las cuestiones más trascendentales que afectan al hombre contemporáneo. Bacchi advierte que se incuba una rebelión planetaria por la sobrevivencia de la especie humana, quizás una explosión social mundial que sepultará a la sociedad de clases y dará asidero a la consigna “¡socialismo o barbarie!”.
Para el pensador brasilero todo esto ocurre mientras el mundo está sometido a la maldad guerrera del imperio estadounidense, cuyo jefe –George Bush– aceleró el cambio climático global y dio luz verde a la destrucción física del planeta, en tanto la injusticia, la opresión, la desigualdad y los grandes bolsones de pobreza extrema alcanzan su máxima expresión en todo el orbe. Bacchi afirma que no presenciamos una crisis más, sino la última. El verdadero fin de la historia. ¿Y qué vendrá después de la hecatombe? Simplemente, ¡socialismo o barbarie!
Harakiri del capitalismo
Bacchi expone cómo el capitalismo se está haciendo una suerte de harakiri al incrementar sus ganancias mediante la automatización y las máquinas computarizadas que cada vez desalojan más trabajo humano, aumentan el desempleo y generan así mucho dolor en la sociedad, pero también levantan un límite a la extracción de lucro de la mano de obra, o sea, de plusvalía, el valor que la clase trabajadora agrega a la producción sin ninguna retribución.
Y en el análisis de Bacchi –al igual que en Carlos Marx–, la extracción de ese plusvalor es la esencia misma del capitalismo. Y también su sostén, porque, entre otras razones, los trabajadores compran y consumen los productos elaborados por esas máquinas, a fin de reproducir su fuerza de trabajo, pero si están desempleados se abstienen de comprar y consumir. Por lo tanto, la economía de mercado funciona para una población cada vez más reducida. Beneficia a una minoría que lucra, pero …en esa sociedad no cabemos todos.
Y esto acaece por doquier, en todo el mundo, principalmente en EEUU, donde el capital financiero y la especulación le ganaron hace años la partida al capital industrial, como lo demuestra el autor con cifras contundentes, de fuentes estadounidenses irrefutables e “intachables” para el propio capitalismo, como la Reserva Federal, que es el banco central privado de EEUU. Esto significa que en la economía globalizada ya no predomina lo que se produce, la riqueza emanada de la producción industrial, sino que se crea riqueza ficticia mediante la especulación en las “burbujas financieras” y en las bolsas de valores como la de Wall Street.
Bacchi también vaticina que la hegemonía del capital financiero está al borde del colapso. La economía de EEUU funciona con un déficit comercial multimillonario, apenas sostenido por China, la India, Corea del Sur, Japón y otros países cuyas mercancías baratas, elaboradas con mano de obra sub-pagada, se exportan cada vez más a EEUU, donde eliminan fuentes de trabajo. Y esos países causantes y, a la vez, sostenedores del déficit comercial estadounidense compran sus bonos del Tesoro para postergar la caída de un sistema que también los arrastraría cuesta abajo. Sin embargo, en esas naciones crece el temor ante el inminente colapso del dólar, que está cayendo en picada sostenida desde hace varios años y amenaza convertir las reservas de los bancos centrales dolarizados –como el de Chile y de muchos países del mundo, incluida Venezuela– en simples trocitos de papel sin valor y sin importancia.
Para demostrar el alcance mundial de esta crisis terminal, Bacchi cita a numerosos estudiosos y cientistas sociales contemporáneos. Por ejemplo, a Francisco de Oliveira y Lucio Kowarick, quienes en 1975 explicaron la marginalidad –y por consiguiente, la exclusión social– como "una forma peculiar de inserción de la población desempleada en la división social del trabajo", pero en el 2006 Mike Davis retrucó que "el 57% de los trabajadores de América Latina, el 40% de Asia y el 90% de África están excluidos en la informalidad y componen un vasto «proletariado informal»".
Para Davis y Bacchi, esa masa de desempleados excluidos no puede tipificarse como lumpen "ni mucho menos llamarse «ejército de reserva», pues ya no son reserva de nada y no hay un sistema económico capaz de absorber esa magnitud de desempleados". En resumen, y al contrario del discurso dogmático de la propaganda de los grandes medios a favor del capitalismo globalizado, su cacareada libertad de mercado no es sinónimo de libertad personal, individual, ni de derecho a la vida y, además, el sistema se muestra incapaz de resolver los problemas esenciales de los seres humanos que forman parte de la sociedad contemporánea, como lo aseguraron los teóricos fundacionales de este dogmatismo económico, entre otros Adam Smith, hace más de 200 años. Al contrario, su solución es la muerte de los pobres, como en Iraq y Afganistán, y ayer en Corea, Vietnam y Somalia, para citar unos pocos casos de invasiones estadounidenses a gran escala.
La guerra y la acumulación incesante de armamentos capaces de destruir varias veces el planeta, dejó de ser –además– el salvavidas cíclico de la economía estadounidense, gobernada por el llamado complejo militar industrial, que fabrica e innova de manera permanente los artilugios bélicos que sustentan la superioridad militar y tecnológica del imperio.
Bush recibió el gobierno hace 8 años con superávit fiscal, pero en 2008 el presupuesto de EEUU exhibe un déficit de más de 400 mil millones de dólares. Y el gasto "keynesiano" en las guerras de Iraq y Afganistán no dio el tiraje esperado a la chimenea de la economía, como tampoco lo hizo la "burbuja inmobiliaria" que sustituyó a la difunta "burbuja punto.com". Simplemente, los estadounidenses ya no tienen plata para salvar sus casas, el consumo cae y más de 40 millones de ciudadanos pobres no tienen ninguna protección de salud. La crisis del capitalismo ya está "en casa", con recesión e inflación.
El libro de Sergio Bacchi entrega herramientas para estudiar, analizar y pensar el momento histórico que estamos viviendo. El alerta es "¡socialismo o barbarie!", pero también se necesita definir ¿cuál socialismo? Acaso, ¿el socialismo del siglo XXI? Pero eso es un tema para muchos libros, todavía no escritos. Quizás Bacchi esté en eso.
¿Quién es Sergio Bacchi?
El autor reside en Chile por segunda vez en su vida. Es un luchador nato, de ascendencia italiana, nacido en 1939 en Santo André, Sao Paulo, Brasil. Sufrió un año de cárcel después del golpe militar que en 1964 depuso al presidente Joao Goulart y se fue a vivir como exiliado al Uruguay, donde consiguió una beca para estudiar en Bulgaria. Allí se recibió como ingeniero en electrónica especializado en construcción de computadores.
Trabajó en Chile hasta 1973, cuando lo aventó al doble exilio otro golpe militar, el que le costó la vida a Salvador Allende, cuyo centenario conmemoramos precisamente este día en que Bacchi presenta su libro. Tras el golpe chileno, vivió y trabajó en Cuba donde hizo un curso de post grado en construcción de compiladores para lenguajes de programación.
Regresó a Bulgaria para hacer un post grado en lenguaje de programación, sistemas operativos y computadores. Trabajó durante 6 años en Mozambique, África, y fue gerente de desarrollo de un sistema operativo para control automático industrial en Sao Paulo, donde vivió hasta 1997, año en que “retornó” a Santiago con su esposa chilena, Selva Aida Lascano Edelstein, y sus dos hijas brasileras.
* Presentación realizada el Jueves 26 de Junio en el Edificio del Círculo de Periodistas, Amunátegui 31
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Sergio Bacchi
jueves, 26 de junio de 2008
En el centenario de Salvador Allende
Entrevista a Mario Amorós, autor de "Compañero Presidente", en el día que se cumplen 100 años del nacimiento de Allende
"Quienes ayer buscaban derrocar a Allende, intentan hoy acabar con Chávez y Evo"
Mario Casasús
El Clarín
El historiador español Mario Amorós (Alicante, 1973) ha presentado en los dos últimos días en Santiago y Valparaíso su magnífico libro Compañero Presidente. Salvador Allende, una vida por la democracia y el socialismo (Publicaciones Universidad de Valencia, 2008. 376 págs.). Licenciado y doctor en Historia por la Universidad de Barcelona y periodista egresado de la Complutense de Madrid, Mario Amorós recrea en su libro la trayectoria política de Salvador Allende, con estadísticas inéditas de cada proceso electoral al que postuló y una sólida contribución académica, que convertirán este trabajo en un referente mayor para el análisis fino del período de la Unidad Popular y en suma de la evolución de Chile en el siglo XX.
Autor de Chile, la herida abierta (2001); Después de la lluvia. Chile la memoria herida (2004); Antonio Llidó, un sacerdote revolucionario (2007) y La memoria rebelde (2008), también participó con un ensayo sobre el movimiento Cristianos por el Socialismo en el libro . Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular (LOM, 2005). Amorós es uno de los investigadores españoles con más prestigio y credibilidad sobre la historia reciente del país sudamericano y desde 2003 codirige, junto a Franck Gaudichaud (doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de París) la sección de Chile del diario electrónico rebelion.org
En exclusiva para El Clarín.cl y en homenaje al centenario de Salvador Allende, Mario Amorós conversa sobre la relación Iglesia-Estado; la tenencia de la tierra de la comunidad mapuche en tiempos de la UP; la sediciosa actitud de la derecha (de ayer y hoy); el caso Clarín; un Partido Socialista reciclado y alejado del pensamiento revolucionario de Allende; el sistema electoral binominal y las relaciones entre el compañero Presidente y la Cuba revolucionaria.
MC.- Naciste en 1973 (justo un mes antes del golpe en Chile), tu padre fue militante comunista en los últimos años del franquismo y tu abuelo, comunista y de la UGT, luchó contra el fascismo en la guerra civil y estuvo preso. ¿Tu historia familiar te acercó al pensamiento político de Salvador Allende?
MA.- Mi padre tuvo un gran compromiso político durante una parte importante de su vida. También lo asumieron mi abuelo y mi tío abuelo paterno, ambos comunistas y defensores de la legalidad republicana en la guerra civil. Mi padre fue una persona autodidacta, que se formó a sí mismo con un sinfín de lecturas y en la escuela que en aquellos años era el Partido Comunista de España. Entre los recuerdos de mi infancia en mi pueblo, Novelda (Alicante), surgen siempre el local del Partido, los camaradas, las banderas rojas con la hoz y el martillo… Mi padre me transmitió sus ideales y de su biblioteca tomé, por ejemplo, el programa de la Unidad Popular para las elecciones presidenciales de 1970. Hasta el final de sus días estimuló mi interés por la historia de Chile y fue un lector crítico de mis primeros libros.
MC.- ¿Consideras que el legado político y humanista de Salvador Allende perdurará para los próximos 100 años?
MA.- Creo que el principal legado de Allende es su lucha por unir a la izquierda en torno a un programa que plantee la construcción de un socialismo democrático y revolucionario, con pleno respeto a los derechos humanos y las libertades ciudadanas. En los inicios de este siglo, actualizados a las características de la sociedad global actual, estos ideales tienen completa vigencia.
MC.- Tu tesis doctoral abordó, en parte, la relación Iglesia-Estado de Chile (una síntesis de la misma fue el libro Antonio Llidó, un sacerdote revolucionario, publicado en 2007 por Publicaciones de la Universidad de Valencia). ¿Cómo resumirías la relación entre Salvador Allende y la religión?
MA.- Allende fue socialista, marxista y masón y reivindicó siempre sus convicciones políticas y éticas. A partir de estas convicciones, hondamente arraigadas en su personalidad, fue muy respetuoso con todas las ideas políticas democráticas y con todas las confesiones religiosas. En Chile, cuando asumía un nuevo presidente se celebraba en la catedral de Santiago un te deum. El 3 de noviembre de 1970, Allende pidió que se mantuviera esta ceremonia pero que tuviera un carácter ecuménico, para que reuniera a todas las confesiones cristianas del país. Y el Primero de Mayo de 1971, en la manifestación de la Central Única de Trabajadores, el cardenal Raúl Silva Henríquez se sentó en la tribuna junto a Allende, siempre mantuvieron una relación cordial.
A diferencia de otras experiencias socialistas, tampoco la Iglesia católica chilena fue un ariete de la contrarrevolución, a pesar de que hubo sectores integristas que sí alentaron el golpe. El único momento en el que la máxima jerarquía del catolicisimo se enfrentó al Gobierno fue en marzo de 1973, con motivo de la reforma educativa conocida como Escuela Nacional Unificada.
MC.- Por tu libro desfilan nombres de la derecha como el entonces embajador estadounidense ante las Naciones Unidas, George Bush, exigiéndole a Allende que modifique su discurso ante la ONU (1972) o Agustín Edwards (propietario del diario El Mercurio), que le pidió a Richard Nixon que interviniera en Chile (1970). ¿Ha cambiado la derecha en sus prácticas sediciosas?
MA.- Nada ha cambiado. Lo vemos día tras día en Venezuela o Bolivia. Conozco más la experiencia venezolana que la boliviana: cuando el presidente Chávez y su gobierno empezaron a proponer al país un proyecto socialista, ratificado ampliamente por el pueblo en las urnas votación tras votación (incluido el referéndum revocatorio de agosto de 2004), la derecha, la burguesía, recurrió a todas las posibilidades legales e ilegales para impedirlo, con imágenes que recordaban al Chile de la UP: movilización de los sectores medios y altos de la sociedad, paro sedicioso de los profesionales, propaganda negra de los medios de comunicación de los grandes grupos económicos... En Venezuela también recurrieron al golpe de estado, el 11 de abril de 2002, pero la lealtad de las Fuerzas Armadas al gobierno constitucional revirtió la situación. Sin embargo, la derecha venezolana e internacional no descansará hasta derrocar al presidente Hugo Chávez. Quienes ayer buscaban derrocar a Allende, intentan hoy acabar con Chávez y Evo.
MC.- El entonces ministro de Salubridad Allende recibió en el puerto de Valparaíso a los refugiados españoles del Winnipeg (1939); ahí viajaba, entre otros 2.500 republicanos, Víctor Pey, quien con el tiempo compraría el periódico de mayor circulación del país ¿Qué análisis haces en torno del caso Clarín?
MA.- Cuando el Winnipeg llegó a Valparaíso, en los primeros días de septiembre de 1939, Allende aún era diputado, fue nombrado ministro por el presidente Pedro Aguirre Cerda al mes siguiente. Allende apoyó la lucha de la República Española y condenó siempre la dictadura de Franco. Entre sus amigos más cercanos se contaron pasajeros de aquel buque de refugiados que organizó Neruda, como Víctor Pey o el pintor José Balmes.
El caso Clarín es uno más de los asuntos pendientes de resolución en esta interminable transición a la democracia en Chile. Espero que sus legítimos propietarios sean finalmente indemnizados por el Estado y que el diario circule de nuevo en Chile para que tengamos en los kioscos un gran periódico popular capaz de hacer frente a las manipulaciones y la soberbia de El Mercurio y La Tercera. Esto dejaría en evidencia, además, la complicidad de la Concertación con estos grandes grupos mediáticos y su desprecio por la prensa crítica, desde los cierres de Análisis o Apsi en los inicios de la Transición a la decisión de los sucesivos gobiernos de no incluir a revistas como Punto Final en el reparto de la publicidad estatal.
MC.- Detallas en tu libro la fundación del Partido Socialista, pero en la actualidad por sus correligionarios Ricardo Lagos y Michele Bachelet ¿hablaríamos de un PS reciclado?
MA.- El Partido Socialista de Chile actual no tiene nada que ver con el partido de Allende: aquél era un partido revolucionario, marxista, no dogmático e internacionalista. En 1979, el PS se dividió en dos sectores: uno permaneció leal a la historia del socialismo chileno y el otro, cuyas personalidades más notables vivían exiliadas en Europa occidental, iniciaron la “renovación” del partido para llevarlo a las cálidas aguas de la socialdemocracia. Con su participación en la negociación de la salida de la dictadura y posteriormente en los cuatros gobiernos de la Concertación, el PS asumió en la práctica el modelo neoliberal. Y el punto más bajo de esta involución fue la participación de sus militantes José Miguel Insulza y Juan Gabriel Valdés, como cancilleres, en las maniobras para lograr el retorno de Pinochet a Chile, cuando estaba detenido en Londres a petición de la justicia española. Evidentemente, quedan en el PS militantes y dirigentes allendistas, pero son minoritarios. Junto a éstos, algunos sectores sugieren una alianza con el Partido Comunista y la izquierda de cara a las elecciones presidenciales de 2009.
MC.- ¿El sistema binominal se contrapone a la ideología de Allende de una apertura democrática?
MA.- Así es. Allende y el movimiento popular siempre lucharon por construir una amplia democracia en Chile y una sociedad socialista. La ley electoral binominal, impuesta en su día por la dictadura, es una suerte de reedición de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia (la “Ley Maldita”) que entre 1948 y 1958 ilegalizó el Partido Comunista. Contra esta iniciativa del presidente Gabriel González Videla alzó su voz en el Senado, en junio de 1948, el senador Allende. Hoy la lucha por una auténtica democracia en Chile pasa, entre otras cosas, por romper la exclusión de la izquierda del Congreso Nacional.
MC.- ¿Cambió en algo la percepción historiográfica de la sociedad española con el caso Pinochet? ¿Después del franquismo hubo censura o difamaciones en contra de la memoria de Salvador Allende?
MA.- En primer lugar, hay que decir que ya quisiéramos tener en España un Informe Rettig o un Informe Valech (a pesar de sus carencias), un Monumento del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político como el del Cementerio General, la recuperación de lugares de tortura y exterminio como Villa Grimaldi como centros de memoria. Aunque persiste una gran impunidad, en Chile ha habido avances gracias a la lucha heroica y tenaz del movimiento de derechos humanos y de la izquierda y, hay que reconocerlo, a una predisposición también de los gobiernos de la Concertación a estas iniciativas.
Digo todo esto porque, salvo sectores ultraderechistas, nadie en España duda de que Augusto Pinochet fue un tirano y Salvador Allende, un presidente democrático. Otra cosa bien distinta es el juicio de nuestra sociedad sobre la dictadura franquista o la necesidad de reivindicar la memoria de quienes lo dieron todo en la lucha contra el fascismo en Chile. En este punto somos tan minoritarios como en Chile, con la diferencia de que en España persiste una impunidad absoluta y, en ciudades como Madrid y muchas otras, los nombres de los generales fascistas y asesinos de 1936 aún embrutecen el callejero (¡72 años después!). En España la memoria de Allende vive en centros culturales, colegios, avenidas, calles y en estos días distintas ciudades acogen homenajes a su figura.
MC.- Háblanos de la importancia de Fidel y Che Guevara en la vida política de Allende, recuerdo que en calidad de senador acompañó a los tres sobrevivientes cubanos de la guerrilla boliviana (1968). ¿Cómo repercutió “El Diálogo de las Américas” entre Fidel y Allende en la vía chilena al socialismo? ¿Era diametralmente opuesta al guevarismo?
MA.- Allende visitó por primera vez Cuba en los días victoriosos de enero de 1959. Ya entonces conoció a los máximos dirigentes de la Revolución y entabló amistad con ellos. Con el Che se encontró también en 1961 en Punta del Este (Uruguay). Allende fue un gran defensor de la Revolución Cubana: siempre aseguró que, para conquistar su independencia nacional y avanzar hacia el socialismo, el pueblo cubano no tuvo más camino que la lucha armada. En cambio, creía que en Chile el movimiento popular podía conquistar la presidencia y desde la dirección del gobierno iniciar las transformaciones necesarias para superar el capitalismo sin recurrir a la violencia revolucionaria. A ello consagró su vida. Fidel visitó Chile en noviembre de 1971 y dio todo su apoyo a la “vía chilena al socialismo”, aunque también aseguró que no era la opción posible en la mayor parte de los países.
Presentar como vías opuestas las revoluciones de Chile y Cuba me parece una torpeza dogmática. Allende y Fidel son hijos de la historia de sus respectivos países, se formaron como dirigentes revolucionarios en los contextos de sus países y actuaron en función de los mismos. El análisis de la derrota en Chile exige un espacio más amplio que esta respuesta, al igual que las dificultades de la Revolución Cubana en las dos últimas décadas.
MC.- ¿Cómo abordó el gobierno de Salvador Allende la tenencia de la tierra de las comunidades mapuche? ¿Qué proyectos de legislación indígena fueron enviados al Congreso por la UP?
MA.- Al contrario que los gobiernos de la Concertación, que recurren a las leyes represivas de la dictadura para reprimir las legítimas reivindicaciones de los mapuche, el gobierno de la Unidad Popular fue el único periodo de la historia republicana en el que el Estado chileno trató con dignidad a este pueblo originario.
En los inicios de la experiencia socialista, el anhelo de tierras y de justicia social desencadenó un proceso de intensa agitación social en algunas zonas rurales y así, sólo entre septiembre y diciembre de 1970, se produjeron 192 tomas de fundos en demanda de su inmediata expropiación, en especial en la provincia de Cautín, donde estuvieron protagonizadas por los mapuche, que demandaban la recuperación de sus tierras ancestrales saqueadas desde la mal llamada “pacificación” de la Araucanía a finales del siglo XIX. Estas ocupaciones de tierras fueron alentadas por los militantes del Movimiento de Campesinos Revolucionarios (vinculado al MIR), con el lema “Arauco vuelve a la lucha”, y por la certeza de que la Unidad Popular no recurriría a la represión. En aquella provincia, la de mayor población indígena de todo el país, la reforma agraria del PDC tan sólo había beneficiado al 1% de los campesinos.
Por ello, en diciembre de 1970, el Presidente Allende asistió a un gran acto convocado por las organizaciones mapuche en Temuco y les prometió que durante unos meses los principales funcionarios del Ministerio de Agricultura, encabezados por Jacques Chonchol, se trasladarían a la zona para atender sus reivindicaciones. Como resultado, se aceleraron las expropiaciones y cuando los funcionarios determinaron que en un predio había tierras usurpadas a las comunidades indígenas se las devolvieron.
En tan sólo sesenta días los mapuches recibieron 100.000 hectáreas de tierras y en 1972 el Gobierno creó el Instituto de Desarrollo Indígena, que por primera vez respetó la profunda concepción comunitaria de este pueblo. Además, aquel año el Parlamento aprobó, a iniciativa de la Unidad Popular, una nueva Ley Indígena elaborada fundamentalmente por las organizaciones mapuches que, a pesar de que la oposición limitó sus potencialidades, entregó instrumentos para una mejora sustancial de sus precarias condiciones de vida.
MC.- ¿Qué perspectivas tienes al regresar a Chile? ¿Haber presentado en España tu libro en compañía del chileno Luis Sepúlveda y del mexicano Paco Taibo II fue un propedéutico de las lecturas que haremos los latinoamericanos de tu libro?
MA.- Es una alegría regresar a Chile después de cuatro años. Espero que Compañero Presidente sea una contribución, entre tantas, a rescatar la trayectoria política de Salvador Allende, su lucha junto al pueblo por un socialismo democrático y revolucionario, su lealtad y su consecuencia hasta el final con estos valores.
"Quienes ayer buscaban derrocar a Allende, intentan hoy acabar con Chávez y Evo"
Mario Casasús
El Clarín
El historiador español Mario Amorós (Alicante, 1973) ha presentado en los dos últimos días en Santiago y Valparaíso su magnífico libro Compañero Presidente. Salvador Allende, una vida por la democracia y el socialismo (Publicaciones Universidad de Valencia, 2008. 376 págs.). Licenciado y doctor en Historia por la Universidad de Barcelona y periodista egresado de la Complutense de Madrid, Mario Amorós recrea en su libro la trayectoria política de Salvador Allende, con estadísticas inéditas de cada proceso electoral al que postuló y una sólida contribución académica, que convertirán este trabajo en un referente mayor para el análisis fino del período de la Unidad Popular y en suma de la evolución de Chile en el siglo XX.
Autor de Chile, la herida abierta (2001); Después de la lluvia. Chile la memoria herida (2004); Antonio Llidó, un sacerdote revolucionario (2007) y La memoria rebelde (2008), también participó con un ensayo sobre el movimiento Cristianos por el Socialismo en el libro . Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular (LOM, 2005). Amorós es uno de los investigadores españoles con más prestigio y credibilidad sobre la historia reciente del país sudamericano y desde 2003 codirige, junto a Franck Gaudichaud (doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de París) la sección de Chile del diario electrónico rebelion.org
En exclusiva para El Clarín.cl y en homenaje al centenario de Salvador Allende, Mario Amorós conversa sobre la relación Iglesia-Estado; la tenencia de la tierra de la comunidad mapuche en tiempos de la UP; la sediciosa actitud de la derecha (de ayer y hoy); el caso Clarín; un Partido Socialista reciclado y alejado del pensamiento revolucionario de Allende; el sistema electoral binominal y las relaciones entre el compañero Presidente y la Cuba revolucionaria.
MC.- Naciste en 1973 (justo un mes antes del golpe en Chile), tu padre fue militante comunista en los últimos años del franquismo y tu abuelo, comunista y de la UGT, luchó contra el fascismo en la guerra civil y estuvo preso. ¿Tu historia familiar te acercó al pensamiento político de Salvador Allende?
MA.- Mi padre tuvo un gran compromiso político durante una parte importante de su vida. También lo asumieron mi abuelo y mi tío abuelo paterno, ambos comunistas y defensores de la legalidad republicana en la guerra civil. Mi padre fue una persona autodidacta, que se formó a sí mismo con un sinfín de lecturas y en la escuela que en aquellos años era el Partido Comunista de España. Entre los recuerdos de mi infancia en mi pueblo, Novelda (Alicante), surgen siempre el local del Partido, los camaradas, las banderas rojas con la hoz y el martillo… Mi padre me transmitió sus ideales y de su biblioteca tomé, por ejemplo, el programa de la Unidad Popular para las elecciones presidenciales de 1970. Hasta el final de sus días estimuló mi interés por la historia de Chile y fue un lector crítico de mis primeros libros.
MC.- ¿Consideras que el legado político y humanista de Salvador Allende perdurará para los próximos 100 años?
MA.- Creo que el principal legado de Allende es su lucha por unir a la izquierda en torno a un programa que plantee la construcción de un socialismo democrático y revolucionario, con pleno respeto a los derechos humanos y las libertades ciudadanas. En los inicios de este siglo, actualizados a las características de la sociedad global actual, estos ideales tienen completa vigencia.
MC.- Tu tesis doctoral abordó, en parte, la relación Iglesia-Estado de Chile (una síntesis de la misma fue el libro Antonio Llidó, un sacerdote revolucionario, publicado en 2007 por Publicaciones de la Universidad de Valencia). ¿Cómo resumirías la relación entre Salvador Allende y la religión?
MA.- Allende fue socialista, marxista y masón y reivindicó siempre sus convicciones políticas y éticas. A partir de estas convicciones, hondamente arraigadas en su personalidad, fue muy respetuoso con todas las ideas políticas democráticas y con todas las confesiones religiosas. En Chile, cuando asumía un nuevo presidente se celebraba en la catedral de Santiago un te deum. El 3 de noviembre de 1970, Allende pidió que se mantuviera esta ceremonia pero que tuviera un carácter ecuménico, para que reuniera a todas las confesiones cristianas del país. Y el Primero de Mayo de 1971, en la manifestación de la Central Única de Trabajadores, el cardenal Raúl Silva Henríquez se sentó en la tribuna junto a Allende, siempre mantuvieron una relación cordial.
A diferencia de otras experiencias socialistas, tampoco la Iglesia católica chilena fue un ariete de la contrarrevolución, a pesar de que hubo sectores integristas que sí alentaron el golpe. El único momento en el que la máxima jerarquía del catolicisimo se enfrentó al Gobierno fue en marzo de 1973, con motivo de la reforma educativa conocida como Escuela Nacional Unificada.
MC.- Por tu libro desfilan nombres de la derecha como el entonces embajador estadounidense ante las Naciones Unidas, George Bush, exigiéndole a Allende que modifique su discurso ante la ONU (1972) o Agustín Edwards (propietario del diario El Mercurio), que le pidió a Richard Nixon que interviniera en Chile (1970). ¿Ha cambiado la derecha en sus prácticas sediciosas?
MA.- Nada ha cambiado. Lo vemos día tras día en Venezuela o Bolivia. Conozco más la experiencia venezolana que la boliviana: cuando el presidente Chávez y su gobierno empezaron a proponer al país un proyecto socialista, ratificado ampliamente por el pueblo en las urnas votación tras votación (incluido el referéndum revocatorio de agosto de 2004), la derecha, la burguesía, recurrió a todas las posibilidades legales e ilegales para impedirlo, con imágenes que recordaban al Chile de la UP: movilización de los sectores medios y altos de la sociedad, paro sedicioso de los profesionales, propaganda negra de los medios de comunicación de los grandes grupos económicos... En Venezuela también recurrieron al golpe de estado, el 11 de abril de 2002, pero la lealtad de las Fuerzas Armadas al gobierno constitucional revirtió la situación. Sin embargo, la derecha venezolana e internacional no descansará hasta derrocar al presidente Hugo Chávez. Quienes ayer buscaban derrocar a Allende, intentan hoy acabar con Chávez y Evo.
MC.- El entonces ministro de Salubridad Allende recibió en el puerto de Valparaíso a los refugiados españoles del Winnipeg (1939); ahí viajaba, entre otros 2.500 republicanos, Víctor Pey, quien con el tiempo compraría el periódico de mayor circulación del país ¿Qué análisis haces en torno del caso Clarín?
MA.- Cuando el Winnipeg llegó a Valparaíso, en los primeros días de septiembre de 1939, Allende aún era diputado, fue nombrado ministro por el presidente Pedro Aguirre Cerda al mes siguiente. Allende apoyó la lucha de la República Española y condenó siempre la dictadura de Franco. Entre sus amigos más cercanos se contaron pasajeros de aquel buque de refugiados que organizó Neruda, como Víctor Pey o el pintor José Balmes.
El caso Clarín es uno más de los asuntos pendientes de resolución en esta interminable transición a la democracia en Chile. Espero que sus legítimos propietarios sean finalmente indemnizados por el Estado y que el diario circule de nuevo en Chile para que tengamos en los kioscos un gran periódico popular capaz de hacer frente a las manipulaciones y la soberbia de El Mercurio y La Tercera. Esto dejaría en evidencia, además, la complicidad de la Concertación con estos grandes grupos mediáticos y su desprecio por la prensa crítica, desde los cierres de Análisis o Apsi en los inicios de la Transición a la decisión de los sucesivos gobiernos de no incluir a revistas como Punto Final en el reparto de la publicidad estatal.
MC.- Detallas en tu libro la fundación del Partido Socialista, pero en la actualidad por sus correligionarios Ricardo Lagos y Michele Bachelet ¿hablaríamos de un PS reciclado?
MA.- El Partido Socialista de Chile actual no tiene nada que ver con el partido de Allende: aquél era un partido revolucionario, marxista, no dogmático e internacionalista. En 1979, el PS se dividió en dos sectores: uno permaneció leal a la historia del socialismo chileno y el otro, cuyas personalidades más notables vivían exiliadas en Europa occidental, iniciaron la “renovación” del partido para llevarlo a las cálidas aguas de la socialdemocracia. Con su participación en la negociación de la salida de la dictadura y posteriormente en los cuatros gobiernos de la Concertación, el PS asumió en la práctica el modelo neoliberal. Y el punto más bajo de esta involución fue la participación de sus militantes José Miguel Insulza y Juan Gabriel Valdés, como cancilleres, en las maniobras para lograr el retorno de Pinochet a Chile, cuando estaba detenido en Londres a petición de la justicia española. Evidentemente, quedan en el PS militantes y dirigentes allendistas, pero son minoritarios. Junto a éstos, algunos sectores sugieren una alianza con el Partido Comunista y la izquierda de cara a las elecciones presidenciales de 2009.
MC.- ¿El sistema binominal se contrapone a la ideología de Allende de una apertura democrática?
MA.- Así es. Allende y el movimiento popular siempre lucharon por construir una amplia democracia en Chile y una sociedad socialista. La ley electoral binominal, impuesta en su día por la dictadura, es una suerte de reedición de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia (la “Ley Maldita”) que entre 1948 y 1958 ilegalizó el Partido Comunista. Contra esta iniciativa del presidente Gabriel González Videla alzó su voz en el Senado, en junio de 1948, el senador Allende. Hoy la lucha por una auténtica democracia en Chile pasa, entre otras cosas, por romper la exclusión de la izquierda del Congreso Nacional.
MC.- ¿Cambió en algo la percepción historiográfica de la sociedad española con el caso Pinochet? ¿Después del franquismo hubo censura o difamaciones en contra de la memoria de Salvador Allende?
MA.- En primer lugar, hay que decir que ya quisiéramos tener en España un Informe Rettig o un Informe Valech (a pesar de sus carencias), un Monumento del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político como el del Cementerio General, la recuperación de lugares de tortura y exterminio como Villa Grimaldi como centros de memoria. Aunque persiste una gran impunidad, en Chile ha habido avances gracias a la lucha heroica y tenaz del movimiento de derechos humanos y de la izquierda y, hay que reconocerlo, a una predisposición también de los gobiernos de la Concertación a estas iniciativas.
Digo todo esto porque, salvo sectores ultraderechistas, nadie en España duda de que Augusto Pinochet fue un tirano y Salvador Allende, un presidente democrático. Otra cosa bien distinta es el juicio de nuestra sociedad sobre la dictadura franquista o la necesidad de reivindicar la memoria de quienes lo dieron todo en la lucha contra el fascismo en Chile. En este punto somos tan minoritarios como en Chile, con la diferencia de que en España persiste una impunidad absoluta y, en ciudades como Madrid y muchas otras, los nombres de los generales fascistas y asesinos de 1936 aún embrutecen el callejero (¡72 años después!). En España la memoria de Allende vive en centros culturales, colegios, avenidas, calles y en estos días distintas ciudades acogen homenajes a su figura.
MC.- Háblanos de la importancia de Fidel y Che Guevara en la vida política de Allende, recuerdo que en calidad de senador acompañó a los tres sobrevivientes cubanos de la guerrilla boliviana (1968). ¿Cómo repercutió “El Diálogo de las Américas” entre Fidel y Allende en la vía chilena al socialismo? ¿Era diametralmente opuesta al guevarismo?
MA.- Allende visitó por primera vez Cuba en los días victoriosos de enero de 1959. Ya entonces conoció a los máximos dirigentes de la Revolución y entabló amistad con ellos. Con el Che se encontró también en 1961 en Punta del Este (Uruguay). Allende fue un gran defensor de la Revolución Cubana: siempre aseguró que, para conquistar su independencia nacional y avanzar hacia el socialismo, el pueblo cubano no tuvo más camino que la lucha armada. En cambio, creía que en Chile el movimiento popular podía conquistar la presidencia y desde la dirección del gobierno iniciar las transformaciones necesarias para superar el capitalismo sin recurrir a la violencia revolucionaria. A ello consagró su vida. Fidel visitó Chile en noviembre de 1971 y dio todo su apoyo a la “vía chilena al socialismo”, aunque también aseguró que no era la opción posible en la mayor parte de los países.
Presentar como vías opuestas las revoluciones de Chile y Cuba me parece una torpeza dogmática. Allende y Fidel son hijos de la historia de sus respectivos países, se formaron como dirigentes revolucionarios en los contextos de sus países y actuaron en función de los mismos. El análisis de la derrota en Chile exige un espacio más amplio que esta respuesta, al igual que las dificultades de la Revolución Cubana en las dos últimas décadas.
MC.- ¿Cómo abordó el gobierno de Salvador Allende la tenencia de la tierra de las comunidades mapuche? ¿Qué proyectos de legislación indígena fueron enviados al Congreso por la UP?
MA.- Al contrario que los gobiernos de la Concertación, que recurren a las leyes represivas de la dictadura para reprimir las legítimas reivindicaciones de los mapuche, el gobierno de la Unidad Popular fue el único periodo de la historia republicana en el que el Estado chileno trató con dignidad a este pueblo originario.
En los inicios de la experiencia socialista, el anhelo de tierras y de justicia social desencadenó un proceso de intensa agitación social en algunas zonas rurales y así, sólo entre septiembre y diciembre de 1970, se produjeron 192 tomas de fundos en demanda de su inmediata expropiación, en especial en la provincia de Cautín, donde estuvieron protagonizadas por los mapuche, que demandaban la recuperación de sus tierras ancestrales saqueadas desde la mal llamada “pacificación” de la Araucanía a finales del siglo XIX. Estas ocupaciones de tierras fueron alentadas por los militantes del Movimiento de Campesinos Revolucionarios (vinculado al MIR), con el lema “Arauco vuelve a la lucha”, y por la certeza de que la Unidad Popular no recurriría a la represión. En aquella provincia, la de mayor población indígena de todo el país, la reforma agraria del PDC tan sólo había beneficiado al 1% de los campesinos.
Por ello, en diciembre de 1970, el Presidente Allende asistió a un gran acto convocado por las organizaciones mapuche en Temuco y les prometió que durante unos meses los principales funcionarios del Ministerio de Agricultura, encabezados por Jacques Chonchol, se trasladarían a la zona para atender sus reivindicaciones. Como resultado, se aceleraron las expropiaciones y cuando los funcionarios determinaron que en un predio había tierras usurpadas a las comunidades indígenas se las devolvieron.
En tan sólo sesenta días los mapuches recibieron 100.000 hectáreas de tierras y en 1972 el Gobierno creó el Instituto de Desarrollo Indígena, que por primera vez respetó la profunda concepción comunitaria de este pueblo. Además, aquel año el Parlamento aprobó, a iniciativa de la Unidad Popular, una nueva Ley Indígena elaborada fundamentalmente por las organizaciones mapuches que, a pesar de que la oposición limitó sus potencialidades, entregó instrumentos para una mejora sustancial de sus precarias condiciones de vida.
MC.- ¿Qué perspectivas tienes al regresar a Chile? ¿Haber presentado en España tu libro en compañía del chileno Luis Sepúlveda y del mexicano Paco Taibo II fue un propedéutico de las lecturas que haremos los latinoamericanos de tu libro?
MA.- Es una alegría regresar a Chile después de cuatro años. Espero que Compañero Presidente sea una contribución, entre tantas, a rescatar la trayectoria política de Salvador Allende, su lucha junto al pueblo por un socialismo democrático y revolucionario, su lealtad y su consecuencia hasta el final con estos valores.
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Los renegados del neoliberalismo
Julio Godoy
Rebelión
La premisa fundamental del marginal debate académico sobre el fin de la globalización neoliberal, que tuvo lugar en algunas universidades europeas en los 1990s, decía que una crisis de gran envergadura sería necesaria para convencer a los gobiernos de los países industrializados de la necesidad de reintroducir reglas y controles, tanto en las finanzas como en el comercio internacional y en las inversiones de capital. Los académicos que participaron en tal debate - economistas, sociólogos, politólogos, ninguno de ellos representantes del "main stream" universitario - argumentaban también que esta crisis llegaría, más temprano que tarde, dados los excesos de riesgo acumulados sobre todo en la ingeniería financiera y en sus creaciones, los llamados derivados.
Crisis han habido, en serie, desde entonces. La crisis mexicana en 1994, la crisis asiática, que afectó América Latina y Rusia en 1997, la quiebra en cámara lenta del fondo especulativo Long Term Capital Management (LTCM) en 1998, el estallido de la burbuja de la mal llamada nueva economía, en 2002, por ejemplo.[1] Pero ninguna tuvo las dimensiones de la presente: Nacida en el inflado mercado de hipotecas y en la especulación inmobiliaria y de crédito de los Estados Unidos, la crisis ha llevado ya a la quiebra a varios bancos, ha sumido a los Estados Unidos en la recesión, destruyendo de paso las ilusiones de riqueza de millones de gringos, y se ha extendido al mundo entero. Incluso pueblecitos en Noruega están al borde la quiebra por haber involucrado sus finanzas públicas en los derivados financieros de las hipotecas gringas; bancos en Suiza, en Alemania, en Francia, en Inglaterra, han quebrado. Y, a pesar de los esfuerzos multimillonarios de los bancos centrales de todos estos países, la crisis no parece tener fin.
La crisis es el resultado inevitable de la irresponsabilidad de gobiernos, bancos, y fondos de inversión. Tanto banqueros como operadores bursátiles creyeron en el curso de los últimos años haber descubierto el perpetuum mobile, la máquina de hacer dinero sin inversión real previa. A raíz de la crisis de la deuda latinoamericana de principios de los 1980s, los bancos dejaron de ser prestamistas, para convertirse en intermediarios del crédito. Es decir, los bancos continuaron prestando dinero, pero al mismo tiempo, a través de la creación de los llamados derivados financieros, convirtieron los títulos de deuda en nuevos instrumentos negociables, que vendieron a los fondos especulativos. Ambos hicieron dinero a través de la subvaluación del riesgo de las hipotecas concedidas a deudores insolventes, y de la sobrevaluación del colateral, de las garantías obtenidas para los créditos. A partir de estas hipotecas sin valor, los ingenierios financieros crearon "assets", es decir, "activos" financieros, ficticios, pero comercializables, que les proveyeron de nuevas fuentes de dinero. Pero esta riqueza,existente a largo plazo solo en el papel, tenía que desaparecer un día, de la misma manera que los llamados esquemas Ponzi, las famosas pirámides, solo garantizan un buen ingreso temporal al primer negociante, con el dinero de los cretinos.[2]
Los banqueros también abusaron del dinero fácil proporcionado por los bancos centrales para comprar firmas al crédito, en lo que en la jerga técnica se conoce como "leverage buy out", "racionalizarlas" después, es decir, aprovechar la automatización de la producción y las economías de escala derivadas, y despedir empleados, incrementando así su valor bursátil, otra vez ficticio, y vendiéndolas con jugosas ganancias. Resultado? Millones en las cuentas bancarias de los operadores, en los llamados paraísos fiscales, a cambio de casi ningún esfuerzo.
Pero estos malabares financieros, en otras circunstancias considerados artificios criminales, no podían durar hasta el infinito. La burbuja ha explotado, en la cara de gobiernos y bancos y operadores bursátiles y fondos especulativos, que hasta hace pocos meses afirmaban que todo iba bien en el mundo financiero. Hoy, frente a la crisis, y como bien habían predicho los académicos mencionados arriba, los gobiernos de los países industrializados han comenzado a revertir la globalización neoliberal: A mediados de febrero, el gobierno de Londres nacionalizó el banco Northern Rock, asumiendo una pérdida de entre 100 y 250 mil millones de dolares, a pagar por sus ciudadanos. El gobierno de Alemania está tratando de salvar el banco IKB de la quiebra, así como varios otros bancos estatales, todos perdidos en los recovecos de las finanzas derivadas del mercado de hipotecas en los Estados Unidos. Sin la intervención del gobierno gringo, el banco Bear Stearns, vendido por un precio casi simbólico a su concurrente JP Morgan el 16 de marzo, habría quebrado oficialmente. Y los bancos centrales de Washington y Londres están tratando de convencer a sus homólogos en Europa y Asia de comprar los títulos de deuda basados en las hipotecas, y practicamente irrecuperables, que son la fuente de la crisis, como una medida suplementaria para salvar a los bancos privados.
Incluso banqueros privados, como Joseph Ackermann, presidente del Deutsche Bank, el más importante de Alemania, imploran al estado que intervenga para controlar la crisis, pues, como él dijo hace unos días, "las fuerzas autoreguladoras del mercado" han fallado.[3]
Paralelamente, los candidatos "demócratas" a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton y Barak Obama, condenan el tratado de libre comercio con México y Canadá (TLCAN), y han prometido renegociarlo - el tratado parece haber producido solo perdedores, pues pedidos similares de su renegociación se alzan desde hace años en los tres países miembros. Y en algunas capitales del mundo industrializado, en Londres en particular, empieza a cocinarse un sistema de control de inversiones extranjeras, dirigido expresamente contra los llamados fondos soberanos de inversión, controlados por estados como India, Dubai, Arabia Saudita, Rusia, y China, o bien por grandes empresas originarias de estos países.[4]
Todas estas medidas anuncian el fin de la globalización neoliberal, y han llevado al antiguo ministro austríaco de finanzas, Ferdinand Lancina hace pocos días a decir que "el neoliberalismo ha muerto, y lo estará por mucho tiempo."[5]
Sin embargo, la muerte del neoliberalismo solo concierne aquellos aspectos que son nocivos para el mundo industrializado, para sus empresas, especialmente los bancos y los fondos de inversión, y para la protección de sus mercados. Las medidas que han afectado a los propios asalariados alemanes, franceses, gringos, o al tercer mundo, esas son, por ahora, intocables. Estas son en efecto, las que que deberían ser revertidas primero, dados sus decepcionantes resultados, no solo en lo que concierne la generación de riqueza, si no sobre todo a su distribución . El propósito de este artículo es revelar esos fallidos números del neoliberalismo.
Los renegados del neoliberalismo
Que el neoliberalismo es un proyecto político reprensible e indefendible, se demuestra facilmente preguntando en público a los sospechosos si ellos son neoliberales. Confrontados con la alternativa de una condena moral popular o de la deshonestidad consigo mismos, la mayoría de ellos prefiere mentir: "¿¿Neoliberales nosotros?? ¡¡Noooo, de ninguna manera!!," dicen entonces. Basten como pruebas las reacciones de egregios representantes de la oligarquía guatemalteca, o sus juggernautas, a un artículo de Marcela Gereda en elPeriódico hace unos meses, o la hipocresía del ex-presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, quien, tras haber impuesto el neoliberalismo en su país durante su espurio gobierno entre 1988 y 1994, publicó en 1999 una nueva propuesta de política económica en le que renegaba de su propia obra.[6] Al mismo tiempo, los neoliberales de provincia que todavía defienden su doctrina, repiten frases hechas y facilmente rebatibles, del tipo: "El neoliberalismo se defiende básicamente por sus buenos resultados económicos," o "Es falso afirmar que 'el modelo neoliberal empobrece a los más y enriquece a los menos.'"[7]
Este fariseísmo de los neoliberales es tan generalizado, que ha llevado al economista mexicano Enrique Dussel Peters a afirmar que "hay muy pocos ... analistas o escuelas de economía que adhieran al neoliberalismo."[8] A Dussel Peters, por lo demás un excelente economista, habría que recordarle aquello de que "por sus obras los conoceréis." Pero dejemos a dios y sus profetas al margen, y ocupémosnos de la realidad del neoliberalismo, que ella explica el fariseísmo de sus beneficiarios, y desmiente, de paso, la afirmación de Thatcher citada en el acápite: Si bien la economía es el método, el verdadero objetivo del neoliberalismo no es "cambiar el alma", como pretendía la hija de la Gran Bretaña, sino el dinero, su concentración. La acumulación de capital, para decirlo con las palabras de los ortodoxos. El resto, la verborrea neoliberal sobre la libertad y la eficiencia del mercado no es nada más que eso, palabrería hipócrita, que necesita esconder sus prosaicos propósitos detrás de nobles ideales. O, como diría David Harvey, "un programa cuyo objetivo abiertamente declarado sería el de restaurar el poder económico de una élite, no ganaría soporte popular. Pero un ensayo programático para promover libertades individuales que disfrace la campaña de restauración del poder de clase sí puede atraer a las masas."[9]
Así es: Aunque al neoliberalismo hay que verlo desde dos perspectivas, nacional la una, internacional la segunda, en ambos casos se trata de un proyecto de lucha de clases en favor de la élite económica dominante, ya sea nacional como en el primer caso, o de los centros motores del capitalismo, en Europa, pero sobre todo en Estados Unidos, en el segundo.
Nacionalmente, el neoliberalismo tiene por objetivo reinstaurar, reforzar, o revertir la distribución de la riqueza en favor de la clase dominante, y en detrimento de las clases medias y bajas, y de cimentar ad aeternum su poder político. En los Estados Unidos, el neoliberalismo fue impuesto bajo el gobierno de Ronald Reagan como reacción al retroceso de la porción de la riqueza detentada por la élite económica de ese país, ocurrida a lo largo de los años 1970s, como consecuencia de la pérdida de valor de sus propiedades, tanto en activos financieros como en bienes de capital, derivada de la crisis económica que siguió al choque petrolero de 1974.
Redistribuier la riqueza, no crearla
Los economistas franceses Gérard Dumenil y Dominique Lévy han demostrado como el programa económico de Reagan fue uno de restauración del poder de clase - y como sus secuelas, de redistribución de la riqueza en beneficio de la ínfima élite gringa, y la creciente desigualdad social, son tan persistentes y parecen tan irreversibles, y que tienen que se consideradas consustanciales al proyecto neoliberal.[10] Para dar unas pocas cifras: Entre 1978 y 2000, el 0.1 por ciento de la población gringa de más alto ingreso triplicó su porción del PIB del dos por ciento en 1978 a más del seis por ciento en 1999 - es decir, menos de 300,000 personas se apropiaron ese último año de 586 millardos de dolares; la relación entre los salarios promedios de los dirigentes ejecutivos y los de los trabajadores pasó de 30 por uno en 1970, a más de 500 por uno en el año 2000. Mientras los ingresos del diez por ciento más pobre de la población gringa aumentaron en promedio apenas unos 45 dólares al año entre 1990 y 2005, pero los del 20 por ciento más rico aumentaron 1,920 dólares por año en el mismo período.[11] Esta reconcentración de la riqueza en beneficio de una minúscula y ya riquísima élite económica se refleja en el índice de Gini: Mientras en 1969, el indicador tenía un valor de 0.39, en 2005 el mismo alcanzaba 0.47, el valor más alto jamás reportado para los Estados Unidos.[12] Resultados similares han sido confirmados por los estudios de Wolff y de Baker.[13]
Y si estas cifras no son suficientemente ilustrativas, aquí otro dato, esta vez de un reciente reporte de UNICEF: El 22 por ciento de los niños gringos menores de 17 años vive en la pobreza - éste es, junto con el de México, el peor indicador de la pobreza infantil de todos los estados miembros de la Organización para el Desarrollo Económico y la Cooperación (OCDE), que incluye a países que, cuando Reagan establecía los fundamentos de su imperio de la injusticia, recién salían del oscurantismo cuasi medieval de sus respectivas dictaduras católicas, como España y Portugal.[14] Ante estas cifras, oficiales todas ellas, la afirmación de los defensores del neoliberalismo, que el estado no debe intervenir para redistribuir la riqueza en favor de los desposeídos, pues ésta goteará (trickle down) naturalmente hacia las clases pobres, se revela como lo que es, una simple y burda mentira. Que el neoliberalismo no solo produce injusticia y pobreza, si no también represión, se ilustra con el hecho de que que los EE UU tienen la población encarcelada más numerosa entre los países industrializados - de cada 100,000 gringos, unas mil personas están en prisión, es decir, más del 1.5 por ciento de la población economicamente activa.[15]
Casi 30 años despúes del putsch neoliberal de Reagan, con los sindicatos practicamente destruídos, y con las políticas social y económica de los dos partidos políticos dominantes diferenciadas solo en matices, el programa neoliberal con todas sus secuelas sociales parecía solidamente anclado en el subsuelo institucional del país - hasta que la burbuja financiera explotó.[16]
Algo similar ocurre en Europa, donde el neoliberalismo fue introducido por Margaret Thatcher en 1979 en Inglaterra, país en el que conviven hoy los niveles más desmesurados de riqueza y los más miserables de pobreza, en todo caso para un país industrializado. Un reciente estudio del Instituto de Estudios Fiscales de Londres determinó que un poco más de 46,000 personas - el 0.1 por ciento de la población - tienen un ingreso de más de 350,000 libras - unos 686,000 dólares -, lo que corresponde a 31 veces el ingreso promedio anual per cápita de Inglaterra. Practicamente todas estas personas viven en Londres, y son mayoritariamente abogados, o economistas (o futbolistas, pero esa es otra historia), y trabajan en los bancos y fondos de inversión y especulación de la City.[17] En su estudio, Brewer et al. muestran cómo el índice de Gini inglés saltó en 1979, en el primer año del gobierno de Thatcher, de 0.25, indicando una alta equidad en la distribución del ingreso, a alrededor de 0.35 en 2005. Los autores dicen literalmente, que "este salto en la desigualdad de la distribución de la riqueza es incomparable (unparalleled) tanto historicamente, como en el contexto de los cambios ocurridos al mismo tiempo en otros países industrializados."[18] Este incremento en la desigualdad en Inglaterra se aceleró entre 2003 y 2006, precisamente durante el gobierno laborista, supuestamente de izquierda, de Anthony Blair, con altos incrementos en los ingresos del 10 por ciento de la población más rico.[19] ¿Como canta Leonard Cohen? "Everybody knows the fight was fixed: the poor stay poor, the rich get richer. That's how it goes. Everybody knows."
En Alemania, donde el programa neoliberal fue impuesto paulatinamente al final de los 1980s, pero sobre todo en los 1990s, tras la caída del muro de Berlín y la unificación, los salarios reales (es decir, los salarios nominales descontando la inflación) de los trabajadores son hoy más bajos que en 1986. En alemán es cotidiano hoy hablar de los "working poor", así, en inglés, para describir a éstos asalariados quienes, a pesar de su trabajo, no salen del atolladero de la pobreza. Mientras, el número de los billonarios permanece inmóvil - como dirían los chapines, "ellos ya están completos" - y son los herederos o propietarios de las grandes industrias, desde la de automóbiles BMW y la editorial Bertelsmann, hasta la de prensa, Springer, o de cadenas de supermercados, como Aldi y Lidl, tristemente famosos por sus despiadadas políticas contra sus empleados.
Estas tendencias han sido confirmadas por un estudio publicado en marzo, del Instituto de Investigación Macroeconómica, de Berlin. De acuerdo con el estudio, la clase media alemana se redujo en nueve por ciento entre 1986, año simbólico del principio de la aplicación del neoliberalismo, y 2006.[20] En total, la clase media alemana perdió unos seis millones de personas - asalariados quienes, a pesar de disponer de un trabajo, descendieron en la escala social, o bien desempleados, juntos los grandes perdedores de la reconversión alemana al neoliberalismo.
No muy diferente es la desigualdad en Francia, donde, practicamente desde 1983, desde que el gobierno "socialista" de François Mitterrand se inclinara ante la política monetarista del banco central alemán, y aplicara la famosa "politique de rigueur" de corte neoliberal, París se ha convertido en la "capital del malthusianismo", como lo afirmaba Le Monde hace pocas semanas, a principios de febrero.[21]
Los fatídicos números del neoliberalismo son particularmente comprobables en Nueva Zelanda, país que fuera, hasta 1984, modelo de una socialdemocracia ilustrada, socialmente igualitaria, ecológica y feminista. Pero, desde entonces, desde que el neoliberalismo fuera introducido de manera sistemática y orgánica por el entonces ministro de finanzas Roger Douglas (¡un socialdemócrata!), y bajo los aplausos de instituciones tales como la OCDE, el Banco Mundial, y el Fondo Monetario Internacional (FMI), los niveles de vida de Nueva Zelanda han ido retrocediendo paulatinamente, hasta donde se encuentran hoy - con tasas de injusticia tan elevadas, que incluso la OCDE las lamenta, y que afectan sobre todo a madres solteras, a la niñez y a la juventud, y a los maoris. Esta involución la confirma la del índice de Gini, que saltó de 0.31 en 1970 a 0.40 en los 1990s, para deteriorarse aún más en los primeros años del nuevo siglo.
Tanto, que en su más reciente reporte país, la OCDE, organización estándarte del neoliberalismo, admite lo que muchos dicen desde hace años: Que a pesar del modesto crecimiento económico los niveles de vida promedio en Nueva Zelanda han descendido paulatinamente, y que probablemente lo continuarán haciendo en el porvenir. Y eso, a pesar de que ese crecimiento económico es superior al crecimiento de la población, lo que sugeriría un crecimiento del PIB per cápita. Esta aparente paradoja demuestra que el objetivo del neoliberalismo no es el de fomentar la riqueza, sino redistribuirla, a beneficio de las minorías ya ricas. Lo único que la OCDE se niega a admitir es que el neoliberalismo sea responsable del desastre - al contrario, como receta contra el mal, la OCDE actua como el matasanos que está matando a su paciente con la medicina erronea, y propone ... más neoliberalismo. Si los neozelandeces se dejan convencer, es otra historia: En todo caso, muchos de entre ellos llaman a la política social y económica inspirada en el neoliberalismo ruthanasia - un juego de palabras entre Ruth (Richardson), el nombre de la primera ministra que confirmó el neoliberalismo en los 1990s, y eutanasia, que, esperemos, no necesita explicación.[22]
Fenómenos semejantes ocurren en numerosos países de la OCDE. En España, que registra desde hace 10 años un fuerte crecimiento económico, y cuyo PIB aumenta más rápido que la media europea, y la creación de empleo prosigue a buen ritmo y la renta per cápita se acerca también a la media de la Unión Europea, no se ha reducido sin embargo el porcentaje de población que vive por debajo del umbral de pobreza relativa.[23] "Mientras los beneficios empresariales suben, el poder adquisitivo del salario medio ha bajado un 4% entre 1995 y 2005: España es el único país de la OCDE en el que se ha producido ese retroceso, en términos reales," escribió Andrea Rizzi, en el diario El País, hace poco más de seis meses. Y, oh sorpresa, la CEOE (la Confederación española de organizaciones empresariales, el CACIF de Madrid) encuentra esta situación digna de ejemplo. Juan Iranzo, economista director del Instituto de Estudios Económicos, asociado a la CEOE, cree que España no tiene que intentar converger con Europa en cuestiones de distribución del ingreso. "Es más bien Europa la que tiene que converger con España", dice Iranzo.[24]
En su estudio sobre la desigualdad en la distribución del ingreso en algunos paises de la OCDE, John Weeks confirma lo que los combatientes contra el neoliberalismo siempre supieron: Que la desigualdad es producto de las políticas impuestas por los gobiernos.[25] "Primero, no debe ser motivo de polémica constatar que los cuatro países tendiendo a una mayor desigualdad (los EE UU, Inglaterra, Australia, y Nueva Zelanda) son aquellos que aplicaron programas socioeoconómicos de corte neoliberal. Segundo, y sin excepción, la creciente desigualdad se manifestó más marcadamente en estos cuatro paises durante los años en los que estas políticas fueron aplicadas de manera más vigorosa, en los 1980s y en los 1990s. En estos cuatro países, la desigualdad promedio durante los 1980s y 1990s fue mayor que antes que la liberalización de los mercados fuese impuesta, en los 1960s y 1970s," concluye Weeks.[26]
Incremento de la desigualdad en América Latina
En América Latina, según una lectura instintiva, tanto de neoliberales como de "izquierdistas", el caso más conspicuo de la imposición del neoliberalismo como un modelo clasista de dominación, es Chile, con la dictadura de Pinochet, cuyo corrupto carácter ha sido confirmado recientemente, sin hablar de su sangrienta contabilidad de muertos y desaparecidos.[27] Le sigue México, país en el cual la crisis de la deuda en 1982 abrió las puertas al neoliberalismo quimicamente puro, impuesto en 1989 por Salinas de Gortari, y confirmado a traves del tratado de libre comercio (TLCAN) en 1994. En ambos casos, sobre todo en el mexicano, los resultados son deplorables: En el caso de Chile, baste decir que, según cifras del ministerio de planificación y cooperación, el 10 por ciento de la población chilena con el ingreso más alto, se apropia del 42 por ciento del ingreso nacional anual, tanto cómo el 80 por ciento con el ingreso más bajo. Esta injusta distribución permanece sin cambios desde los años 1980s, y se refleja en el índice de Gini, que se mantiene constante desde hace 20 años, alrededor de 0.54, uno de los más altos del mundo.[28]
En el caso mexicano, el índice de Gini ha sufrido una regresión desde el implantamiento del neoliberalismo en 1988 - después de haber descendido a partir de 1960 hasta 1982, indicando una distribución paulatinamente más equitable del ingreso, el índice ha vuelto a subir desde entonces, hasta alcanzar el 0.54 en 2007, reflejando la reconcentración de la riqueza en pocas familias, y personificada por Carlos Slim, el hombre más rico del mundo. Seguramente no es necesario decir que Slim es beneficiario personal de la privatización de las empresas estatales mexicanas, decidida por el gobierno de su amigo y socio Carlos Salinas de Gortari, quien hoy, como buen renegado del neoliberalismo, clama no ser uno.
Esta injusta distribución del ingreso en Chile y México documentada por la involución de los respectivos índices de Gini, es excepcional, incluso en América Latina, un continente marcado por la desigualdad. Como lo demuestran los análisis al respecto de Samuel A. Morley, ambos países forman parte del pelotón de punta de la injusticia social en el continente.[29]
Sí, diran algunos de los renegados del neoliberalismo, pero el crecimiento económico en ambos casos es excepcional. El caso chileno seguramente permite argumentos de este tipo, pero no como los neoliberales, y algunos insensatos comentarios de "izquierda" lo quieren creer. Puesto que la discusión exhaustiva del modelo económico chileno necesitaría mucho espacio, me limito aquí a comparar la evolución del PIB real per cápita en Chile y en Corea del Sur entre 1973 y 2004: En 1973, mientras cada chileno dispuso en promedio de 2,078 dólares, cada coreano del sur solo dispuso de 1,004 dolares. En 2004, 31 años después del golpe de la C.I.A. que impuso a Pinochet, el PIB real per capita en Chile había aumentado a 15,161 dólares, contra 19,354 dólares en Corea de Sur. Es decir, mientras el modelo chileno multiplicó el PIB per cápita por 7.3, el modelo surcoreano lo multiplicó por 19.[30] Para no hablar de los fundamentos de ambos modelos - uno, el surcoreano, sustentado en una política industrial y de comercio exterior concebida y coordinada por un estado desarrollista, y que ignoró los dictados del Banco Mundial y del FMI; el otro, el chileno, aún hoy basado en la exportación de cobre, uvas, madera, y salmón - todas materias primas, con escaso nivel de elaboración industrial.[31] Ojalá no sea necesario repetir que este último modelo es, a la larga, insostenible, como lo demuestra la reciente infección masiva de salmón chileno. [32]
Además, aquellos que elogian el relativo éxito económico chileno como muestra de que el neoliberalismo funciona, olvidan o ignoran que Chile ha mantenido controles sobre los flujos de capital hacia y desde el país, que la explotación del cobre sigue estando en manos del estado chileno, y que la industria pesquera, sobre todo del salmón, también fue durante años manejada por el estado, a través de la Fundación Chile, hasta su venta a principios de los 1990s a una compañía japonesa. De la misma manera, el estado chileno es responsable del crecimiento de las exportaciones de fruta y de vino, gracias a importantes inversiones en investigación y desarrollo, así como en la creación de clusters industriales alrededor de la madera, como la industria de papel, de muebles, y similares.[33] Como bien dice Rodrik, "la diversificación productiva de la economía chilena puede dificilmente ser atribuída al funcionamiento de mercados libres."[34] Aunque la conclusión del economista de Harvard tampoco es extraordinariamente sofisticada, ésta se le escapa a nuestros neoliberales de provincia, y a comentaristas mal informados, cuyos "análisis" se basan más en sus propios mitos que en una confrontación racional con la realidad.
El caso mexicano es mucho más claro: Aparte de que los gobiernos mexicanos desde 1988 han ejecutado las recetas del neoliberalismo - el tristemente famoso consenso de Washington - al pie de la letra, las tasas anuales de crecimiento entre 1988 y 2007 - es decir, durante el período de aplicación del neoliberalismo - yacen muy por debajo de los valores nacionales históricos alcanzados antes de la crisis de la deuda. Según cifras de la CEPAl y del FMI, entre 1950 y 1980, la economía mexicana creció a un ritmo anual promedio de 3.39 por ciento, para caer a 1.3 por ciento entre entre 1990 y 1999. Especialmente entre 1995 y 1999, el crecimiento mexicano fue particularmente bajo, de solo 0.89 por ciento. Las tasas de crecimiento mexicanas desde los mediados de los 1980s están también por debajo de las alcanzados por otros países en procesos de industrialización similares, pero guíados por estados desarrollistas, como Malaysia, China, y Corea del Sur.[35]
Además, tras casi 20 años de experimento neoliberal, México no ha sido capaz de constituir clústers industriales, que encadenen la transformación de materias primas nacionales en insumos semiindustriales hasta productos terminados. Al contrario, el proceso de industrialización orientado hacia la exportación, promovido por el neoliberalismo, es un oximoron, como lo muestra el constante deficit comercial mexicano: México importa insumos industriales semielaborados para la maquiladora y para sus industrias más avanzadas por valores considerablemente mayores que el total de sus exportaciones industriales, reduciendo este proceso de "industrialización orientado hacia la exportación" al absurdo.[36]
Por si esto fuera poco, y gracias al TLCAN, México está en trance de dejar de ser un país agrícola: Sus hombres y mujeres de maiz se alimentan hoy mayoritariamente de tortillas hechas de grano importado - de los EE UU, por supuesto. Aunque la tecnocracia neoliberal de Salinas de Gortari había prometido que su programa provocaría un aumento de las inversiones de capital en la agricultura y de su eficiencia, y lanzaría un proceso sostenido de modernización y desarrollo de la producción de alimentos y materias primas agropecuarios, la realidad es completamente opuesta: En valores per cápita, la producción agrícola en 1995 era 16.5 por ciento menor que en 1981; la producción forestal 30.6 por ciento menor, y la producción pecuaria cayó en un 20.8 por ciento en el mismo período. Considerando los valores agregados, el PIB mexicano agropecuario per cápita cayó en 19.6 por ciento entre 1981 a 1995. Y en kilogramos per cápita, la producción de los ocho principales granos era en 1996 menor en 32.4 por ciento que en 1981; la producción de carnes rojas disminuyó en 35 por ciento en el mismo período, y la de leche en 21.2 por ciento.[37] Este desastre se ha agravado desde 1996: Como lo resumía el diario mexicano La Jornada en marzo de 2005: "Mientras (en México) los subsidios se han eliminado en la práctica, las importaciones de maíz proveniente de Estados Unidos se multiplicaron por 15 desde la entrada en vigor del TLCAN. En ese periodo, el valor de la compra de alimentos de aquella nación creció a una tasa superior a 100 por ciento. A la avasalladora competencia estadunidense se ha sumado una ''política más liberal'' del gobierno mexicano que, en el caso del maíz, ha liberalizado el mercado más allá de lo requerido por el propio acuerdo."[38] ... Para no hablar de la amenaza de hambruna que sacude al area rural mexicana en estos días. Todo ésto, para mayor gloria del capitalismo estadounidense - QED.
Reformistas arrepentidos - a medias
Estos irrefutables números de la bancarota del neoliberalismo han llevado hoy a algunos defensores del "reformismo" bancomundialista y fondomonetarista a olvidar su entusiasmo de hace unos años, y a imponerse a si mismos modestia y circunspección. Es el caso de Sebastián Edwards, por ejemplo, ex-economista jefe del Banco Mundial. Hace 10 años, Edwards decía: "A mediados de 1993, los analistas y medios económicos internacionales recibían las reformas hacia una política de mercado como un éxito y proclamaban que varios países latinoamericanos iban camino de convertirse en una nueva generación de 'tigres'. Los inversores extranjeros se aproximaron rápidamente a la región y los consultores y estudiosos se apresuraron a analizar las experiencias de Chile, México y Argentina con el fin de aprender de primera mano cómo unos países que, sólo unos años antes, habían parecido no tener esperanza, se habían vuelto tan atractivos para el dinero internacional."[39]
En abril de 2007, Edwards admitió que si hay algo que aprender de Chile, Mexico, y Argentina, es lo que no se debe hacer. Su entusiasmo de 1997 cedió paso a un pesimismo más acorde a la triste realidad del neoliberalismo: Además de admitir que las crisis monetarias de los últimos 20 años costaron 16 por ciento del producto interno bruto de América Latina (precisamente durante el período de aplicación de las recetas neoliberales), su conclusión principal es que es improbable que la economía de América Latina crezca en el largo plazo. "Aunque es posible que algunos países latinoamericanos progresen en comparación con las naciones industrializadas, ésta no será la norma; la mayoría de países de América Latina van a perder terreno con respecto de los países asiáticos y otras naciones emergentes."[40] Nada de "nuevos tigres", pues; en el mejor caso, gatitos mancitos y hambrientos: Sólo para absorver la gran masa de jovenes que ingresan cada año al mercado de trabajo, países como México requieren de un crecimiento económico de más del cinco por ciento - una quimera, pues, siendo el país tan dependiente de los EE UU, lo más probable es que México también se deslize en la recesión, a la cola del amo gringo.Así, el destino inmediato de la gran mayoría de los mexicanos, y como ellos, de latinoamericanos, es mayor pobreza. Esta, y no otra, es la verdad del neoliberalismo.
[1] El caso de Long Term Capital Management (LTCM) es particularmente ilustrativo de la irresponsabilidad del neoliberalismo, y de la ilusión de la llamada economía neoclásica, es decir, la "ciencia" económica del capitalismo, de ser una ciencia exacta, que puede resumir la realidad en modelos matemáticos. Cuando el LTCM, fundado en 1994, estaba a punto de la quiebra en 1998, tras perder 4.6 billones de dolares en cuatro meses, el estado gringo, a través del banco central de Nueva York, tuvo que intervenir, pues representaba un importante riesgo sistémico que amenaraba con provocar un efecto dominó, que habría arrastrado a bancos y empresas también a la quiebra. Con esta intervención, una fianza por un total de casi 4 mil millones de dolares, el estado gringo socializó las pérdidas, aliviando a los gerentes del fondo de su responsabilidad por sus inversiones. Pero LTCM cerró de todos modos, en el año 2000 ... a pesar de que el fondo trabajaban como consejeros científicos dos economistas, Myron Scholes y Robert C. Merton, quienes recibieron el premio Nóbel de economía en 1997, por su, como decía el elogio del banco central de Suecia, "trabajo fundamental en el análisis y control del riesgo de la economía financiera."
[2] Los esquemas Ponzi, popularmente conocidos como pirámides, son llamados así en "honor" de Carlo Ponzi, un inmigrante italiano quien, en 1920, prometía réditos de 50 por ciento a inversionistas ingenuos deseosos de creer en ganancias fáciles. En efecto, Ponzi pagó al principio los réditos prometidos, pero solo a los primeros tontos que le confiaron su dinero, utilizando para ello las nuevas "inversiones" - y se quedó con el resto. Hasta que un día, la ilusoria pirámide se hundió, los inversionistas perdieron su dinero, y Ponzi terminó en la cárcel.
[3] Ver Godoy, Julio: "So, back to regulation, then", IPS, 21 de Marzo 2008, Berlín.
[4] Ver Godoy, Julio: " New Curbs on Investment From the South", IPS, 14 de abril 2008, Berlín.
[5] Godoy: "So, back to regulation, then".
[6] Ver Gereda, Marcela: "Instrucciones para desconstruir los mitos de los 'Chicago boys'" elPeriodico, Guatemala, 11 de junio de 2007, sobre todo las reacciones al artículo en la edición internet del diario; Salinas de Gortari, Carlos y Roberto Mangabeira Unger: "Hacia un mercado sin neoliberalismo", Diario La Reforma, Mexico, DF, 20 y 21 de enero de 1999.
[7] Así escribe Ramón Parellada en "Repensémoslo Marcela", en Siglo XXI, 12 de junio de 2007. Aparentemente, Parellada es profesor de economía de la universidad Francisco Marroquín (!).
[8] Dussel Peters, Enrique: "Polarizing Mexico: The impact of the liberalization strategy", Lynne Rienner Publishers, Boulder, Colorado, 2000, página 26. Todas las traducciones de los textos en alemán, francés o ingles son de Julio Godoy.
[9] Harvey, David: "A Brief History of Neoliberalism", Oxford University Press, Oxford, 2005, página 40.
[10] Dumenil, Gerard & Dominique Lévy: "Capital Resurgent, Roots of the Neoliberal Revolution", Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 2004.
[11] Estos datos han sido tomados de Clerc, Denis: "Repoussoir", Alternatives Economiques, Paris, Octubre 2007.
[12] Como se sabe, el índice de Gini es un indicador de la desigualdad en una distribución en general, y es utilizado normalmente para medir la desigualdad en la distribución de los ingresos de un país. El índice de Gini toma valores entre 0 y 1, en donde 0 representa la igualdad perfecta de la distribución, (todos los habitantes de un país tienen los mismos ingresos) y 1 corresponde con la desigualdad absoluta (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno). Los valores del índice de Gini para los EE UU son datos oficiales del U.S. Census Bureau, y accesibles en Internet en http://www.census.gov/hhes/wwww/incomehistinc/ie6.html
[13] Wolff, E..N.: "Why stocks won't save the middle class" y Baker, Dan: "Something new in the 1990s? Looking for evidence of an economic transformation", ambos en J. Madrick (Ed): "Unconventional wisdom: Alternatives perspectives on the New Economy", New York, Century Foundation Press, 2000.
[14] UNICEF: "Child poverty in perspective: An overview of child-wellbeing in rich countries", Innocenti Report Card 7, 2007.
[15] Clerc, op. cit., y Liptak, Adam: "One in 100 adults behind bars, new study says", en The New York Times, February 28, 2008.
[16] En su excelente libro "Corporateering: How Corporate Power Steals Your Personal Freedom... And What You Can Do About It" (Jeremy P. Tarcher/Putnam Books, New York, 2003), el abogado estadounidense Jamie Court muestra como las grandes empresas gringas desde principios de los años 1970 concibieron y financieron un programa de diseminación del neoliberalismo en todas las instituciones del país, desde universidades hasta periódicos, pasando, obviamente por partidos políticos y centros de investigación económica. Es decir, el neoliberalismo es una ideología prefabricada y diseminada de manera estratégica por los grandes líderes de poder económico gringo, para su propio beneficio.
[17] Brewer, Mike, Luke Sibieta & Liam Wren-Lewis: "Racing away? Income inequality and the evolution of high incomes", The Institute for Fiscal Studies, Briefing Note No. 76, Londres, January 2008, página 10.
[18] Ibidem, página 2.
[19] Ibidem, página 3.
[20] Institut fuer makrooekonomische Forschung: "Wer profitiert vom Aufschwung?" (¿Quien se beneficia del crecimiento?"), Berlin, Marzo 2008.
[21] Le Boucher, Eric: "Paris, capitale du malthusianisme", Le Monde, Paris, 2 de febrero de 2008. Según las hipotésis de Malthus, una catástrofe social era inevitable, dado que el crecimiento demográfico sería exponencial, mientras que el de los alimentos solo sería aritmético. Por ello, no había razón para la caridad hacia los hambrientos, pues ésta solo serviría para aumentar el número de pobres. La única solución que Malthus concebía para evitar la catástrofe sería la de obligar a los pobres a vivir en condiciones aún más miserables, y a morir más rápido. Ver su "Ensayo sobre el principio de la población", de 1798, publicado en castellano por Editorial Claridad, Buenos Aires.
[22] Sobre el neoliberalismo en Nueva Zelandia ver Kelsey, Jane: "Economic Fundamentalism - The New Zealand Experiment. A world model for structural adjustment?" Pluto Press, London, 1995; sobre el descenso de los estándares de vida, ver OCDE, Economic Survey of New Zealand, 2007. Este reporte país es accesible a través de Internet: http://www.oecd.org/dataoecd/30/20/38418204.pdf. Leer también la cobertura del diario New Zealand Herald del 30 de abril de 2007, "OECD report a cause of concern", también accesible vía Internet: http://www.nzherald.co.nz/category/story.cfm?c_id=34&objectid=10436846&ref=rss
[23] Rizzi, Andrea: "El salario real medio ha bajado un 4 % en 10 años pese al fuerte crecimiento económico", en El Pais, 24 de Junio 2007. El reporte de El País se basa en otro, de la OCDE. Accesible en Internet en http://www.elpais.com/articulo/economia/salario/real/medio/ha/bajado/anos/pese/fuerte/crecimiento/economico/elpepueco/20070624elpepieco_1/Tes
[24] Ibidem.
[25] Weeks, John: "Inequality Trends in some developed OECD countries", DESA Working Paper No. 6, London, October 2005, páginas 7 y 8.
[26] Ibidem.
[27] Los interesados en el deterioro de la justicia social en Chile bajo la dictadura del neoliberalismo pueden consultar los trabajos al respecto de la economista mexicana Nora Lustig ("Medición de la pobreza y de la desigualdad en América Latina. El emperador no tiene ropa", en: Trimestre Económico, México, 1993, páginas 200 y siguientes), y del economista chileno Dante Contreras ("Pobreza y desigualdad en Chile", en: Estudios públicos Nr. 64, Santiago, 1996, páginas 57 y siguientes).
[28] MIDEPLAN (Ministerio de Planificación y Cooperación) (1988, 1991, 1993, 1995, 1997), Encuestas de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN), Santiago.
[29] Morley, Samuel A.: "Distribution and growth in Latin America in an era of structural reform", International Food Policy Research Institute, Washington, January 2001, página 10. Morley subraya que Chile y México pertenecen al grupo de seis países latinoamericanos donde la desigualdad en la distribución de la riqueza creció dramaticamente durante los años 1900s, sin que haya, al presente, signos de revertimiento de esa tendencia.
[30] Estimaciones basadas en Alan Heston, Robert Summers & Bettina Aten, Penn World Table Version 6.2, Center for International Comparisons of Production, Income and Prices at the University of Pennsylvania, September 2006. Si bien el autor es consciente de que el crecimiento del PIB no basta para calificar un modelo económico, esta breve discusión tiene por objeto desmentir "los buenos resultados" del neoliberalismo. Además, esta comparación debe ser complementada con el crecimiento demográfico en ambos países en el período, relativamente inferior en Corea. Sobre el estado desarrollista coreano, ver, entre otros, Amsden, Alice: "Asia's next Giant: South Korea and late Industrialisation", Oxford University Press, Oxford, 1989; también Evans, Peter: "Embedded Autonomy: State and Industrial Transformation", Princeton University Press, Princeton, U.S.A. 1995.
[31] Ver Rodrik, Dani: "One economics, many recipes - Globalization, institutions, and economic growth", Princeton University Press, Princeton, U.S.A., 2007, página 110.
[32] Sobre este tema, ver, entre otros: Barrionuevo, Alexei: "Salmon Virus Indicts Chile's Fishing Methods", en The New York Times, 27 de marzo de 2008, accesible en http://www.nytimes.com/2008/03/27/world/americas/27salmon.html?_r=1&scp=1&sq=Chile+Salmon&st=nyt&oref=slogin
[33] Sobre el rol de la Fundación Chile en el desarrollo de la explotación del salmón, asi como en los subsididos estatales en las industrias de papel y de muebles, ver Agosin, Manuel: "Trade and growht in Chile: Past performance and future prospects", Facultad de Economía, Universidad de Chile, Santiago, 1999; sobre las inversiones estatales en la agricultura frutera, en especial en la onología, ver Jarvis, Lovell: "Changing private and public roles in technological development: Lessons from the Chilean fruit sector", en Anderson, J.R. (Ed.): "Agricultural Technology: Policy Issues for the International Community", CAB International, Wallingford, England, 1994; sobre la actividad estatal en el fomento de la silvicultura, ver Clapp, Roger Alex: "Creating Comparative Advantage: Forest Policy as Industrial Policy in Chile", in Economic Geography, Clark University, Massachussets, U.S.A. 1995, Volumen 71, Número 3, páginas 273-296.
[34] Rodrik, op. cit., página 109.
[35] Ver, por ejemplo, Weisbrot, Mark; David Rosnick & Dean Baker: "Getting Mexico to Grow with NAFTA: The World Bank Analysis", Center for Economic and Policy Research, Washington, October 2004; también Moreno-Brid, Juan Carlos, Juan Carlos Rivas Valdivia & Jesús Santamaría: Mexico: "Economic growth exports and industrial performance after NAFTA," CEPAL, Mexico, 2005, páginas 13 y siguientes.
[36] Sobre la evolución del déficit comercial mexicano, ver las estadísticas de la OCDE, accesibles en http://stats.oecd.org/wbos/viewhtml.aspx?queryname=326&querytype=view〈=en. En cuanto al absurdo carácter de la industrialización mexicana "orientada hacia la exportación", ver Dussel Peters, Enrique, op. cit., páginas 51 y siguientes.
[37] Datos apuntados por José Luis Calva en "El campo mexicano: Ajuste neoliberal y alternativas," Juan Pablos Editor, Mexico, 1997, página 11.
[38] "La importación de maíz de EU creció 15 veces con el TLCAN", en La Jornada, 16 de marzo de 2005. http://www.jornada.unam.mx/2005/03/16/029n2eco.php
[39] Edwards, Sebastian: "Crisis y reforma en América Latina", Buenos Aires, Emecé, 1997, página 17.
[40] Edwards, Sebastian: "Crisis and Growth: A Latin American perspective", National Bureau of Economic Research, Washington, 2007, página 22. Accesible en Internet en http://www.nber.org/papers/w13019.
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Rebelión
"Economics are the method, but the objective is to change the soul."
Margaret Thatcher
Margaret Thatcher
La premisa fundamental del marginal debate académico sobre el fin de la globalización neoliberal, que tuvo lugar en algunas universidades europeas en los 1990s, decía que una crisis de gran envergadura sería necesaria para convencer a los gobiernos de los países industrializados de la necesidad de reintroducir reglas y controles, tanto en las finanzas como en el comercio internacional y en las inversiones de capital. Los académicos que participaron en tal debate - economistas, sociólogos, politólogos, ninguno de ellos representantes del "main stream" universitario - argumentaban también que esta crisis llegaría, más temprano que tarde, dados los excesos de riesgo acumulados sobre todo en la ingeniería financiera y en sus creaciones, los llamados derivados.
Crisis han habido, en serie, desde entonces. La crisis mexicana en 1994, la crisis asiática, que afectó América Latina y Rusia en 1997, la quiebra en cámara lenta del fondo especulativo Long Term Capital Management (LTCM) en 1998, el estallido de la burbuja de la mal llamada nueva economía, en 2002, por ejemplo.[1] Pero ninguna tuvo las dimensiones de la presente: Nacida en el inflado mercado de hipotecas y en la especulación inmobiliaria y de crédito de los Estados Unidos, la crisis ha llevado ya a la quiebra a varios bancos, ha sumido a los Estados Unidos en la recesión, destruyendo de paso las ilusiones de riqueza de millones de gringos, y se ha extendido al mundo entero. Incluso pueblecitos en Noruega están al borde la quiebra por haber involucrado sus finanzas públicas en los derivados financieros de las hipotecas gringas; bancos en Suiza, en Alemania, en Francia, en Inglaterra, han quebrado. Y, a pesar de los esfuerzos multimillonarios de los bancos centrales de todos estos países, la crisis no parece tener fin.
La crisis es el resultado inevitable de la irresponsabilidad de gobiernos, bancos, y fondos de inversión. Tanto banqueros como operadores bursátiles creyeron en el curso de los últimos años haber descubierto el perpetuum mobile, la máquina de hacer dinero sin inversión real previa. A raíz de la crisis de la deuda latinoamericana de principios de los 1980s, los bancos dejaron de ser prestamistas, para convertirse en intermediarios del crédito. Es decir, los bancos continuaron prestando dinero, pero al mismo tiempo, a través de la creación de los llamados derivados financieros, convirtieron los títulos de deuda en nuevos instrumentos negociables, que vendieron a los fondos especulativos. Ambos hicieron dinero a través de la subvaluación del riesgo de las hipotecas concedidas a deudores insolventes, y de la sobrevaluación del colateral, de las garantías obtenidas para los créditos. A partir de estas hipotecas sin valor, los ingenierios financieros crearon "assets", es decir, "activos" financieros, ficticios, pero comercializables, que les proveyeron de nuevas fuentes de dinero. Pero esta riqueza,existente a largo plazo solo en el papel, tenía que desaparecer un día, de la misma manera que los llamados esquemas Ponzi, las famosas pirámides, solo garantizan un buen ingreso temporal al primer negociante, con el dinero de los cretinos.[2]
Los banqueros también abusaron del dinero fácil proporcionado por los bancos centrales para comprar firmas al crédito, en lo que en la jerga técnica se conoce como "leverage buy out", "racionalizarlas" después, es decir, aprovechar la automatización de la producción y las economías de escala derivadas, y despedir empleados, incrementando así su valor bursátil, otra vez ficticio, y vendiéndolas con jugosas ganancias. Resultado? Millones en las cuentas bancarias de los operadores, en los llamados paraísos fiscales, a cambio de casi ningún esfuerzo.
Pero estos malabares financieros, en otras circunstancias considerados artificios criminales, no podían durar hasta el infinito. La burbuja ha explotado, en la cara de gobiernos y bancos y operadores bursátiles y fondos especulativos, que hasta hace pocos meses afirmaban que todo iba bien en el mundo financiero. Hoy, frente a la crisis, y como bien habían predicho los académicos mencionados arriba, los gobiernos de los países industrializados han comenzado a revertir la globalización neoliberal: A mediados de febrero, el gobierno de Londres nacionalizó el banco Northern Rock, asumiendo una pérdida de entre 100 y 250 mil millones de dolares, a pagar por sus ciudadanos. El gobierno de Alemania está tratando de salvar el banco IKB de la quiebra, así como varios otros bancos estatales, todos perdidos en los recovecos de las finanzas derivadas del mercado de hipotecas en los Estados Unidos. Sin la intervención del gobierno gringo, el banco Bear Stearns, vendido por un precio casi simbólico a su concurrente JP Morgan el 16 de marzo, habría quebrado oficialmente. Y los bancos centrales de Washington y Londres están tratando de convencer a sus homólogos en Europa y Asia de comprar los títulos de deuda basados en las hipotecas, y practicamente irrecuperables, que son la fuente de la crisis, como una medida suplementaria para salvar a los bancos privados.
Incluso banqueros privados, como Joseph Ackermann, presidente del Deutsche Bank, el más importante de Alemania, imploran al estado que intervenga para controlar la crisis, pues, como él dijo hace unos días, "las fuerzas autoreguladoras del mercado" han fallado.[3]
Paralelamente, los candidatos "demócratas" a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton y Barak Obama, condenan el tratado de libre comercio con México y Canadá (TLCAN), y han prometido renegociarlo - el tratado parece haber producido solo perdedores, pues pedidos similares de su renegociación se alzan desde hace años en los tres países miembros. Y en algunas capitales del mundo industrializado, en Londres en particular, empieza a cocinarse un sistema de control de inversiones extranjeras, dirigido expresamente contra los llamados fondos soberanos de inversión, controlados por estados como India, Dubai, Arabia Saudita, Rusia, y China, o bien por grandes empresas originarias de estos países.[4]
Todas estas medidas anuncian el fin de la globalización neoliberal, y han llevado al antiguo ministro austríaco de finanzas, Ferdinand Lancina hace pocos días a decir que "el neoliberalismo ha muerto, y lo estará por mucho tiempo."[5]
Sin embargo, la muerte del neoliberalismo solo concierne aquellos aspectos que son nocivos para el mundo industrializado, para sus empresas, especialmente los bancos y los fondos de inversión, y para la protección de sus mercados. Las medidas que han afectado a los propios asalariados alemanes, franceses, gringos, o al tercer mundo, esas son, por ahora, intocables. Estas son en efecto, las que que deberían ser revertidas primero, dados sus decepcionantes resultados, no solo en lo que concierne la generación de riqueza, si no sobre todo a su distribución . El propósito de este artículo es revelar esos fallidos números del neoliberalismo.
Los renegados del neoliberalismo
Que el neoliberalismo es un proyecto político reprensible e indefendible, se demuestra facilmente preguntando en público a los sospechosos si ellos son neoliberales. Confrontados con la alternativa de una condena moral popular o de la deshonestidad consigo mismos, la mayoría de ellos prefiere mentir: "¿¿Neoliberales nosotros?? ¡¡Noooo, de ninguna manera!!," dicen entonces. Basten como pruebas las reacciones de egregios representantes de la oligarquía guatemalteca, o sus juggernautas, a un artículo de Marcela Gereda en elPeriódico hace unos meses, o la hipocresía del ex-presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, quien, tras haber impuesto el neoliberalismo en su país durante su espurio gobierno entre 1988 y 1994, publicó en 1999 una nueva propuesta de política económica en le que renegaba de su propia obra.[6] Al mismo tiempo, los neoliberales de provincia que todavía defienden su doctrina, repiten frases hechas y facilmente rebatibles, del tipo: "El neoliberalismo se defiende básicamente por sus buenos resultados económicos," o "Es falso afirmar que 'el modelo neoliberal empobrece a los más y enriquece a los menos.'"[7]
Este fariseísmo de los neoliberales es tan generalizado, que ha llevado al economista mexicano Enrique Dussel Peters a afirmar que "hay muy pocos ... analistas o escuelas de economía que adhieran al neoliberalismo."[8] A Dussel Peters, por lo demás un excelente economista, habría que recordarle aquello de que "por sus obras los conoceréis." Pero dejemos a dios y sus profetas al margen, y ocupémosnos de la realidad del neoliberalismo, que ella explica el fariseísmo de sus beneficiarios, y desmiente, de paso, la afirmación de Thatcher citada en el acápite: Si bien la economía es el método, el verdadero objetivo del neoliberalismo no es "cambiar el alma", como pretendía la hija de la Gran Bretaña, sino el dinero, su concentración. La acumulación de capital, para decirlo con las palabras de los ortodoxos. El resto, la verborrea neoliberal sobre la libertad y la eficiencia del mercado no es nada más que eso, palabrería hipócrita, que necesita esconder sus prosaicos propósitos detrás de nobles ideales. O, como diría David Harvey, "un programa cuyo objetivo abiertamente declarado sería el de restaurar el poder económico de una élite, no ganaría soporte popular. Pero un ensayo programático para promover libertades individuales que disfrace la campaña de restauración del poder de clase sí puede atraer a las masas."[9]
Así es: Aunque al neoliberalismo hay que verlo desde dos perspectivas, nacional la una, internacional la segunda, en ambos casos se trata de un proyecto de lucha de clases en favor de la élite económica dominante, ya sea nacional como en el primer caso, o de los centros motores del capitalismo, en Europa, pero sobre todo en Estados Unidos, en el segundo.
Nacionalmente, el neoliberalismo tiene por objetivo reinstaurar, reforzar, o revertir la distribución de la riqueza en favor de la clase dominante, y en detrimento de las clases medias y bajas, y de cimentar ad aeternum su poder político. En los Estados Unidos, el neoliberalismo fue impuesto bajo el gobierno de Ronald Reagan como reacción al retroceso de la porción de la riqueza detentada por la élite económica de ese país, ocurrida a lo largo de los años 1970s, como consecuencia de la pérdida de valor de sus propiedades, tanto en activos financieros como en bienes de capital, derivada de la crisis económica que siguió al choque petrolero de 1974.
Redistribuier la riqueza, no crearla
Los economistas franceses Gérard Dumenil y Dominique Lévy han demostrado como el programa económico de Reagan fue uno de restauración del poder de clase - y como sus secuelas, de redistribución de la riqueza en beneficio de la ínfima élite gringa, y la creciente desigualdad social, son tan persistentes y parecen tan irreversibles, y que tienen que se consideradas consustanciales al proyecto neoliberal.[10] Para dar unas pocas cifras: Entre 1978 y 2000, el 0.1 por ciento de la población gringa de más alto ingreso triplicó su porción del PIB del dos por ciento en 1978 a más del seis por ciento en 1999 - es decir, menos de 300,000 personas se apropiaron ese último año de 586 millardos de dolares; la relación entre los salarios promedios de los dirigentes ejecutivos y los de los trabajadores pasó de 30 por uno en 1970, a más de 500 por uno en el año 2000. Mientras los ingresos del diez por ciento más pobre de la población gringa aumentaron en promedio apenas unos 45 dólares al año entre 1990 y 2005, pero los del 20 por ciento más rico aumentaron 1,920 dólares por año en el mismo período.[11] Esta reconcentración de la riqueza en beneficio de una minúscula y ya riquísima élite económica se refleja en el índice de Gini: Mientras en 1969, el indicador tenía un valor de 0.39, en 2005 el mismo alcanzaba 0.47, el valor más alto jamás reportado para los Estados Unidos.[12] Resultados similares han sido confirmados por los estudios de Wolff y de Baker.[13]
Y si estas cifras no son suficientemente ilustrativas, aquí otro dato, esta vez de un reciente reporte de UNICEF: El 22 por ciento de los niños gringos menores de 17 años vive en la pobreza - éste es, junto con el de México, el peor indicador de la pobreza infantil de todos los estados miembros de la Organización para el Desarrollo Económico y la Cooperación (OCDE), que incluye a países que, cuando Reagan establecía los fundamentos de su imperio de la injusticia, recién salían del oscurantismo cuasi medieval de sus respectivas dictaduras católicas, como España y Portugal.[14] Ante estas cifras, oficiales todas ellas, la afirmación de los defensores del neoliberalismo, que el estado no debe intervenir para redistribuir la riqueza en favor de los desposeídos, pues ésta goteará (trickle down) naturalmente hacia las clases pobres, se revela como lo que es, una simple y burda mentira. Que el neoliberalismo no solo produce injusticia y pobreza, si no también represión, se ilustra con el hecho de que que los EE UU tienen la población encarcelada más numerosa entre los países industrializados - de cada 100,000 gringos, unas mil personas están en prisión, es decir, más del 1.5 por ciento de la población economicamente activa.[15]
Casi 30 años despúes del putsch neoliberal de Reagan, con los sindicatos practicamente destruídos, y con las políticas social y económica de los dos partidos políticos dominantes diferenciadas solo en matices, el programa neoliberal con todas sus secuelas sociales parecía solidamente anclado en el subsuelo institucional del país - hasta que la burbuja financiera explotó.[16]
Algo similar ocurre en Europa, donde el neoliberalismo fue introducido por Margaret Thatcher en 1979 en Inglaterra, país en el que conviven hoy los niveles más desmesurados de riqueza y los más miserables de pobreza, en todo caso para un país industrializado. Un reciente estudio del Instituto de Estudios Fiscales de Londres determinó que un poco más de 46,000 personas - el 0.1 por ciento de la población - tienen un ingreso de más de 350,000 libras - unos 686,000 dólares -, lo que corresponde a 31 veces el ingreso promedio anual per cápita de Inglaterra. Practicamente todas estas personas viven en Londres, y son mayoritariamente abogados, o economistas (o futbolistas, pero esa es otra historia), y trabajan en los bancos y fondos de inversión y especulación de la City.[17] En su estudio, Brewer et al. muestran cómo el índice de Gini inglés saltó en 1979, en el primer año del gobierno de Thatcher, de 0.25, indicando una alta equidad en la distribución del ingreso, a alrededor de 0.35 en 2005. Los autores dicen literalmente, que "este salto en la desigualdad de la distribución de la riqueza es incomparable (unparalleled) tanto historicamente, como en el contexto de los cambios ocurridos al mismo tiempo en otros países industrializados."[18] Este incremento en la desigualdad en Inglaterra se aceleró entre 2003 y 2006, precisamente durante el gobierno laborista, supuestamente de izquierda, de Anthony Blair, con altos incrementos en los ingresos del 10 por ciento de la población más rico.[19] ¿Como canta Leonard Cohen? "Everybody knows the fight was fixed: the poor stay poor, the rich get richer. That's how it goes. Everybody knows."
En Alemania, donde el programa neoliberal fue impuesto paulatinamente al final de los 1980s, pero sobre todo en los 1990s, tras la caída del muro de Berlín y la unificación, los salarios reales (es decir, los salarios nominales descontando la inflación) de los trabajadores son hoy más bajos que en 1986. En alemán es cotidiano hoy hablar de los "working poor", así, en inglés, para describir a éstos asalariados quienes, a pesar de su trabajo, no salen del atolladero de la pobreza. Mientras, el número de los billonarios permanece inmóvil - como dirían los chapines, "ellos ya están completos" - y son los herederos o propietarios de las grandes industrias, desde la de automóbiles BMW y la editorial Bertelsmann, hasta la de prensa, Springer, o de cadenas de supermercados, como Aldi y Lidl, tristemente famosos por sus despiadadas políticas contra sus empleados.
Estas tendencias han sido confirmadas por un estudio publicado en marzo, del Instituto de Investigación Macroeconómica, de Berlin. De acuerdo con el estudio, la clase media alemana se redujo en nueve por ciento entre 1986, año simbólico del principio de la aplicación del neoliberalismo, y 2006.[20] En total, la clase media alemana perdió unos seis millones de personas - asalariados quienes, a pesar de disponer de un trabajo, descendieron en la escala social, o bien desempleados, juntos los grandes perdedores de la reconversión alemana al neoliberalismo.
No muy diferente es la desigualdad en Francia, donde, practicamente desde 1983, desde que el gobierno "socialista" de François Mitterrand se inclinara ante la política monetarista del banco central alemán, y aplicara la famosa "politique de rigueur" de corte neoliberal, París se ha convertido en la "capital del malthusianismo", como lo afirmaba Le Monde hace pocas semanas, a principios de febrero.[21]
Los fatídicos números del neoliberalismo son particularmente comprobables en Nueva Zelanda, país que fuera, hasta 1984, modelo de una socialdemocracia ilustrada, socialmente igualitaria, ecológica y feminista. Pero, desde entonces, desde que el neoliberalismo fuera introducido de manera sistemática y orgánica por el entonces ministro de finanzas Roger Douglas (¡un socialdemócrata!), y bajo los aplausos de instituciones tales como la OCDE, el Banco Mundial, y el Fondo Monetario Internacional (FMI), los niveles de vida de Nueva Zelanda han ido retrocediendo paulatinamente, hasta donde se encuentran hoy - con tasas de injusticia tan elevadas, que incluso la OCDE las lamenta, y que afectan sobre todo a madres solteras, a la niñez y a la juventud, y a los maoris. Esta involución la confirma la del índice de Gini, que saltó de 0.31 en 1970 a 0.40 en los 1990s, para deteriorarse aún más en los primeros años del nuevo siglo.
Tanto, que en su más reciente reporte país, la OCDE, organización estándarte del neoliberalismo, admite lo que muchos dicen desde hace años: Que a pesar del modesto crecimiento económico los niveles de vida promedio en Nueva Zelanda han descendido paulatinamente, y que probablemente lo continuarán haciendo en el porvenir. Y eso, a pesar de que ese crecimiento económico es superior al crecimiento de la población, lo que sugeriría un crecimiento del PIB per cápita. Esta aparente paradoja demuestra que el objetivo del neoliberalismo no es el de fomentar la riqueza, sino redistribuirla, a beneficio de las minorías ya ricas. Lo único que la OCDE se niega a admitir es que el neoliberalismo sea responsable del desastre - al contrario, como receta contra el mal, la OCDE actua como el matasanos que está matando a su paciente con la medicina erronea, y propone ... más neoliberalismo. Si los neozelandeces se dejan convencer, es otra historia: En todo caso, muchos de entre ellos llaman a la política social y económica inspirada en el neoliberalismo ruthanasia - un juego de palabras entre Ruth (Richardson), el nombre de la primera ministra que confirmó el neoliberalismo en los 1990s, y eutanasia, que, esperemos, no necesita explicación.[22]
Fenómenos semejantes ocurren en numerosos países de la OCDE. En España, que registra desde hace 10 años un fuerte crecimiento económico, y cuyo PIB aumenta más rápido que la media europea, y la creación de empleo prosigue a buen ritmo y la renta per cápita se acerca también a la media de la Unión Europea, no se ha reducido sin embargo el porcentaje de población que vive por debajo del umbral de pobreza relativa.[23] "Mientras los beneficios empresariales suben, el poder adquisitivo del salario medio ha bajado un 4% entre 1995 y 2005: España es el único país de la OCDE en el que se ha producido ese retroceso, en términos reales," escribió Andrea Rizzi, en el diario El País, hace poco más de seis meses. Y, oh sorpresa, la CEOE (la Confederación española de organizaciones empresariales, el CACIF de Madrid) encuentra esta situación digna de ejemplo. Juan Iranzo, economista director del Instituto de Estudios Económicos, asociado a la CEOE, cree que España no tiene que intentar converger con Europa en cuestiones de distribución del ingreso. "Es más bien Europa la que tiene que converger con España", dice Iranzo.[24]
En su estudio sobre la desigualdad en la distribución del ingreso en algunos paises de la OCDE, John Weeks confirma lo que los combatientes contra el neoliberalismo siempre supieron: Que la desigualdad es producto de las políticas impuestas por los gobiernos.[25] "Primero, no debe ser motivo de polémica constatar que los cuatro países tendiendo a una mayor desigualdad (los EE UU, Inglaterra, Australia, y Nueva Zelanda) son aquellos que aplicaron programas socioeoconómicos de corte neoliberal. Segundo, y sin excepción, la creciente desigualdad se manifestó más marcadamente en estos cuatro paises durante los años en los que estas políticas fueron aplicadas de manera más vigorosa, en los 1980s y en los 1990s. En estos cuatro países, la desigualdad promedio durante los 1980s y 1990s fue mayor que antes que la liberalización de los mercados fuese impuesta, en los 1960s y 1970s," concluye Weeks.[26]
Incremento de la desigualdad en América Latina
En América Latina, según una lectura instintiva, tanto de neoliberales como de "izquierdistas", el caso más conspicuo de la imposición del neoliberalismo como un modelo clasista de dominación, es Chile, con la dictadura de Pinochet, cuyo corrupto carácter ha sido confirmado recientemente, sin hablar de su sangrienta contabilidad de muertos y desaparecidos.[27] Le sigue México, país en el cual la crisis de la deuda en 1982 abrió las puertas al neoliberalismo quimicamente puro, impuesto en 1989 por Salinas de Gortari, y confirmado a traves del tratado de libre comercio (TLCAN) en 1994. En ambos casos, sobre todo en el mexicano, los resultados son deplorables: En el caso de Chile, baste decir que, según cifras del ministerio de planificación y cooperación, el 10 por ciento de la población chilena con el ingreso más alto, se apropia del 42 por ciento del ingreso nacional anual, tanto cómo el 80 por ciento con el ingreso más bajo. Esta injusta distribución permanece sin cambios desde los años 1980s, y se refleja en el índice de Gini, que se mantiene constante desde hace 20 años, alrededor de 0.54, uno de los más altos del mundo.[28]
En el caso mexicano, el índice de Gini ha sufrido una regresión desde el implantamiento del neoliberalismo en 1988 - después de haber descendido a partir de 1960 hasta 1982, indicando una distribución paulatinamente más equitable del ingreso, el índice ha vuelto a subir desde entonces, hasta alcanzar el 0.54 en 2007, reflejando la reconcentración de la riqueza en pocas familias, y personificada por Carlos Slim, el hombre más rico del mundo. Seguramente no es necesario decir que Slim es beneficiario personal de la privatización de las empresas estatales mexicanas, decidida por el gobierno de su amigo y socio Carlos Salinas de Gortari, quien hoy, como buen renegado del neoliberalismo, clama no ser uno.
Esta injusta distribución del ingreso en Chile y México documentada por la involución de los respectivos índices de Gini, es excepcional, incluso en América Latina, un continente marcado por la desigualdad. Como lo demuestran los análisis al respecto de Samuel A. Morley, ambos países forman parte del pelotón de punta de la injusticia social en el continente.[29]
Sí, diran algunos de los renegados del neoliberalismo, pero el crecimiento económico en ambos casos es excepcional. El caso chileno seguramente permite argumentos de este tipo, pero no como los neoliberales, y algunos insensatos comentarios de "izquierda" lo quieren creer. Puesto que la discusión exhaustiva del modelo económico chileno necesitaría mucho espacio, me limito aquí a comparar la evolución del PIB real per cápita en Chile y en Corea del Sur entre 1973 y 2004: En 1973, mientras cada chileno dispuso en promedio de 2,078 dólares, cada coreano del sur solo dispuso de 1,004 dolares. En 2004, 31 años después del golpe de la C.I.A. que impuso a Pinochet, el PIB real per capita en Chile había aumentado a 15,161 dólares, contra 19,354 dólares en Corea de Sur. Es decir, mientras el modelo chileno multiplicó el PIB per cápita por 7.3, el modelo surcoreano lo multiplicó por 19.[30] Para no hablar de los fundamentos de ambos modelos - uno, el surcoreano, sustentado en una política industrial y de comercio exterior concebida y coordinada por un estado desarrollista, y que ignoró los dictados del Banco Mundial y del FMI; el otro, el chileno, aún hoy basado en la exportación de cobre, uvas, madera, y salmón - todas materias primas, con escaso nivel de elaboración industrial.[31] Ojalá no sea necesario repetir que este último modelo es, a la larga, insostenible, como lo demuestra la reciente infección masiva de salmón chileno. [32]
Además, aquellos que elogian el relativo éxito económico chileno como muestra de que el neoliberalismo funciona, olvidan o ignoran que Chile ha mantenido controles sobre los flujos de capital hacia y desde el país, que la explotación del cobre sigue estando en manos del estado chileno, y que la industria pesquera, sobre todo del salmón, también fue durante años manejada por el estado, a través de la Fundación Chile, hasta su venta a principios de los 1990s a una compañía japonesa. De la misma manera, el estado chileno es responsable del crecimiento de las exportaciones de fruta y de vino, gracias a importantes inversiones en investigación y desarrollo, así como en la creación de clusters industriales alrededor de la madera, como la industria de papel, de muebles, y similares.[33] Como bien dice Rodrik, "la diversificación productiva de la economía chilena puede dificilmente ser atribuída al funcionamiento de mercados libres."[34] Aunque la conclusión del economista de Harvard tampoco es extraordinariamente sofisticada, ésta se le escapa a nuestros neoliberales de provincia, y a comentaristas mal informados, cuyos "análisis" se basan más en sus propios mitos que en una confrontación racional con la realidad.
El caso mexicano es mucho más claro: Aparte de que los gobiernos mexicanos desde 1988 han ejecutado las recetas del neoliberalismo - el tristemente famoso consenso de Washington - al pie de la letra, las tasas anuales de crecimiento entre 1988 y 2007 - es decir, durante el período de aplicación del neoliberalismo - yacen muy por debajo de los valores nacionales históricos alcanzados antes de la crisis de la deuda. Según cifras de la CEPAl y del FMI, entre 1950 y 1980, la economía mexicana creció a un ritmo anual promedio de 3.39 por ciento, para caer a 1.3 por ciento entre entre 1990 y 1999. Especialmente entre 1995 y 1999, el crecimiento mexicano fue particularmente bajo, de solo 0.89 por ciento. Las tasas de crecimiento mexicanas desde los mediados de los 1980s están también por debajo de las alcanzados por otros países en procesos de industrialización similares, pero guíados por estados desarrollistas, como Malaysia, China, y Corea del Sur.[35]
Además, tras casi 20 años de experimento neoliberal, México no ha sido capaz de constituir clústers industriales, que encadenen la transformación de materias primas nacionales en insumos semiindustriales hasta productos terminados. Al contrario, el proceso de industrialización orientado hacia la exportación, promovido por el neoliberalismo, es un oximoron, como lo muestra el constante deficit comercial mexicano: México importa insumos industriales semielaborados para la maquiladora y para sus industrias más avanzadas por valores considerablemente mayores que el total de sus exportaciones industriales, reduciendo este proceso de "industrialización orientado hacia la exportación" al absurdo.[36]
Por si esto fuera poco, y gracias al TLCAN, México está en trance de dejar de ser un país agrícola: Sus hombres y mujeres de maiz se alimentan hoy mayoritariamente de tortillas hechas de grano importado - de los EE UU, por supuesto. Aunque la tecnocracia neoliberal de Salinas de Gortari había prometido que su programa provocaría un aumento de las inversiones de capital en la agricultura y de su eficiencia, y lanzaría un proceso sostenido de modernización y desarrollo de la producción de alimentos y materias primas agropecuarios, la realidad es completamente opuesta: En valores per cápita, la producción agrícola en 1995 era 16.5 por ciento menor que en 1981; la producción forestal 30.6 por ciento menor, y la producción pecuaria cayó en un 20.8 por ciento en el mismo período. Considerando los valores agregados, el PIB mexicano agropecuario per cápita cayó en 19.6 por ciento entre 1981 a 1995. Y en kilogramos per cápita, la producción de los ocho principales granos era en 1996 menor en 32.4 por ciento que en 1981; la producción de carnes rojas disminuyó en 35 por ciento en el mismo período, y la de leche en 21.2 por ciento.[37] Este desastre se ha agravado desde 1996: Como lo resumía el diario mexicano La Jornada en marzo de 2005: "Mientras (en México) los subsidios se han eliminado en la práctica, las importaciones de maíz proveniente de Estados Unidos se multiplicaron por 15 desde la entrada en vigor del TLCAN. En ese periodo, el valor de la compra de alimentos de aquella nación creció a una tasa superior a 100 por ciento. A la avasalladora competencia estadunidense se ha sumado una ''política más liberal'' del gobierno mexicano que, en el caso del maíz, ha liberalizado el mercado más allá de lo requerido por el propio acuerdo."[38] ... Para no hablar de la amenaza de hambruna que sacude al area rural mexicana en estos días. Todo ésto, para mayor gloria del capitalismo estadounidense - QED.
Reformistas arrepentidos - a medias
Estos irrefutables números de la bancarota del neoliberalismo han llevado hoy a algunos defensores del "reformismo" bancomundialista y fondomonetarista a olvidar su entusiasmo de hace unos años, y a imponerse a si mismos modestia y circunspección. Es el caso de Sebastián Edwards, por ejemplo, ex-economista jefe del Banco Mundial. Hace 10 años, Edwards decía: "A mediados de 1993, los analistas y medios económicos internacionales recibían las reformas hacia una política de mercado como un éxito y proclamaban que varios países latinoamericanos iban camino de convertirse en una nueva generación de 'tigres'. Los inversores extranjeros se aproximaron rápidamente a la región y los consultores y estudiosos se apresuraron a analizar las experiencias de Chile, México y Argentina con el fin de aprender de primera mano cómo unos países que, sólo unos años antes, habían parecido no tener esperanza, se habían vuelto tan atractivos para el dinero internacional."[39]
En abril de 2007, Edwards admitió que si hay algo que aprender de Chile, Mexico, y Argentina, es lo que no se debe hacer. Su entusiasmo de 1997 cedió paso a un pesimismo más acorde a la triste realidad del neoliberalismo: Además de admitir que las crisis monetarias de los últimos 20 años costaron 16 por ciento del producto interno bruto de América Latina (precisamente durante el período de aplicación de las recetas neoliberales), su conclusión principal es que es improbable que la economía de América Latina crezca en el largo plazo. "Aunque es posible que algunos países latinoamericanos progresen en comparación con las naciones industrializadas, ésta no será la norma; la mayoría de países de América Latina van a perder terreno con respecto de los países asiáticos y otras naciones emergentes."[40] Nada de "nuevos tigres", pues; en el mejor caso, gatitos mancitos y hambrientos: Sólo para absorver la gran masa de jovenes que ingresan cada año al mercado de trabajo, países como México requieren de un crecimiento económico de más del cinco por ciento - una quimera, pues, siendo el país tan dependiente de los EE UU, lo más probable es que México también se deslize en la recesión, a la cola del amo gringo.Así, el destino inmediato de la gran mayoría de los mexicanos, y como ellos, de latinoamericanos, es mayor pobreza. Esta, y no otra, es la verdad del neoliberalismo.
[1] El caso de Long Term Capital Management (LTCM) es particularmente ilustrativo de la irresponsabilidad del neoliberalismo, y de la ilusión de la llamada economía neoclásica, es decir, la "ciencia" económica del capitalismo, de ser una ciencia exacta, que puede resumir la realidad en modelos matemáticos. Cuando el LTCM, fundado en 1994, estaba a punto de la quiebra en 1998, tras perder 4.6 billones de dolares en cuatro meses, el estado gringo, a través del banco central de Nueva York, tuvo que intervenir, pues representaba un importante riesgo sistémico que amenaraba con provocar un efecto dominó, que habría arrastrado a bancos y empresas también a la quiebra. Con esta intervención, una fianza por un total de casi 4 mil millones de dolares, el estado gringo socializó las pérdidas, aliviando a los gerentes del fondo de su responsabilidad por sus inversiones. Pero LTCM cerró de todos modos, en el año 2000 ... a pesar de que el fondo trabajaban como consejeros científicos dos economistas, Myron Scholes y Robert C. Merton, quienes recibieron el premio Nóbel de economía en 1997, por su, como decía el elogio del banco central de Suecia, "trabajo fundamental en el análisis y control del riesgo de la economía financiera."
[2] Los esquemas Ponzi, popularmente conocidos como pirámides, son llamados así en "honor" de Carlo Ponzi, un inmigrante italiano quien, en 1920, prometía réditos de 50 por ciento a inversionistas ingenuos deseosos de creer en ganancias fáciles. En efecto, Ponzi pagó al principio los réditos prometidos, pero solo a los primeros tontos que le confiaron su dinero, utilizando para ello las nuevas "inversiones" - y se quedó con el resto. Hasta que un día, la ilusoria pirámide se hundió, los inversionistas perdieron su dinero, y Ponzi terminó en la cárcel.
[3] Ver Godoy, Julio: "So, back to regulation, then", IPS, 21 de Marzo 2008, Berlín.
[4] Ver Godoy, Julio: " New Curbs on Investment From the South", IPS, 14 de abril 2008, Berlín.
[5] Godoy: "So, back to regulation, then".
[6] Ver Gereda, Marcela: "Instrucciones para desconstruir los mitos de los 'Chicago boys'" elPeriodico, Guatemala, 11 de junio de 2007, sobre todo las reacciones al artículo en la edición internet del diario; Salinas de Gortari, Carlos y Roberto Mangabeira Unger: "Hacia un mercado sin neoliberalismo", Diario La Reforma, Mexico, DF, 20 y 21 de enero de 1999.
[7] Así escribe Ramón Parellada en "Repensémoslo Marcela", en Siglo XXI, 12 de junio de 2007. Aparentemente, Parellada es profesor de economía de la universidad Francisco Marroquín (!).
[8] Dussel Peters, Enrique: "Polarizing Mexico: The impact of the liberalization strategy", Lynne Rienner Publishers, Boulder, Colorado, 2000, página 26. Todas las traducciones de los textos en alemán, francés o ingles son de Julio Godoy.
[9] Harvey, David: "A Brief History of Neoliberalism", Oxford University Press, Oxford, 2005, página 40.
[10] Dumenil, Gerard & Dominique Lévy: "Capital Resurgent, Roots of the Neoliberal Revolution", Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 2004.
[11] Estos datos han sido tomados de Clerc, Denis: "Repoussoir", Alternatives Economiques, Paris, Octubre 2007.
[12] Como se sabe, el índice de Gini es un indicador de la desigualdad en una distribución en general, y es utilizado normalmente para medir la desigualdad en la distribución de los ingresos de un país. El índice de Gini toma valores entre 0 y 1, en donde 0 representa la igualdad perfecta de la distribución, (todos los habitantes de un país tienen los mismos ingresos) y 1 corresponde con la desigualdad absoluta (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno). Los valores del índice de Gini para los EE UU son datos oficiales del U.S. Census Bureau, y accesibles en Internet en http://www.census.gov/hhes/wwww/incomehistinc/ie6.html
[13] Wolff, E..N.: "Why stocks won't save the middle class" y Baker, Dan: "Something new in the 1990s? Looking for evidence of an economic transformation", ambos en J. Madrick (Ed): "Unconventional wisdom: Alternatives perspectives on the New Economy", New York, Century Foundation Press, 2000.
[14] UNICEF: "Child poverty in perspective: An overview of child-wellbeing in rich countries", Innocenti Report Card 7, 2007.
[15] Clerc, op. cit., y Liptak, Adam: "One in 100 adults behind bars, new study says", en The New York Times, February 28, 2008.
[16] En su excelente libro "Corporateering: How Corporate Power Steals Your Personal Freedom... And What You Can Do About It" (Jeremy P. Tarcher/Putnam Books, New York, 2003), el abogado estadounidense Jamie Court muestra como las grandes empresas gringas desde principios de los años 1970 concibieron y financieron un programa de diseminación del neoliberalismo en todas las instituciones del país, desde universidades hasta periódicos, pasando, obviamente por partidos políticos y centros de investigación económica. Es decir, el neoliberalismo es una ideología prefabricada y diseminada de manera estratégica por los grandes líderes de poder económico gringo, para su propio beneficio.
[17] Brewer, Mike, Luke Sibieta & Liam Wren-Lewis: "Racing away? Income inequality and the evolution of high incomes", The Institute for Fiscal Studies, Briefing Note No. 76, Londres, January 2008, página 10.
[18] Ibidem, página 2.
[19] Ibidem, página 3.
[20] Institut fuer makrooekonomische Forschung: "Wer profitiert vom Aufschwung?" (¿Quien se beneficia del crecimiento?"), Berlin, Marzo 2008.
[21] Le Boucher, Eric: "Paris, capitale du malthusianisme", Le Monde, Paris, 2 de febrero de 2008. Según las hipotésis de Malthus, una catástrofe social era inevitable, dado que el crecimiento demográfico sería exponencial, mientras que el de los alimentos solo sería aritmético. Por ello, no había razón para la caridad hacia los hambrientos, pues ésta solo serviría para aumentar el número de pobres. La única solución que Malthus concebía para evitar la catástrofe sería la de obligar a los pobres a vivir en condiciones aún más miserables, y a morir más rápido. Ver su "Ensayo sobre el principio de la población", de 1798, publicado en castellano por Editorial Claridad, Buenos Aires.
[22] Sobre el neoliberalismo en Nueva Zelandia ver Kelsey, Jane: "Economic Fundamentalism - The New Zealand Experiment. A world model for structural adjustment?" Pluto Press, London, 1995; sobre el descenso de los estándares de vida, ver OCDE, Economic Survey of New Zealand, 2007. Este reporte país es accesible a través de Internet: http://www.oecd.org/dataoecd/30/20/38418204.pdf. Leer también la cobertura del diario New Zealand Herald del 30 de abril de 2007, "OECD report a cause of concern", también accesible vía Internet: http://www.nzherald.co.nz/category/story.cfm?c_id=34&objectid=10436846&ref=rss
[23] Rizzi, Andrea: "El salario real medio ha bajado un 4 % en 10 años pese al fuerte crecimiento económico", en El Pais, 24 de Junio 2007. El reporte de El País se basa en otro, de la OCDE. Accesible en Internet en http://www.elpais.com/articulo/economia/salario/real/medio/ha/bajado/anos/pese/fuerte/crecimiento/economico/elpepueco/20070624elpepieco_1/Tes
[24] Ibidem.
[25] Weeks, John: "Inequality Trends in some developed OECD countries", DESA Working Paper No. 6, London, October 2005, páginas 7 y 8.
[26] Ibidem.
[27] Los interesados en el deterioro de la justicia social en Chile bajo la dictadura del neoliberalismo pueden consultar los trabajos al respecto de la economista mexicana Nora Lustig ("Medición de la pobreza y de la desigualdad en América Latina. El emperador no tiene ropa", en: Trimestre Económico, México, 1993, páginas 200 y siguientes), y del economista chileno Dante Contreras ("Pobreza y desigualdad en Chile", en: Estudios públicos Nr. 64, Santiago, 1996, páginas 57 y siguientes).
[28] MIDEPLAN (Ministerio de Planificación y Cooperación) (1988, 1991, 1993, 1995, 1997), Encuestas de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN), Santiago.
[29] Morley, Samuel A.: "Distribution and growth in Latin America in an era of structural reform", International Food Policy Research Institute, Washington, January 2001, página 10. Morley subraya que Chile y México pertenecen al grupo de seis países latinoamericanos donde la desigualdad en la distribución de la riqueza creció dramaticamente durante los años 1900s, sin que haya, al presente, signos de revertimiento de esa tendencia.
[30] Estimaciones basadas en Alan Heston, Robert Summers & Bettina Aten, Penn World Table Version 6.2, Center for International Comparisons of Production, Income and Prices at the University of Pennsylvania, September 2006. Si bien el autor es consciente de que el crecimiento del PIB no basta para calificar un modelo económico, esta breve discusión tiene por objeto desmentir "los buenos resultados" del neoliberalismo. Además, esta comparación debe ser complementada con el crecimiento demográfico en ambos países en el período, relativamente inferior en Corea. Sobre el estado desarrollista coreano, ver, entre otros, Amsden, Alice: "Asia's next Giant: South Korea and late Industrialisation", Oxford University Press, Oxford, 1989; también Evans, Peter: "Embedded Autonomy: State and Industrial Transformation", Princeton University Press, Princeton, U.S.A. 1995.
[31] Ver Rodrik, Dani: "One economics, many recipes - Globalization, institutions, and economic growth", Princeton University Press, Princeton, U.S.A., 2007, página 110.
[32] Sobre este tema, ver, entre otros: Barrionuevo, Alexei: "Salmon Virus Indicts Chile's Fishing Methods", en The New York Times, 27 de marzo de 2008, accesible en http://www.nytimes.com/2008/03/27/world/americas/27salmon.html?_r=1&scp=1&sq=Chile+Salmon&st=nyt&oref=slogin
[33] Sobre el rol de la Fundación Chile en el desarrollo de la explotación del salmón, asi como en los subsididos estatales en las industrias de papel y de muebles, ver Agosin, Manuel: "Trade and growht in Chile: Past performance and future prospects", Facultad de Economía, Universidad de Chile, Santiago, 1999; sobre las inversiones estatales en la agricultura frutera, en especial en la onología, ver Jarvis, Lovell: "Changing private and public roles in technological development: Lessons from the Chilean fruit sector", en Anderson, J.R. (Ed.): "Agricultural Technology: Policy Issues for the International Community", CAB International, Wallingford, England, 1994; sobre la actividad estatal en el fomento de la silvicultura, ver Clapp, Roger Alex: "Creating Comparative Advantage: Forest Policy as Industrial Policy in Chile", in Economic Geography, Clark University, Massachussets, U.S.A. 1995, Volumen 71, Número 3, páginas 273-296.
[34] Rodrik, op. cit., página 109.
[35] Ver, por ejemplo, Weisbrot, Mark; David Rosnick & Dean Baker: "Getting Mexico to Grow with NAFTA: The World Bank Analysis", Center for Economic and Policy Research, Washington, October 2004; también Moreno-Brid, Juan Carlos, Juan Carlos Rivas Valdivia & Jesús Santamaría: Mexico: "Economic growth exports and industrial performance after NAFTA," CEPAL, Mexico, 2005, páginas 13 y siguientes.
[36] Sobre la evolución del déficit comercial mexicano, ver las estadísticas de la OCDE, accesibles en http://stats.oecd.org/wbos/viewhtml.aspx?queryname=326&querytype=view〈=en. En cuanto al absurdo carácter de la industrialización mexicana "orientada hacia la exportación", ver Dussel Peters, Enrique, op. cit., páginas 51 y siguientes.
[37] Datos apuntados por José Luis Calva en "El campo mexicano: Ajuste neoliberal y alternativas," Juan Pablos Editor, Mexico, 1997, página 11.
[38] "La importación de maíz de EU creció 15 veces con el TLCAN", en La Jornada, 16 de marzo de 2005. http://www.jornada.unam.mx/2005/03/16/029n2eco.php
[39] Edwards, Sebastian: "Crisis y reforma en América Latina", Buenos Aires, Emecé, 1997, página 17.
[40] Edwards, Sebastian: "Crisis and Growth: A Latin American perspective", National Bureau of Economic Research, Washington, 2007, página 22. Accesible en Internet en http://www.nber.org/papers/w13019.
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