domingo, 4 de mayo de 2008

Reino Unido: La muerte del laborismo

El nuevo laborismo ha muerto

El poder no puede amañar eternamente la verdad

Tariq Ali

CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El nuevo laborismo ha sufrido una aplastante derrota. El proyecto de Blair de promover e implementar políticas derechistas, sabiendo que los votantes tradicionales de clase trabajadora seguirían siendo inconmovibles murió el 1º de mayo de 2008. Los votos del Partido Laborista en las elecciones locales bajó a un 24%, un punto por debajo de los liberal demócratas y veinte puntos menos que los conservadores (un 44%). En vista de la escala de la catástrofe, parece poco probable que Gordon Brown pueda ganar la próxima elección general.

Sobrecogidos por Margaret Thatcher, Blair y Brown imitaron sus logros dentro de su propio partido, desplazando poco a poco las antiguas ideas socialdemócratas. Ahora eran todos fundamentalistas del mercado. La desregulación y la privatización se convirtieron en un mantra y durante los últimos diez años la línea divisoria social en el país entre ricos y pobres aumentó aún más que bajo Thatcher. La redistribución de la riqueza ya no formaba parte de la agenda del Partido Laborista.

A medida que el mercado sufría una serie de choques – por ejemplo el colapso del endeudado banco británico, Northern Rock, se llegó a una intervención estatal a través de la nacionalización. No aprendieron nada. La ayuda a los ricos mediante más recortes tributarios, el abandono (bajo presión del Financial Times) de planes para gravar a multimillonarios no-domiciliados en el país se convirtieron en símbolos del régimen. El modelo neoliberal atomizó la vida social y política, debilitó la responsabilización democrática y redujo drásticamente los márgenes de las posibilidades reformistas dentro del sistema. Después del 11-S se erosionaron seriamente las libertades cívicas. Hace unas pocas semanas, Brown y sus ministros argumentaron a favor de la detención de sospechosos hasta por 42 días sin juicio. Los conservadores y los jefes de la policía se opusieron a esto por ser medidas draconianas.

El sistema electoral británico ayudó a ocultar la inexorable baja en el apoyo popular para la agenda blairista. Ya no. El Emperador del Nuevo Laborismo es visto ahora sin ropaje alguno. El poder puede amañar la ‘verdad’, pero no eternamente. Es la lección de la derrota del nuevo laborismo.

En Londres la alternativa era clara. Una celebridad conservadora que cultiva cuidadosamente una imagen ultra-reaccionaria, Boris Johnson, es una estrella de shows de comedia en la televisión. En vista del modo como la política se ha ido al diablo en tantas partes del mundo democrático, apenas sorprende que la condición de celebridad y la riqueza se hayan convertido en centros de atención. Un ex policía algo patético e ineficaz se presentó por los liberal demócratas y Ken Livingstone, como candidato laborista. A pesar de que Livingstone ganó por primera vez como independiente contra el nuevo laborismo, pasó luego a hacer la paz con Blair y volvió al partido, preservando su posición independiente sobre las guerras en Iraq y Afganistán y desarrollando su propia política exterior al invitar a Hugo Chávez a visitar Londres.

Las elecciones para alcalde de Londres reflejaron el humor nacional. Que Livingstone cometió errores es obvio. Su mayor error no fue que haya recibido a un excéntrico clérigo musulmán y molestado a la prensa derechista, sino que volvió al regazo laborista. La base para su popularidad era que no se trataba de un político edulcorado del nuevo laborismo. Que el margen de su derrota parezca ser menos que el promedio nacional reflejó este hecho, pero no bastó para salvarlo. El resultado oficial aún no ha sido declarado, pero comentaristas del nuevo laborismo en la televisión han aceptado su derrota. Perdió porque se asoció con un gobierno impopular del nuevo laborismo. Si hubiera seguido siendo independiente y hubiese fustigado a los regímenes de Blair y Brown, en lugar de fotografiarse con ellos, habría tenido la victoria asegurada.

Una ciudad en la que un 70% de los ciudadanos se opone a la presencia británica en Iraq, será ahora representada por un alcalde favorable a la guerra. A quién le importa que un millón de iraquíes haya muerto desde la ocupación de su país, que tres millones se hayan convertido en refugiados y millones en ese país sufriente enfrenten las condiciones más horrendas en sus vidas de todos los días. Castigaron todo lo asociado con el nuevo laborismo.

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Las memorias de Tariq Ali “Streetfighting Years: An Autobiography of the Sixties” son publicadas por Verso.

http://www.counterpunch.org/tariq05032008.html

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