viernes, 30 de mayo de 2008

Atrincherado, arraigado, e inamovible

La expansión del Pentágono será el legado perdurable de Bush

Frida Berrigan
Tom Dispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


Introducción del editor de Tom Dispatch:

El Pentágono se hace cargo


Hay palabras que pueden ser clavadas sobre los años de Bush como un ramillete marchito: “No sabemos para qué gastamos el dinero.” Es una cita de Mary Ugone, la vice-inspectora general para auditoría del Departamento de Defensa, respecto a los masivos pagos del Pentágono hechos durante la ocupación y la guerra en Iraq para los que no existe una documentación (o es groseramente inadecuada). De hecho, según el inspector general del Departamento de Defensa, “el Pentágono no puede dar cuenta de casi 15.000 millones de dólares en bienes y servicios que van desde camiones, agua embotellada y colchones, a granadas impulsadas por cohetes y ametralladoras, que fueron compradas a contratistas en el esfuerzo de reconstrucción de Iraq.” Una auditoría interna de 8.000 millones de dólares que el Pentágono pagó a contratistas privados estadounidenses e iraquíes estableció que “casi ninguna transacción cumplió con leyes o regulaciones federales para impedir el fraude, en algunos casos careciendo incluso de facturas básicas que expliquen como se gastó el dinero.”

Es, hay que admitir, calderilla para el Pentágono en la era de Bush. E incluso cuando se intenta una “reforma”, la medicina es a menudo peor que la enfermedad. Por ejemplo, críticos en el Congreso, entre otros, han acusado al contratista privado KBR, basado en Houston, anteriormente una división de Halliburton, de derroche y mala administración y de explotación de sus vínculos políticos con el vicepresidente Dick Cheney” en el cumplimiento de enormes contratos para apoyar a las tropas de EE.UU. en Iraq. Ahora, el Pentágono planea reparar sus faltas dividiendo el último contrato por alimentos, albergues, y servicios básicos en Iraq entre KBR y otros dos grandes contratistas, Fluor Corporation y DynCorp International. Según el New York Times: “En realidad, el nuevo convenio de tres compañías podría resultar en gastos más elevados para el contribuyente estadounidense y en una supervisión débil por las fuerzas armadas.”

Estos detalles reveladores surgieron la semana pasada de las profundidades subterráneas del Pentágono hinchado de la era Bush. Como indica Frida Berrigan en uno de los artículos más importantes que Tomdispatch haya publicado, la masiva expansión del Pentágono en casi todos los frentes durante los dos períodos de George W. Bush puede ser la mayor historia relatada sobre nuestros días. Podría, en los hechos, ser la historia estadounidense más importante del nuevo siglo, y aunque muchas de sus partes disímiles pueden ser encontradas en los periódicos, los medios dominantes no han ofrecido todavía una visión significativa del Pentágono en nuestros tiempos. Esto dice mucho sobre lo que no se encara en nuestro mundo. Cómo, por ejemplo, es posible que haya una campaña electoral presidencial que dura años, en la que el tamaño del Pentágono nunca aparece como tema (a menos que los candidatos se afanen por una expansión del tamaño de las tropas de EE.UU.)

Como parte de su continua consideración del legado que Bush está dejando al pueblo de EE.UU. Tomdispatch lanza hoy una exploración en tres partes del papel del Pentágono en los años de Bush. (Las otras dos partes aparecerán en los próximos meses.) La serie está en las capaces manos de Frida Berrigan y Bill Hartung, expertos militares en la Iniciativa de Armas y Seguridad de la New America Foundation. No hay que perdérsela. Tom

Atrincherado, arraigado, e inamovible


La expansión del Pentágono será el legado perdurable de Bush

Frida Berrigan

Una industria artesanal hecha y derecha ya se dedica a los que esperan ansiosamente el fin del gobierno de Bush, ofreciendo la venta de calendarios, imanes, y camisetas, así como contadores y gráficas para descargas a blogs y sitios en la Red. Pero cuando termine el conteo regresivo y George W. Bush desocupe el Despacho Oval, dejará un legado que habrá que enfrentar. Ciertamente, lega a su sucesor un mundo desfigurado por la guerra y desbaratado por las privaciones, pero tal vez su legado más perdurable está ahora profundamente empotrado en la política del área de Washington – un Pentágono tan metastaseado que es casi irreconocible.

El masivo crecimiento del Pentágono durante estos últimos siete años no será deshecho fácilmente, no importa quién se ponga el manto presidencial el 19 de enero de 2009. “El Pentágono” es ahora mucho más que un edificio de cinco lados al otro lado del Potomac desde Washington o incluso la sede del Departamento de Defensa. De muchas maneras, desafía toda descripción o designación.

¿Quién llega a recordar, hoy en día, el debate al terminar la Guerra Fría sobre el papel que correspondería al poder militar de EE.UU. en un mundo “unipolar”? ¿Estaba tan bien establecida la supremacía de EE.UU., preguntaban entonces los eruditos, que Washington podía basarse en un poder económico y cultural más blando, y que el poder militar fuera sólo un respaldo (y un “dividendo de paz” interior por añadidura)? ¿O debía colocarse EE.UU. las seis pistolas de un alguacil global y patrullar el mundo como fuente de “intervenciones humanitarias”? ¿O había llegado el momento de declarar audazmente que somos la única superpotencia del mundo y esgrimir unas fuerzas armadas de alta tecnología sin igual, desanimar activamente de llegar a pensar en una rivalidad futura a cualquier otra potencia o bloque de poder?

Los ataques del 11 de septiembre de 2001 terminaron decisivamente con ese debate. El gobierno de Bush declaró rápidamente la guerra total en todos los frentes – contra pueblos, ideologías y, sobre todo, el “terrorismo” (una táctica de los débiles). En ese mismo mes de septiembre, responsables del gobierno filtraron orgullosamente la información de que estaban listos para “apuntar” a hasta 60 otras naciones y a los movimientos terroristas dentro de ellas.

La “huella” del Pentágono debía ser implantada firmemente: base militar tras base militar en todo el planeta, con énfasis especial en sus centros energéticos. Altos funcionarios del gobierno comenzaron a preparar al Pentágono para que fuera a cualquier parte e hiciera lo que quisiera, mientras reescribían, desgarraban, o ignoraban cualesquiera leyes, nacionales o internacionales, que constituyeran un obstáculo. En 2002, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld articuló oficialmente una nueva postura militar de EE.UU. que, era poco menos que revolucionaria en su concepción. Se llamaba – en típica abreviatura del Pentágono – una Estrategia de Defensa 1-4-2-1- (reemplazando el plan no demasiado modesto del gobierno de Clinton de prepararse para librar simultáneamente dos grandes guerras – en Oriente Próximo y el Noreste de Asia.)

Teóricamente, esta estrategia significaba que el Pentágono debía prepararse para defender a EE.UU., mientras creaba fuerzas capaces de disuadir la agresión y la coerción en cuatro “regiones críticas” (Europa, el Noreste de Asia, el Este de Asia, y Oriente Próximo). Sería capaz de derrotar simultáneamente la agresión en dos de estas regiones y “ganar decisivamente” en uno de esos conflictos “en un momento y un sitio elegido por nosotros.” De ahí 1-4-2-1.

Y eso fue sólo el comienzo. Ya habíamos, para entonces, entrado a la nueva era del Mega-Pentágono. Casi seis años después, la escala de la expansión de esa institución aún no ha sido completamente comprendida, así que consideremos sólo siete de las principales maneras mediante las cuales el Pentágono ha vivido la expansión – y un salto – más allá de su misión original, eclipsando a otras instituciones de gobierno al hacerlo.

1. El Pentágono revienta-presupuestos: El presupuesto base del Pentágono – que ya ascendía a alarmantes 300.000 millones de dólares cuando George W. Bush se hizo cargo de la presidencia – se ha casi duplicado mientras él ha estado parqueado tras el inmenso escritorio del Despacho Oval. Para el año fiscal 2009, el presupuesto regular del Pentágono totalizará aproximadamente 541.000 millones de dólares (incluyendo el trabajo en ojivas nucleares y reactores navales en el Departamento de Energía).

El gobierno de Bush ha presidido sobre uno de los mayores fortalecimientos militares en la historia de EE.UU. Y eso es antes de que lleguemos a contar los “gastos en guerras.” Si tenemos en cuenta los costes directos de las guerras en Iraq y Afganistán, así como la Guerra Global contra el Terror, los gastos de “defensa” han sido esencialmente triplicados.

Desde febrero de 2008, según la Oficina de Presupuestos del Congreso, los legisladores han asignado 752.000 millones de dólares para la guerra y ocupación de Iraq, las continuas operaciones militares en Afganistán, y otras actividades asociadas con la Guerra Global contra el Terror. El Pentágono estima que necesitará otros 170.000 millones para el año fiscal 2009, lo que significa que, con 922.000 millones de dólares, los gastos directos para las guerras desde 2001 serían cercanos a la marca de los tres billones de dólares.

Como ha señalado el columnista del New York Times, Bob Herbert, si una pila de billetes de unos 15 centímetros de alto tiene un valor de 1 millón de dólares; entonces, una pila de 1.000 millones tendría la altura del Monumento a Washington, y una pila de 1 billón de dólares tendría una altura de 153 kilómetros. Nótese que ninguno de estos fondos para librar guerras es siquiera contado como parte del presupuesto militar anual, sino que son proporcionados por el Congreso en la forma de “suplementos de emergencia” varias veces al año.

Si se agrega la guerra al presupuesto base del Pentágono, EE.UU. gasta ahora casi tanto en asuntos militares como el conjunto del resto del mundo. Los gastos militares también dejan a la sombra todas las otras partes del presupuesto federal, al representar 58 centavos de cada dólar gastado por el gobierno federal en “programas discrecionales” (los que el Congreso aumenta o reduce sobre una base anual).

El presupuesto total del Pentágono representa más que los gastos combinados en educación, protección medioambiental, justicia, prestaciones para veteranos, ayuda habitacional, transporte, formación profesional, agricultura, energía, y desarrollo económico de EE.UU. No es sorprendente, por lo tanto que, ya que cobra cada vez más dinero, el Pentágono está tomando (o se apodera de) cada vez más funciones y roles.

2. El Pentágono como diplomático: El gobierno de Bush ha exhibido una y otra vez su desdén por la discusión y el compromiso, por tratados y acuerdos, y una admiración igualmente profunda por lo que puede ganar mediante la amenaza y la fuerza. No es sorprendente, por lo tanto, que la agenda de política exterior de la Casa Blanca haya sido dirigida cada vez más a través de los militares. Con un presupuesto militar que es más de 30 veces superior a la suma en conjunto de todas las operaciones del Departamento de Estado y de toda la ayuda no militar al extranjero, el Pentágono ha penetrado en dos bastiones tradicionales del Departamento de Estado – la diplomacia y el desarrollo – duplicando o reemplazando gran parte de su trabajo, a menudo a través de un reenfoque de la diplomacia de Washington hacia relaciones de militar a militar, en lugar de diplomático a diplomático.

Desde fines del Siglo XVIII, el embajador de EE.UU. en cualquier país ha sido considerado como representante personal del presidente, responsable de asegurar que se cumplan los objetivos de política exterior. Como explicó un embajador: “La regla es: si estás en el país, trabajas para el embajador. Si no trabajas para el embajador, no recibes permiso para ese país.”

En la era de Bush, el Pentágono ha trastocado este modelo. Según el informe del Congreso de 2006, por el senador Richard Lugar (republicano de Indiana): “Las embajadas como puestos de comando en la campaña contra el terror”, el personal civil en muchas embajadas se sienten ahora ocupados por, excedidos en número por, y subordinados a personal militar. Se ven como un equipo de segunda cuando se trata de tomar decisiones. Incluso el Secretario de Defensa Robert Gates es consciente del problema, al señalar, como lo hizo en noviembre pasado, que hay “sólo unos 6.600 agentes profesionales del Servicio Exterior – menos que el personal de un grupo de ataque de portaaviones.” Pero, típicamente, agregó que, aunque el Departamento de Estado pueda necesitar más recursos: “No me entiendan mal, pediré aún más dinero para Defensa el próximo año.” Otro embajador lamentó que sus homólogos extranjeros “sigan el dinero” y desarrollen relaciones con personal militar de EE.UU. en lugar de cultivar contactos con sus homólogos en el Departamento de Estado.

El Pentágono expresa invariablemente su imperialismo burocrático en términos de “cooperación entre-agencias.” Por ejemplo, el año pasado el Comando Sur de EE.UU. (Southcom) publicó la Estrategia de Comando 2016, un documento que identificó la pobreza, el crimen, y la corrupción como los problemas clave de “seguridad” en Latinoamérica. Sugirió que Southcom, un comando de seguridad, debería, en los hechos, ser el “actor central para abordar... problemas regionales” que concernían previamente a agencias civiles. Luego se promocionó como el futuro centro de un “comando de seguridad conjunto entre agencias... en apoyo de la seguridad, la estabilidad y la prosperidad en la región.”

Como lo describiera vívidamente el jefe de Southcom, comandante James Stavridis, el comando gusta ahora de verse como un “gran cubo de Velcro en el que se pueden enganchar esas otras agencias para que podamos hacer colectivamente lo que sea necesario en esta región.”

El Pentágono ha seguido en general este modelo en todo el globo desde 2001. Pero ¿qué significa “cooperación” cuando una entidad eclipsa a todas las otras en personal, recursos, y acceso a los que toman las decisiones, mientras controla cada vez más la definición misma de las “amenazas” que hay que encarar?

3. El Pentágono como traficante de armas. En los años de Bush, el Pentágono ha aumentado agresivamente su papel como el principal traficante de armas del planeta, incrementando sus ventas de armas en todos los sitios en los que puede hacerlo – sembrando así el futuro de guerras y conflictos.

En 2006 (el último año para el que se dispone de datos completos), solo EE.UU. representó más de la mitad del comercio mundial de armas, con ventas por 14.000 millones de dólares. Vale la pena destacar un acuerdo por 5.000 millones de dólares de F-16 para Pakistán y un acuerdo por 5.800 millones de dólares para volver a equipar completamente a la fuerza de seguridad interior de Arabia Saudí. Las ventas de armas de EE.UU. para 2006 llegaran a aproximadamente el doble del nivel de cualquier año anterior del gobierno de Bush.

El segundo traficante de armas por su tamaño, Rusia, registró entregas por unos comparativamente despreciables 5.800 millones de dólares, sólo algo más de un tercio de los totales en armas de EE.UU. El aliado Gran Bretaña fue tercero con 3.300 millones – y esos tres países concentran un colosal 85% de los armamentos vendidos ese año, más de un 70% del cual fue destinado al mundo en desarrollo.

Por grandioso que sea en la venta de armas, el Pentágono se distingue por su lentitud al informar sobre sus ventas. Las notificaciones de ventas de armas publicadas por la Agencia de Cooperación en Defensa y Seguridad (DSCA) del Pentágono, sin embargo, ofrecen un camino rudimentario para tomar el pulso del Departamento de Defensa; y, aunque no todos los acuerdos sobre los que se informa han sido finalizados, ese pulso evidentemente se acelera. Hasta mayo de 2008, la DSCA ya había publicado más de 9.100 millones de dólares en notificaciones de ventas de armas, incluyendo equipos de bombas inteligentes para Arabia Saudí, misiles TOW para Kuwait, aviones F-16 para Rumania, y helicópteros Chinook para Canadá.

Para mantener su ventaja en el mercado, el Pentágono nunca detiene sus campañas a alta presión para vender armas en el exterior. Por eso, a pesar de un hombro quebrado, el Secretario de Defensa Gates fue volando en febrero a vender sistemas de armas a países como India e Indonesia, mercados crecientes que son cruciales para los traficantes de armas del Pentágono.

4. El Pentágono como analista de inteligencia y espía: En el área de la “inteligencia”, la expansión del Pentágono – los roles de apropiación de información y análisis – ha sido rápida, torpe, y catastrófica.

El rastreo de la usurpación de inteligencia por el Pentágono no es tarea fácil. Para comenzar, hay docenas de agencias y oficinas del Pentágono que ahora recolectan y analizan información utilizando, desde "humint" (inteligencia humana) a escuchas y satélites. La tarea se hace sólo más difícil por el secreto que rodea las operaciones de inteligencia de EE.UU. y los “presupuestos ocultos” en los que desaparece tanto dinero para la inteligencia.

Pero los resultados finales son suficientemente claros. La absorción de la inteligencia por el Pentágono ha significado menos analistas de inteligencia que hablan árabe, farsi, o pashto y más circos viajeros como esos generales de cuatro estrellas y almirantes de tres galones que articulan temas de conversación aprobados por el gobierno en las noticias por cable y en los programas de entrevistas del domingo por la mañana.

Los presupuestos de inteligencia son secretos, de modo que lo que sabemos al respecto no es exhaustivo – pero los vistazos que han conseguido los analistas sugieren que los gastos totales de inteligencia fueron aproximadamente 26.000 millones de dólares hace una década. Después del 11-S, el Congreso invirtió un montón de dinero adicional en la inteligencia de modo que al llegar 2003, el presupuesto total de inteligencia ya había subido a más de 40.000 millones de dólares.

En 2004, la Comisión del 11-S subrayó las fallas de la inteligencia de la Agencia Central de Inteligencia y de otros en la sopa de letras de la Comunidad de Inteligencia de EE.UU. encargada de recolectar y analizar información sobre amenazas para el país. El Congreso entonces aprobó la ley de “reforma” de la inteligencia, estableciendo la Oficina del Director de Inteligencia Nacional, destinada a dirigir las operaciones de inteligencia. Sin embargo el Directorado Nacional de Inteligencia nunca ocupó ese papel gracias a una dura resistencia de los legisladores favorables a los militares, y el Pentágono mantuvo el control de tres agencias clave de recolección – la Agencia Nacional de Seguridad, la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial y la Agencia Nacional de Reconocimiento.

Como resultado, según Tim Shorrock, periodista de investigación y autor de “Spies for Hire: The Secret World of Intelligence Outsourcing,” el Pentágono controla ahora más de un 80% de los gastos de inteligencia de EE.UU., que calculó en unos 60.000 millones de dólares en 2007. Como observó Mel Goodman, ex funcionario de la CIA y ahora analista en el Centro de Política Internacional: “El Pentágono ha sido el gran vencedor burocrático en todo esto.”

Es un vencedor tan grande que el director de la CIA, Michael Hayden, ahora controla sólo el presupuesto para la propia CIA – unos 4 o 5.000 millones de dólares al año y ya ni siquiera entrega al presidente su ración diaria de inteligencia.

La sombra de la inteligencia del Pentágono se impone mucho más allá de los pasillos de las burocracias de Washington. También se extiende más allá de las montañas de Afganistán. Después que EE.UU. invadió ese país en 2001, el secretario de defensa Rumsfeld admitió que, a menos que el Pentágono controlara la recolección de información y tomara la delantera en la realización de operaciones clandestinas, seguiría dependiendo de – y por lo tanto subordinado a – la Agencia Central de Inteligencia con su control de la inteligencia “en el terreno”.

En uno de los que ahora son conocidos como sus nefarios memorandos, tildados ahora de “copos de nieve” por un personal que los veía caer regularmente desde lo alto, afirmó que, si la Guerra contra el Terror se extendía lejos hacia el futuro, no quería continuar con la “dependencia casi total de la CIA” del Pentágono. Y así, Rumsfeld, estableció una organización directamente competidora, la Unidad de Apoyo Estratégico del Pentágono, que colocó los componentes de recolección de inteligencia de las Fuerzas Especiales de EE.UU. bajo un solo techo que dependía directamente de su persona. (Mucha gente en la comunidad de la inteligencia consideró que la oficina era ilegítima, pero Rumsfeld iba volando alto y no pudieron hacer nada.)

Como escribiera en enero de 2005 Seymour Hersh, quien repetidamente hizo públicas historias en el New Yorker sobre las fechorías del Pentágono en la Guerra Global contra el Terror, el gobierno de Bush ya había “consolidado el control sobre los análisis estratégicos y las operaciones clandestinas de las comunidades militares y de inteligencia en un grado sin igual desde el inicio del Estado nacional de seguridad posterior a la Segunda Guerra Mundial.”

En su apuro por invadir Iraq, los civiles que dirigían el Pentágono también fusionaron la maquinaria de propaganda del gobierno con la inteligencia militar. En 2002, el subsecretario de Defensa, Douglas Feith, estableció la Oficina de Planes Especiales (OSP) en el Pentágono para suministrar “información actuable” a los responsables políticos de la Casa Blanca. Utilizando informes existentes de inteligencia “purgados” de modificadores como “probablemente” o “podría,” o a veces simplemente amañados, la oficina logró convertir en hechos escenarios del peor de los casos sobre presuntos programas de Sadam Husein para desarrollar armas de destrucción masiva, y luego, mediante filtraciones, utilizar a los medios noticiosos para validarlos.

El ex director de la CIA, Robert Gates, quien se hizo cargo del Pentágono cuando Donald Rumsfeld renunció en noviembre de 2006, se ha mostrado crítico de la “dominación” del Pentágono en la inteligencia y de la “decadencia del papel central de la CIA.” También ha indicado su intención de reducir la larga sombra de inteligencia del Pentágono; pero, incluso si lo dice en serio, tendrá trabajo para rato. Mientras tanto, el Pentágono sigue produciendo abundante “inteligencia” sospechosa, para decirlo cortésmente, proveniente de confesiones de sospechosos de terrorismo inducidas por la tortura y obras que revelan los orígenes iraníes de sofisticados artefactos explosivos hallados en Iraq.

5. El Pentágono como administrador de desastres interiores: Cuando los que deciden en Washington comienzan a ver al Pentágono como la solución de los problemas del mundo, suceden cosas extrañas. De hecho, en los años de Bush, el Pentágono se ha convertido en el primer socorrista oficial de último recurso en caso de casi cualquier desastre – desde tornados, huracanes, e inundaciones a disturbios civiles, potenciales estallidos de enfermedades, o posibles ataques biológicos o químicos. En 2002, en una señal reveladora de la expansión de los objetivos de la misión original del Pentágono, el presidente Bush estableció el primer comando militar interior desde la guerra civil: el Comando del Norte de EE.UU. (Northcom). Su misión: la “preparación para, la prevención de, la disuasión de, la defensa contra y la reacción ante, amenazas y agresión dirigidas contra el territorio, la soberanía, la población interior, y la infraestructura de EE.UU.; así como la gestión de crisis, la dirección de repercusiones, y otro apoyo civil interior.”

Si suena algo difícil, así lo es.

En los últimos seis años, Northcom ha sido notablemente infructuoso en todo, pero ha expandido su alcance teórico. Al comando le asignaron inicialmente 1.300 personas del Departamento de Defensa, pero desde entonces ha crecido hasta ser una fuerza de más de 15.000. Incluso las críticas sólo parecen fortalecer su papel en el interior. Por ejemplo, un informe de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental [GAO] de abril de 2008 estableció que Northcom no se había comunicado efectivamente con dirigentes estatales y locales o con unidades de la Guardia Nacional sobre sus planes recientemente desarrollados para la reacción ante desastres y actos de terrorismo. ¿El resultado? Northcom dice que entrenará para otoño de este año a su primera unidad de tamaño de brigada de personal militar para ayudar a las autoridades locales a fin de reaccionar ante incidentes químicos, biológicos, o nucleares. Hay que marcarlo en los calendarios.

Más que ninguna otra cosa, Northcom ha suministrado al Pentágono la apertura que necesitaba para entrar vigorosamente a las áreas de desastre interior previamente atendidas por autoridades civiles nacionales, estatales y locales.

Por ejemplo, el director adjunto de Northcom, brigadier general Robert Felderman,

se enorgullece de que el comando es ahora el “sincronizador global – el coordinador global – para la gripe de todos los comandos combatientes” de EE.UU. De la misma manera, Northcom ahora patrocina conferencias anuales de preparación para huracanes y asegura a todo el que quiera escuchar que está “preparado para participar plenamente en forma activa” en futuras situaciones similares a Katrina “a fin de salvar vidas, reducir el sufrimiento y proteger la infraestructura.”

Desde luego, el Pentágono es actualmente la parte del gobierno que devora los fondos que de otra manera podrían ser gastados para reforzar obras públicas que datan de la era de la Depresión de EE.UU., que aseguran que el Pentágono tenga suficientes problemas ante los cuales tenga que reaccionar en el futuro.

La Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles, por ejemplo, estima que se necesitan urgentemente 1,6 billones de dólares para convertir la infraestructura de la nación en algo que puede ser protegido, o sea 320.000 millones de dólares por año en los próximos cinco años. Al evaluar los actuales sistemas de suministro de agua, carreteras, puentes, y represas en todo el país, los ingenieros dieron a la infraestructura una serie de notas C y D.

Mientras tanto, los militares vienen marchando. Katrina, por ejemplo, tocó tierra el 29 de agosto de 2005. El presidente Bush ordenó el despliegue de tropas a Nueva Orleans el 2 de septiembre para coordinar la entrega de alimentos y agua y servir como disuasivo contra saqueos y violencia. Menos de un mes después, el presidente Bush solicitó al Congreso que transfiriera la responsabilidad para futuros desastres de los gobiernos estatales y del Departamento de Seguridad Interior al Pentágono.

El mes siguiente, el presidente Bush volvió a ofrecer a los militares como su solución – esta vez ante temores globales sobre brotes del virus de la gripe aviaria. Sugirió que, para imponer una cuarentena: “Una opción es el uso de los militares que son capaces de planificar y actuar.”

Numerosos militares han mostrado frialdad ante tales sugerencias porque ya se hunden bajo el peso de su expansión y de dos guerras debilitantes, igual que el Congreso, preocupado de mantener los derechos de los Estados y el control civil. Ofrecer a los militares como la solución para los desastres naturales interiores y brotes de gripe significa no prestar suficiente atención presupuestaria a otros primeros socorristas. Es poco probable, sin embargo, que Northcom, que ahora viaja en el tren del dinero, sea relegado tranquilamente al olvido en los años por venir.

6. El Pentágono como proveedor de cuidados humanitarios en el exterior: La Agencia para la Ayuda Internacional de EE.UU. [USAID] y el Departamento de Estado han sido tradicionalmente los encargados de reaccionar ante desastres en el exterior; pero, desde las costas devastadas por el tsunami de Indonesia a Myanmar después del reciente ciclón, la catástrofe natural se ha convertido en otra oportunidad presidencial para “enviar a los marines” (por así decir). El Pentágono ha iniciado crecientemente la planificación humanitaria, obteniendo una parte cada vez mayor de las misiones humanitarias de EE.UU.

De Kenia a Afganistán, de las Filipinas a Perú, los militares de EE.UU. son también los que construyen regularmente escuelas y clínicas dentales, reparan carreteras y apuntalan puentes, atienden a niños enfermos y reparten dinero en efectivo y alimentos muy necesitados, todas las cuales fueron otrora responsabilidades civiles.

El Centro para Desarrollo Global establece que el cupo del Pentágono de “ayuda oficial al desarrollo” – pensad en “ganar corazones y mentes” o de “construcción de la nación” – ha aumentado de un 6% a un 22% entre 2002 y 2005. El Pentágono está usurpando rápidamente la actividad de desarrollo de la comunidad de las ONG y de agencias civiles, colocando una cara sonriente a operaciones militares en Iraq, Afganistán y otros sitios.

A pesar de las limitaciones obvias de la conversión de una fuerza entrenada para matar y destruir en un cuadro de cuidadores, el proyecto mili-humanitario del Pentágono recibió un gran estímulo del dinero que fue incautado de los cofres secretos de Sadam Husein. Una parte fue repartida a comandantes locales estadounidenses para que encararan necesidades iraquíes inmediatas y para cerrar tratos en los meses después de la caída de Bagdad en abril de 2003. Lo que fue inicialmente un programa con fines específicos tiene ahora un nombre oficial – el Programa de Reacción de Emergencia de Comandantes (CERP) – y una línea en el presupuesto del Pentágono.

Ante el Comité Presupuestario de la Cámara, el verano pasado, Gordon England, Secretario Adjunto de Defensa, dijo a miembros del Congreso que el CERP era una “iniciativa particularmente efectiva,” y explicó que el programa suministra “fondos limitados pero inmediatamente disponibles” a comandantes militares que pueden gastarlos “para marcar una diferencia concreta en la vida diaria de la gente.” Esto, afirmó, es ahora una “parte clave del enfoque de contrainsurgencia más amplio.” Agregó que sirve el propósito de “complementar iniciativas de seguridad” y que tiene tanto éxito que muchos comandantes lo consideran “el arma más poderosa en su arsenal.”

En realidad, el Pentágono no hace muy bien el trabajo humanitario. En Afganistán, por ejemplo, paquetes de alimentos lanzados por aviones de EE.UU. tenían el mismo color que las municiones de racimo lanzadas también por aviones de EE.UU.; mientras escuelas y clínicas construidas por fuerzas de EE.UU. se convirtieron a menudo en objetivos incluso antes de poder ser utilizadas. En Iraq, resultó que el dinero repartido al grupo sectario de la semana del Pentágono para pozos y generadores era gastado con la misma facilidad para comprar explosivos y AK-47.

7. El Pentágono como virrey global y rey de los cielos: En los años de Bush, el Pentágono terminó dividiendo el globo en “comandos” militares, que son funcionalmente virreinatos. Es verdad que incluso antes del 11-S era difícil imaginar un sitio en el globo en el que no estuvieran los militares de EE.UU., pero hasta hace poco, el continente africano podría haber sido ese sitio.

Junto con la creación de Northcom, sin embargo, el establecimiento del Comando África de EE.UU. (Africom) en 2008, llenó oficialmente el último sitio vacío del Pentágono en el mapa. Un documento militar clave, la Estrategia Nacional de Seguridad de 2006 para EE.UU. mencionó la acción, afirmando que “África posee creciente importancia geoestratégica y es una alta prioridad para este gobierno.” (Pensad en: petróleo y otras materias primas esenciales.)

Mientras tanto, el financiamiento para África bajo el mayor programa de ayuda militar de EE.UU., el Financiamiento Militar Exterior, fue duplicado de 10 a 20 millones de dólares entre 2000 y 2006, y la cantidad de naciones destinatarias aumentó de dos a catorce. El financiamiento para entrenamiento militar aumentó en un 35% en ese mismo período (aumentando de 8,1 millones de dólares a 11 millones). Actualmente, los militares de 47 naciones africanas reciben entrenamiento estadounidense.

En términos de planificación del Pentágono, Africom unifica por primera vez el continente. (Sólo Egipto permanece bajo la tutela del Comando Central de EE.UU.) Según el presidente Bush, esto debería “realzar nuestros esfuerzos por llevar la paz y la seguridad al pueblo de África y promover nuestros objetivos comunes de desarrollo, salud, educación, democracia, y crecimiento económico en África.”

Theresa Whelan, subsecretaria de defensa para asuntos africanos, sigue insistiendo en que Africom no ha sido formado ni para facilitar las guerra (“involucrarse cinéticamente en África”), ni para asignar una porción de las materias primas del continente al estilo del colonialismo del Siglo XIX. “Esto no tiene que ver,” dice, “con una pelea por el continente.” Pero hay una cosa sobre la cual no puede caber duda: Tiene que ver con aumentar el alcance global del Pentágono.

Mientras tanto, por si la Tierra no fuera suficiente, el control de los cielos sigue siendo una posibilidad. En agosto de 2006, sobre la base de documentos anteriores como la Visión para 2020 del Comando Espacial de EE.UU., de 1998. (Que proponía una política de “dominio de espectro completo”), el gobierno de Bush desveló su "política espacial nacional.” Propugnaba el establecimiento, defensa, y extensión del control de EE.UU. sobre recursos espaciales y argumentaba a favor de derechos “ilimitados” en el espacio. El documento también afirmó que “la libertad de acción en el espacio es tan importante para EE.UU. como el poder aéreo y el poder marítimo.”

Como dice el documento: “En el nuevo siglo, los que utilicen efectivamente el espacio gozarán de más prosperidad y seguridad y tendrán una ventaja sustancial sobre los que no lo hacen.” (Los dirigentes de China, Rusia, y otros Estados importante indudablemente oyeron la resonante bofetada del desafío.) Por el momento, la retórica y los planes del gobierno de Bush superan los recursos dedicados a la tecnología de armas espaciales, pero en el presupuesto recientemente anunciado, el presidente asignó casi mil millones de dólares a programas de armas basadas en el espacio.

De todas las fronteras de expansión, tal vez ninguna es más impresionante que las escapadas del Pentágono hacia el futuro. ¿Ofrece el Departamento de Transporte una Visión para 2030? ¿Desarrolla planes la Agencia de Protección del Medio Ambiente para los próximos cincuenta años? ¿Tiene el Departamento de Salud y Servicios Humanos un equipo de profesionales en Power-Point que preparen gráficos dinámicos sobre cómo serán en 2050 los servicios para los adultos mayores?

Esas agencias proyectan presupuestos sólo muy cercanos al próximo decenio. Sólo el Pentágono proyecta el poder y la posibilidad para décadas futuras, colonizando la imaginación con montones de diferentes escenarios según los cuales, continuará controlando cada año cientos de miles de millones de dólares del contribuyente.

Complex [Complejo] 2030, Vision 2020, UAV Roadmap [Mapa de ruta para vehículos aéreos no tripulados] 2030, los Sistemas Futuros de Combate del Ejército – los nombres, que parecen interminables, lo dicen todo.

A medida que el reloj cuenta los minutos hasta el 4 de noviembre de 2008, mucha gente está invirtiendo esperanzas (así como dinero y tiempo) en la posibilidad de un cambio en 1600 Avenida Pennsylvania [Casa Blanca]. Pero en lo que tiene que ver con el Pentágono, no hay que contar demasiado con un cambio, no importa quien vaya a ser el nuevo presidente. A fin de cuentas, después de siete años, cuatro meses, y unos pocos días de presidencia de Bush, el Pentágono está profundamente atrincherado en Washington y sigue expandiendo agresivamente. Le ha tomado el gusto a un poder sin rival y a un acceso inigualable al tesoro de EE.UU. Es una institución que ha escapado al equilibrio de poderes de la nación.

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Frida Berrigan es Asociada Principal de Programas de la Iniciativa Armas y Seguridad de la New America Foundation. Es columnista de Foreign Policy in Focus y editora colaboradora de la revista In These Times. Es autora de informes sobre el tráfico de armas y derechos humanos, la política de armas nucleares de EE.UU., y la política interior de defensa de misiles de EE.UU. y la política de armas espaciales. Para contactos, escriba a: berrigan@newamerica.net.

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