por Juan Pablo Cárdenas S
Se asume que las libertades de expresión y de prensa son un soporte fundamental de la democracia. Sin embargo, en Chile no se garantiza la diversidad informativa, y las leyes y quienes las perpetúan se hacen cómplices de la más pavorosa concentración mediática, que resulta en la uniformidad y vulgarización de la televisión, el imperio de un duopolio en la prensa y una creciente extranjerización de nuestras radios. El Internet es privilegio, todavía, de unos pocos. Incluso
Como también se sabe, la organización social languidece. Menos de un 10 por ciento de los trabajadores está sindicalizado y los pocos referentes que existen son manipulados por los partidos. Para colmo, sus dirigentes se eternizan en sus cargos, como es el caso de
Los jueces con elegidos por los otros dos poderes del Estado y el financiamiento de su actividad depende de las mismas instancias. La creciente corrupción política tiene pocas probabilidades de ser frenada o extinguida, justamente por la presión que ejercen los involucrados en los tribunales, como por la ausencia de un periodismo fuerte que pueda cumplir con su tarea de vigilar a la autoridad y denunciar sus despropósitos. Las instituciones no funcionan adecuadamente digitadas por operadores políticos que preparan montajes, como el del Hospital de Curepto; estafas, como las de Ferrocarriles y malversaciones, como las que han asaltado, incluso, los recursos para generar empleo a los más pobres y desesperanzados.
El Tribunal Constitucional es integrado por personas que pueden ser muy destacados profesionalmente pero que, finalmente, derivan del cuoteo político. Sus atribuciones fueron definidas por la ideología de la democracia vigilada y algunos de sus miembros han declarado explícitamente que, sobre la ley y el interés público, ellos privilegian sus convicciones filosóficas y religiosas. Su resolución sobre la píldora del día después para nada tuvo en cuenta la opinión del país, especialmente de las mujeres. Si los obispos católicos y otros han legitimado su resolución es porque ésta coincide con sus posiciones. En caso contrario, el integrismo religioso habría indicado desconocer su sentencia, consecuente con el viejo principio de que las leyes de Dios (es decir, de la jerarquía eclesiástica) no pueden vulnerar las leyes de los hombres.
Quienes actualmente nos gobiernan han completado el mismo tiempo en el poder que Pinochet. Tiempo suficiente para acabar con la interdicción ciudadana, distribuir más equitativamente los beneficios de nuestra economía y recuperar tantas libertades conculcadas. De nuevo vamos a enfrentar procesos electorales dominados por el dinero, con un número muy acotado de ciudadanos y en el que se repiten los mismos y añosos candidatos.
Se hace más que justo, entonces, el derecho de los chilenos a movilizarse y desconocer la legitimidad de nuestras pretendidas instituciones democráticas. Rebelión que nuestra historia ha vivido y legitimado muchas veces, cuando los que tienen el poder sólo se sirven a sí mismos. Nuestros héroes, libertadores y mártires son reconocidos justamente porque ejercieron el derecho a desconocer las leyes y las instituciones opresivas.
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