Carlos Pérez Soto, 'el último marxista'
Comunistas otra vez
Todavía hay alguien que sueña con un mundo sin clases, con el comunismo. Es Carlos Pérez, un profesor de filosofía que milita en el “marxismo peresiano” y que cree que la izquierda está haciendo el ridículo. De pasada le recomienda a los líderes del PC que se vayan para la casa. ¿Quién dijo que había que ser sensatos?
Comunistas otra vez
Todavía hay alguien que sueña con un mundo sin clases, con el comunismo. Es Carlos Pérez, un profesor de filosofía que milita en el “marxismo peresiano” y que cree que la izquierda está haciendo el ridículo. De pasada le recomienda a los líderes del PC que se vayan para la casa. ¿Quién dijo que había que ser sensatos?
Por: Mirko Macari
Fuente: Nacion Domingo
El año '97 hubo un paro histórico en la Universidad Andrés Bello. Histórico porque en una universidad privada estabamos hablando de autonomía académica y otras cosas extrañas para esas instituciones donde frente a cualquier problema conviene acudir primero al Sernac y después al Ministerio de Educación. Uno de los peaks de ese conflicto fue la asamblea de profesores donde los maestros debían votar el fin de tres semanas de huelga. El auditorio estaba de bote en bote y el entusiasmo combativo de los maestros empezaba a declinar a medida que el reloj pasaba.
El año '97 hubo un paro histórico en la Universidad Andrés Bello. Histórico porque en una universidad privada estabamos hablando de autonomía académica y otras cosas extrañas para esas instituciones donde frente a cualquier problema conviene acudir primero al Sernac y después al Ministerio de Educación. Uno de los peaks de ese conflicto fue la asamblea de profesores donde los maestros debían votar el fin de tres semanas de huelga. El auditorio estaba de bote en bote y el entusiasmo combativo de los maestros empezaba a declinar a medida que el reloj pasaba.
Soterradamente se imponía la tesis de volver a las aulas y seguir negociando. Pocos estaban dispuestos a perder el pitutito de un par de horas a la semana por el puro gusto de ser duros. Fue un espejismo, pero el triunfo de los sensatos pareció peligrar cuando tomó la palabra un gordito, calvo, vestido de negro, que con más lógica que pasión comenzó a hablar de la dignidad, de las utopías, de sacudirse el enorme peso histórico de la derrota. Las emociones comenzaron a apoderarse del lugar, pero no tanto como para ganar la votación. Tiempo después la universidad la compró gente de la UDI y la gran mayoría de esos profesores-taxi perdieron su pituto de la noche a la mañana por pensar como pensaban.
“En el conflicto de la Andrés Bello yo sostuve que lo que había que hacer era irse de esa universidad. Esa fue otra de las tantas votaciones que perdí por la ostentosa mayoría de los cuerdos”, dice Carlos Pérez, quien antes de dar esta entrevista pone una categórica condición: no habrá fotos. Pérez nunca deja de ironizar sobre su solitario lugar en la vereda de los insensatos. Y claro, ¿existe cordura en alguien que cree que el comunismo aún es posible? ¿Qué puede tener que decir un marxista irredento después de que las estatuas de Marx y Lenin rodaron hasta el fondo del abismo? Lo peor sería no averiguarlo.
-¿Por qué no quiere fotos?- Es un gesto para señalar que en una sociedad donde la visualidad está tan presente, las imágenes deberían formar parte de la esfera de privacidad de los ciudadanos. En una sociedad parlanchina y gritona como ésta, ni los niños ni los bárbaros ni la mayoría de los periodistas distinguen entre lo secreto y lo privado.
-Además que en Chile todos quieren salir en la foto. Sin embargo, la privacidad no es una categoría marxista sino liberal.- Sí claro, y eso implica que uno tiene ciertas garantías de que hay democracia cuando los ciudadanos pueden ejercer su autonomía libremente, o sea cuando los poderes públicos no pueden intervenir ni en la familia ni en el interior de la conciencia. Este es un país totalitario en ese sentido: se mete en si la gente puede abortar o no, ver o no ver determinado cine.
-¿Y esto es un aprendizaje suyo de lo que significaron los socialismos reales?-Me han dicho que existieron los socialismos reales. A mí me impresiona más el totalitarismo luminoso, sonriente, aparentemente tolerante de las sociedades industriales. El totalitarismo soviético era de un primitivismo fácilmente criticable. Había que comulgar con demasiadas ruedas de carreta para decir que eso era democracia proletaria. Hay una cierta mala voluntad política en enfatizar los totalitarismos de hace 15 años omitiendo los actuales.
-Pero a la luz de los derechos humanos hay matices bastante grandes. Millones de muertos para ser más exactos.-Es que todas esas discusiones, igual que las discusiones sobre la violencia, son un poco hipócritas. Consiguen en cargar los dados a un lado, enfatizar ciertos tipos de muerte y omitir otros. En el atentado contra las Torres Gemelas murieron 2 mil personas y ese mismo día murieron 30 mil niños de hambre en el mundo. Si uno enfatiza que a los otros los mataron y que tenían esperanza de vida, en cambio los niños se iban a morir igual, hay una hipocresía, un cinismo galopante.
-Pero finalmente todos son repudiables ¿o no?-A lo largo del siglo XXI hay dos mil millones de pobres que van a ser exterminados sin que nadie les toque un pelo, por el Sida, por la Malaria, por nuevas formas de tuberculosis. Frente a eso los hipócritas van a llorar como lloró Aylwin al final de su mandato lamentando no haber podido resolver el problema de la pobreza. Esos lagrimones debería haberlos reservado contra el neoliberalismo.
LA IZQUIERDA TRISTONA
Usted es un marxista revolucionario, supongo.-Los tiempos son difíciles, se hace lo que se puede.
-Pero estos mismos tiempos parecen una confirmación de lo que Marx decía pues toda nuestra forma de vida esta determinada por lo económico-Marx es muy profético: la globalización, la internacionalización del mercado, la capacidad del capitalismo de reproducirse a sí mismo y poner toda cultura a su servicio ya estaba puesto en el Manifiesto Comunista. Erick Hosbawn, en el prólogo que escribió a la edición por los 150 años del Manifiesto Comunista, decía que lo que Marx planteaba entonces no era cierto sino en Inglaterra. Pero 150 años después es cierto en todo el planeta. Eso es capacidad profética.
¿Y cómo se manifiesta eso en Chile?-Hay una intuición común a toda la izquierda de que el modelo neoliberal funciona mucho mejor en democracia que en dictadura. Eso produce un efecto perverso, porque lo que importaba de derrocar de Pinochet no era su personalismo, sino que un modelo económico inhumano. Lo que se logró es que Pinochet quedara dando vuelta unos años hasta que fue declarado demente y el modelo quedara intacto. Si hace 20 años el problema era la dictadura, ahora es qué hacer con la democracia.
-Pero tengo la sensación que el modelo no es exitoso porque lo legitime el gobierno sino porque las personas creen que son más felices cuando más consumen.-Yo no estoy seguro de que la gente sea feliz en el consumo. Cuando el PNUD le preguntó si eran felices se produjo una respuesta absurda: claro que consumimos pero no somos felices. Y eso en términos políticos es relevante. El agrado que produce el consumo es frustrante. Y esa frustración es acumulativa y entonces la política de izquierda tiene que saber convertir en fuerza política la frustración de los que consumen, no sólo la de los que no consumen. Esa es una fuerza que va corrompiendo el sistema a través de la drogadicción, del suicidio, de la falta de sentido de la vida. Todo acto de consumo promete placer. Cuando un papá le compra la tele a los niños, el imaginario es que van a ver la tele juntos, y cuando los cabros chicos se pelean por el control remoto el resultado es que la expectativa de placer se frustra y lo que queda es un agrado de “por lo menos tenemos tele”. La gente no compra objetos por los objetos, compra objetos por la subjetividad que prometen, y cuando tienen los objetos tienen la experiencia real de que esos objetos no dan lo que prometen. Que un señor le compre bicicletas a sus hijos está bien, salvo porque sus hijos lo odian. Esta es una muestra flagrante de la inhumanidad de la sociedad de consumo, es un problema político que la izquierda debe asumir. Pero la izquierda no logra salir del imaginario clásico según el cual la pobreza es el problema principal. La pobreza es un problema grave, pero el consumo es tan grave como la pobreza.
Pero lo que usted llama izquierda en verdad es algo bastante ridículo…Justamente, yo he sostenido eso públicamente. Un revolucionario hoy no debe sobrevivir a la represión tiene que sobrevivir al ridículo y obviamente si la izquierda extraparlamentaria no tiene más del 3 por ciento es una ridiculez.
-El mayor problema quizás es el consumo de imaginario de mundo, o sea de televisión. Eso es más elaborado que consumir zapatillas u objetos varios.-La izquierda tiene que acostumbrarse a la idea de que estamos en el siglo XXI y de que con el mimeógrafo no vamos a llegar muy lejos. La solemnidad y la jerarquía son parte del imaginario totalitario de la izquierda clásica. La seriedad siempre esta de parte del totalitarismo. El humor como argumento es también una idea de los liberales.
-Y eso porque el liberalismo opera sobre la base de dudas, en cambio la izquierda se aferra a sus pocas certezas.-Esa es una generalización pero sí, la mayoría de los marxistas eran bastante tristones. Además este país se ha ido poniendo cada vez más mediocre, más chato más oscurantista. Queda la sensación de que en la dictadura teníamos más posibilidades de expresión, de oposición. Con la Concertación el sentido común se ha ido achatando. Hay una falta de horizonte radical de la oposición, o sea de todos los que tenemos en alguna parte de nosotros una actitud antisistémica. Hay muchos que se han vuelto descreídos y apenas uno deja de creer que la felicidad humana es posible se convierte en momio altiro.
-Pero en la tradición de la izquierda es hacer los cambios desde los partidos. Y usted no milita en ninguno.-Es necesario estar en una organización, no en un partido. Yo creo que todos los que creen que el comunismo es posible deberían llamarse comunistas, independiente de sí tiene el timbre del partido o no. Esa es la firme, la política debe ordenarse en base al horizonte, cómo va a ser ese mundo sin clases que queremos. El problema es que los mismos militantes del PC hace rato que dejaron de hablar del comunismo. Y ordenaron todo en base a objetivos electorales. Los bolcheviques hablaban en grande y la izquierda ahora habla en chiquitito, con horizontes de dos años más, dos elecciones más.
-Ahora que se está celebrando el XXII Congreso del PC, usted qué le aconsejaría a Gladys Marín. Que se retire con honores, lo hizo excelente, gran valor de la política chilena. A mí me da no sé qué opinar como ex comunista pero lo que hay que hacer ahí es un cambio drástico en la Comisión Política nombrando una comisión que tenga en promedio 30 años. Los comunistas se han farreado generaciones y generaciones de dirigentes estudiantiles que tienen su momento de éxito y que después pasan al olvido.Es difícil pedirle a militantes cuya vida está ligada a eso que pasen a segundo plano y dejen que entren tipos de 30. Tendría que haber una generación de jóvenes que se tomen todo el partido, no sólo la juventud. No lo harían más mal de lo que lo están haciendo ahora y serían más creíbles. De hecho eso es lo que está haciendo la UDI, que no tiene problema en tirar candidatos a diputados de 24 años. En la izquierda siempre existe el representante de las mujeres, el compañero mapuche que va en la cuota de los mapuches, pero la hegemonía se mantiene igual.Lo que hay que hacer es dar un golpe y porrazo y lo que se conseguiría es un aumento de credibilidad. Los cabros pueden tener más olfato político en un ambiente político enrarecido. O sea pueden tener el olfato de no dialogar con la Concertación, que es el cálculo que haría Tironi, que les recomendaría una operación de Relaciones Públicas, y a la Gladys Marín que se maquille para que aparezca en tales y tales medios. Esa es la típica jugada por arriba y en cambio los cabros tendrían el mejor olfato de jugársela por abajo, confiando más en la gente y menos en los medios.
LA FICHA DE PÉREZ SOTO: Tiene 48 años, tres hijos y dos matrimonios a cuestas. De profesión profesor de Estado en Física, hace clases de Filosofía de la Ciencia en la Universidad Arcis (obvio). Hasta finales de los ochenta militó en el Partido Comunista, pero en vez de irse a la Concertación propuso refundar el partido. Sus clases y seminarios sobre marxismo son un mito entre los alumnos y él dice que son su excusa para hacer política.
Entrevista Publicada en Diario La Nación, Santiago de Chile Domingo 20 de Octubre de 2002
Entrevista Publicada en Diario La Nación, Santiago de Chile Domingo 20 de Octubre de 2002
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