Josep Ramoneda, Sin Permiso
¿Por qué Europa gira a la derecha en el momento en que EE UU gira a la izquierda? Porque allí la revolución conservadora hizo estragos y aquí, a pesar de los denodados intentos de Aznar y de algunos de sus colegas del Este, hizo daño y creó precariedad, pero no llegó a deteriorar la totalidad del entramado institucional. Dicho de otro modo, la derecha europea tuvo la prudencia de no desmantelar el Estado del bienestar (se contentó con desprestigiarlo) y ahora cobra los frutos de aquella decisión. La distancia entre el discurso de la liberalización y la desregulación de la economía y la puesta en práctica de tanta reforma anunciada ha sido bastante grande. Con lo cual, cuando se ha desencadenado el vendaval de la crisis, los mecanismos para atemperar sus efectos en el terreno social han funcionado razonablemente. Y, ahora que la ciudadanía europea parece paralizada, la derecha ha capitalizado lo que fue el patrimonio de la izquierda.
El caso de Nicolas Sarkozy, el hiperactivo presidente francés, es emblemático. No ha estado quieto un minuto desde que llegó al poder. Prometió mil reformas y no ha llevado ninguna a cabo: o se han estrellado por el camino, ante la resistencia de las denostadas estructuras sociales francesas, o ni siquiera ha osado pasar de las palabras a los hechos. Con lo cual Francia ha aguantado mejor, una vez más, la crisis que el resto. Y, Sarkozy, hundido en los índices de popularidad, ha ganado las elecciones europeas ante una izquierda invisible e inaudible.
Evidentemente, cada país tiene sus circunstancias particulares y los resultados son difíciles de extrapolar. Pero, ante un retroceso tan generalizado de la izquierda europea, hay razones para pensar que este eclipse general no es la simple suma de eclipses parciales. Ciertamente, como es propio de un momento de crisis, en muchos países el electorado se ha agarrado al que gobierna. Y casi con toda seguridad si el PSOE, aun descendiendo sensiblemente, ha conseguido el mejor resultado de la izquierda europea ha sido porque está en el poder. De estar fuera, probablemente hubiera formado parte de este magma de socialistas silenciosos sin atributos precisos que es hoy el mapa de la izquierda europea.
Pero más allá del imán del poder y de la capitalización por la derecha del Estado del bienestar, la impotencia de la izquierda ante la crisis tiene causas sólo imputables a los socialistas. La primera, y principal, haber practicado el seguidismo más absoluto respecto a las políticas de la derecha. La tercera vía de Tony Blair que simboliza por encima de todo este período de sumisión a la ideología conservadora, se va ahora por el desagüe, habiendo completado la destrucción del tejido industrial inglés que inició Margaret Thatcher, y dejando un clima de descomposición política que ha permitido el resurgimiento de un impropio nacionalismo británico.
De modo que en el momento en que el capitalismo vive uno de sus grandes desajustes, una crisis de adaptación, la izquierda no tiene nada diferente que ofrecer. Los ciudadanos la consideran, con razón, tan responsable de la crisis como a la derecha, porque donde gobernaron no hicieron nada para frenar los delirios de los años de la impunidad -¿qué hizo Zapatero contra la burbuja inmobiliaria o contra la explosión del crédito?- y no ven en ella ninguna alternativa real que garantice una salida mejor. No sólo en economía, durante estos años también en política la izquierda no ha hecho sino rivalizar con la derecha en su mismo terreno. El mimetismo en la construcción de liderazgos carismáticos ha sido evidente. Segolène Royal, por ejemplo, se hundió en una relación especular con Sarkozy. Y la derecha ha ganado en este terreno por mayor descaro. Tampoco la izquierda ha sabido responder a la privatización de lo público y la publicitación de lo privado que está amenazando una separación sagrada de la política democrática.
En algunos países los réditos de poder que el mimetismo de la derecha le ha dado han impedido ver la urgencia de la renovación. En otros, la falta de ideas ha dejado a la izquierda a merced de las querellas de familia. Llega la crisis y todo está por hacer. Sin embargo, nos jugamos que la salida de la crisis sea el cambio o la regresión. Porque cuando se habla de más Estado o de más mercado, en el fondo se está escamoteando una cuestión mucho más concreta: ¿se seguirán repartiendo los excedentes del capitalismo a capricho y beneficio de unos pocos, como en estos últimos años, o habrá una redistribución con mayor control social, más conforme a los intereses de todos?
Josep Ramoneda es el director general del Centre de Cultura Contemporània de Catalunya (CCCB).
El País, 11 junio 2009
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