Alejandro Nadal
La Jornada
El invitado más importante en la reunión del G-20 que comienza mañana es el economista John Maynard Keynes, o más bien, su fantasma. Ahí estará, codeándose con todos, aunque los participantes no lo vean. Algunos saludarán sus ideas sobre estímulos fiscales, otros hablarán de su plan para reorganizar el sistema monetario internacional al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Su lugar de invitado de honor se debe a la propuesta del gobernador del Banco Central de China, Zhou Xiaochuan, para reformar el sistema monetario internacional. La propuesta china recuerda que los países que emiten monedas de reserva enfrentan un dilema: o alcanzan sus objetivos internos de política monetaria, o satisfacen la demanda de una reserva internacional. No pueden alcanzar ambos objetivos a la vez: o satisfacen la demanda mundial de liquidez pero generan presiones inflacionarias internas, o restringen la demanda interna pero reducen la liquidez internacional.
La propuesta china señala que se necesita una unidad de reserva estable, desconectada de las economías individuales y que satisfaga las necesidades de liquidez de la economía mundial. Eso es acertado. El funcionario chino recuerda que la propuesta de moneda de reserva internacional la hizo John Maynard Keynes en 1943 y que esa propuesta visionaria no fue aceptada.
Pero una de dos, o en Pekín no han leído bien a Keynes, o simple y llanamente están seleccionando lo que le conviene al gobierno chino y desechando lo que no les gusta. Veamos por qué.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial Keynes llevó a la conferencia de Bretton Woods una propuesta para crear la unidad monetaria universal "Bancor" y la unión internacional de compensación, la International Clearing Union (ICU). Ese instrumento serviría para llevar a cabo ajustes automáticos en el comercio internacional para evitar los desequilibrios entre países con superávit exagerados y aquellos aplastados por déficit incontrolables.
En ese plan las exportaciones e importaciones se pagarían en bancors. Cada país tendría una cuenta en la ICU con un saldo cercano a cero debido a su equilibrio (o desequilibrio moderado) de exportaciones e importaciones. La cuenta en bancors de cada país mantendría una tasa de cambio fija (pero ajustable) con respecto a la moneda local.
El punto central del plan es el mecanismo de ajuste automático entre países superavitarios y deficitarios. Ambos compartirían la obligación de mantener un equilibrio en los flujos mundiales de comercio. Los países con déficit pagarían una tasa de interés a la ICU sobre su deuda en bancors y eso les impulsaría a reducir sus importaciones. Los de saldo comercial superavitario también tendrían que pagar a la ICU por ese excedente en bancors. Eso los incentivaría para invertir sus bancors en los países deficitarios o simplemente para reducir sus excedentes. El plan Keynes buscaba que los esfuerzos de los países deficitarios para equilibrar su balanza comercial coincidieran con el impulso de los países superavitarios para gastar sus bancors (que de otro modo carecerían de valor).
En síntesis, lo esencial del plan Keynes es el mecanismo de ajuste automático. Ese dispositivo habría sido objeto de un acuerdo internacional y habría sido complementado por un régimen regulatorio sobre flujos de capital. Todo eso permitiría aplicar políticas de pleno empleo en lo interno de cada país. El resultado: se impediría que cada país resolviera su problema de desempleo ahogando en exportaciones baratas a los demás. Quedaría vedado subsanar una deficiente demanda efectiva exportando desempleo, que es precisamente lo que sucede en la globalización neoliberal.
No hay que olvidar que hoy los países pobres enfrentarán problemas de liquidez para financiar cualquier esquema expansionista. En el plan Keynes eso se resolvería mediante la expansión de la oferta de la unidad monetaria internacional. Es lo que se pensó hacer originalmente con los derechos especiales de giro del FMI, pero eso no funcionó.
En síntesis, el objetivo del plan Keynes era permitir a cada país retomar una política macroeconómica interna activa, capaz de desempeñar un papel anticíclico. Esto es lo visionario del plan Keynes, no la idea aislada de una "moneda universal".
Desgraciadamente Keynes fue derrotado en Bretton Woods, de donde salió el Fondo Monetario Internacional, con funciones radicalmente distintas. Y hoy tenemos una mega crisis, con desequilibrios gigantescos entre países superavitarios y deficitarios. Todo se agrava porque el principal país deficitario es, precisamente, el país emisor de la moneda de reserva más importante de los últimos 50 años.
China tiene razón en preocuparse por la calidad de sus reservas. Frente a la amenaza de una fuerte pérdida de valor del dólar, no es cómodo estar sentado encima de un billón de dólares en reservas. Pero hay que tomar en cuenta dos cosas. Primero, ese problema proviene de la manera en que China buscó resolver su problema de desempleo: ahogando en exportaciones baratas al resto del mundo. Segundo, una nueva moneda universal podría tranquilizar la ansiedad de los chinos y otros países con fuertes reservas en dólares. Pero ese no es el único problema que enfrenta la economía mundial. Lástima que la propuesta China sea tan corta de miras. Me temo que sus amigos en el G-20 no buscarán complementarla. Curiosa reunión en Londres. ¿Fiesta en honor de Keynes o su funeral?
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