León Bendesky
La Jornada
El estado de California, en Estados Unidos, es, por el valor de su producción, la octava economía del mundo, con 1.7 billones de dólares (trillones según se mide allá). Está apenas por debajo de Italia y es más grande que España y Canadá, que le siguen. El PIB de México es del orden de 1.08 billones, según datos del Banco Mundial para 2008.
Da cuenta de 12 por ciento del producto interno bruto total generado en ese país, y tiene una población de 38.3 millones de habitantes, es decir, uno de cada ocho personas vive ahí.
California tiene hoy un déficit fiscal de 24 mil millones de dólares y no los puede pagar su deuda. Esta es otra manifestación de la crisis económica y financiera, y se agrega a las cargas fiscales y a los programas federales de estímulo que tiene que aplicar el gobierno de Obama.
La tasa de desempleo general de aquel país supera ya 9 por ciento, mientras en California alcanza 11.5 por ciento. Se prevé que en los siguientes dos años se perderá un millón adicional de empleos y que la tasa de desocupación llegará a 12.5 por ciento.
En 2008 cayó el ingreso personal en el estado por vez primera desde la década de 1930. Con ello se redujo también el ingreso público derivado de los impuestos en una tercera parte sólo entre enero y mayo de este año.
En California está el mayor mercado de autos del país, y hasta ahora se ha desplomado 40 por ciento respecto del año pasado, a lo que hay que añadir el problema de las deudas hipotecarias y la pérdida de valor de las propiedades inmuebles.
Hace más de 30 años entró en vigor una disposición fiscal conocida como Propuesta 13, que limitó fuertemente la capacidad de reacción presupuestaria en el estado. Se fijó un techo a los impuestos sobre las propiedades y se estableció una protección contra el revaluación de las mismas, incluso cuando aumentaba fuertemente su valor catastral. Así se dependía en mayor parte de los impuestos sobre la renta. Hoy, esa combinación es letal para el fisco estatal.
En el gobierno de Schwarzenegger la deuda pública se ha duplicado. La situación es más grave, ya que esa misma Propuesta 13 dificulta elevar los impuestos en caso de emergencias si no se cuenta con una mayoría de dos tercios en la Legislatura local, lo que complica aún más el entorno político prevaleciente. En noviembre de 2003, cuando tomó posesión del gobierno estatal, enfrentó también una fuerte crisis fiscal.
Agréguese a esto que ahora hay un movimiento en Estados Unidos de los propietarios de casas para reducir el pago de impuestos por inmuebles, precisamente en función de la pérdida de valor luego de la especulación con los bienes raíces.
Esta es ya una manifestación del problema distributivo y del conflicto entre la necesidad de captar recursos de los gobiernos locales y los déficits financieros que enfrentan.
Conforme a las leyes fiscales, los gobiernos estatales, a diferencia del federal, deben mantener presupuestos balanceados. Ante la caída de ingresos tendrán que aplicar fuertes recortes del gasto, que repercuten de manera muy desigual sobre la población, afectando especialmente a quienes reciben ayudas y dependen de los servicios públicos.
Esto redundará en una mayor caída de la demanda agregada restringiendo el estímulo necesario para salir de la recesión. Mientras se llega a un acuerdo político sobre el presupuesto, el gobierno emite pagarés para cumplir con la devolución de impuestos a comerciantes y contribuyentes en general y pagará una tasa de interés de 3.5 por ciento.
Los acreedores, incluyendo los bancos, no se podrán negar a aceptarlos. La deuda cubierta es del orden de 4.8 billones de dólares hasta agosto, y si no hay arreglo puede llegar a 53.3 billones.
La crisis fiscal de California puede ser el inicio de una tendencia similar en otros estados y significará una complicación adicional para el gobierno de Obama. Se sumará al salvamento de los bancos y otras instituciones financieras, de las empresas automotrices y de los deudores hipotecarios, igual que al mayor pago de seguro de desempleo.
El rescate de los gobiernos locales no estaba contemplado en el marco de la crisis, y la cuestión es que en este caso no hay opciones más que hacerlo. California no puede quebrar.
La repercusión general en términos fiscales sería enorme y también sobre el valor del dólar. Pero hay que tener en cuenta la situación financiera internacional, que establece una especie de disuasión similar a la que existió en la guerra fría en términos nucleares.
Los bancos centrales del mundo no tienen mucho margen de maniobra más que colocar sus excedentes en dólares. Esto es bastante claro en el caso de China, el mayor acreedor del Tesoro. Salirse de las tenencias de dólares es precipitar una crisis fiscal más general y devaluar las tenencias en esa moneda.
El dólar sigue siendo el dinero mundial de referencia y se usará ese poder disuasivo tanto en materia financiera y económica como en términos políticos, cuando menos durante un buen tiempo. Si es necesario, la inflación será un mecanismo para liquidar parte de la deuda en términos reales en el mediano plazo. La crisis significa, pues, el rescate del dólar y la forma en que se restructuren la producción, las finanzas y el mercado laboral a escala mundial.
Enlace a Rebelion
1 comentario:
No se les ocurrió gastar menos?
Publicar un comentario