David Brooks
Ante la peor crisis del capitalismo estadounidense en 70 años, con la mayor intervención estatal en el sector financiero, millones de desempleados y familias que están perdiendo sus hogares, el casi ex presidente George W. Bush se atrevió ayer a ofrecer una apasionada defensa de la fe religiosa del neoliberalismo. “La crisis no fue un fracaso del sistema de libre mercado. Y la respuesta no es reinventar ese sistema. Es componer los problemas que enfrentamos, hacer las reformas que necesitamos, y proceder hacia adelante con los principios de libre mercado que han entregado prosperidad y esperanza a los pueblos del mundo”, proclamó Bush al abordar el tema de la crisis financiera en un discurso en esta ciudad.
En un día tan nublado y oscuro como el panorama económico mundial, Bush ofreció un discurso sobre la crisis financiera en un foro en el corazón de Wall Street, donde identificó “el principio más importante que debe guiar nuestro trabajo: mientras las reformas en el sector financiero son esenciales, la solución a largo plazo a los problemas de hoy es el crecimiento económico sostenido. Y el camino más seguro hacia ese crecimiento son mercados libres y pueblos libres”.
La historia de las últimas décadas, dijo, comprueba que “si uno busca el crecimiento económico, si busca oportunidad, si busca la justicia social y la dignidad humana, el sistema de libre mercado es el camino. El triunfo del capitalismo de libre mercado se ha comprobado a través del tiempo, la geografía, la cultura y la fe. Sería un error terrible permitir que unos pocos meses de crisis minen 60 años de éxito”.
Aceptó que “como cualquier otro sistema diseñado por el hombre, el capitalismo no es perfecto. Puede estar sujeto a excesos y abusos. Pero es por mucho la manera más eficiente y justa para estructurar una economía. En su nivel más básico, el capitalismo ofrece a la gente la libertad de escoger dónde trabajar y qué hacer, la oportunidad de comprar o vender los productos que desean, y la dignidad que viene de lucrar de su talento y su duro trabajo”.
Ante un público aparentemente ya convencido, el presidente continuó: “el capitalismo de libre mercado es mucho más que una teoría económica. Es el motor de la movilidad social –la carretera al sueño americano (sic)”.
Y si aún no estaban convencidos, Bush subrayó que se comprueba que el “capitalismo de libre mercado” es el mejor de todos por su éxito, comparado con “otros sistemas económicos”. Puso ejemplos como Japón y los tigres asiáticos, los cuales muestran que “el éxito de las economías más grandes del mundo provienen de su abrazo al libre mercado”.
Por otro lado, recordó los resultados “devastadores” de otros modelos, como el comunismo soviético, que “hizo pasar hambruna a millones, llevó a la bancarrota a un imperio y se colapsó tan decisivamente con el Muro de Berlín”, además de “Cuba, otrora conocida por sus vastos campos de caña, ahora obligada a racionar azúcar”, e Irán con petróleo, pero sin suficiente gasolina.
El comandante en jefe del libre mercado también subrayó –mientras su gobierno continúa nacionalizando parcialmente su banca e interviene de manera sin precedentes en el mercado– que “la historia ha demostrado que la amenaza mayor a la prosperidad económica no es el poco involucramiento del gobierno en el mercado, sino demasiado.
“Igual de importante que mantener los libres mercados dentro de los países es mantener el libre movimiento de bienes y servicios entre los países”, agregó, al incluir la defensa del libre comercio. Esto, afirmó, beneficia a todos, y “gracias en buena parte a los mercados abiertos, el volumen del comercio global hoy es casi 30 veces más grande que hace seis décadas, y algunos de los avances más importantes se han dado en el mundo en desarrollo”. Por lo tanto, advirtió contra medidas proteccionistas durante esta crisis.
Bush insistió en que el mundo “está enfrentando este desafío juntos”, y que así será superado. “Sé que algunos podrían cuestionar si perdurará el liderazgo de Estados Unidos en la economía global. El mundo puede confiar en que sí, porque nuestros mercados son flexibles y pueden rebotar rápidamente de retrocesos”, afirmó. Dijo que Estados Unidos trabajará de manera conjunta para abordar problemas en el sistema financiero internacional, y además “reconstruiremos nuestra fuerza económica y continuaremos para liderar al mundo hacia la prosperidad y la paz”.
Según las encuestas y las recientes elecciones celebradas aquí, ni la mayoría del mundo ni de los estadunidenses desean que Bush sea líder de nada, ya que en lugar de prosperidad se sufre la peor crisis económica desde la Gran Depresión, y en lugar de paz hay dos guerras sin fin.
Anfitrión del G-20
Bush habló hoy de cómo este fin de semana será anfitrión de una cumbre sobre los mercados financieros y la economía global, con líderes de países del Grupo de los 20, que representan casi 90 por ciento de la economía mundial. Enumeró las medidas adoptadas para enfrentar la crisis, aunque al ofrecer su discurso no leyó una línea de su declaración preparada, la cual decía: “y están funcionando”. No se sabe si se saltó la línea, o prefirió evitarla.
Adelantó que la cumbre se enfocará en cinco objetivos claves: entender las causas de la crisis global, revisar la efectividad de las respuestas, desarrollar principios para reformar sistemas financieros y regulatorios, lanzar un plan de acción para desplegar estos principios, y finalmente “reafirmar nuestra convicción de que los principios del libre mercado ofrecen el camino más seguro a una prosperidad duradera”.
Las caras de trabajadores angustiados, familias llorando con un coro creciente de “perdimos todo, no sé qué vamos a hacer”, cifras incesantes que ilustran las dimensiones de una crisis que afecta a cada esquina de este país y el planeta, son imágenes y noticias cotidianas.
Unos 10 millones de desempleados (la tasa más alta desde 1994); más 17.1 millones subempleados; más de 765 mil embargos hipotecarios sólo en tercer trimestre de este año (hubo un total de 2 millones de embargos hipotecarios en 2007, un incremento de 75 por ciento frente al año anterior); miles de bancarrotas; más de 2 billones de dólares esfumados de los fondos de jubilación por la crisis; anuncios cotidianos de despidos masivos; un traslado masivo de la riqueza, donde el uno por ciento controla 40 por ciento del ingreso nacional, en una economía donde un trabajador con un salario de 10 dólares la hora debería trabajar 10 mil años para ganar lo que obtuvo uno de los 400 más ricos del país sólo en 2005, junto con la intervención estatal más grande de la historia en el sector financiero, son los hechos, mientras el presidente recetaba hoy más de lo mismo para superar la crisis.
Se dice que una definición de la locura es hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados diferentes.
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