miércoles, 25 de febrero de 2009

Un análisis histórico-económico clásico de la actual crisis

Entrevista a Robert Brenner

Seongjin Jeong entrevistó para el diario coreano Hankyoreh (22 de enero 2009) a nuestro amigo y miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO Robert Brenner, que nos hizo llegar el original inglés del texto. Quien ha hecho en los últimos 10 años los análisis histórico-económicos acaso más profundos y premonitorios sobre la naturaleza de la vida económica capitalista mundial del final del siglo XX, se confirma aquí como uno de los más lúcidos y penetrantes analistas del presente. SP.

La mayoría de analistas califican la presente crisis como crisis financiera. ¿Está usted de acuerdo con esta denominación?

Es comprensible que los analistas de la crisis hayan situado el punto de partida en la banca y el mercado de valores. Pero el problema es que no han ido más allá. Empezando por el propio secretario del Tesoro, Paulson, y el presidente de la Reserva Federal, Bernanke, han sostenido que la crisis puede explicarse en simples términos de problemas en el sector financiero. Al mismo tiempo, aseveran que la economía real subyacente es fuerte, que los llamados fundamentos están en forma. La desorientación no podría ser mayor. El principal origen de la crisis actual está en el declive del dinamismo de las economías avanzadas desde 1973 y, especialmente, desde 2000. El crecimiento económico en los EEUU, Europa occidental y Japón se ha deteriorado seriamente en cada ciclo en términos de indicadores macroeconómicos muy estándar: PIB, inversión, salarios reales, etc. Aún más, el ciclo económico recién acabado, desde 2001 hasta 2007, ha sido, con mucho, el más endeble desde el período de posguerra, y ello a pesar del mayor estímulo económico público de la historia de los EEUU en tiempo de paz.

¿Cómo explicaría el debilitamiento a largo plazo de la economía real desde 1973, lo que usted llama la larga caída?

Lo que lo explica es sobre todo un declive profundo y duradero de la tasa de rendimiento en inversión de capital desde finales de los sesenta. La incapacidad de recuperar la tasa de beneficio es lo más destacable a la vista de la enorme caída de los salarios reales durante el período. La causa principal, aunque no la única, del declive de la tasa de beneficio ha sido una tendencia persistente a la sobrecapacidad en las industrias manufactureras mundiales. Lo que ha ocurrido es que nuevos poderes industriales fueron ingresando, uno tras otro, al mercado mundial: Alemania y Japón, los nuevos países industrializados del noreste asiático, los tigres del sureste asiático y, finalmente, el Leviatán chino. Esas economías de desarrollo tardío producían los mismos bienes que ya producían las economías más tempranamente desarrolladas, pero más baratos. El resultado ha sido un exceso de oferta en relación con la demanda en una industria tras otra, y eso ha implicado precios y, por lo mismo, beneficios bajos. Las empresas que han sufrido reducción de beneficios, además, no han abandonado dócilmente sus industrias. Han intentado conservar su lugar recurriendo a la capacidad de innovación, aumentando la inversión en nuevas tecnologías. Huelga decir que eso no ha hecho más que empeorar la sobrecapacidad. A causa de la caída de su tasa de rendimiento, los capitalistas obtenían plusvalías cada vez menores de sus inversiones. De ahí que no tuvieran más opción que aminorar el crecimiento en maquinaria, equipo y empleo; y, al tiempo, a fin de restaurar la rentabilidad, contener las indemnizaciones por desempleo, mientras los gobiernos reducían el gasto social. Pero la consecuencia de todos estos recortes de gasto ha sido un problema de demanda agregada a largo plazo. La persistente endeblez de la demanda agregada ha sido el origen inmediato de la endeblez a largo plazo de la economía.

La crisis, en realidad, ha sido provocada por el estallido de la histórica burbuja inmobiliaria, que se ha estado inflando durante toda la década. ¿Cómo juzga su importancia?

La burbuja inmobiliaria debe entenderse en relación con la sucesión de burbujas de precios de activos que ha sufrido la economía desde mediados de los noventa y, especialmente, con el papel de la Reserva Federal estadounidense en alimentar dichas burbujas. Desde el principio de la larga caída, las autoridades económicas públicas han intentado capear el problema de una demanda insuficiente incentivando el aumento del préstamo, tanto público como privado. De entrada, recurrieron al déficit presupuestario, evitando así recesiones verdaderamente profundas. Pero, con el tiempo, los gobiernos conseguían inducir cada vez menos crecimiento económico de lo que tomaban a préstamo. En efecto, a fin de conjurar el tipo de profundas crisis que han acosado históricamente al sistema capitalista, han tenido que aceptar la tendencia hacia el estancamiento. Durante los primeros noventa, los gobiernos en los EEUU y Europa, encabezados por la administración Clinton, intentaron célebremente romper su adicción al endeudamiento, poniendo todos proa de consuno hacia el territorio de los presupuestos equilibrados. La idea era dejar que el mercado libre gobernara la economía. Pero, como aún no se había recuperado la rentabilidad, la reducción de los déficits asestó un duro golpe a la demanda y contribuyó a producir, entre 1991 y 1995, la peor de las recesiones y el más bajo crecimiento de la era de posguerra. Para lograr que la economía volviera a una senda de crecimiento, las autoridades estadounidenses acabaron adoptando un enfoque aplicado por primera vez en el Japón de fines de los ochenta. Mediante la imposición de tipos de interés bajos, la Reserva Federal facilitaba el préstamo al tiempo que incentivaba la inversión en activos financieros. Al dispararse los precios de los activos, las empresas y familias obtendrían enormes aumentos de riqueza, al menos sobre el papel. Estarían, por tanto, en condiciones de tomar préstamos a una escala titánica, de incrementar infinitamente la inversión y el consumo y, así, conducir la economía. El déficit privado, pues, vino a substituir al déficit público. Lo que podría llamarse keynesianismo de precios de activos sustituyó al keynesianismo tradicional. Por tanto, durante la última docena de años hemos asistido a un extraordinario espectáculo en la economía mundial, y es que la continuación de la acumulación de capital ha dependido literalmente de unas oleadas de especulación de dimensiones históricas cuidadosamente alimentadas y racionalizadas por los diseñadores ─y reguladores─ de las políticas públicas: primero, la burbuja del mercado de valores de finales de los noventa, y después, las burbujas de los mercados inmobiliario y crediticio de los primeros años 2000.

Usted fue profético al prever la actual crisis, así como la recesión de 2001. ¿Cuál es su perspectiva respecto a la economía mundial? ¿Empeorará o se recuperará antes del final de 2009? ¿Espera que la actual crisis sea tan severa como la gran depresión?

La crisis actual es más seria que la peor de las recesiones previas del período de posguerra, la que se dio entre 1979 y 1982, y es concebible que rivalice con la Gran Depresión, a pesar de que no hay modo de saberlo realmente. Quienes se dedican a la realización de pronósticos económicos subestimaron su virulencia porque sobreestimaron la solidez de la economía real, sin comprender hasta qué punto dependía ésta de una acumulación de deuda fundada en las burbujas de los precios de los activos. En los EEUU, el crecimiento del PIB durante el reciente ciclo económico de 2001-07 ha sido, con mucho, el más bajo de la época de posguerra. No ha aumentado el empleo en el sector privado. El incremento de maquinaria y equipo ha sido cerca de un tercio más bajo que el de la posguerra. Los salarios reales se han mantenido prácticamente estancados. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, no se han registrados aumentos en el ingreso medio familiar. El crecimiento económico ha ido a parar íntegramente al consumo personal y a la inversión en residencia, lo que ha sido posible por el crédito fácil y el aumento de los precios de la vivienda. El resultado económico ha sido esta endeblez, aun a pesar del enorme estímulo de la burbuja inmobiliaria y de los enormes déficits federales de la administración Bush. La vivienda por sí sola sumó casi un tercio del crecimiento del PIB y cerca de la mitad del aumento del empleo entre 2001 y 2005. Era, por tanto, esperable que cuando reventara la burbuja inmobiliaria, cayeran el consumo y la inversión en residencia y se hundiera la economía.

Muchos sostienen que la actual es una típica "crisis Minsky", no una crisis marxiana, aduciendo que la explosión de la burbuja financiera especulativa ha jugado un papel central en ella. ¿Cómo les respondería?

Es ocioso contraponer así los aspectos reales y financieros de la crisis. Como he resaltado, es una crisis marxiana: hunde sus raíces en una caída a largo plazo de la tasa de beneficio y en la incapacidad de recuperación de la misma, lo que está en el origen principal de la disminución de la acumulación de capital hasta ahora. En 2001, la tasa de beneficio de las empresas no financieras fue la menor del período de posguerra, con la excepción de 1980. Las empresas no han tenido, por tanto, otra opción que contener la inversión y el empleo, pero eso ha agravado el problema de la demanda agregada, nublándose así el clima económico. Esto es lo que explica el extremadamente bajo crecimiento observable en el ciclo económico que acaba de terminar. Sin embargo, para comprender el colapso actual hay que demostrar la conexión entre la endeblez de la economía real y el desplome financiero. El vínculo principal es la que se da entre la cada vez mayor dependencia del préstamo para que la economía siga funcionando y la predisposición pública, todavía mayor, a confiar en las subidas de los precios de los activos para lograr mantener vida la dinámica del préstamo. La condición básica de las burbujas en los mercados inmobiliario y crediticio era la perpetuación de un coste bajo del préstamo. La endeblez de la economía mundial, especialmente después de las crisis de 1997-98 y 2001, además de las enormes adquisiciones de dólares por parte de gobiernos asiáticos para mantener al mismo nivel sus divisas y el crecimiento del consumo estadounidense, provocó unos tipos de interés insólitamente bajos. Al mismo tiempo, la Reserva Federal mantuvo los tipos de interés a corto plazo más bajos que nunca desde los años cincuenta. Como prestaban tan barato, los bancos estaban dispuestos a conceder préstamos a especuladores cuyas inversiones provocaban un precio cada vez más alto de activos de todo tipo y un rendimiento en el préstamo (tipos de interés de los bonos) cada vez menor. Sintomáticamente, los precios de la vivienda se dispararon y el rendimiento en términos reales de los bonos del tesoro estadounidense se hundió. Pero como los rendimientos cayeron cada vez más, a las instituciones del mundo que dependían de los rendimientos del préstamo les resultó cada vez más difícil obtener beneficios suficientes. Los fondos de pensiones y las compañías de seguros fueron golpeados de forma particularmente dura, pero también se vieron afectados los fondos hedge de cobertura y los bancos de inversión. Esas instituciones se mostraron más que dispuestas a realizar enormes inversiones en unas obligaciones respaldadas por hipotecas subprime más que dudosas a causa de los insólitamente elevados rendimientos ofrecidos y con desprecio de unos riesgos no menos insólitamente elevados. Lo cierto es que no lograron sacar tajada suficiente. Su masiva adquisición de obligaciones hipotecariamente respaldadas es lo que facilitó a los institutos bancarios generadores de hipotecas seguir realizando préstamos a prestatarios cada vez menos calificados. La burbuja inmobiliaria alcanzó proporciones históricas y permitió que prosiguiera la expansión económica. Ni que decir tiene, eso no podía durar mucho. Cuando cayeron los precios de la vivienda, la economía real entró en recesión y el sector financiero se desplomó, porque el dinamismo de una y de otro se fundaba en la burbuja inmobiliaria. Lo vemos ahora es que la recesión está empeorando el desplome, porque contribuye a exacerbar la crisis inmobiliaria. Y que el desplome está intensificando la recesión, porque está dificultando el acceso al crédito. Precisamente es esa interacción entre una crisis de la economía real y una crisis del sector financiero que se alimentan mutuamente lo que hace que el despeñadero hacia la depresión se resista a todas las políticas intentadas por las autoridades y que el potencial de catástrofe resulte tan evidente.

Aun concediendo que el capitalismo de posguerra hubiera entrado en un período de larga caída en los años setenta, parece innegable que la ofensiva capitalista neoliberal ha impedido el empeoramiento de la caída de la producción desde los ochenta.

Si por neoliberalismo se entiende el giro hacia las finanzas y la desregulación, no veo cómo puede haber ayudado eso a la economía. Pero si por neoliberalismo se entiende el desmedido asalto de los empresarios y los gobiernos a los salarios obreros, a las condiciones laborales y al estado del bienestar, la cosa ofrece pocas dudas: se ha impedido que la caída de la tasa de beneficio haya sido todavía peor. Con todo, la ofensiva de la patronal no esperó hasta la denominada era neoliberal de los ochenta. Comenzó con el despertar de la caída de la rentabilidad, iniciada a principios de los setenta, de la mano del keynesianismo. No condujo, empero, a la recuperación de la tasa de beneficio, y no hizo sino exacerbar el problema de la demanda agregada. El debilitamiento de la demanda agregada terminó por obligar a las autoridades económicas a adoptar formas de estímulo económico más potentes y temerarias: el "keynesianismo de precios de activos" que condujo al actual desastre.

Hay quien ha defendido que un nuevo paradigma de "financiarización" o "capitalismo financiero" ha provocado un llamado "resurgimiento del capital" (Gerard Dumeneil) desde los ochenta hasta el presente. ¿Qué piensa de las tesis de la "financiarización" o "capitalismo financiero"?

La idea del capitalismo financiero es una contradicción en los términos, porque, genéricamente hablando ─hay excepciones significativas, como el préstamo al consumidor─, el beneficio financiero sostenido depende de la obtención de beneficios sostenidos en la economía real. Para responder a la caída de la tasa de beneficio, algunos gobiernos, encabezados por el de los EEUU, incentivaron el giro hacia las finanzas mediante la desregulación del sector financiero. Pero, como la economía real seguía languideciendo, el principal resultado de la desregulación fue la intensificación de la competencia en el sector financiero, lo que hizo más difícil la obtención de beneficios e incentivó una especulación aún mayor y la adopción de riesgos. Destacados ejecutivos de bancos de inversión y fondos hedge estaban en condiciones de obtener fabulosas fortunas, ya que sus remuneraciones dependían de los beneficios a corto plazo. Podían asegurarse temporalmente altos rendimientos mediante la expansión de sus préstamos basados en activos e incrementando el riesgo. Pero esa forma de hacer negocio, tardara más o menos en verse, era a expensas de la salud financiera a largo plazo de las propias empresas, y en el caso más espectacular, condujo a la caída de los bancos de inversión más importantes de Wall Street. Todas y cada una de las sedicentes expansiones financieras habidas desde los años setenta han terminado rápidamente en una desastrosa crisis financiera y han precisado de enormes rescates públicos. Lo que vale para el boom crediticio del tercer mundo en los años 70 y principios de los 80, no menos que para el auge del ahorro y el crédito, la manía de compra apalancada de empresas y la burbuja de los bienes raíces comerciales de los 80, o para la burbuja del mercado de valores de la segunda mitad de los 90 y, huelga decirlo, para las burbujas inmobiliaria y crediticia de los primeros años 2000. El sector financiero parecía dinámico sólo porque los gobiernos estaban dispuestos a hacer lo que hiciera falta para apoyarlo.

El keynesianismo o estatismo parece presto a volver como el nuevo Zeitgeist [espíritu de la época]. ¿Cuál es su valoración general del keynesianismo o estatismo renaciente? ¿Puede contribuir a resolver o, cuando menos, aliviar la actual crisis?

Los gobiernos actualmente no tienen otra opción que la de volver al keynesianismo y al estado para intentar salvar la economía. Después de todo, el libre mercado se ha demostrado totalmente incapaz de impedir o hacer frente a la catástrofe económica, por no hablar de asegurar la estabilidad y el crecimiento económicos. De aquí que las elites del mundo político, que todavía ayer celebraban la desregulación de los mercados financieros, se hayan vuelto de un día para otro y sin excepción keynesianas. Pero hay razones para dudar de que el keynesianismo –en el sentido de enormes déficits públicos y crédito fácil para hinchar la demanda— pueda llegar a tener el impacto que muchos esperan. Lo cierto es que durante los últimos siete años, y merced a la burbuja inmobiliaria cebada por el préstamo y el gasto de la Reserva Federal y por los déficits presupuestarios de la administración Bush, hemos asistido a lo que probablemente sea el mayor estímulo económico keynesiano de la historia en tiempos de paz. Y sin embargo, no ha alcanzado sino para lograr el ciclo económico más endeble de la época de posguerra. Ahora el desafío es mucho mayor, todavía. A medida que colapsa la burbuja inmobiliaria y que la obtención de crédito se hace más y más más difícil, los hogares reducen el consumo y la inversión en residencia. Por consecuencia, caen los beneficios empresariales. Lo que trae consigo recortes salariales y un ritmo acelerado de despido de trabajadores, lo cual, a su vez, genera una espiral descendente de demanda y rentabilidad a la baja. Las familias han contado durante largo tiempo con el aumento de los precios de la vivienda para estar en condiciones de que les presten más y han ahorrado para ello. Pero ahora, forzadas por a acumulación de deudas, tienen que reducir el préstamo y aumentar el ahorro; y eso, en el preciso instante en que la economía más necesita que consuman. Lo presumible es que le grueso del dinero que el estado ponga en manos de las familias será destinado al ahorro, no al consumo. Si el keynesianismo a duras penas logró activar la vida económica en la fase de expansión, ¿qué puede esperarse que haga en medio de la peor recesión desde los años treinta? Para obtener un efecto significativo en la economía, la administración Obama tendrá probablemente que pensar en una enorme oleada de inversiones públicas directas o indirectas; en realidad, en una forma de capitalismo de estado. No obstante, acometer esa tarea en serio exige superar enormes obstáculos políticos y económicos. La cultura política estadounidense es tremendamente hostil a la empresa pública. Por otro lado, el nivel de gasto y endeudamiento que todo eso implicaría podría amenazar al dólar. Hasta ahora, los gobiernos del Este asiático han financiado alegremente los déficits externos y públicos estadounidenses, a fin de mantener, a un tiempo, el consumo estadounidense y sus propias exportaciones. Pero con una crisis que está llegando a afectar hasta a China, esos gobiernos podrían ver menguada su capacidad de financiación de los déficits estadounidenses, sobre todo porque estos últimos se han disparado a una magnitud sin precedentes. La perspectiva verdaderamente aterradora que asoma en el horizonte es el desplome del dólar.

¿Cuál es su valoración general de la victoria de Obama en las últimas elecciones a la presidencia? ¿Piensa que Obama es el "mal menor", comparado con la administración Bush? Muchos consideran a Obama el Franklin D. Roosevelt del siglo XXI. Obama promete un "nuevo New Deal". ¿Cree usted que los progresistas anticapitalistas pueden dar apoyo crítico a algunas medidas de este "nuevo New Deal"?

El triunfo de Obama en las elecciones debe ser bienvenido. Una victoria de McCain habría sido una victoria para el Partido Republicano y habría dado un enorme impulso a las fuerzas más reaccionarias de la escena política estadounidense. Se habría visto como un aprobado al hipermilitarismo y al imperialismo de la administración Bush, así como a su programa explícito de eliminación de lo que queda de sindicalismo, estado de bienestar y protección ambiental. Dicho esto, Obama es, como Roosevelt, un demócrata de centro, de quien no puede esperarse que, por sí propio, haga gran cosa en defensa de los intereses de una inmensa mayoría que seguirá estando sometida a un desapoderado asalto empresarial empeñado en recuperar sus menguantes beneficios mediante la reducción del empleo, de las indemnizaciones, etc. Obama apoyó el titánico rescate del sector financiero, que acaso represente el mayor expolio al contribuyente estadounidense de la historia norteamericana, sobre todo porque se concedió sin contrapartidas para poner brida a los bancos. También apoyó el rescate de la industria automovilística, aun a sabiendas de que estaba a enormes reducciones de las indemnizaciones para los trabajadores. El balance es de Obama, como de Roosevelt, sólo puede esperarse que tome acciones resueltas en defensa del pueblo trabajador si se le empuja por la vía de la acción directa desde abajo. La administración Roosevelt sólo aprobó el grueso de la legislación progresista del New Deal, incluyendo la Ley Wagner y la Seguridad Social, arrastrado por la presión de una gigantesca y masiva oleada de huelgas. Algo parecido puede acaso esperarse de Obama.

Según Rosa Luxemburgo y, más recientemente, David Harvey, el capitalismo supera su tendencia a la crisis mediante la expansión geográfica. Según Harvey, ello a menudo se incentiva mediante inversiones enormes en infraestructura para apoyar al capital privado, a menudo a la inversión extranjera directa. ¿Cree usted que el capitalismo puede encontrar una solución a la crisis actual, en la terminología de Harvey, mediante un "arreglo espacio-temporal-espacial"?

Ésta es una cuestión compleja. Para empezar, creo que es verdadera –y de importancia decisiva— la afirmación, según la cual la expansión geográfica ha sido un elemento esencial en todas las oleadas de acumulación de capital que registra la historia Puede decirse que el crecimiento del volumen de la fuerza de trabajo y el crecimiento del espacio geográfico son condiciones sine qua non, esenciales, del crecimiento capitalista. El auge de la posguerra es un buen ejemplo, porque se dieron espectaculares expansiones del capital en el sur y el suroeste de los EEUU y en una Europa occidental y un Japón devastados por la guerra. Las inversiones de los EEUU jugaron un papel decisivo, no sólo en los propios EEUU, sino también en la Europa occidental de la época. Sin duda, la expansión de la fuerza de trabajo y del área geográfica capitalista era indispensable para las altas tasas de beneficio que hicieron tan dinámico el boom de posguerra. Desde un punto de vista marxista, éste fue un ciclo clásico de acumulación de capital, e implicó, necesariamente, tanto la integración de enormes masas de trabajadores fuera del sistema, especialmente del agro precapitalista en Alemania y en Japón, como la incorporación o reincorporación de espacios geográficos adicionales a una escala enorme. Sin embargo, yo creo que, vista en perspectiva, la pauta mostrada por el largo declive al que hemos venido asistiendo desde finales de los sesenta y principios de los setenta, ha sido diferente. Es cierto que el capital ha respondido a la rentabilidad menguante mediante la expansión exterior, intentando combinar técnicas avanzadas con mano de obra barata. Se calla por sabido que el Este asiático constituye el caso principal: representa indudablemente un momento de alcance histórico-universal, una transformación esencial, del capitalismo. Pero a pesar de que la expansión al Este asiático puede interpretarse como respuesta a una rentabilidad menguante, no ha sido, en mi opinión, una solución satisfactoria. Porque, a fin de cuentas, la nueva producción industrial que tan espectacularmente ha surgido en el Este asiático, a despecho de que produzca más barato, se solapa demasiado con lo que se produce en el resto del mundo. El problema es que, a escala sistémica, eso exacerba más que resuelve el problema de sobrecapacidad. En otras palabras: la globalización ha sido una respuesta a la rentabilidad menguante; pero como las nuevas industrias, lejos de ser esencialmente complementarias en la división mundial del trabajo, son redundantes, el resultado ha sido la persistencia de los problemas de rentabilidad. El balance, creo yo, es que para resolver realmente el problema de rentabilidad que ha asolado durante tanto tiempo al sistema ─lenta acumulación de capital y generación de niveles de préstamo cada vez mayores para mantener la estabilidad─, el sistema necesitaba una crisis que había sido durante tan largo tiempo aplazada. Y como el problema es la sobrecapacidad, enormemente agravada por la acumulación de deuda, lo que aún se necesita, según la visión clásica, es una depuración sistémica, esto es, la purga de las empresas de costes altos y beneficios bajos, con el consiguiente abaratamiento de los medios de producción y la reducción del precio de la mano de obra. Ésta de la crisis es la vía histórica por la que el capitalismo ha logrado restaurar la tasa de beneficio y sentar las bases necesarias para una acumulación de capital más dinámica. Durante el periodo de posguerra se logró evitar las crisis; el coste de evitarlas fue la incapacidad para reactivar la rentabilidad, lo que llevó a empeorar la situación de estancamiento. La crisis actual es la depuración que nunca sucedió.

Entonces, ¿cree usted que sólo la crisis puede resolver la crisis? Ésta es una respuesta marxiana clásica.

Creo que es lo más probable. La analogía sería como sigue. De entrada, a principios de los años treinta, el New Deal y el keynesianismo resultaron ineficaces. En realidad, a pesar de la amplitud temporal de toda una década, no lograron sentar las bases de un nuevo boom, como se vio con la caída en la profunda recesión de 1937-38. Pero, finalmente, como resultado de la larga crisis de los treinta, se llegó a la purga de los costes altos y de los medios de producción con beneficios bajos, lo que terminó por sentar las bases para unas tasas de beneficio altas. De manera que, a fines de los años treinta, podía decirse que la tasa potencial de beneficio era alta y que todo lo que se necesitaba era un estímulo de la demanda. Esa demanda, huelga decirlo, vino a proporcionarlas el enorme gasto armamentístico de la Segunda Guerra Mundial. Así pues, durante la guerra se obtuvieron tasas de beneficio altas, y esas tasas altas sentaron las bases necesarias para el ulterior boom postbélico. Pero yo creo que, aun si se hubieran ensayado, los déficits keynesianos no habrían podido funcionar en 1933, porque antes era necesario, por decirlo en términos marxianos, una crisis que saneara el sistema.

¿Cree que la actual crisis supondrá un desafío a la hegemonía de los EEUU? Teóricos del sistema-mundo como Immanuel Wallerstein, también entrevistados por Hankyoreh, sostienen que la hegemonía del imperialismo americano está en declive.

Ésta es una cuestión muy compleja. Tal vez ande yo muy errado, pero pienso que muchos de los que creen que ha habido un declive de la hegemonía estadounidense tienden a ver esa hegemonía en términos de poder geopolítico, y al final, como capacidad militar norteamericana. Desde este punto de vista, es principalmente el predominio estadounidense lo que produce el liderazgo americano, es el poder estadounidense sobre y contra otros países lo que mantiene a los EEUU en la cumbre. Yo no veo así la hegemonía estadounidense. Yo veo a las elites del mundo, especialmente a las del núcleo capitalista en el sentido lato de la palabra, muy satisfechas con esa hegemonía norteamericana, porque eso significa que son los EEUU quienes asumen el papel y el coste de policías del mundo. Eso vale también, en mi opinión, incluso para las elites de los países más pobres. ¿Cuál es el objetivo de los policías del mundo norteamericanos? No es atacar a otros países. Es, sobre todo, mantener el orden social a escala mundial, crear condiciones estables para la acumulación de capital global. Su principal propósito es erradicar cualquier desafío popular al capitalismo, proteger las relaciones de clase existentes. Durante la mayor parte del periodo de posguerra, hubo desafíos nacionalistas-estatistas, especialmente desde abajo, al libre albedrío del capital. Fueron, desde luego, sometidos por los EEUU con la fuerza más brutal, con las expresiones más descarnadas de la dominación estadounidense. Aunque dentro del núcleo lo que había hegemonía norteamericana, fuera de ese núcleo había dominación. Pero, con la caída de la Unión Soviética, la entrada de China y Vietnam en la vía capitalista y la derrota de los movimientos de liberación nacional en lugares como Sudáfrica y Centroamérica, la resistencia al capital en el mundo en vías de desarrollo fue, al menos temporalmente, debilitada. Así, actualmente, los gobiernos y elites no sólo de Europa occidental y oriental, Japón y Corea, sino también de Brasil, la India y China ─la mayoría de países que pueda usted nombrar─ prefieren el mantenimiento de la hegemonía estadounidense. La hegemonía norteamericana no caerá por el surgimiento de algún otro poder capaz de competir con ella por el dominio del mundo. China, más que nadie, prefiere la hegemonía americana. Los EEUU no planean atacar a China y, hasta la fecha, han mantenido su mercado completamente abierto a las exportaciones chinas. Con los EEUU en el papel de policías del mundo y asegurando un comercio y unos movimientos de capital cada vez más libres, China puede competir en términos de costes de producción en un campo en igualdad de condiciones, y eso es increíblemente beneficioso para China; mejor, imposible. ¿Puede seguir la hegemonía estadounidense con la actual crisis? Ésta es una pregunta harto más ardua. Pero creo que, en el primer caso, la respuesta es sí. Las elites del mundo quieren por encima de todo mantener el actual orden globalizado y los EEUU son la clave para ello. Nadie, entre las elites del mundo, intenta explotar la crisis y los enormes problemas económicos de los EEUU para desafiar a la hegemonía norteamericana. China sigue diciendo "no vamos a seguir pagando para que los EEUU sigan derrochando", en alusión a los actuales récords en déficits por cuenta corriente sufragados por China durante la pasada década y a los titánicos déficits presupuestarios que están generando actualmente los EEUU. Pero ¿cree usted que China cortará ahora con los EEUU? En absoluto. China todavía está vertiendo todo el dinero que puede en los EEUU para intentar que mantegan a flote su economía y poder ella mantener así su vía de desarrollo. Claro está que siempre es posible todo lo que se desea. La profundidad de la crisis china puede llegar a ser de tal calado, que ya no le permita financiar por más tiempo los déficits de los EEUU. O la política de la Reserva Federal de embarcarse en unos déficits cada vez mayores e ir imprimiendo moneda podría terminar llevando al hundimiento del dólar y provocando una verdadera catástrofe. Sea ello como fuere, los dados están echados. Si tales cosas llegaran a suceder, habría construir un nuevo orden. Pero en condiciones de crisis profunda sería extremadamente difícil, porque en circunstancias así, los EEUU, lo mismo que otros estados, podrían fácilmente deslizarse por la pendiente del proteccionismo, el nacionalismo o incluso de la guerra. Creo que en este momento las elites del mundo están todavía tratando de evitar esa deriva: no están preparadas para eso. Lo que quieren es mantener los mercados, el comercio, abiertos. Y ello porque han comprendido que la última vez que el estado recurrió al proteccionismo para resolver el problema fue durante la Gran Depresión, lo que no sirvió más que para empeorarla, porque cuando algunos estados iniciaron políticas proteccionistas todo el mundo hizo lo propio y el mercado mundial se cerró. Luego, por supuesto, vino el militarismo y la guerra. En la actualidad, el cierre de los mercados mundiales sería evidentemente desastroso; por eso elites y gobiernos se afanan de consuno en impedir salidas proteccionistas, estatistas o militaristas. Pero la política no es sólo la expresión de lo que las elites quieren, y además, las elites son tornadizas, y lo que quieren puede cambiar de un día para otro. Por lo demás, las elites suelen estar divididas, y la política tiene autonomía. De manera que, por poner un ejemplo, difícilmente puede descartarse que, si la crisis se pone muy fea ─lo que llegados a este punto no sería una gran sorpresa─, asistamos al regreso de políticas derechistas de carácter proteccionista, militarista, xenófobo o nacionalista. Este tipo de políticas podría tener no sólo un amplio atractivo popular. Sectores crecientes del mundo empresarial podrían llegar a verla como la única salida, puesto que si ven a sus mercados hundirse y al sistema en depresión, pueden considerar necesaria la protección contra la competencia y subvenciones públicas a la demanda mediante el gasto militar. Ésta fue, huelga decirlo, la respuesta que prevaleció en gran parte de Europa y Japón durante la crisis del periodo de entreguerras. Tenemos ahora a una derecha apabullada por los fracasos de la administración Bush y por la crisis. Pero si la administración Obama no es capaz de impedir el hundimiento económico, podría volver fácilmente… sobre todo porque los demócratas no ofrecen la menor alternativa ideológica real.

Ha hablado de una crisis potencial en China. ¿Qué piensa del estado actual de la economía china?

Creo que la crisis china irá a peor, mucho peor de lo que la gente espera. Por dos razones esenciales. La primera es que la crisis norteamericana, y la crisis global más en general, es mucho más grave de lo que la gente esperaba, y en última instancia, la suerte de la economía china depende inextricablemente de la suerte de la economía estadounidense y de la de la economía global. No sólo porque China depende en gran medida de sus exportaciones al mercado estadounidense; también porque la mayor parte del resto del mundo depende a su vez mucho de los EEUU, y eso incluye especialmente a Europa. Si no voy errado, Europa se ha convertido recientemente en el mayor mercado de las exportaciones chinas. Pero como la crisis originada en los EEUU ha llegado a Europa, el mercado europeo se contraerá también para los bienes chinos. De modo, pues, que la situación es para China mucho peor de lo que la gente esperaba, porque la crisis económica es mucho peor de lo que se esperaba. La segunda razón es ésta: el entusiasmo con el crecimiento realmente espectacular de la economía China ha llevado a mucha gente a ignorar el papel desempeñado por las burbujas en curso seguido por la economía china. China ha crecido básicamente con las exportaciones, y señaladamente, merced a un creciente excedente comercial con los EEUU. A causa de ese excedente, el gobierno chino ha tenido que tomar medidas políticas para mantener baja su moneda y competitiva su industria. Concretamente, ha comprado a gran escala activos denominados en dólares estadounidenses imprimiendo enormes cantidades de renminbi, la moneda china. Pero el resultado ha sido la inyección de enormes cantidades de dinero en la economía china, haciendo cada vez más fácil el crédito durante un largo periodo. Por un lado, las empresas y gobiernos locales han utilizado este crédito fácil para financiar inversiones en masa. Pero esto ha hecho cada vez mayor la sobrecapacidad. Por otro lado, han usado el crédito fácil para comprar tierras, casas, acciones y otros tipos de activos financieros. Pero eso ha contribuido a generar grandes burbujas de precios de activos, las cuales, lo mismo que en los EEUU, han contribuido a su vez a disparar préstamos y gastos. Cuando estallen las burbujas chinas, el calado de la sobrecapacidad se hará más evidente. El estallido de las burbujas chinas representará, también en gran parte del resto del mundo, un duro golpe para la demanda de consumo e inducirá una dañina crisis dañina. En suma: la crisis china puede llegar a ser una cosa muy seria, y podría hacer que la crisis global tomara un rumbo todavía más grave.

Así, usted cree que la lógica capitalista de superproducción se da también en China.

Sí, como en Corea y en gran parte del Asia oriental a finales de los noventa. No es tan distinto. Lo único que no ha ocurrido todavía es el tipo de revaluación de la moneda que mató, que liquidó realmente a la expansión industrial coreana. El gobierno chino está haciendo todo por evitarlo.

Por lo tanto, no está usted de acuerdo con la definición de la sociedad china como "economía de mercado no capitalista".

No, en absoluto.

¿Cree usted, pues, que China es actualmente capitalista?

Creo que es totalmente capitalista. Acaso pudiera haberse dicho que China tenía un mercado no capitalista durante los ochenta, cuando experimentaba un impresionante crecimiento merced a las empresas urbanas y aldeanas. Eran de propiedad pública, de los gobiernos locales, pero operaban en el mercado. Esa forma económica puede decirse que iniciaba la transición al capitalismo. Así, tal vez hasta principios de los noventa, se mantuvo un tipo de sociedad de mercado no capitalista, especialmente porque había un gran sector industrial de propiedad y dirección del estado central. Pero a partir de entonces lo que ha habido es una transición al capitalismo que, a día de hoy, puede darse por completamente colmada.

¿Qué piensa de la dureza de la crisis económica coreana que se avecina? ¿Cree que podría ser más grave que la crisis del FMI de 1997-98? Para hacer frente a la crisis venidera, el gobierno de Lee Myung-bak está resucitando ahora la inversión para construir enormes infraestructuras sociales al estilo de Park Cheng-Hee, especialmente el "Gran Canal" de la península coreana, al tiempo que copia las políticas de crecimiento verde de Obama. Sin embargo, el gobierno de Lee Myung-bak intenta todavía mantener las políticas de desregulación neoliberal del período que siguió a la crisis de 1997, especialmente mediante el Acuerdo de Libre Comercio entre los EEUU y Corea. Podría llamársele propuesta híbrida, ya que combina lo que parece un anacrónico retorno al método de desarrollo dirigido por el estado al estilo de Park Cheng-Hee con el neoliberalismo contemporáneo. ¿Servirá para combatir o paliar la crisis que se avecina?

Lo dudo mucho. No necesariamente porque represente una vuelta al capitalismo organizado por el estado, al estilo de Park, ni porque abrace el neoliberalismo. Es porque, cualquiera que sea su forma interna, sigue dependiendo de la globalización en un momento en que la crisis global está produciendo una extraordinaria contracción del mercado mundial. Hablando de China daba yo hace un rato por probable que se encuentre con un grave problema. Pero China tiene salarios bajos y un mercado interno potencial enorme, de manera que con el tiempo es concebible que pueda tener una posición mejor que Corea para afrontar la crisis, aunque tampoco estoy totalmente seguro de eso. Descuento, en cambio, como seguro que Corea se verá duramente golpeada por la crisis. Ya le ocurrió en 1997-98, pero le salvaron la burbuja del mercado de valores estadounidense y el consiguiente crecimiento del préstamo, el gasto y las importaciones norteamericanos. Pero cuando reventó la burbuja del mercado de valores estadounidense en 2000-02, Corea cayó en lo que se antojaba como una crisis aún más grave que la de 1997-98. Hete aquí, sin embargo, la burbuja inmobiliaria estadounidense vino recientemente al rescate de Corea. Pero ahora ha reventado esa burbuja, la segunda burbuja estadounidense, y no hay una tercera para sacar a Corea de la crisis. No es necesariamente porque Corea lo esté haciendo mal. Es que no creo que haya en parte alguna del mundo una vía de salida fácil para nadie que se haya convertido en parte de un sistema capitalista verdaderamente global e interdependiente.

Así, está diciendo que el entorno externo está mucho peor que nunca antes.

Ésa es la idea principal.

¿Cuáles son, pues, las tareas más urgentes de los progresistas en Corea? Los coreanos progresistas son muy críticos con Lee Myung-bak. Suelen apoyar el estado del bienestar y la redistribución de la renta como alternativa al proyecto de Lee de invertir en la construcción del Canal, con grandes costes sociales. Ésta es la cuestión más caliente en la sociedad coreana de hoy. Los progresistas coreanos señalan que, a pesar de que Lee Myung-bak hable de crecimiento verde, su proyecto de construcción destruiría ecosistemas enteros. ¿Está de acuerdo con ellos?

Evidentemente, hay que oponerse a esos proyectos, ecológicamente desastrosos.

¿Cree que, en plena crisis económica, la construcción de un estado del bienestar como el de Suecia sería una estrategia razonable para los progresistas coreanos?

Creo que lo más importante para los progresistas coreanos es el refuerzo de las organizaciones del movimiento obrero. Sólo reconstruyendo el movimiento obrero coreano puede la izquierda construir el poder que necesita para obtener cualquiera de sus reivindicaciones. La única manera de que el pueblo trabajador pueda realmente desarrollar su poder es mediante la construcción de nuevas organizaciones en el transcurso de la lucha, y solo mediante la lucha puede lograr el advenimiento de políticas progresistas o la definición de lo que debería ser una política progresista en este momento. Creo que la mejor manera de forjar una respuesta política de izquierda actualmente es contribuir a que la gente más afectada se organice y logre poder para definir colectivamente sus intereses. De modo que, más que intentar resolver ahora, de modo tecnocrático, desde arriba, la cuestión de cuál sea la mejor respuesta, la clave para la izquierda es catalizar la reconstitución del poder del pueblo trabajador. Obviamente, el movimiento obrero coreano se ha visto debilitado desde la crisis de 1997-98. Como mínimo, la prioridad para los progresistas debería se plantearse qué hacer para mejorar el contexto de la organización de la fuerza de trabajo, qué hacer, precisamente ahora, para reforzar los sindicatos. Sin una reactivación del poder de la clase obrera, la izquierda no tardará en descubrir que la mayor parte de cuestiones de políticas públicas se convierten en materia de pura especulación académica. Quiero decir que si la izquierda tiene que influir en las políticas públicas, ha de haber un cambio, un gran cambio, en la correlación de fuerzas de clase.

¿Espera usted que los recientes fracasos del neoliberalismo abran puertas a los progresistas de todo el mundo?

El fracaso del neoliberalismo ofrece, desde luego, importantes oportunidades que no teníamos antes. El neoliberalismo nunca resultó atractivo para buena parte de la población. El pueblo trabajador jamás se ha identificado con mercados libres, finanzas libres y todo eso. Pero creo que la mayor parte de la población se había convencido de que era la única opción, de que no había alternativa. Pero ahora la crisis ha revelado la bancarrota total del modelo neoliberal de organización económica, y puede vislumbrarse el cambio. Se ha manifestado eso con vigor en la oposición del pueblo trabajador americano a los rescates de los bancos y del sector financiero. Dicen, sobre poco más o menos: "nos han contado que salvar las instituciones financieras, los mercados financieros, es la clave para restablecer la economía, la prosperidad. Pero no nos lo creemos. No queremos que ni un centavo más de nuestro dinero vaya a aquellos que no hacen más que robarnos". De modo que hay un gran vacío ideológico y se ha abierto un importante flanco para la penetración de ideas de izquierda. El problema es que hay muy poca organización del pueblo trabajador; está solo, carece de expresión política. Así que puede decirse que hay grandes oportunidades creadas por el contexto político o por el clima ideológico, pero que eso, por sí mismo, no proporcionará soluciones progresistas. De modo que, nuevamente, la máxima prioridad para los progresistas ─para cualquier activista de izquierda─, allí donde deberían ser más activos, es en el intento de reavivar las organizaciones del pueblo trabajador. Sin resucitar el poder de la clase obrera, poco progreso podrá hacerse, y el único modo de revivir ese poder es la movilización para la acción directa. Sólo mediante la acción, colectiva y masiva, del pueblo trabajador se podrá crear la organización y acumular la energía necesaria para proporcionar la base social para una transformación, por así decirlo, de su propia conciencia, para la radicalización política.

Robert Brenner, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es director del Center for Social Theory and Comparative History en la Universidad de California-Los Ángeles. Es autor de The Boom and the Bubble (Verso, Londres, 2002), un libro imprescindible para entender la historia económica del último medio siglo, el origen de la llamada "globalización" y la situación presente. (Hay una excelente versión castellana de Juan Mari Madariaga: La expansión económica y la burbuja bursátil, Akal, Madrid, 2003).

Traducción para www.sinpermiso.info: Daniel Escribano
Enlace a texto original: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2385

martes, 24 de febrero de 2009

Una Unión Europea sumida en la incertidumbre

Elmar Altvater

En diciembre pasado, el primer ministro británico Gordon Brown invitó a Londres al presidente francés Nicolas Sarkozy y al jefe de la Comisión Europea, José Manuel Barroso. No fue el tema de la reunión –la crisis financiera y los programas europeos de acción coyuntural— lo que llamó la atención, sino la ausencia de Angela Merkel. No fue invitada. La razón, la había ofrecido ya Sarkozy poco antes del encuentro con una observación burlona. Mientras Alemania reflexionaba todavía sobre posibles programas de acción coyuntural, Francia pasaba a la acción; tan claro lo dijo, que casi hizo perder a Merkel la contención diplomática.

Las semanas transcurridas desde el incidente de Londres han enseñado que la crisis financiera no la pueden parar ni siquiera los machos [en castellano en el original; T.] del palacio del Eliseo y de Downing Street, porque se ha desbordado convirtiéndose en una verdadera crisis de la llamada economía real, en una avalancha de quiebras que ha costado ya millones de puestos de trabajo. Gran Bretaña está ya al borde de la quiebra estatal. Las monstruosas pérdidas del mundo bancario han de ser enjugadas. Lo que, según estimaciones del FMI, significará unos 2,32 billones de dólares. Y no se ve todavía luz al final del túnel de la debacle. ¿A quién puede extrañar que crezca la cólera por los miles de millones perdidos? Y eso, por mucho que los ciudadanos reaccionen más bien con consternación a los miles de millones ofrecidos como si nada a los especuladores financieros y a los capitalistas reales, mientras se discute durante semanas por un par de euros más destinados a los beneficiarios del programa asistencial Hartz-IV. Y aunque es verdad que todos esperan que los miles de millones ofrecidos como aval en casos de posibles quiebras futuras no tendrán que hacerse efectivos, es bueno recordar el sagaz refrán popular: “Quien avala, para la horca se prepara”.

¿Quién habría pensado que en tiempos de globalización, de apertura mundial de los mercados libres y de un internet sin fronteras, volvería el Estado nacional como salvador de emergencia? La razón de ello es que el Estado despreciado por la camarilla neoliberal presenta en esta crisis financiera una ventaja inestimable. Dispone del monopolio fiscal, y por lo mismo, puede intervenir sobre los ingresos corrientes o venideros de los ciudadanos. De ahí se sacan los miles de millones de euros o de dólares detraídos para rescatar a los bancos en dificultades o desviados para apoyar a la industria.

No hay, hoy por hoy, alternativa al monopolio fiscal de los Estados nacionales. ¿Cómo habría siquiera de perfilar la UE milmillonarios paquetes de rescate, si no puede acceder más que a un 0,9% del PIB? Lo único que le queda a la Comisión en Bruselas es coordinar las inyecciones financieras de los países miembros, lo que significa que los 200 mil millones de euros planeados por esos países serán encauzados en un programa europeo de coyuntura. Así se demuestra capacidad de acción, aunque no se disponga de dinero. Eso es política ilusionista. Sarkozy y Merkel escriben conjuntamente al actual presidente del Consejo europeo, el checo Mirek Topolánek, y promueven una cumbre de la UE dedicada a la crisis financiera y económica que debería comenzar a celebrarse a principios de marzo de 2009 y reunirse luego varias veces en cortos intervalos de tiempo. Eso es actividad. ¿Es política eficaz?

Sin embargo, una coordinación de la política en la UE es de todo punto necesaria. Pues no sólo se trata de los gigantescos paquetes de estímulo con que se obsequia a la economía y se lastra a los ciudadanos de la UE. Los grandes países de la UE también podrían ceder a las tentaciones del proteccionismo y ponerse a defender y a sostener las respectivas industrias nacionales. Intereses en tal sentido se registran en todos los países de la UE. Lo que, por cierto, hace que la crisis financiera y económica genere tensiones también en el euro. Pues no es sostenible a la larga una moneda única, si son los Estados nacionales quienes fijan las reglas perdiendo de vista que la unidad monetaria exige un mínimo de unificación de la economía real. Esa es la lección que tienen que aprender también Alemania y Francia, empeñadas en ayudas obsequiosas y programas de sostén a sus respectivos fabricantes de automóviles.

Han pasado casi 20 años desde los acuerdos de Maastricht y el euro va a cumplir 10. A comienzos de los 90, la decisión de poner en marcha un espacio euro significaba también la renuncia a palancas políticas importantes capaces de permitir el gobierno de la economía. Ya no era posible la política monetaria cambiaria, tampoco la intervención política en los tipos de interés: todos los países de la UE quedaban sometidos a las decisiones del Banco Central Europeo. Ahora, hasta el Tribunal Constitucional Federal alemán se afana en resolver si esa renuncia a la soberanía es o no conforme a la Ley Fundamental alemana y compatible con las atribuciones democráticas mínimas que deben corresponder a los Parlamentos. Los jueces constitucionales podrán observar precisamente ahora cuán soberanamente pueden lidiar los gobiernos nacionales con el dinero (procedente, en última instancia, del contribuyente).

En última instancia, las elites de la UE han apostado siempre por el mercado y las libertades del mercado. En la situación de grave crisis financiera y económica, huelga decirlo, el mercado no aporta la menor ayuda, y el Estado fiscal nacional tiene que intervenir con subvenciones milmillonarias. A todo eso, la Europa social, a despecho de tanta retórica sobre el modelo social europeo, sigue siendo poco más que una concesión desganada. Lo que facilita el asombroso viraje del liberalismo de mercado al capitalismo centrado en el Estado. Porque apenas se presta atención a las reivindicaciones sociales. Nada cambiará en este punto –ni en París, ni en Londres, ni en Berlín, ni en Bruselas—, hasta que los movimientos sociales superen la parálisis y hagan oír su voz.

Elmar Alvater, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor emérito de Ciencia Política en el Instituto Otto-Suhr de la Universidad Libre de Berlín. Perteneció entre 1999 y 2002 a la Comisión de Investigación sobre Globalización de la Economía Mundial del Parlamento federal alemán (Bundestag) y es miembro del Consejo Científico de attac. Su último libro traducido al castellano: E. Altvater y B. Mahnkopf, Las Limitaciones de la globalización. Economía, ecología y política de la globalización, Siglo XXI editores, México, D.F., 2002.

Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2374

lunes, 23 de febrero de 2009

Esta crisis será larga y profunda y actuará como un tsunami darwinista

Marcelo Cajueiro entrevistó a José Luis Fiori

¿Las primeras medidas de la administración de Obama para combatir la crisis económica, sumadas a las iniciativas de Bush, serán suficientes para conjurar la crisis?

Yo pienso que es rigurosamente imposible responder a su pregunta, en este momento. El Senado norteamericano acaba de aprobar un paquete fiscal de estímulo a la producción y al empleo cercano a los 800 mil millones de dólares, mientras el secretario del Tesoro del gobierno de Obama, Thimothy Geithner, anunciaba medidas que pueden llegar al billón de dólares, para reactivar los mercados de crédito e intentar recuperar al insolvente sistema financiero norteamericano. Pero no existe ninguna teoría, ni claridad, sobre cuándo, dónde y cómo serán gastados esos recursos, ni mucho menos, si su utilización producirá los efectos deseados. Los economistas y las autoridades gubernamentales norteamericanas y de todo el mundo, están volando a ciegas, aún cuando no lo reconozcan o no puedan reconocerlo. En medio de esta confusión, creo que sólo existen tres cosas que pueden ser afirmadas con algún grado de certeza: la primera, es que haga lo que haga el gobierno norteamericano, será absolutamente decisivo para la evolución de la crisis en todo el mundo; la segunda, es que en este momento todos los gobiernos involucrados están haciendo la misma apuesta y adoptando las mismas estrategias monetarias y fiscales, y aprobando "paquetes" sucesivos (y hasta ahora impotentes) de ayuda a la estabilización y reactivación del sistema financiero, y de estímulo a la producción y al empleo, junto con un aumento generalizado – pero todavía disfrazado – de las barreras proteccionistas. Y todos los gobiernos se están proponiendo aumentar el rigor de la regulación de sus agentes y mercados financieros, y la tercera cosa que se puede afirmar con toda certeza es que nadie, absolutamente nadie, sabe sí estas políticas darán en el clavo.

¿Este nuevo consenso podría ser considerado como una victoria del pensamiento keynesiano, y una retirada definitiva de la ortodoxia monetarista y neoliberal?

No lo creo. Nada de lo que está ocurriendo tiene que ver con cualquier tipo de victoria o derrota teórica. Se trata de una reacción de urgencia y pragmática frente a la amenaza del colapso del poder de los Estados y los bancos, y como consecuencia, del sistema de producción y de empleo. Fue un cambio de rumbo inesperado e inevitable, que fue impuesto por la fuerza de los hechos, independiente de la ideología económica de los gobernantes que están aplicando las nuevas políticas y que en su mayoría todavía eran ortodoxos y liberales hasta antes de ayer. Es como si estuviésemos asistiendo a la versión invertida de la famosa frase de la señora Thatcher: "there is no alternative". Sólo que ahora, desde mi punto de vista, esta nueva convergencia ocurrió sin mayores discusiones teóricas o ideológicas y sin ningún entusiasmo político, al contrario de lo que ocurrió con el "giro" liberal-conservador de los años ´80 y ´90, que atravesó todos los países y todos los planos de la vida social y económica. La ideología económica liberal no previó y no consigue explicar la crisis que ella provocó, y en consecuencia, no tiene nada que decir por lo menos en este momento. Por eso mismo, las ideas ortodoxas y liberales salieron del primer plano, pero no han muerto ni desaparecerán, por el contrario, permanecen activas en todos los frentes y trincheras de resistencia a las políticas estatizantes que están en curso. Una resistencia que va creciendo en cada hora que pasa, dentro y fuera de los Estados Unidos, a pesar de que todavía no haya sido debidamente identificada y diagnosticada.

¿Y los keynesianos?

Desde mi punto de vista, los keynesianos también no tienen una teoría capaz de dar cuenta de la complejidad de esta nueva situación mundial, y por esto tampoco saben lo que viene por delante, ni consiguen prever sí las "políticas keynesianas" que están en curso alcanzarán los resultados propuestos. Asimismo, un gran número considera insuficientes los recursos que han sido desembolsados, y critican la forma en que viene siendo realizada la limpieza de los activos podridos de los bancos, que en general, es considerada poco audaz y poco precisa, además de ser perversa al premiar con recursos públicos al sector financiero responsable de la crisis. El problema es que, en la mayoría de las veces, los keynesianos tienen una enorme dificultad para tratar con los intereses y las luchas del mundo real. Y comparten con los liberales una especia de "error inverso": los liberales creen en la posibilidad y en la eficacia de la eliminación del poder político del Estado del mundo de los mercados; mientras que los keynesianos creen en la posibilidad y en la eficacia de la intervención correctiva del Estado en el mundo económico. O sea, en última instancia, ortodoxos y keynesianos comparten la misma dificultad de entender e incluir en sus modelos, proyecciones y recomendaciones, las contradicciones y las luchas políticas propias del mundo económico.

¿Y lo que usted ve cuando mira esta crisis a través de esta "ventana" del poder?

No es mucha cosa lo que se puede decir sin un estudio más detenido de los intereses y conflictos en curso entre los grupos sociales y Estados y economías nacionales, en las principales regiones del mundo; cosa que no hice ni encontré todavía en los análisis de otros autores. Sin embargo, a vuelo de pájaro, es posible ver que esta crisis envuelve intereses y poderes nacionales e internacionales, económicos y políticos, gigantescos y contradictorios. Por eso mismo, no tiene una solución técnica posible, y desde mi punto de vista tampoco tiene ninguna solución política a la vista. Todavía asistiremos a infinitas tentativas y yerros, y una lucha continua y prolongada en torno a cada una de estas iniciativas. Por lo tanto, todo indica que será una crisis larga y profunda que actuará como un "tsunami darwinista". Liquidando a los más débiles en todos los niveles. Y lo que es más chocante es que esta misma crisis terminará provocando, al final, una gigantesca transferencia y centralización de riqueza y poder. Sobre todo porque se trata de una crisis que apareció como culminación de un largo período de 30 años donde también ocurrió, por otro camino, una enorme concentración y centralización del poder y del capital. Por último, a la hora de la vuelta del sol, pocos estarán en la playa, y con certeza quien estará al frente serán los Estados Unidos. Pero lo que es más sorprendente es que a pesar de que la crisis no ha sido provocada intencionalmente, ella también debilitará a países que estaban ascendiendo en las dos últimas décadas y desafiando de alguna forma el orden internacional establecido. Es como si la crisis reubicase a todos los "sublevados" en "su debido lugar", como acostumbran a decir los "dueños del poder", en todas las latitudes del mundo.

¿Pero usted piensa que todo esto ocurrirá sin resistencia?

No. No lo creo. De mi punto de vista habrá resistencia y habrá desintegración social, incluso cuando ella no asuma la forma de una resistencia consciente. Y si la crisis se prolonga por mucho tiempo, se multiplicarán las rebeliones y las guerras civiles, sobre todo en las zonas de fractura del sistema mundial. Y no es imposible que en alguna de estas rebeliones se recoloquen objetivos socialistas. Pero con certeza no habrá un cambio del "modo de producción" a escala mundial, ni tampoco una "superación" hegeliana del sistema inter-estatal capitalista, Por el contrario, desde mi punto de vista, en esta hora de "estrechamiento de oportunidades" habrá una fuga hacia adelante y una intensificación de la competencia imperialistas que ya estaba en curso en estos últimos 20 años.

¿Su visión no es excesivamente pesimista?

No creo, creo que es apenas una lectura capitalista del propio capitalismo, con sus luchas de poder y sus contradicciones político-económicas que atraviesan y dan ritmo al movimiento cíclico y expansivo de acumulación y destrucción periódica del propio capital.

Ahora bien, cambiando un poco de tema, ¿cuáles son sus expectativas con relación a la política externa de Estados Unidos, bajo la presidencia de Obama?

Sí sólo nos fijamos en las personas y sus discursos, creo que no habría mucho de nuevo que esperar en la política exterior del gobierno de Obama. Las figuras centrales que están en el comando de la política exterior, como en el caso de la política económica, son conocidas. Ya gobernaron durante los ocho años de la administración Clinton, que promovió cerca de 48 intervenciones militares alrededor del mundo, al contrario de lo se imagina que fue la década de los 90. Por otra parte, los programas de campaña de la señora Hillary, como del propio Obama, fueron explícitamente intervencionistas y comprometidos en mantener el poder global de los EE.UU. Porque no hay que olvidar que los Estados Unidos tienen una infraestructura global de poder militar por la cual deben velar, sea cual fuere su gobierno. Son los acuerdos militares con casi 130 países, son sus 700 bases militares situadas alrededor de todo el mundo y son, por último, sus más de medio millón de soldados sirviendo o luchando fuera del territorio norteamericano. Los EEUU deben enfrentar dificultades y contradicciones crecientes para administrar este poder global, pero no hay la menor posibilidad de que los norteamericanos retrocedan y abandonen estas posiciones de poder, por su propia cuenta, con o sin Barak Obama.

Pero entonces ¿No se puede esperar nada con relación a Bush? ¿Y de dónde podrían venir los cambios?

Con seguridad habrá cambios, y lo más probable es que ellos vayan creciendo con el tiempo y pragmáticamente. Pero en este punto es necesario tener en cuenta que los reveses del período Bush aumentaron las divisiones internas y crearon una verdadera fractura expuesta y permanente dentro de la sociedad y de la elite norteamericana. Desde ese punto de vista, la elección y el propio gobierno de Obama pueden y deben ser considerados como un momento importante, pero absolutamente inicial o incipiente de un largo proceso de realineamiento interno de fuerzas e intereses dentro del establishment norteamericano, como ocurrió en el inicio de los años ´50, y en la década de los ´70, después de las guerras de Corea y Vietnam. Son momentos en que se forman nuevas coaliciones de poder y se pueden definir nuevas estrategias internacionales. Pero estos procesos de realineamiento son lentos y en este nuevo contexto internacional dependerán mucho de la evolución de las situaciones de poder, guerra y competencia económica, en los varios tableros geopolíticos alrededor del mundo. Teniendo en cuenta que muchos de estos conflictos regionales no tienen perspectiva de solución a corto plazo, debido al gran numero de intereses involucrados y apoyados por las potencia rivales y con capacidad militar de imponer su posición dentro de cada una de estas regiones. De cualquier manera, no hay duda, que frente a un cuadro de tamaña complejidad, fue un gran paso adelante el aplastamiento del fanatismo religioso del comando de la política exterior norteamericana, y su sustitución por un proyecto de experimentación progresivo y realista de soluciones negociadas, siempre que sea posible, con varias de las potencias envueltas en cada uno de estos conflictos más calientes, que irán siendo administrados. Aun sin tener una solución definitiva.

¿Esta crisis actual puede representar el fin de la era norteamericana y la inauguración de un nuevo ciclo hegemónico?

Para responderte a esta pregunta antes es preciso hacer una breve digresión teórica. Yo no leo la historia del sistema mundial como una sucesión de ciclos hegemónicos, una especie de ciclos biológicos de los Estados que nacen, crecen, dominan el mundo, y después decaen y son sustituidos por un nuevo Estado que recorre el mismo ciclo anterior hasta llegar a su propia hora de la decadencia. Desde mi punto de vista, la mejor analogía para pensar el sistema mundial es como un "universo en expansión" continua, donde todos los Estados que luchan por el "poder global" –en particular la potencia líder o hegemónica– constituyen un núcleo inseparable, complementario y competitivo, en permanente estado de preparación para la guerra. Por esto, son Estados que están siempre creando, al mismo tiempo, orden y desorden, expansión y crisis, paz y guerra. Y las potencias que una vez ocupan la posición de liderazgo, no desaparecen, ni son derrotadas por su "sucesor". Ellas permanecen y tienden más bien a fundirse con las fuerzas ascendentes, creando bloques cada vez más poderosos de poder, como ocurrió, por ejemplo, en el caso de Holanda, Gran Bretaña y Estados Unidos, que en verdad fueron ampliando sucesivamente las fronteras del poder anglosajón Además de esto, en este sistema inter-estatal capitalista en que vivimos, crisis económicas y guerras, no son, necesariamente, un anuncio del "fin" o del "colapso" de los Estados y las economías involucradas. Por el contrario, en la mayoría de las veces forman parte de un mecanismo esencial de la acumulación del poder y de la riqueza de los estados comprendidos dentro del sistema inter-estatal capitalista. Ahora bien, desde mi punto de vista, las crisis y guerras que están en curso durante este inicio del Siglo XXI todavía forman parte de una transformación estructural, de largo plazo, que comenzó en la década de 1970 y que apunta, en este momento, a un aumento de la "presión competitiva" mundial y para una nueva "explosión expansiva" del sistema mundial –como la que ocurrió en los largos Siglos XVI y XIX– que contará con un papel decisivo del poder norteamericano.

¿Pero no fue exactamente en la década del ´70 que se comenzó a hablar de la "crisis de la hegemonía norteamericana"?

Exactamente. Fue en la década del ´70 que se comenzó a hablar de la crisis de la hegemonía del poder norteamericano, y del inicio del fin de la "era americana". Y mientras tanto, la respuesta que los EEUU dieron a su propia crisis tuvo un papel decisivo en la transformación a largo plazo de la economía política mundial. Basta decir que fueron esos cambios liderados por EEUU que trajeron de vuelta al sistema mundial, después de 1991, a dos viejas potencias del Siglo XIX, Alemania y Rusia, además de conducir para dentro del sistema a China y la India, y a casi todos los principales competidores de los Estados Unidos en este inicio de Siglo. La crisis de liderazgo de los Estados Unidos, después de 2003, sirvió apenas para dar una mayor visibilidad a este procesos que ya estaban en curso, con nuevas y viejas potencias regionales actuando de forma cada vez más "desembarazada", en la defensa de sus intereses nacionales y en la reivindicación de sus "zonas de influencia".

¿Usted piensa entonces que los EE.UU están creando sus propios sepultureros?

En parte, apenas, porque de hecho la política expansiva de EE.UU. desde 1970 activó y profundizó las contradicciones del sistema mundial, derrumbó instituciones y normas, hizo guerras y terminó fortaleciendo a los Estados y a las economías que hoy están disputando con los Estados Unidos las supremacías regionales alrededor del mundo. Pero al mismo tiempo, y es esto lo que olvidan los teóricos de los ciclos hegemónicos, estas mismas competencias y guerras, cumplen y siguen cumpliendo un papel decisivo en la reproducción y en la acumulación del poder y del capital norteamericano, que también necesita mantenerse en estado de acumulación permanente, aprovechándose de esta competencia, de estas guerras y de estas crisis para reproducir su posición, al tope de la jerarquía mundial.

¿Usted piensa que la actual crisis económica afectará la centralidad del dólar como moneda de referencia internacional?

No creo que el papel internacional del dólar sea afectado o alterado como consecuencia de esta crisis. Basta mirar la llamada "fuga hacia el dólar" que se aceleró luego de septiembre de 2008, como respuesta a la crisis financiera norteamericana. Este proceso es incomprensible mientras no se entienda el funcionamiento del sistema monetario internacional, que mi colega Franklin Serrano bautizó – ya hace algunos años – de sistema "dólar-flexible". Desde la década de 1970, los Estados Unidos se transformaron en "mercado financiero del mundo", y su Banco Central (FED) pasó a emitir una moneda nacional de circulación internacional, sin base metálica, administrada a través de las tasas de interés de la propia FED, y de los títulos emitidos por el Tesoro norteamericano, que actúan en todo el mundo, como el lastre del sistema "dólar flexible". Por esto, como dice Serrano, la casi totalidad de los pasivos externos norteamericanos son denominados en dólares y, prácticamente, todas las importaciones de bienes y servicios de EEUU son pagadas exclusivamente en dólares, configurando un caso único en que un país deudor determina la tasa de interés de su propia "deuda externa". Una magia muy poderosa y una circularidad imbatible, porque se sustenta en el poder político y económico norteamericano. Ahora mismo, por ejemplo, para enfrentar la crisis, el Tesoro norteamericano emitirá nuevos títulos, pero estos títulos serán comprados por los gobiernos e inversores de todo el mundo, porque siguen siendo una aplicación segura para todo el mundo, incluso para China, como dice el influyente economista Yuan Gangming, al sostener que "es bueno para China invertir mucho en los Estados Unidos; porque no hay muchas otras opciones para sus reservas internacionales de casi 2 billones de dólares, y las economías de China y los EEUU son interdependientes".

¿Después de la polarización EEUU-URSS y de la dominación aislada de EEUU, qué es lo que viene ahora? ¿La China podrá ocupar el lugar vacío de poder dejado por un EEUU económicamente debilitado?

Como ya dije, a pesar de la violencia de esta crisis financiera y de sus efectos en cadena sobre la economía mundial, no debería haber una "sucesión china" en el liderazgo político y militar del sistema mundial. Por el contrario, del punto de vista estrictamente económico, lo más probable es que ocurra una profundización de la fusión financiera en curso desde la década del ´90, entre China y los EE.UU. Asimismo, del punto de vista geopolítico, yo pienso que a lo que asistiremos en las próximas décadas será a una competencia intensa dentro de un "núcleo central" del Sistema Mundial, constituido por los Estados Unidos, China y Rusia. Rusia, gracias a sus reservas energéticas, a su arsenal atómico, al tamaño de sus pérdidas territoriales y de población después de 1991. De ser así se estará constituyendo un nuevo "núcleo central" del sistema mundial, compuesto por tres "Estados continentales", que tienen aisladamente un cuarto de la superficie de la tierra, y más de un tercio de la población mundial. En esta nueva "geopolítica de las naciones", la Unión Europea tendrá un papel secundario, al lado de los Estados Unidos, en tanto no disponga de un poder unificado, con capacidad de iniciativa estratégica autónoma. Y la India, Brasil y África del Sur podrán aumentar su poder regional, en escalas diferentes, pero no serán poderes globales, aún por mucho tiempo. Sin embargo, es muy difícil prever los caminos del futuro, después de la era imperialista en la que estamos sumergidos.

José Luis Fiori, profesor de economía y ciencia política en la Universidad pública de Río de Janeiro, es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.

Traducción para www.sinpermiso.info: Carlos Abel Suárez
Enlace a Sin Permiso: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2372

jueves, 19 de febrero de 2009

EEUU, ¿nacionalizar los bancos?

Alejandro Nadal
La Jornada


Estados Unidos parece encaminarse a la nacionalización de buena parte del sistema bancario. Pero Obama prefiere no oír hablar del tema, y parece que su equipo tiene prohibido pronunciar las sílabas malditas: na-cio-na-li-za-ción.

Sin embargo, en materia de bancos es posible que ese sea el único camino, porque hasta el momento nada parece estar funcionando. Ayer los mercados se desplomaron por el temor de que nada de lo que planea hacer Obama dará resultado: es probable que su paquete de estímulo fiscal (de 787 mil millones de dólares) no sea suficiente para darle a la economía estadunidense los electrochoques que necesita.

Lo cierto es que el crédito sigue sin fluir: es claro que el primer paquete de rescate bancario no tuvo el resultado esperado. Era de esperarse porque la ayuda no llevaba condiciones: los banqueros podían hacer lo que quisieran con esos recursos. Y como en plena crisis las operaciones de crédito son arriesgadas, no es sorprendente que los dichosos banqueros se hayan dedicado a todo menos a prestar.

Pero la explicación más importante es que los estados financieros de los bancos están contaminados hasta la médula por activos tóxicos. El significado es portentoso: hoy los principales bancos estadunidenses están en la insolvencia. Estimaciones confiables indican que las pérdidas del sector bancario alcanzan 1.8 billones de dólares. Si esos números son correctos, la espina dorsal del sistema bancario estadunidense está fracturada. Para restaurar este cuadro clínico se requieren cantidades astronómicas de capital debido al fuerte apalancamiento de estas actividades.

El 9 de febrero el secretario del Tesoro presentó su plan para rescatar a los bancos y poner nuevamente en marcha a la economía. El punto importante es que Geithner sigue el mismo camino de su predecesor Paulson al proponer un plan muy amistoso para el sector bancario, con una pesada carga para el fisco.

Geithner propuso la creación de entidades público-privadas encargadas de promover la compra de los activos tóxicos (cartera vencida y sus derivados) en poder de los bancos para sacarlos de las hojas de balance. Pero hay varios problemas con este plan. Para comenzar, no se sabe quién va a comprar esos activos porque el plan también promete reducir los pagos de las hipotecas. Es decir, el valor de activos respaldados por la hipotecas de segunda categoría bajaría todavía más.

Por supuesto, la raíz del problema es que el precio real de esos activos tóxicos está por el piso. Venderlos a ese importe implicaría que muchos de los grandes bancos tendrían capital social negativo y desaparecerían. Los bancos, evidentemente, no están de acuerdo con vender estos "activos" a un precio de mercado tan castigado. Pero comprarlos a precios nominales sería un regalo desmedido a los bancos y un escándalo político. Geithner prefirió quedarse donde dejó las cosas Bush. El mercado bursátil no se dejó impresionar y al día siguiente se derrumbó.

Pero el plan Geithner sí deja ver que la nacionalización no es la prioridad de Obama. Ese podría ser su error histórico porque hoy parece que sólo una nacionalización podría romper el nudo gordiano de los "activos tóxicos", limpiar la contabilidad de esos establecimientos y reanudar la actividad bancaria convencional (tanto en la captación como en el otorgamiento de préstamos).

Obama podría incluso ofrecer una nacionalización temporal. Dentro de unos años, cuando ya se tenga un nuevo sistema regulatorio, los bancos serían reprivatizados. Y se podría recurrir a esquemas redistributivos muy interesantes para recolocar a los bancos en el sector privado. Uno consistiría en distribuir el valor de las acciones de estos bancos entre los causantes: después de todo, es con su dinero que se pudieron recapitalizar y sanear esos establecimientos.

Pero Obama se opone diciendo que el costo de una nacionalización sería muy elevado. Eso es discutible. De hecho, si a costos vamos, hay que notar que de septiembre a enero la Reserva Federal aumentó su hoja de balance en 1.2 billones de dólares y ahora se niega a revelar los nombres de las instituciones beneficiarias. Es claro que el costo del rescate ya supera lo autorizado por el Congreso y la transparencia es nula. Varios circuitos de la economía estadunidense han recibido una fuerte inyección de liquidez en estos meses. En algún momento, todo esto va a revertirse, con presiones inflacionarias difíciles de controlar. Obama podría lamentarse de no haber nacionalizado los bancos cuando podía.

¿Por qué sabe tan amarga la píldora de la nacionalización de los bancos en Estados Unidos? Marx diría que en Estados Unidos solamente ha imperado el modo de producción capitalista. Ni esclavismo (la economía sureña no cae en esta categoría) ni feudalismo: sólo el mundo del capital. Eso conduce a una visión ahistórica del mundo. Sólo existe el capital, eterno y natural. ¿Nacionalizar? Uy, no, ¡qué horror!



Enlace a La Jornada

Tsunami financiero: fase de la dislocación geopolítica global

Alfredo Jalife-Rahme

En el mismo sentido de Dennis Blair, director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, quien alertó de la probabilidad de una Gran Depresión y sus implicaciones geopolíticas, LEAP/E2020, centro de pensamiento europeo, advierte que en el último semestre de este año se iniciará la quinta fase de la crisis sistémica: la fase de la dislocación geopolítica global (GEAB, número 32, 16.2.09).

Recuerda su previo análisis en el que sostenía que la crisis sistémica global se desplegaría en cuatro principales fases estructurales: desencadenamiento, aceleración, impacto y decantación. Reconoce que ha surgido una nueva fase (la quinta, de dislocación geopolítica), debido a la incapacidad de los líderes globales de entender plenamente la visión de la crisis presente y que se ha vuelto obvia por la determinación en curar las consecuencias en lugar de las causas. Vaticina que la quinta fase advendrá en el cuarto trimestre de este año (es decir, a partir de septiembre), y que en su epílogo el mundo se parecerá más a Europa en 1913, en lugar de nuestro mundo en 2007.

Esta nueva fase será conformada por dos procesos principales que ocurrirán en dos secuencias paralelas.

Los dos procesos principales constan de: 1.- la desaparición de la base financiera en todo el mundo; es decir, la extinción del dólar debido a su impagable deuda; y 2.- la fragmentación de los intereses de los grandes jugadores y los bloques del sistema global.

Las dos secuencias paralelas constan de: 1.- la desintegración veloz de todo el sistema internacional vigente; y 2.- la dislocación estratégica de los grandes jugadores globales.

Se lamenta que la cuarta fase de decantación no haya dado lugar a la recuperación y culpa a los líderes globales de haber perdido la oportunidad de sacar las conclusiones adecuadas del colapso del sistema global prevaleciente desde la Segunda Guerra Mundial.

Los líderes globales no se encuentran a la altura de las circunstancias: Barack Obama, Nicolas Sarkozy o Gordon Brown pierden su tiempo coreando la dimensión histórica de la crisis, pero ocultan el hecho de que no entienden absolutamente nada de su naturaleza e intentan limpiar sus nombres del fracaso futuro de sus políticas. LEAP/E2020 es muy severo con los principales líderes del mundo occidental: prefieren persuadirse a sí mismos que el problema será resuelto como cualquier otro problema técnico normal, aunque un poco mas serio que el usual. Mientras cada uno persiste en jugar las viejas reglas obsoletas de décadas atrás, inconscientes del hecho de que el juego se ha extinguido bajo sus narices.

La reciente reunión de los ministros de finanzas del G-7 en Roma, más catatónica que nunca, parece conceder toda la razón al LEAP/E2020: en Estados Unidos, como en Europa, China y Japón, los líderes persisten en reaccionar como si el sistema global hubiese sido solamente víctima de alguna falla temporal. Pareciera que “solamente requieran cargas de combustible (liquidez) y otros ingredientes (disminución de las tasas de interés, recompra de los activos tóxicos, rescates de las industrias semiquebradas…) para que vuelva a arrancar”.

Su diagnóstico es de una enfermedad terminal, no de un catarrito blindado: el sistema global ha fenecido; se requiere construir uno nuevo en lugar de luchar en salvar lo que no puede ser más rescatado. Concuerda con nuestro análisis de que no se trata de una crisis vulgar, que puede ser solucionada con medidas anticíclicas, sino del fin del paradigma neoliberal (y, quizá, del mismo modelo capitalista).

Exhibe una gráfica sobre las penurias de la industria, en orden descendente en Japón, Estados Unidos, la eurozona, Gran Bretaña, China e India; es decir, de seis de los principales activadores de la globalización financiera y económica, que han contraído dramáticamente la demanda de nuevos pedidos (al último trimestre de 2008) en el sector manufacturero que ha ingresado a territorio negativo, como señal incontrovertible de que sus economías pudieran desacelerarse todavía más en los meses venideros (Índices de Compra de los Gerentes; MarketOracle/JP Morgan).

LEAP/E2020 esperaba una recuperación gradual después de la cuarta fase de decantación, pero, por desgracia, este brote de la quinta fase incendiará el proceso requerido de reconstrucción en forma abrupta: mediante una completa (¡sic!) dislocación del sistema vigente, con consecuencias particularmente trágicas (¡súper sic!) en el caso de varios grandes jugadores globales.

La única esperanza de que este escenario dantesco no ocurra radica en los próximos cuatro meses antes del verano de 2009. Asevera que la cumbre del G-20 el próximo abril en Gran Bretaña es probablemente la última oportunidad de reacomodar las fuerzas en juego; es decir, antes de que las bancarrotas de Gran Bretaña y Estados Unidos den inicio.

En caso del fracaso del G-20, perderán su capacidad de controlar los eventos, ya que muchos de sus países, así como en el resto del mundo, entrarán en la fase de dislocación geopolítica como un barco ebrio. Se recuerda que barco ebrio es el célebre poema del genial Rimbaud.

Más probablemente, el G-20 tendrá mayores dificultades incluso de reunirse, ya que la tendencia creciente es de que cada quien se salve por sí mismo.

A su juicio, la dislocación geopolítica afectará ineluctablemente a los cuatro principales actores geoestratégicos del planeta: Estados Unidos, Unión Europea, China y Rusia, por lo que la población en general y los jugadores sociopolíticos deben estar listos a enfrentar temibles (¡súper-sic!) tiempos durante los cuales amplios segmentos de nuestra sociedad serán modificados o desaparecerán temporalmente, o se extinguirán permanentemente. Se basa en un artículo tétrico de The New York Times (El desempleo representa una amenaza a la estabilidad mundial; 15.2.09). Esto le concede toda razón a los señalamientos de mi paisano Carlos Slim Helú frente a los pigmeos del calderonismo.

LEAP/E2020 insiste en que la ruptura del sistema monetario global ocasionará el colapso del dólar (y de los activos denominados en dólares), pero también inducirá, por contagio sicológico, una pérdida general de confianza en todas las divisas. ¿Es el momento inevitable del oro y la plata?

Concluye que los países más monolíticos y las entidades políticas más imperialistas son quienes sufrirán más de esta quinta fase de la crisis. Algunos estados experimentarán una dislocación estratégica que socavará su integridad territorial y su influencia mundial. ¿Se referirá al ya decadente Estados Unidos?

A consecuencia de ello, otros estados perderán súbitamente sus situaciones protegidas y serán arrojados al caos regional.

A ver qué pasa con el G-20.

Enlace a texto en Rebelion

lunes, 16 de febrero de 2009

Fidel se equivocó, pero tiene razón

Manuel Cabieses Donoso

Esta vez el Comandante Fidel Castro se equivocó y sus reflexiones han causado grave daño político al resultado de la visita a Cuba –que pudo ser absolutamente exitosa- de la presidenta Michelle Bachelet. Todo marchaba sobre ruedas –discursos, ofrendas florales, reuniones en el Palacio de la Revolución y en el Arzobispado, firma de convenios, visitas a centros médicos y científicos, feria internacional del libro, almuerzos, cenas, fotos, intercambio de regalos, abrazos, etc.- hasta que aparecieron las Reflexiones del compañero Fidel.


La derecha chilena, que ya había agotado todas sus municiones para impedir –o al menos condicionar- el viaje de Bachelet a Cuba, recibió esas Reflexiones como maná del cielo. Que Fidel hubiese planteado a la presidenta Bachelet el tema de la salida al mar para Bolivia fue para la derecha un verdadero “bocato di cardinale”.

El chovinismo más burdo, a pesar de su entreguismo en la práctica a intereses extranjeros, es una especialidad de la derecha. Sobre todo cuando se trata de la presunta intangibilidad de los tratados limítrofes con Bolivia y Perú impuestos por la Guerra del Salitre de 1879-84 –que el ejército chileno libró por cuenta de financistas británicos cuando el país llegaba por el norte sólo hasta Copiapó-. Olvida que la dictadura de Pinochet, su personaje inolvidable, revivió sin complejos la oferta de un corredor marítimo para Bolivia formulada en los años 50 por el gobierno –también anticomunista- de Gabriel González Videla. Será, quizás, porque los militares tienen más claro que la derecha politiquera que en términos geopolíticos es sumamente peligroso prolongar el enclaustramiento de Bolivia. Posterga las posibilidades de desarrollo en un área en que Chile tiene grandes carencias de agua, gas y petróleo, que abundan en Bolivia, y en cambio posee un extenso litoral en el que podría ceder un puerto –en acuerdo con Perú- para su utilización soberana por Bolivia. Esto no sólo favorecería el desarrollo de los tres países. Además, y sobre todo, modificaría las hipótesis de conflicto que hoy manejan las tres naciones “hermanas”, permitiéndoles reducir sus enormes gastos militares.

La Reflexión del compañero Fidel hace mención al tema de Bolivia en los términos y desde la perspectiva histórica y de integración latinoamericana que son conocidos en los pronunciamientos de Cuba y muchos otros gobiernos latinoamericanos que solidarizan con las justas demandas marítimas de Bolivia. La opinión pública chilena no tiene conciencia –pero la cancillería sí dispone de suficiente información- de que las demandas de Bolivia gozan de enorme apoyo internacional, tanto de gobiernos y parlamentos, como de los pueblos que condenan el despojo territorial del que fue víctima la hija favorita del Libertador Simón Bolívar. Pero, ¡horror, en las Reflexiones de Fidel estaba la prueba de la “intromisión” cubana en un asunto reservado al exclusivo tratamiento de los gobiernos de Chile y Bolivia! (En rigor habría que agregar a Perú).

La derecha, esa fiera agazapada y ansiosa de atacar al gobierno en este año electoral, saltó como un resorte. Ha desatado una tormenta de verano –a falta de otros temas porque la política en febrero anda de vacaciones-. En los hechos –dada la resonancia de sus trompeteros mediáticos- esta furibunda campaña ha conseguido dañar en forma irreversible el éxito que ya había alcanzado la visita de Bachelet a Cuba. Ahora el gobierno aparece arrinconado, dando explicaciones a diestra y siniestra, jurando que no cedió un ápice en la tradicional postura chilena sobre la mediterraneidad de Bolivia, que se reclamó al presidente Raúl Castro por el contenido de la columna de Fidel, etc. Esa debilidad –como suele ocurrir en estos casos- ha enardecido todavía más a la derecha. Sus exigencias son variadas. Piden el retiro del embajador en La Habana, la ruptura de relaciones diplomáticas, disculpas públicas del gobierno cubano, explicaciones del canciller en el Parlamento, etc. Poco falta para que se acuse al gobierno de traición a la patria, lo cual ha sido insinuado por los más feroces opositores. Sin embargo la derecha ha pasado por alto otros aspectos de las Reflexiones de Fidel, como la valoración que hace de la revolución bolivariana de Venezuela, engranaje vital de la revolución latinoamericana. En otras circunstancias habría dedicado sus dentelladas y zarpazos al presidente Hugo Chávez, objetivo cotidiano en su prensa, radio y televisión. Sin embargo, tuvo más que suficiente con el tema de la salida al mar para Bolivia. De paso ha ridiculizado el interés que puso Bachelet en entrevistarse con Fidel y hasta la visible alegría y prisa con que abandonó una ceremonia en el Memorial Salvador Allende para partir a ese encuentro. Otros analistas críticos de las Reflexiones han descubierto errores en cifras y afirmaciones, por ejemplo el apoyo que Gladys Marín habría prestado a Bachelet para que fuese elegida en segunda vuelta. En verdad la secretaria general del Partido Comunista murió en marzo de 2005 y Bachelet fue elegida el 15 de enero del 2006. Pero estos son pelos de la cola en el empeño por destruir las Reflexiones de Fidel. Que, al parecer, fueron escritas apenas terminó la conversación con Bachelet. El eje de la controversia está en lo que Fidel habló sobre la salida al mar de Bolivia.

En términos mediáticos y políticos, la visita a Cuba de la presidenta Michelle Bachelet se ha visto arruinada por la arremetida oligárquica. Los medios no hablan de otra cosa que de la “inaceptable intromisión” de Fidel. Es una lástima lo ocurrido porque la materialización de este viaje fue muy difícil. La mandataria chilena encontró resistencia en su propio equipo de gobierno. El partido Demócrata Cristiana se opuso desde el principio y prohibió que sus militantes aceptaran incorporarse a la comitiva oficial. No hay que olvidar que la cancillería es una plaza fuerte de la DC y que el canciller Foxley hace cuanto puede por boicotear los vínculos de Chile con Cuba y Venezuela. La presidenta afrontó también durante meses una feroz campaña de la derecha que al comienzo exigía que el viaje no se realizara. Luego, al comprobar que se haría de todos modos, la derecha aliada con la DC exigieron que Bachelet recibiera en La Habana a representantes de la “disidencia” cubana. Como esto tampoco dio resultado la alianza DC-derecha planteó que la “disidencia” se colara de contrabando en la cita de la presidenta con el cardenal-arzobispo de La Habana. Hay que reconocer que la presidenta enfrentó todas esas presiones –y quizás cuántas otras que no conocemos- con valor político.

Al viajar a La Habana, después de 37 años de la visita del presidente Salvador Allende, la mandataria chilena se sumó a la digna actitud de numerosos jefes de estado latinoamericanos que han ido a Cuba para enviar al nuevo gobierno norteamericano un elocuente mensaje de rechazo al bloqueo y de fraternal solidaridad con la isla.

La implementación de los convenios que firmó Bachelet en Cuba quizás permitan, cuando amaine el temporal político, resituar las relaciones chileno-cubanas en el plano positivo en que se encontraban antes la jauría derechista despedazara el éxito del viaje. Fidel, que conoce el pensamiento cavernario de la derecha chilena, se equivocó al incluir en sus Reflexiones el derecho de Bolivia a una salida soberana al mar. Pero no se puede negar que tiene toda la razón.

We Are All Socialist Now

Luis Casado

“Ahora todos somos socialistas”. Así reza el titular de la portada de la revista yanqui Newsweek en su edición fechada del 16 de febrero de 2009. Para respaldar el titular los autores de la nota explican: “El gobierno de los EEUU -bajo una administración republicana conservadora- ya nacionalizó efectivamente las industrias de la banca y de los créditos hipotecarios”.

Confiesa que ni Camilo Escalona ni Michelle Bachelet pensarían siquiera en hacer algo parecido, ¿Ah?

Para no hablar del Plan económico de Obama, cuyo primer billón debiese estimular la economía real, mientras que otros dos billoncitos -de los que se habla menos- debieran devolverle su legendaria eficiencia al sistema financiero del imperio y la confianza a todos los gilipollas que perdieron hasta la camisa en sus operaciones especulativas.

“Ahora todos somos socialistas”. ¡No te jode! Para pagar los desastres cometidos por los adoradores del libre mercado, de la iniciativa privada y de la globalización… ¡Lo que tu digas macho!

Ya podrían encargarle el “despoho” a una comisión de abacúas, ñáñigos, babalaos y santeros siempre y cuando los resultados los pagase el personal.

Y se ve que este “despoho” va a costar caro. Según se tome en cuenta solo el dinero reservado a la economía real (la otra economía es por huevear), el Plan Obama representa casi un 6% del PIB estadounidense, nada que ver con el pijotero plancito de Velasco que no llega al 1,4% del nuestro. Debe ser que en Chile “no hay ni habrá ninguna crisis…”

En fin, que las bolsas se siguen desplomando porque el Plan Obama “decepcionó al mercado” según Eric Maskin, pseudo premio Nobel de economía 2007. Tú te dices que es verdad que el pobre mercado tiene de qué estar “decepcionado”, él que rechaza toda intervención pública en la economía y se las arregla solito para dejar un cagazo planetario sin remedio.

El mismo “experto” asegura que “no cree que el anuncio (del Plan) por sí mismo vaya a restaurar el mercado del crédito”, negocio privado desaparecido en combate si uno le cree a Alejandro Alarcón, “experto” de la asociación de bancos de Chile que le explica a quién quiera escucharle que no se saca nada con bajar las tasas de interés usureras porque “no hay demanda” (sic).

Se ve que si “Ahora todos somos socialistas” aun queda algún capitalista retardado. Alejandro Alarcón y Chile, como el pequeño pueblecito galo de Astérix y Obelix, aun resisten… ¡Coraje! No todo está perdido.

Lo que no deja de ser estimulante visto que según Newsweek el crecimiento de los EEUU “en los últimos cinco años tiene un sospechoso parecido con el hedge fund de Bernie Madoff. Los estadounidenses han vivido bien con dinero prestado (la tasa de ahorro bajó de un 7,6% en 1992 a menos de 0% en el 2005) mientras los financieros construían castillos en el aire”.

Y cuando el castillo en el aire se va al carajo… no queda más que distribuir las pérdidas.

Por eso, que no se te olvide: “Ahora todos somos socialistas”.

El colmo del ridículo

Fidel Castro Ruz

¡Qué susto! Por poco me muero al leer las declaraciones de la U.D.I. (Unión Demócrata Independiente). Es una verdadera suerte que Chile ya no viva bajo la férula de Augusto Pinochet. Leyendo el capítulo 12 del libro de Max Marambio "Las armas de ayer", refresqué aquellos tétricos días en que el tirano ordenó el bombardeo de la vivienda del Presidente, en Tomás Moro. Juro que si tuviera dinero pagaría la edición masiva de ese libro.

Tal vez su texto está en la red de Internet. De no ser así, lo lamentaría muchísimo.

¡Cómo me divierto observando la furia del sector más rancio de la oligarquía! Algunos de sus líderes de visita en Cuba hace años, no vacilaron en reunirse conmigo para demostrarme cuán capaces y sabios eran. Ni siquiera a ellos los traté con altanería.

Fue sumamente triste el último día de la vida de Allende.

Al salir de la casa rumbo a La Moneda, después de las 7 de la mañana, no despertó a Tencha, su esposa, que descansaba en la segunda planta junto a sus hijas Isabel y Beatriz, "la Tati". Pensaba que la residencia en Tomás Moro, era el sitio más seguro para ellas. No podía imaginar siquiera que sería bombardeada por los golpistas.

Por primera vez en la historia de la institución y del país "cuenta Max Marambio, jefe de los selectos y bien entrenados jóvenes revolucionarios que integraban el G.A.P., Grupo de Apoyo al Presidente" aviones de combate chilenos entraban en acción para atacar al presidente elegido por el pueblo… y los Hawker Hunter, lo harían con la pericia que se adquiere en los entrenamientos sin el temor que provoca el riesgo verdadero de una respuesta desde el objetivo. Entonces la imagen de La Moneda, destrozada y humeante recorre el mundo."

"…Beatriz la Tati, quien en su abultado vientre llevaba el nieto que Allende nunca conocería", escribió.

" ‘¡A las once en punto se bombardea! Vai a ver lo que va a pasar. Una vez bombardeada la asaltamos con el Buin y la Escuela de Infantería’. Decidió entonces que los tanques comenzarían el ataque. Dispararon más de cincuenta cañonazos contra la fachada del edificio."

"…Pinochet, que mantenía su oferta de sacar a Allende del país. Aunque desnudando su alma, agregó un comentario sórdido: ‘luego el avión se cae, viejo’. Su interlocutor, el almirante Carvajal, disfrutaba los comentarios de Pinochet."

Pasaré el día 15 atendiendo las noticias sobre el Referendo Popular que debe decir sí o no al derecho del líder bolivariano Hugo Chávez Frías, a ser postulado nuevamente para la presidencia de la hermana República Bolivariana de Venezuela.
Por mi parte no albergo duda alguna de su victoria.

Fidel Castro Ruz
Febrero 14 de 2009

domingo, 15 de febrero de 2009

La encrucijada venezolana

Guillermo Almeyra

Creo, espero, que las urnas den un nuevo triunfo al gobierno de Hugo Chávez para que pueda enfrentar mejor las grandes dificultades que Venezuela deberá superar en los próximos años. Porque lo que está en juego no es el problema de si se puede relegir o no un presidente (Franklin D. Roosevelt, la Thatcher, Reagan, Mitterrand, Bush, fueron relegidos sin que nadie hablase de “dictadura”), entre otras cosas porque en Venezuela existe la posibilidad constitucional de realizar un referéndum revocatorio a mitad del mandato presidencial, sacándolo del gobierno si el pueblo así lo decidiese.

Lo que en realidad la derecha quiere sabotear por todos los medios, electorales o no, es la propiedad estatal de las palancas fundamentales de la economía venezolana, el carácter antimperialista de una política exterior dirigida a formar un bloque latinoamericano para lograr un desarrollo regional independiente de Estados Unidos y la política de alianzas que de eso se desprende (con los sectores obreros, campesinos y populares, en lo interno, y con los adversarios de su enemigo de Washington, en lo internacional). La disputa, por lo tanto, expresa un agudo conflicto político y de clases entre, por una parte, los sectores ligados al capital financiero internacional o de él dependientes y, por otra, los que confusamente intentan utilizar el Estado para llevar a cabo un capitalismo de Estado con políticas de transformación social e incluso de organización de gérmenes de poder popular basados en la democracia directa.

Conviene tener presente que, en primer lugar, Venezuela depende del precio del petróleo en el mercado mundial y que la estatización de Pdvsa no rompió esa dependencia aunque le dio al Estado la renta que antes se llevaban las trasnacionales. Los planes de Chávez en América del Sur, en el Caribe, con Cuba, para el propio desarrollo nacional venezolano, dependen de este modo de precios que, dada la crisis mundial, seguirán estancados o bajarán aún más. La fuga de divisas y la guerra de las grandes compañías contra el estatismo agravarán la situación económica. En esas condiciones se votará la reforma de la Constitución para posibilitar la relección de Chávez (y de los gobernadores, muchos de ellos opositores), y en el 2010 se elegirán los nuevos miembros de la Asamblea Nacional, que hoy es chavista pero que mañana podría no serlo, al menos en la proporción actual.

Por otra parte, el conflicto es aún más agudo porque Venezuela –además de tener una posición de rentista petrolera que permitía a una amplia clase media no productiva importar lo que quisiera y desalentaba la producción y la productividad en todos los sectores–, debido a las dictaduras o al pacto corrupto de Punto Fijo entre los partidos que falsamente decían ser “socialdemócratas”, nunca conoció la educación democrática y, menos aún, la participación popular organizada en la toma de decisiones.

Tampoco hay una orientación clara si hacia una alianza con el sector “patriótico” de los empresarios o con los intereses de los sectores populares. Chávez, por ejemplo, otorgó créditos baratísimos para favorecer a los empresarios nacionales, pero el grueso del capital está en manos de las trasnacionales, que lo odian y lo desprecian al igual que los escuálidos de la oposición, y la mayoría de los empresarios es, por razones de clase, antichavista, y los pocos de ellos que están ligados al régimen –la famosa boliburguesía o burguesía bolivariana– lo están porque aprovechan las brechas en el Estado para practicar y fomentar la corrupción y enriquecerse sin escrúpulos ni principios sociales.

Por otra parte, los grandes progresos de la democratización en el campo de los derechos (referéndum revocatorio, propuesta de creación o revocación de leyes por medio de referendos populares), las estatizaciones de las empresas fundamentales, los planes y acciones masivos de educación y salud, dependen en buena medida de la organización del apoyo popular a Chávez y no solamente del aparato estatal. Pero esa organización es incipiente, el Partido Socialista Unido Venezolano mismo ha sido creado recientemente y lo fue desde el poder estatal y sus dirigentes reciben la presión de éste pero también la de la base (que le da un margen de independencia). Además, los consejos comunales, misiones y organismos de poder popular, así como los sindicatos, enfrentan la oposición del poder militar, centralizado y vertical por definición, y de la excesiva centralización estatal, que dificulta enormemente su desarrollo. Existe incluso el peligro de que ese verticalismo aumente para tratar de enfrentar con métodos burocrático-militares la crisis económica, los éxitos electorales de la derecha antichavista y la creciente y tremenda ineficiencia y corrupción en diversos sectores estatales, dejando en segundo plano lo único eficaz, o sea el desarrollo de la autonomía y la autogestión obrera y campesina.

Para colmo, como todos los gobiernos llamados “progresistas” de América Latina, el de Chávez se guía por indicadores económicos capitalistas como el aumento del producto interno bruto o de la producción y por la cantidad de divisas en el banco central, en vez de utilizar la crisis como un reto a la creatividad, desarrollando experiencias de producción en armonía con el ambiente en las zonas campesinas y de autogestión en la producción de viviendas y en la producción industrial, y no utiliza el control estatal para dar golpes mortales a los especuladores y a los importadores de productos innecesarios y muchas veces inútiles y dañinos despilfarrando divisas cada vez más escasas. Por eso, repito, espero que gane Chávez, pero preveo que la elección será difícil, porque lo esencial –el reforzamiento de la organización y de la conciencia de los sectores populares– aún está por hacerse.