domingo, 30 de marzo de 2008

Eduardo Galeano: Invisibles

Invisibles

Eduardo Galeano, domingo, 30 de marzo de 2008

El héroe

¿Cómo hubiera sido la guerra de Troya contada desde el punto de vista de un soldado anónimo? ¿Un griego de a pie, ignorado por los dioses y deseado no más que por los buitres que sobrevuelan las batallas? ¿Un campesino metido a guerrero, cantado por nadie, por nadie esculpido? ¿Un hombre cualquiera, obligado a matar y sin el menor interés de morir por los ojos de Helena?
¿Habría presentido ese soldado lo que Eurípides confirmó después? ¿Que Helena nunca estuvo en Troya, que sólo su sombra estuvo allí? ¿Que diez años de matanzas ocurrieron por una túnica vacía?

Y si ese soldado sobrevivió, ¿qué recordó?

Quién sabe.

Quizás el olor. El olor del dolor, y simplemente eso.

Tres mil años después de la caída de Troya, los corresponsales de guerra Robert Fisk y Fran Sevilla nos cuentan que las guerras huelen. Ellos han estado en varias, las han sufrido por dentro, y conocen ese olor de podredumbre, caliente, dulce, pegajoso, que se te mete por todos los poros y se te instala en el cuerpo. Es una náusea que jamás te abandonará.

Americanos

Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos?

¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allí vivían, ¿eran mudos?

Lo escucharon los peregrinos del Mayflower: Dios decía que América era la Tierra Prometida. Los que allí vivían, ¿eran sordos?

Después, los nietos de aquellos peregrinos del norte se apoderaron del nombre y de todo lo demás. Ahora, americanos son ellos. Los que vivimos en las otras Américas, ¿qué somos?

Fundación de las desapariciones

Miles de muertos sin sepultura deambulan por la pampa argentina. Son los desaparecidos de la última dictadura militar.

La dictadura del general Videla aplicó en escala jamás vista la desaparición como arma de guerra. La aplicó, pero no la inventó. Un siglo antes, el general Roca había utilizado contra los indios esta obra maestra de la crueldad, que obliga a cada muerto a morir varias veces y que condena a sus queridos a volverse locos persiguiendo su sombra fugitiva.

En la Argentina, como en toda América, los indios fueron los primeros desaparecidos. Desaparecieron antes de aparecer. El general Roca llamó conquista del desierto a su invasión de las tierras indígenas. La Patagonia era un espacio vacío, un reino de la nada, habitado por nadie.

Y los indios siguieron desapareciendo después. Los que se sometieron y renunciaron a la tierra y a todo, fueron llamados indios reducidos: reducidos hasta desaparecer. Y los que no se sometieron y fueron vencidos a balazos y sablazos, desaparecieron convertidos en números, muertos sin nombre, en los partes militares. Y sus hijos desaparecieron también: repartidos como botín de guerra, llamados con otros nombres, vaciados de memoria, esclavitos de los asesinos de sus padres.

Padre ausente

Robert Carter fue enterrado en el jardín.

En su testamento, había pedido descansar bajo un árbol de sombra, durmiendo en paz y en oscuridad. Ninguna piedra, ninguna inscripción.

Este patricio de Virginia fue uno de los más ricos, quizás el más, entre todos aquellos prósperos propietarios que se independizaron de Inglaterra.

Aunque algunos padres fundadores de Estados Unidos tenían mala opinión de la esclavitud, ninguno liberó a sus esclavos. Carter fue el único que desencadenó a sus cuatrocientos cincuenta negros para dejarlos vivir y trabajar según su propia voluntad y placer. Los liberó gradualmente, cuidando de que ninguno fuera arrojado al desamparo, setenta años antes de que Abraham Lincoln decretara la abolición.

Esta locura lo condenó a la soledad y al olvido.

Lo dejaron solo sus vecinos, sus amigos y sus parientes, todos convencidos de que los negros libres amenazaban la seguridad personal y nacional.

Después, la amnesia colectiva fue la recompensa de sus actos.

La Justicia ve

La historia oficial de Brasil sigue llamando inconfidencias, deslealtades, a los primeros alzamientos por la independencia nacional.

Antes de que el príncipe portugués se convirtiera en emperador brasileño, hubo varias tentativas patrióticas. Las más importantes fueron las de Minas Gerais y Bahía.

El único protagonista de la Inconfidencia mineira que fue ahorcado y descuartizado, Tiradentes, el sacamuelas, era un militar de baja graduación. Los demás conspiradores, señores de la alta sociedad minera hartos de pagar impuestos coloniales, fueron indultados.

Al fin de la Inconfidencia bahiana, el poder colonial indultó a todos, con cuatro excepciones: Manoel Lira, João do Nascimento, Luis Gonzaga y Lucas Dantas fueron ahorcados y descuartizados. Los cuatro eran negros, hijos o nietos de esclavos.

Hay quienes creen que la Justicia es ciega.

Olympia

Son femeninos los símbolos de la revolución francesa, mujeres de mármol o bronce, poderosas tetas desnudas, gorros frigios, banderas al viento.

Pero la revolución proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y cuando la militante revolucionaria Olympia de Gouges propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, la guillotina le cortó la cabeza.

Al pie del cadalso, Olympia preguntó:

–Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?

No podían. No podían hablar, no podían votar.

Las compañeras de lucha de Olympia de Gouges fueron encerradas en el manicomio. Y poco después de su ejecución, fue el turno de Manon Roland. Manon era la esposa del ministro del Interior, pero ni eso la salvó. La condenaron por su antinatural tendencia a la actividad política. Ella había traicionado su naturaleza femenina, hecha para cuidar el hogar y parir hijos valientes, y había cometido la mortal insolencia de meter la nariz en los masculinos asuntos de estado.

Y la guillotina volvió a caer.

Los invisibles

En 1869, el canal de Suez hizo posible la navegación entre dos mares.

Sabemos que Ferdinand de Lesseps fue autor del proyecto, que el pachá Said y sus herederos vendieron el canal a los franceses y a los ingleses a cambio de poco o nada, que Giuseppe Verdi compuso la ópera Aída para que fuera cantada en la inauguración y que noventa años después, al cabo de una larga y dolida pelea, el presidente Gamal Abdel Nasser logró que el canal fuera egipcio.

¿Quién recuerda a los ciento veinte mil presidiarios y campesinos, condenados a trabajos forzados, que construyendo el canal cayeron asesinados por el hambre, la fatiga y el cólera?

En 1914, el canal de Panamá abrió un tajo entre dos océanos.

Sabemos que Ferdinand de Lesseps fue autor del proyecto, que la empresa constructora quebró, en uno de los más sonados escándalos de la historia de Francia, que el presidente de Estados Unidos, Teddy Roosevelt, se apoderó del canal y de Panamá y de todo lo que encontró en el camino, y que sesenta años después, al cabo de una larga y dolida pelea, el presidente Omar Torrijos logró que el canal fuera panameño.

¿Quién recuerda a los obreros antillanos, hindúes y chinos que cayeron construyéndolo? Por cada kilómetro murieron setecientos, asesinados por el hambre, la fatiga, la fiebre amarilla y la malaria.

Las invisibles

Mandaba la tradición que los ombligos de las recién nacidas fueran enterrados bajo la ceniza de la cocina, para que temprano aprendieran cuál es el lugar de la mujer, y que de allí no se sale.

Cuando estalló la revolución mexicana, muchas salieron, pero llevando la cocina a cuestas. Por las buenas o por las malas, por secuestro o por ganas, siguieron a los hombres de batalla en batalla. Llevaban el bebé prendido a la teta y a la espalda las ollas y las cazuelas. Y las municiones: ellas se ocupaban de que no faltaran tortillas en las bocas ni balas en los fusiles. Y cuando el hombre caía, empuñaban el arma.

En los trenes, los hombres y los caballos ocupaban los vagones. Ellas viajaban en los techos, rogando a Dios que no lloviera.

Sin ellas, soldaderas, cucarachas, adelitas, vivanderas, galletas, juanas, pelonas, guachas, esa revolución no hubiera existido.

A ninguna se le pagó pensión.

(Capítulos del libro Espejos/ Una historia casi universal, de Eduardo Galeano, que pronto estará en librerías)

sábado, 29 de marzo de 2008

El rostro de la guerra en "Los desnudos y los muertos" de Norman Mailer

Jesús Aller

Rebelion

El del fallecimiento de un escritor es siempre un momento que invita a volver sobre su obra, rematada y conclusa tan misteriosamente. El hombre abandona el escenario y nos sentimos llamados a buscar en esa hilera de libros que han quedado ahí y reflejan todavía, más que cualquier otra cosa, los rasgos y la personalidad del que se ha ido. En el caso de Norman Mailer (1923-2007), este interés viene incrementado por tratarse de uno de esos autores que alcanzan una rara prominencia como diseccionadores y críticos de la sociedad en la que viven, de modo que su obra resulta relevante para tratar de entenderla, al tiempo que su persona acaba convirtiéndose en un referente privilegiado de esa misma sociedad. En este sentido, sus malabarismos ideológicos de "conservador de izquierda", muestran en realidad la acomodación a los rituales usamericanos de un hombre dotado por igual de una notable capacidad para descubrir sus entresijos y un descomunal e inmaduro ego. Las noticias de peleas, premios, escándalos, nuevos matrimonios y millonarios divorcios no estorban ya la reflexión sobre una obra que, de interés discutible en algunas de sus partes, contiene sin duda también varios títulos imprescindibles de la literatura del siglo XX. A propósito de estos desequilibrios, permítase a este reseñista resumir de pasada su penosa experiencia tratando de leer la última novela de Mailer, que se encuentra ahora en las librerías entre las novedades de la temporada. Es ésta una premiosa y extravagante elucubración sobre los primeros años de Adolf Hitler, que analiza sus hábitos masturbatorios en clave de oscuras influencias satánicas, y sólo al llegar al capítulo de agradecimientos del libro, con su amplia lista de archiveros, redactores, revisores de manuscritos y correctores de estilo comprende uno que la responsabilidad del propio Mailer en el desaguisado se diluye probablemente bastante. Son cruces de un escritor cuya cara más brillante tal vez la hallamos en la primera de sus novelas, Los desnudos y los muertos (1948), que compite con ventaja para ser la mejor de un autor americano sobre la II Guerra Mundial, y constituye un clásico en la descripción de la psicología de los hombres en la guerra.

Un sistema para el cual la guerra es un negocio y una herramienta imprescindible, de expansión y conquista de mercados, ha de crear necesariamente un discurso adulterado sobre ella y promover toda una serie de pseudovalores destinados a enmascarar su auténtico rostro. De esta forma, la apoteosis de sufrimiento, brutalidad y cercenación de todos los derechos humanos, que es la realidad de la guerra, puede acabar pareciendo algo muy distinto, cargado de valores "positivos", como heroísmo, abnegación o ese patriotismo que esconde siempre una capacidad fascinante para trasformar cualquier agresión en una "defensa". Norman Mailer, que sirvió en las Filipinas durante la II Guerra Mundial, aprovechó esta experiencia para componer Los desnudos y los muertos, novela llevada a la pantalla por Raoul Walsh en 1958, y que constituye un hito fundamental en el empeño de superar estos mitos, acercándonos a la realidad humana de la guerra. La obra describe la conquista de una pequeña isla del Pacífico Sur por el ejército usamericano, concentrándose en los combatientes de este bando.

Una primera característica que marca Los desnudos y los muertos es su radical empeño en reivindicar y mostrar siempre al hombre que hay detrás del soldado. El hecho de que los ejércitos uniformicen a sus soldados puede hacernos creer que éstos adquieren así una nueva naturaleza, y una compañía que desfila puede pretender ser un armazón de elementos intercambiables. En las antípodas de esta perspectiva, Mailer se esfuerza siempre en una recreación de los tipos humanos diversos que el azar convierte en compañeros de armas. Éstos nos introducen además en los ambientes de la sociedad usamericana de aquel tiempo, pues para cada uno de los protagonistas existen siempre algunas páginas, intercaladas con el texto principal, destinadas a presentarnos lo esencial de su biografía.

Tras el desembarco en la isla, la obra se desarrolla en dos escenarios diferentes. El primero de ellos describe la cima de la cadena de mando y se centra sobren todo en las complejas relaciones entre el general Edward Cummings, jefe de las tropas usamericanas y su asistente, el teniente Robert Hearn. Cummings, procedente de una familia acomodada del Medio Oeste, es un hombre de extraordinaria inteligencia y rara personalidad. Recién licenciado de la academia, es enviado a Europa durante la I Guerra Mundial, donde observando en el frente el avance de los soldados bajo fuego enemigo, experimenta algo que tiene la fuerza de una revelación: "Estaban todos esos hombres y algún hombre por encima de ellos que les daba órdenes, que cambiaba tal vez para siempre la materia de sus vidas. En la oscuridad, mira fijamente el campo, fascinado por la visión más grande que había tenido su alma. Eran cosas que se podían hacer. Mandar todo aquello. La intensidad de su emoción, la cólera, la exaltación, el ansia indefinida y poderosa lo sofoca." Cautivo del hechizo del poder, su existencia se transforma: "Él es ahora todo aplicación, todo estudio. Por la noche, en la sala de las sucesivas casas de guarnición en las que viven, él lee cinco o seis noches a la semana. Está ahí toda la educación que le ha faltado, y da pasos gigantes para adquirirla. Primero está la filosofía, y después la ciencia política, la sociología, la psicología, la historia, hasta la literatura y el arte. Absorbe todo con el fantástico poder de memoria y asimilación que puede mostrar a veces, lo absorbe e inmediatamente lo transforma en otra cosa, satisfaciendo el deseo dominante de su mente." (Traducción de Patricio Canto, Goyanarte, 1953).

Convertido en general, Cummings juega su partida de ajedrez con piezas que son hombres que sufren y mueren, pero desarrolla sobre todo ideas políticas para el futuro, ideas cercanas al fascismo, de las que trata confidencialmente con Hearn, muchacho de buena familia y talante liberal, trasunto del propio Mailer, que trata de defender sus puntos de vista. Dice Cummings en cierta ocasión: "Históricamente, el fin de esta guerra es transformar el potencial de estados Unidos en energía cinética. El concepto de fascismo es mucho más sabio que el concepto de comunismo si piensas un poco, puesto que está arraigado profundamente en la naturaleza real de los hombres; tuvo la desgracia de iniciarse en un país inapropiado, en un país que carecía del poder intrínseco necesario para desenvolverlo plenamente. En Alemania, dada esa frustración básica de sus limitados medios materiales los excesos habían de ser inevitables. Pero el sueño de Alemania, la idea que la mueve es perfectamente plausible. -Cummings se enjugó la boca-. Como dices tú, Robert, y no del todo mal, hay un proceso de ósmosis. Estados Unidos hará suyo ese sueño, lo está haciendo ahora mismo." Estos diálogos, escritos en los años cuarenta, resultan de un lucidez sorprendente cuando observamos la historia de las décadas siguientes: "Eres un tonto si no te das cuenta de que éste habrá de ser el siglo de la reacción, tal vez el reino milenario de ella. Es la única idea de Hitler que no me parece completamente disparatada." Cuando Cummings expone las ventajas de reprimir brutalmente a los soldados, porque así "la rabia que acumulan, los hace pelear mejor" y "como no pueden ametrallarnos a nosotros apuntan a otra parte", Hearn le responde: " el riesgo es demasiado grande, si perdemos la guerra habremos provocado una revolución." En los largos ocios de la guerra no faltan tampoco escenas casi idílicas: "Domingo en la playa. Era casi increíble. Sólo faltaban las sombrillas a rayas, las mujeres y niños, para que la playa fuese idéntica a cualquiera de las playas elegantes en las cuales veraneaba su familia. Acaso habría que agregar un barquito a vela, y Dalleson estaría pescando en lugar de hacer puntería contra las piedras; pero el parecido era patente."

En el otro extremo del escalafón nos encontramos con los componentes de un pelotón implicado en numerosas acciones de combate, una asombrosa galería de seres humanos que dibujan la diversidad de una sociedad uniformizada en el retablo sangriento de la guerra. Tipos como Julio Martínez de origen mejicano, dominado por el miedo, pero explorador insustituible, orgulloso de su empleo de sargento, o el también sargento Sam Croft, líder natural del pelotón, militar "ejemplar", brutal y autoritario, cuya motivación profunda es sólo una innata y patológica crueldad, y que en plena refriega, "ansiaba el latido rápido y tenso que sentiría en la garganta después de matar a un hombre." Red Valsen, en el extremo opuesto, es el veterano que se resiste a matar. Su vida, como la de cada uno, muestra detalles concretos de una injusticia universal. De sus primeros años se nos dice: "El horizonte siempre está cerrado. Nunca se levanta sobre las colinas que rodean la ciudad, ni asoma entre las rendijas de las viejas casuchas de los mineros, ni se eleva sobre la cima de los pozos de la mina. La tierra parda clara de las colinas de Montana se ha acumulado en el valle. Es necesario saber que la Compañía posee todo. Hace mucho tiempo, han abierto el camino en el valle, han perforado los pozos, han construido las casas de madera, han levantado los almacenes de la Compañía y hasta han edificado una iglesia. Desde entonces, la ciudad es un abrevadero. Los salarios salen de los pozos y terminan en los engranajes de la Compañía; con lo que se gasta para beber en el bar de la Compañía; en comer, vestirse y pagar el alquiler, nada queda: Todos los horizontes se cierran en el ascensor de la mina."

En el pelotón encontramos también dos judíos, un irlandés de Boston que militaba en Cristianos Unidos, una asociación fascista, un sólido muchachote de origen rural y algún ex-delincuente, junto a muchos otros tipos que retratan la variedad de la sociedad usamericana de la época. Las sensaciones y emociones individuales son presentadas con amarga objetividad, y también las rutinas del esfuerzo colectivo: "Empezó a andar y Croft buscó su lugar junto al cañón que empujaba. La columna tenía ahora doscientos metros de largo. Empezaron a moverse y la fatiga continuó. Una señal luminosa extendió una luz celeste y delicada sobre ellos, luz que casi se perdía a través del denso follaje. En ese breve instante, los hombres fueron sorprendidos empujando los cañones, en las clásicas posturas de esfuerzo, que tenían la forma y la belleza de un friso antiguo. (...) Por un instante, la luz iluminó sus rostros blancos y contraídos. Los mismos cañones tenían una belleza frágil y articulada, como un insecto sentado sobre sus filiformes patas traseras. Después la oscuridad los tragó de nuevo y empujaron los cañones a ciegas, una fila de hormigas que arrastra su carga al hormiguero." En una de las escena más duras del libro, una tarde ociosa los soldados, tras agotar varias cantimploras de whisky, parten de exploración hacia un campo de batalla de hace algunos días "en busca de recuerdos". La visión de los borrachos deambulando entre cadáveres en descomposición es una lúcida e impactante metáfora del alma de la guerra.

Los dos escenarios descritos terminan por unirse cuando Cummings, molesto por algunos desaires de Hearn, decide enviarlo al frente y el teniente es agregado al pelotón antes presentado, al que en ese momento se encomienda una peligrosa misión de reconocimiento tras las líneas japonesas. El libro narra después los detalles de ésta, el enfrentamiento inevitable por el mando entre Croft y Hearn, que representan polos opuestos de autoritarismo brutal y racionalidad compasiva, la muerte en combate de este último y la tensión extrema del grupo sometido a la locura de Croft en un avance desesperado hacia ninguna parte. El final de la patrulla coincide con el de la campaña en la isla, concluida con sorprendente facilidad en ausencia de Cummings por el torpe e inseguro mayor Dalleson gracias a la debilidad de las líneas japonesas.

A los sesenta años de su publicación, Los desnudos y los muertos sigue atrapando al lector con su extraordinario retablo humano, su investigación brillante de las sensaciones y emociones de los hombres en la guerra y la lucidez de algunas de sus intuiciones políticas. La industria que se lucra con los conflictos bélicos precisa una cobertura ideológica que se exhibe procaz en todos los medios controlados por el poder. En estas condiciones, dibujar el rostro más veraz de uno de estos conflictos, usando sabiamente todos los recursos literarios, y mostrar con amoroso detenimiento algunas de sus intrahistorias, acaba regalándonos una contundente revelación de lo que es la guerra en realidad. El general piensa recostado en su cama y los soldados mueren en la selva. Con su profundización en las relaciones entre Cummings y Hearn, Los desnudos y los muertos es tal vez solamente la crónica de un homicidio, gestado morosamente y ejecutado casi por azar, pero lo que debe sorprendernos es cómo este crimen queda perfectamente camuflado entre los protocolos de mando y la carnicería de la guerra.

martes, 25 de marzo de 2008

ERIC OLIN WRIGHT Y EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

Entrevista realizada por José Miguel Ahumada, Egresado Ciencia Política UDP

Erik Olin Wright nos aclara su concepción del Socialismo y qué sentido tiene en el siglo XXI éste concepto. Además, habla sobre el rol del partido político en la transformación de la sociedad y aclara la relación entre socialdemocracia y socialismo. El Profesor de la Universidad de Wisconsin – Madison da cuenta de la estrategia que deben asumir los socialistas para la construcción del socialismo y hace una crítica al capitalismo desde el marxismo analítico.

¿Qué cree usted que significa “Socialismo” hoy?

La palabra “socialismo” nunca ha tenido un significado particular, por el contrario, siempre ha sido una etiqueta ideológica y política sujeta a debate tanto para sus adherentes como para sus oponentes. Por lo tanto, nunca ha sido posible dar al término una definición “autorizada”. Algunas veces el término adquiere un muy sólido y claro sentido relacionado a un contraste radical con el capitalismo: socialismo sería la negación del capitalismo. Capitalismo se entendería como un sistema económico basado en la propiedad privada y un mercado libre descentralizado; socialismo sería un sistema económico en el control público de la producción y una completa planificación central. Otras veces el término es usado en una forma muy superficial para designar un vago sentido de preocupación política en lo relacionado a la igualdad y la justicia social: en el socialismo, el sistema económico es orientado para servir a los intereses y aumentar el bienestar de la gente común. Un “gobierno socialista” sería por lo tanto, uno que trabaje para servir a los intereses de la gente común y corriente con ningún constreñimiento particular para realizar determinadas políticas públicas o diseños institucionales para cumplir con tales proyectos.

¿Quién es Eric O. Wright?

Erik Olin Wright es profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Norteamericana Wisconsin – Madison, es uno de los intelectuales marxistas más importantes de la década. Sus libros se han concentrado en el análisis de la sociedad contemporánea desde la óptica de las clases sociales y sus conflictos. Erik Wright ha escrito “Classes”(Verso, 1985), “Class Counts” (Cambridge, 1997) y “Classes, the State and the Crisis” (Verso, 1978), entre otros, que tienen como centro de análisis, el estudio empírico de las clases, sus evoluciones y conflictos en las sociedad contemporáneas. Pertenece a una corriente dentro del marxismo llamada “marxismo analítico”, donde se incluyen intelectuales como Gerald Cohen, Adam Przeworski, Philippe Van Parijs y que se orientan desde una visión analítica (influenciada por las teorías del individualismo metodológico) y empírica para analizar el marxismo.

Personalmente encuentro que ninguna de estas definiciones de socialismo es particularmente útil para el mundo contemporáneo. La primera es muy restrictiva al identificar “socialismo” con una muy específica estructura institucional; la segunda es muy vaga al identificar el socialismo con un ideal demasiado amplio. Aquí es lo que entiendo por “socialismo”. Yo uso el término tanto para describir un conjunto de valores sociales relacionados con la idea de una sociedad justa y para describir uno conjunto de principios fundacionales para creación de instituciones que puedan permitir realizar tales valores.

Los valores planteados anteriormente pueden ser descritos como igualitarismo democrático radical. Permítame explicar las bases de esta idea. Yo usualmente divido esto en dos principios.

1. El principio igualitario de la sociedad justa: En una sociedad justa, todas las personas deberían tener un igual acceso a los medios materiales y sociales necesarios para vivir vidas de “autoflorecimiento” o “autorrealización”. Esta es una idea muy exigente de igualdad, ya que insiste en que deberíamos no sólo proveer a la gente con “igualdad de oportunidades” para, digamos, la educación o trabajo, sino que con igual accedo a los medios para desarrollar sus potencialidades humanos y vivir una vida completa.

2. El principio democrático de una sociedad justa: En una sociedad donde reine la justicia política, todas las personas tendrían un igual acceso a los medios políticos necesarios para controlar colectivamente las decisiones que les afecte su destino común. Esta es también un principio muy exigente, ya que requiere que el estatus social, de ingreso y material no tenga impacto en las decisiones colectivas democráticas, y que el ámbito de las decisiones democráticas abarque el rango total de los problemas que afectan a los intereses colectivos.

Si son tomadas seriamente, estos principios son bastante radicales por lo que requerirían una gran o fundamental transformación de las estructuras sociales, instituciones y relaciones de poder existentes en las sociedades para que sean realizadas.

El problema del diseño de instituciones está cargado de complejidades y controversias. Hubo un tiempo cuando, por lo menos algunas personas que se identificaban con fuertes ideas igualitaristas, creían que esos valores podrían realizarse con un alto control centralizado del Estado de los medios de producción y sobre las actividades económicas generales. El término “socialismo” era usado por muchas personas para describir tal diseño. En mi juicio, este tipo de diseño institucional fue en gran medida un fracaso para realizar aquellos ideales de democracia igualitarista. En vez de ese diseño altamente estatista, lo que yo creo que necesitamos es un diseño de “socialismo” que tome seriamente el prefijo “social”. Lo que quiero decir con esto es que debemos trabajar para desarrollar estructuras institucionales que efectivamente empoderen a la gente común para controlar las condiciones de sus propias vidas. Entiendo lo anterior como “socialismo como un empoderamiento social”. Es un tanto complicado explicar lo que esto realmente significa, pero la idea central es democratizar profundamente tanto el Estado como la economía, haciendo tanto el poder político como el poder económico completamente sujeto a la activa participación democrática de la gente común. Mientras esto ciertamente conlleva un rol mucho más fuerte del Estado en la organización de la vida económica que la que caracteriza al capitalismo, esto no es equivalente al control del Estado de los medios de producción y la completa planificación de la economía.

¿Cuál es su visión del actual gobierno de Michelle Bachelet?¿podemos hablar de un gobierno socialista o que, por lo menos, intente caminar hacia el socialismo?

Realmente no manejo la suficiente información sobre Bachelet o las políticas del actual Gobierno de Chile para hacer un juicio lo suficientemente coherente. Es, en cualquier caso, difícil analizar lo que un particular gobierno está “intentando” hacer, ya que esos intentos están fuertemente configurados o atravesados por constreñimientos, presiones y dilemas que deben hacer frente. Dado los constreñimientos del capitalismo global por ejemplo, cualquier gobierno debe preocuparse por un mercado estable, por la inflación o el “clima de inversiones”, etc. Esto significa que aunque un gobierno esté seriamente realizando procesos de control democrático profundos tanto del Estado como de la economía-lo que significa, moviéndose hacia una dirección hacia el socialismo del que te comenté-, mientras continúe existiendo dentro del capitalismo deberá intentar actuar en una forma que responda a estos constreñimientos, y esto puede encerrar un rango de políticas que en cierta forma pueden ser vistas como “pro-capitalista”. Esto no quiere decir, sin embargo, que un gobierno socialista en una sociedad capitalista está forzada a simplemente tomar tales constreñimientos como dados y conformar sus políticas a los deseos del capital o a la comunidad empresarial.

Los constreñimientos pueden ser confrontados; los límites de posibilidades pueden ser ampliados. Esto significa que cualquier gobierno seriamente socialista –cualquier gobierno que esté comprometido con moverse en la dirección de una sociedad socialmente empoderada- tendrá conflictos con la clase capitalista y otras elites. Un gobierno socialista sin conflictos dentro del capitalismo es poco probable que esté “intentando” moverse hacia el socialismo. Pero igualmente –y esto es importante- un gobierno socialista que pretenda que los constreñimientos no existan o se niegue a acomodarse a ellos –que rechace cualquier compromiso con el capital debido a sus principios- es también poco probable que sea efectivo y por lo tanto, poco probable que logre moverse a la dirección socialista por un tiempo importante.

¿Cuál es la diferencia entre un gobierno socialdemócrata y un proyecto socialista?

En mi marco de análisis del capitalismo y del socialismo, existen cinco caminos a través de los cuales el empoderamiento social puede realizarse. Los defino como:

1. Socialismo estatista

2. regulación económica socialdemócrata

3. democracia asociativa

4. capitalismo social

5. economía social

Estos constituyen cinco procesos o caminos diferentes a través de los cuales el poder social –poder arraigado en la organización colectiva de la gente común- pueden ejercer un control sobre la economía. En el capitalismo todos estos caminos son débiles. Mientras el empoderamiento social aumente su poder en cualquiera de estos caminos, el capitalismo se transformará en lo que llamaría una “forma híbrida” en la cual elementos capitalistas y socialistas están combinados: capitalismo, en un sentido, devienen en un capitalismo menor puro en la medida en que se profundiza el empoderamiento social.

En estos términos, la distinción entre la “socialdemocracia” y lo que es convencionalmente llamado “socialismo” es una distinción que existe dentro de estos cinco caminos empoderamiento social: la socialdemocracia correspondería a la segunda y tercera de los caminos para proyecto socialista; el socialismo estaría arraigado en la primera de las alternativas dentro de los caminos nombrados. Las dos, por lo tanto, pueden ser vistas como componentes del “proyecto socialista” en un sentido amplio.

¿Cuál es el rol del Partido Político en la creación del socialismo?

La transformación del capitalismo hacia el socialismo necesariamente envuelve al Estado y su transformación. Tres de los caminos hacia el empoderamiento social envuelven directamente el ejercicio del poder estatal ( el socialismo estatista, la regulación económica de la socialdemocracia y la democracia asociativa) y las otras dos son afectadas significativamente por las formas en que el Estado crea las “reglas del juego” dentro del cual los movimientos sociales, los sindicatos, y otras formas de organización colectiva actúan para aumentar los otros dos caminos (capitalismo social y economía social). Los Partidos Políticos son las formas de organización colectiva a través de los cuales el Estado es transformado y el poder estatal es dirigido hacia específicos fines sociales, y por lo tanto, es difícil imaginar un movimiento fuerte que camine hacia el socialismo en los cuales los Partidos Políticos no sean importantes.

El problema, obviamente, es que los Partidos Políticos son en sí mismas instituciones con jerarquías internas y estructuras de poder. Algunas personas que actúan dentro de los partidos construyen sus vidas alrededor de su trabajo dentro del partido y llegan a tener intereses vinculados al partido como una Organización, no viendo al partido como un simple vehículo de la expresión de la voluntad popular. Políticos desean salir electos no sólo para avanzar en las causas del Partido, pero para avanzar en sus propias carreras políticas. Y estas fuerzas internas, como los sociólogos han argumentado a lo largo del siglo pasado, han creado tensiones inevitables entre los fines ideológicos del partido, sus bases sociales y las dinámicas organizacionales internas.

No existe una perfecta solución a esta tensión, no existe un simple camino para impedir esto. Lo mejor que podemos hacer, creo, es insistir en una cultura y práctica democrática robusta dentro de los partidos, donde la participación y deliberación popular son centrales y el liderazgo está en directa relación con las bases militantes. La organización democrática interna no es una panacea, y trae consigo sus propios problemas, pero considero que es una condición necesaria para un partido socialista que se mantenga anclado en el tema del empoderamiento social.

¿Qué estrategias debería un Partido Socialista tomar para avanzar en la creación del socialismo?

Si los socialistas entienden que el movimiento hacia el socialismo implica los cinco caminos para el empoderamiento social, entonces el problema estratégico se transforma en un problema relacionado con el pensar sobre retos estratégicos de cada uno de estos caminos. Esto nos abre a una arena más amplia para la acción estratégica y para el trabajo práctico en los múltiples espacios en los cuales el poder social, el poder estatal, y el poder económico interactúan.

En mi trabajo sobre estos temas, yo he distinguido tres diferentes “lógicas de transformación” arraigadas en las estrategias de empoderamiento social: la “ruptural”, la “intersticial” y el “simbiótico”. La primera corresponde a la idea de que las transformaciones envuelven quiebres y discontinuidades en las instituciones y estructuras sociales. La segunda, la transformación intersticial, corresponde a la idea de que nosotros podemos construir instituciones alternativas que encierren los principios de empoderamiento social dentro de la sociedad existente, en los espacios y grietas del sistema existente, y que esto puede eventualmente convertirse en corrosivo de las relaciones capitalistas de poder y desigualdad. Y la tercera lógica, simbiótica, se refiere a la estrategia de usar las instituciones existentes en formas que, simultáneamente, resuelvan problemas prácticos relacionados a esa institución y a la vez, expandan el ámbito del poder social.

Todas estas lógicas de transformación son importantes para, a largo plazo, crear el socialismo, pero éstas lógicas pueden ser más o menos centrales dependiendo del contexto histórico y las condiciones políticas. Mi sentimiento general en este punto es que, en las condiciones históricas actuales, las lógicas intersticiales y simbióticas son particularmente importantes. Las estrategias intersticiales centradas en expandir la economía social, por ejemplo, han desarrollado avances en muchos lugares, algunas veces sustentadas por innovadoras formas de políticas públicas como en la Provincia de Québec en Canadá.

Las estrategias intersticiales han sido también importantes en el avance de nuevas formas de capitalismo social, como en el movimiento de comercio justo y en varios esfuerzos de los movimientos sociales para imponer regulaciones en torno al trabajo y al medio ambiente a las corporaciones multinacionales. Las estrategias simbióticas de aumentar nuevas formas de participación popular en problemas colectivos –como el Presupuesto Participativo en Porto Alegre- como también bastante importantes.

Es imposible proveer una receta abstracta sobre “qué hacer”. Los partidos socialistas en cualquier arena histórica deberían observar las posibilidades de acción y progreso sobre cada uno de los cinco caminos y pensar sobre la apropiada estrategia ruptural, intersticial y simbiótica que permitan facilitar el movimiento dentro de esos cinco caminos.

¿Es el capitalismo inherentemente negativo? ¿por qué?

Esta es la pregunta más fácil. La respuesta es Sí. Es más fácil especificar la acusación al capitalismo que elaborar una estrategia para su transformación. Creo que el capitalismo es inherentemente negativo, lo que implica, según mi visión, que las estructuras esenciales que hace del sistema social un sistema “capitalista” generan una variedad de severos males en la vida de la gente y que esos males pueden ser superados sólo contraatacando este proceso capitalista.

Si bien el capitalismo es inherentemente negativo, hay dos cosas por las cuales yo no entiendo lo de “inherentemente negativo”. Primero, no considero que el capitalismo sea enteramente negativo, o sea, que no posea atributos positivos, y por sobre todo, que históricamente no haya sido positivo en relación a otras alternativas. El Capitalismo es un poderoso motor de cambio tecnológico y crecimiento económico y esto ha, ciertamente, contribuido para expandir las potencialidades humanas en muchas formas. Por lo tanto, el reclamar que el capitalismo es inherentemente negativo significa que, en balance, por lo menos en esta etapa del desarrollo capitalista, los efectos negativos del capitalismo superan sus efectos positivos. Segundo, el reclamo que el capitalismo es inherentemente negativo no significa que el único camino para contrarrestar estos males sea la destrucción del capitalismo. Diabetes es una enfermedad que es “inherentemente negativa” porque sus mecanismos específicos generan males en la vida de las personas con esa enfermedad, pero estos males pueden ser muy neutralizados contrarrestando la diabetes con insulina. Moverse en la dirección del socialismo es la terapia más importante para el capitalismo, y moviéndose hacia el socialismo, el capitalismo deviene progresivamente en menos capitalismo (la forma híbrida se ve progresivamente permeado por el empoderamiento social). Signifique o no lo último una transición a una sociedad dentro del cual el capitalismo está completamente subordinado y opera sólo dentro de los espacios determinados por el socialismo dominante es una pregunta abierta.

¿Por qué creo que el capitalismo es inherentemente negativo? Mi crítica al capitalismo puede ser descrita en diez proposiciones. Me extendería mucho si elaboro y defiendo cada una de estas proposiciones acá, pero las nombraré aquí (en mi segundo capítulo de mi libro Envisioning Real Utopias, disponible como borrador en mi página web www.ssc.wisc.edu/~wright, desarrollo estas diez proposiciones en detalle):

1. Las relaciones de clase capitalista perpetúan formas innecesarias de sufrimiento humano. La idea básica aquí es que la “pobreza en medio de la abundancia” es una característica inherente del capitalismo y está asociado a las desigualdades propias de las dinámicas del mercado.

2. El capitalismo bloquea la universalización del florecimiento humano. El Capitalismo no simplemente perpetúa formas de sufrimiento humano que podrían ser eliminadas dado el nivel de desarrollo económico, si no que también bloquea el acceso a las condiciones de florecimiento humano a la gran mayoría de las personas. Esto es por la ausencia de sentido que el capitalismo le asigna a la gran mayoría de los trabajadores, las impresionantes desigualdades de oportunidades en la distribución de bienes e ingresos, y la hiper competitividad de las relaciones capitalistas.

3. El capitalismo perpetúa déficit de libertad y autonomía individual que son eliminables. El capitalismo es generalmente pensado como si resguardara por excelencia la libertad individual, pero las grandes desigualdades de bienes dentro del capitalismo implican que la mayoría de la gente es forzada a trabajar para otros, y dentro de su trabajo, de someterse a la dominación de sus jefes.

4. El capitalismo viola los principios liberales igualitarios de justicia social. Los liberales igualitarios ponen la igualdad de oportunidades en el centro de su idea de la sociedad justa, pero el capitalismo inherentemente brinda a algunos injustas ventajas sobre el resto a través de los bienes heredados y las desigualdades de ingreso que permiten que los padres compren privilegios a sus hijos.

5. El capitalismo es ineficiente en ciertos aspectos cruciales. Existen cuatro formas particulares sobresalientes de fuentes de ineficiencia en el capitalismo: la subproducción de bienes públicos (o sea, de bienes que benefician a todos pero que no pueden generar ganancias para el mercado), externalidades negativas (como no tomar en consideración los efectos negativos sobre otros de las elecciones económicas de uno, como la tendencia de las firmas capitalistas a la polución) y el monitoreo y fortalecimiento de los contratos de mercado.

6. El capitalismo tiene una sistemática predisposición al consumismo. Cuando la productividad aumenta existen siempre dos posibilidades como resultado: puedes producir la misma cantidad de stuff con menos input o puedes o puedes producir más stuff con el mismo input. Debido al carácter competitivo del mercado en la economía capitalista y la lógica de maximización de ganancias, existe una tendencia sistemática en el capitalismo hacia el segundo de estas opciones. El resultado es el “consumismo” –una economía cuyas dinámicas están predispuestas en favor del consumo sobre la posibilidad de aumentar el tiempo libre.

7. El capitalismo es ambientalmente destructivo. Tanto debido a la predisposición al consumismo por parte del capitalismo como por las ventajas en términos de ganancia al ignorar los costos ambientales, el capitalismo intensifica la destrucción del medio ambiente.

8. La penetración del mercado en cada una de las esferas de la vida amenaza a valores fundamentales. El mercado puede ser una forma económicamente eficiente de organizar la producción y distribución de muchos bienes, pero a pesar de eso, mucha gente siente que existen aspectos de la actividad humana que no debieran ser organizados por el mercado, a pesar de que sean “eficientes” en el sentido técnico económico del término. Algunas actividades no deberían estar sujetas a la “maximización de las ganancias”. Ejemplos claros de esto incluye la venta de partes del cuerpo o la compra de bebés para la adopción. Existen leyes que restringen al capitalismo de crear estos mercados. Pero en otras áreas donde el capitalismo ha penetrado también amenaza a importantes valores humanos: el cuidado de niños y ancianos, la salud, las prisiones, servicio militar, religión y el arte serían ejemplos. Los valores asociados con tales actividades tienden a degradarse cuando son organizadas en formas que maximizan el retorno de las inversiones capitalistas.

9. El capitalismo corroe la comunidad. La competencia intensiva como característica del mercado capitalista y las formas sociales de clivajes y desigualdades que generan minan las solidaridades colectivas y el sentido de “estamos todos en el mismo barco”.

10. El capitalismo mina la democracia. El capitalismo constriñe la democracia a través de tres mecanismos: primero, saca del debate público un rango de decisiones cruciales que tiene importantes consecuencias colectivas sobre la vida de las personas, particularmente las decisiones sobre asignación de las inversiones; segundo, porque los ingresos vía impuestos dependen en forma significativa de las inversiones empresariales, la habilidad de una colectividad democrática para generar un profundo rango de bienes públicos y servicios sociales es constreñido por las preferencias de los poseedores del capital; y tercero, la concentración de bienes e ingresos en el capitalismo crean desigualdades considerables en el poder político mientras que los recursos económicos puedan ser usados para fines políticos.

Ninguna de estas proposiciones son simples y sencillas, y ciertamente ninguna de ellas es incontroversial. Todas envuelven un diagnóstico de ciertos tipos de consecuencias negativas que son –hipotéticamente- generados por la estructura básica del capitalismo como un sistema de producción con unas relaciones de clases definidas por el control privado de los medios de producción, y la coordinación económica organizada a través de los intercambios descentralizados del mercado. Las proposiciones en sí misma no indican el grado a través de los cuales los efectos pueden ser neutralizados creando instituciones contra capitalistas dentro de la sociedad capitalista. El diagnóstico de que estos son males generados por el capitalismo puede ser correcto y puede ser también cierto que estos males pueden ser significativamente aminorados a través de varios tipos de cambios institucionales que no necesariamente reemplazan completamente al capitalismo.

Las diez proposiciones definen lo que es negativo del capitalismo desde una perspectiva normativa del igualitarismo democrático radical. Si se demuestra que estas proposiciones son falsas, en el sentido de que el capitalismo, dejado a su propia lógica, supere todos estos males, entonces el impulso para articular parámetros de una alternativa emancipadora no tendría sentido. Pero dado el actual estado de conocimiento sobre las propiedades y dinámicas del capitalismo, parece muy poco plausible que pueda superar tales males. Si lo anterior es correcto, entonces cualquier esfuerzo para aminorar estos males debe, en última instancia, confrontar al capitalismo mismo. Ese es el corazón del proyecto socialista.

Entrevista a Carlos Pérez Soto

Conversando con Carlos Pérez:

El Comunismo es una Sociedad en que la Diversidad Humana se Realiza a través de la Diferenciación

El profesor Carlos Pérez Soto, está íntimamente vinculado a la historia académica de la Universidad Arcis. Como el mismo reconoce: "Yo soy profesor de Estado en Física y teóricamente debería hacer clases en 3° y 4° año medio", pero en la década del ochenta, producto del vacío cultural que reinaba en el país, "por ahí hubo una rendija por la cual insertarse". Inquieto y polémico, fue formador de una parte importante de generaciones que intrigadas se adentraban en el estudio del marxismo "Los cursos que he hecho de marxismo siempre han sido paralelos a los cursos formales. Desde luego por que no hay cursos formales de marxismo. En las universidades que he estado, siempre han facilitado el espacio". Espacio que lo ha convertido, según la crítica, como uno de los académicos más involucrados en el tema de la teoría marxista.
Prolífico creador, a la fecha ha publicado: "Sobre un Concepto Histórico de la Ciencia", Arcis-Lom, 1988; "Sobre la Condición Social de la Psicología", Arcis-Lom 1996; además de los Cuadernos de Trabajo, de la Universidad Arcis; En su último libro "Para una Crítica del poder Burocrático: Comunistas otra vez", de la serie Punto de Fuga, editado por Editorial LOM y la Universidad Arcis, 2001; Carlos Pérez, no sólo aborda el marxismo, sino que, propone una opción radical: darle vulta la espalda a la tradición marxista del siglo XX y enfrentar, desde su perspectiva, el maxismo del siglo XXI

Partamos por una pregunta tan radical como su libro ¿Qué sentido tiene hablar hoy de marxismo?
Para hablar de Marxismo, yo creo que se debe distinguir muy claramente entre Marx y marxismo, el marxismo de los marxistas y el marxismo posible. A mí me interesa hacer una operación en la cual uno pueda saltarse el siglo de los marxistas, que es el siglo XX... y arrancar de Marx para crear un marxismo de cara al siglo XXI, para entender la dominación tal como se da en la época contemporánea. Yo creo que los conceptos fundamentales de Marx pueden ser usados para eso; por ahí digo en el libro "con su consentimiento o sin él". A mí me importa más que sea pensable una revolución, una sociedad sin clases, que la fidelidad a los textos. Y me parece que los textos de Marx contienen sugerencias suficientes como para armar un concepto de la historia, un concepto de la revolución; que haga pensable la posibilidad de una sociedad sin clases

Está sociedad sin clases Ud. la identifica como el Comunismo; pero, ¿este comunismo tiene como paso previo el Socialismo?
No, yo creo que no.

¿Podría explicarse?
Lo que pasa que la palabra Socialismo tiene un doble sentido, por un lado tiene una connotación valórica, o sea, el socialismo era lo que queríamos, el ideal de los bolcheviques, lo que quería el Che Guevara y lo que toldo el mundo pensó de manera muy natural. Donde tenía que haber una transición, particularmente en sociedades atrasadas; el Comunismo se veía como una sociedad de abundancia en una época de industrialización.
Por otro lado está la connotación objetiva que conduce a la socialización de los medios de producción. Yo creo que lo que muestra la experiencia de los socialismos reales, por un lado y la evolución de los países capitalistas más avanzados, por otro lado, es que la socialización de los medios de producción no necesariamente implica que terminen los conflictos de clase ó siquiera que aparezcan contradicciones no antagónicas. La socialización de los medios de producción, puede ser una figura jurídica que legitime el poder de una clase dominante que se apropia del producto social por un recurso distinto del de la burguesía. En ese sentido, las sociedades que se llamaron socialistas no fueron socialistas en el sentido bolchevique de la palabra, fueron revoluciones industriales forzadas, dirigidas por una vanguardia burocrática revolucionaria que usufructuó del producto social en virtud del dominio que lograron de la división del trabajo. Entonces, cuando miro hacia el siglo XXI, yo no creo que el comunismo pueda surgir de una sociedad atrasada. Las sociedades atrasadas pueden progresar mucho... Para decirlo de manera general, las sociedades pobres, pueden progresar muchísimo sin superar sus conflictos de clase. En el sentido que los estándares de vida pueden crecer muchísimo, dentro del capitalismo y sobre todo dentro de una sociedad burocrática, sin que eso implique la libertad humana o la autorealización o el fin de la enajenación. El comunismo es pensable desde una sociedad muy altamente industrializada, de muy alta tecnología, desde una sociedad de abundancia.

Esto sería volver a Marx que pensó la revolución en los países más avanzados como el caso de Inglaterra...
Yo creo que Marx no pensó la revolución en un país más adelantado, pensó la revolución como un proceso que afectaba al capitalismo en su conjunto. Hay una parte en la Ideología alemana donde él explica y critica la idea en un sólo país. Yo creo que la revolución no tiene que ver con un país o un sector de países desarrollados, sino con un estado de la sociedad humana...

Pero el tema que sólo podría darse el comunismo en los países altamente desarrollado, ¿en qué estadio deja a los países subdesarrollados y particularmente a Latino América?
Yo no soy un optimista histórico, pero tampoco soy un pesimista en el sentido de cortarse las venas en favor de que nada se pueda hacer; no soy un pesimista metodológico, en el sentido que creo que el triunfalismo le ha hecho mucho mal a la tradición marxista. Yo creo que los pobres del planeta, los marginados, los 2000 millones de pobres que hay en el mundo van a ser exterminado a lo largo del siglo XXI; entonces el problema de la pobreza se va a ir resolviendo de la manera más cruel posible. Ahora, uno podría evitar eso, integrando a los sectores marginados al mercado capitalista o al mercado burocrático que es un mercado benefactor. Yo creo que la alternativa de los pobres es el capitalismo en una sociedad burocrática benefactora; pero el comunismo, es una sociedad donde queremos superar la división del trabajo, lo que queremos es terminar con la enajenación. Uno no puede pensar en terminar con la enajenación en lugares donde la gente no tiene casas, donde la gente no sabe leer. El primer objetivo es que la gente alimente sus estándares de vida; otro objetivo es la felicidad humana en la sociedad sin clases. Yo creo que esos dos objetivos están relacionados entre sí, por que el simple aumento en los estándares de vida no es un objetivo revolucionario, es un objetivo reformista, reivindicativo y el capitalismo provee medios para lograrlo; los capitalistas pueden hacer viable su propuesta, aunque no tengan ganas de hacerlo. A mí me parece que la lucha de los pobres es revolucionaria cuando apunta hacia el comunismo, pero no es esperable que una sociedad de pobres llegue al comunismo.

Haber, pero Ud. sabe que las reivindicaciones tienen un límite. Incluso en Chile el Estado benefactor se quebró el año 73, producto de que las clases adineradas del país, en concomitancia con los Estados Unidos, no podían permitir el avance de las fuerzas populares...
Yo creo que eso no es cierto empíricamente...

Empíricamente en el año 73 hubo un golpe de Estado que echó por tierra un proyecto nacional populista.
Bueno eso es cierto...

En su opinión, ¿eso no ha pasado en toda Latino América, en la medida en que los pueblos han ido logrando reivindicaciones...?
Yo creo que cuando se habla del crecimiento político del molimiento popular, por cierto, hubo una década de reacciones militares que devastaron el movimiento popular. Pero si consideramos el aumento de los estándares de vida, ha habido un aumento objetivo en los estándares de vida en sectores muy importante de la población; lo que pasa es que simultáneamente, ha habido un empeoramiento absoluto en otros sectores de la población. El caso de Chile es paradigmático, en Chile nunca se había consumido tanto como se consume ahora, y hay una tercera parte del país que consume muchísimo, más que en tiempos de la Unidad Popular, lo que pasa que por otro lado, hay una tercera parte del país, que nunca había sido tan pobre como hoy o había estado tan lejos de las oportunidades como ahora. Las diferencias respecto del capitalismo más clásico, son que ahora no hay ascenso social, los pobres ya no son simplemente pobres, sino que son marginados del sistema de la producción. En este sistema de marginación, si tú sacas estándares promedio, son demasiado bajos; pero lo que estabiliza la situación política de este país es que hay un tercio de la población que tiene índices de consumo muy alto

¿Ud. Habla de una clase media...?
No. Precisamente eso es lo que falta. Yo hablo de integrados y marginados...

- Pero, ¿no es muy brutal poner dentro de los integrados al dueño de una empresa junto con un trabajador que gana $ 150.000 al mes o menos?
Por cierto es muy brutal, pero esa es la realidad política... la estabilidad política depende de eso. Depende de que hay trabajadores que tienen una capacidad de compra -especulativa, porque se basa en la capacidad de crédito-, pero si se portan bien en los trabajos pueden responder a la capacidad de crédito... no son endeudamientos insolucionables, endeudamientos crónicos. Este es un capitalismo que funciona de esa manera, entonces no tienen problemas en seguir endeudando a la gente. Ahora, yo creo que la estabilidad política de este país se debe a la comunidad de perspectiva vital entre aquellos trabajadores que ganan $ 300.000 y los gerentes de Banco que ganan 10 millones de pesos al mes. De hecho el 67% de los mayores de 18 años en este país o votan por Lavín o votan por la Concertación. Si tú proyectas eso a los demás países, te vas haencontrar que estas sociedades neoliberales tienen una capacidad de estabilizar socialmente a los países en forma abrumadora, el caso de Corea, donde la sobreexplotación es espantosa, tiene una estabilidad política análoga... tanto que el presidente de Corea se gana el premio Nobel de la paz.
Por lo mismo, el hecho de que haya integrados y marginados es lo que permite pensar la perspectiva revolucionaria del siglo XXI. Los estándares de vida de toda la humanidad, crecen a costa del exterminio de un tercio de la humanidad. En ese sentido los reformistas pueden alcanzar los objetivos que se proponen, con el único detalle que en el camino se van a morir 2000 millones de personas.

Los revolucionarios tienen que ser como mínimo reformistas

- ¿Qué entiende por reformismo?
La capacidad de gestionar el sistema capitalista bajo una regulación burocrática que permita hacer crecer las fuerzas productivas.

- Para que todos nos entiendan y en buen chileno: hacer más eficiente la teoría del chorreo...
Sí. La teoría del chorreo funciona en dos niveles. Uno, si efectivamente hay crecimiento capitalista, no todo el crecimiento es especulativo; por otro lado la capacidad de empleo duro va disminuyendo producto de la aplicación de nuevas tecnologías. Ahí empieza a operar el chorreo de otra manera, ya que los integrados a la producción tienen capacidad de compra para crear empleo parasitario, entonces el país se llena de jardineros, de nanas, de cuidadores de autos, de vendedores ambulantes... que no existirían si no hubiera gente que les compre las cosas. Eso le da estabilidad política al sistema... por que la gente que vende super8 es capaz de votar por Lavín, por que les da alguna perspectiva en su vida. En ese sentido yo creo que las políticas reformistas son viables económicamente, porque producen crecimiento económico, de manera objetiva, y son viables políticamente, por que allí donde no producen crecimiento económico, son capaces de ocultarlo a través del empleo parasitario o de las políticas asistenciales del Estado.

- ¿Cómo se mira eso desde su perspectiva revolucionaria?
Eso es catastrófico, ya que nosotros sacamos la cuenta siempre que el capitalismo va a cometer errores, de que eso se va a traducir en pobrezas indignantes, en perdidas de expectativas y la gente va a terminar perdiendo la paciencia... eso es justamente lo que no ocurre, ni en las peores condiciones en un sistema neoliberal bien llevado.

- O sea, ¿para los que vivimos en países tercermundistas, estamos en una situación sin salida...?
Yo lo pondría de esta forma: Los pobres no están peleando por la revolución están peleando por no ser exterminados. Esa pelea puede conducir a que salgan de la pobreza y se integren a un régimen de explotación burocrática.

- ¿Un discurso opositor exitoso, a su juicio debiera ser un discurso reivindicativo no revolucionario?
Yo creo que la relación entre reformismo y revolución tiene que ser revisada... yo no entendería a un revolucionario que no es como mínimo reformista. Yo sospecharía de un revolucionario que piense en el comunismo, y no piense que la gente lo que quiere tener es una casa, una escuela. Los revolucionarios tienen que ser como mínimo reformistas, la diferencia empieza de ahí para arriba... las políticas reformistas están dentro de las políticas revolucionarias. Nosotros si fuéramos medianamente honrados podríamos con Foxley, con Allamand, con Lagos, proponer una política de crecimiento integrada plenamente al mercado mundial, eso le ayudaría a mucha gente.

- ¿Y que lo distingue a Ud. como revolucionario?
La capacidad de ir más allá de esos objetivos. Digo esto, por que tradicionalmente, en forma inútil y estéril, la pelea al interior de la izquierda es: o eres reformista o eres revolucionario. Para mi no es contradictorio reformismo y revolución lo que pasa es que la revolución trasciende al reformismo. Nosotros si llegáramos al gobierno, debiéramos entregar a los particulares la educación, la salud... el problema que si nosotros llegáramos al gobierno, no habría canallas en las ISAPRES ni habría la canallada que son las AFPs.

- ¿En el fondo, lo que Ud. plantea es la vuelta al Estado Benefactor o Keynesiano?
Sí... yo creo que el Estado paternalista existió a los dos lados de la cortina de hierro...

- ¿Eso lo justifica...?
Eso le quito autonomía a los ciudadanos, les quitó capacidad de autogestión... lo que hizo fue absorber el poder popular en el poder central.

- Hay un aspecto que no me queda claro. ¿En qué momento el pueblo que Ud. plantea, se propone llevar a cabo la revolución Comunista?
La revolución comunista que yo planteo, va a ser mundial y va a ser a través de Internet. Si hablamos de la revolución tipo bolchevique, ésto conduce a la industrialización forzada y a la dictadura burocrática.

- Para centrar la discusión en la práctica. Hoy en día, existe en América Latina un incipiente pero fuerte movimiento anti capitalista, incluso, en situaciones más avanzadas como en el caso de Colombia, se habla de socialismo. A su juicio, ¿estos procesos están condenados, en el caso de que triunfen, a caer en regímenes burocráticos al estilo de los socialismos reales?
Yo creo que una revolución del tipo bolchevique en América latina, si no es exterminada por rayos láser desde el espacio, podría industrializar los países en que se dé, podría aumentar los estándares de vida significativamente. Pero sinceramente no me imagino un lado exterior a la globalización... el mundo globalizado no tiene lado de afuera. El lado de afuera del mundo globalizado es el exterminio. Ahora lo que sí yo creo, es que la globalización crea las condiciones materiales para que se dé un salto y lleguemos al Comunismo. La idea de la transición local en un país o en un continente me parece apropiada para subir los estándares de vida pero no creo que conduzcan necesariamente a una sociedad comunista. Es importante considerar que la voluntad revolucionaria también puede ser una voluntad enajenada, en el sentido de que un bando revolucionario puede creer que hace una cosa y en definitiva hace otra. Ningún bolchevique quiso producir una dictadura revolucionaria ni un archipiélago Gulag, pero de hecho fue eso lo que hicieron.

Los revolucionarios tienen que tener futuro nomás

¿Ud. no reconoce en el pensamiento latinoamericano, aportes a la teoría marxista, como Mariátegui, el Che, Recabarren, etc?
A mí no me parece que Latino América tenga nada de especial, no sé porque los africanos o asiáticos no podrían decir lo mismo de sus regiones. Esa lógica conduce a que los rusos tenían algo raro como rusos... yo no creo que los latinoamericanos tengan ninguna virtud especial.

¿O sea, no hay ningún aporte?
Voy a ser cruel. No creo que los latinoamericanos tengan nada especial en relación con los africanos o los rusos. Si a los rusos les pasó lo que les pasó, a los latinoamericanos podría pasarles lo mismo... aún aprendiendo de los errores del pasado. Pero hay una distinción que me gustaría hacer, hay un marxismo de papel que es el marxismo históricamente ejercido, éste es emocionante,

¿Incluyendo el suyo?
Por cierto, está lleno de ilusiones, de buenas ideas. Yo no me canso de emocionarme de las buenas ideas de Recabarren, lo que pasa es que Recabarren se suicidó y el Partido Comunista chileno no tiene la menor acogida en le conjunto del pueblo hoy día. A mí me parece que el marxismo de Gramsci, de Luckas podría servir muchísimo para aprender, pero que el marxismo del siglo XX es el marxismo real no el de papel. Yo creo, como lo digo en el libro que los revolucionarios tienen que tener futuro nomás, no tienen que tener pasado.

¿Qué rol juegan los Partido políticos, desde su concepción, en la construcción del comunismo?
Yo creo que la política moderna está relacionada con la dominación moderna. El discurso de la dominación fue resistido con la misma lógica. La dominación moderna necesitaba homogeneizar para poder dominar; correspondiente con ello, la política moderna fue pensada como homogeneizadora... o tú perteneces a mí partido o simplemente estás en contra. La dominación actual no necesita homogeneizar para poder dominar, es capaz de dominar en la diversidad produciendo diversidad. De la misma manera la política de oposición contemporánea debería ser una política diversificadora; eso significa que tiene que haber partidos políticos, tiene que haber movimientos, tiene que haber minorías étnicas, tiene que haber organizaciones sociales que encuentren su identidad en el rango que quieran.

Para ponerlo en lo concreto, ¿le parecen viables estas organizaciones o coordinaciones que se han dado en contra del capitalismo, movimientos antiglobalización, lo que se hizo en Chile con respecto a reunión del BID?
Sí, me parecen que son plenamente viables en principio, no sé si empíricamente van a resultar. La mayoría de esas opciones al final resultan fallidas... pero yo creo que son viables en principio. De lo que se trata es de dar una pelea en paralelo, redundante, diversificada... una pelea en que cada actor local tiene al mismo tiempo objetivos locales y universales.

¿Eso sería un fundamento del comunismo futuro?
Uno de los temas que yo tematizo en mi libro es qué debemos entender explícitamente por Comunismo. El comunismo es una sociedad en que la diversidad humana se realiza a través de la diferenciación, el comunismo no puede ser un ideal homogeneizador, de hecho, la dominación es homogeneizadora. El comunismo no es una sociedad donde todo el mundo sea feliz, ni es una sociedad donde todo el mundo lo sepa todo, el comunismo es una sociedad donde se puede ser feliz, es decir, donde las causas del sufrimiento humano, son superables de manera intersubjetivas. En este sentido el Comunismo es verosímil.

Todas las revoluciones son violentas

¿Qué rol juega la violencia revolucionaria en la construcción del comunismo?
Me parece que las discusiones en torno a la violencia son de una hipocresía galopante; por que desde luego una sociedad en que la tercera parte del país está en hoyo, es una sociedad tremendamente violenta... para que vamos a hablar de los 3.000 desaparecidos y 300 mil torturados. La discusión es hipócrita, ya que cuando los pobres se ponen violentos hay violencia, cuando los ricos se ponen violentos hay justicia. Pero si uno pasara la capa de la hipocresía y se preguntara un poco más seriamente, ¿qué pasa con la violencia? Lo que hay que decir es que todas las revoluciones son violentas, son violentas en términos existenciales. Es violento que alguien que se crió en su fundo le quiten su fundo, la violencia existencial es síquica y física... no es lo mismo que alguien sufra de amor a que alguien lo torturen. La violencia física es bastante problemática, yo creo que uno no debería odiar a los enemigos... eso lo aprendí en una película del padrino, el padrino dice: no odies a tus enemigos

Aunque acabó matando a todos sus enemigos...
Claro, por que a él lo que interesaba era ser eficaz. Uno no debe odiar a los enemigos por que los revolucionarios no tienen enemigos personales, el enemigo de los pobres no es el burgués, es la burguesía como clase. Lo que nosotros esperamos, es que la guerra revolucionaria sea una guerra profundamente humanizadora, nosotros no estamos diciendo que no vayamos a ir a la guerra, estamos diciendo que vamos a ir a una guerra para terminar con todas las demás guerras. Ahora va ser violenta igual, al enemigo le va a doler igual... pero los enemigos de los revolucionarios tienen derecho a que sus derechos sean respetados. Ahora en concreto, para no esquivar la pregunta. El problema de la violencia en la izquierda tiene que ver con el ultraizquierdismo, yo me opongo a una violencia que no sea una violencia de masas, me opongo a la violencia ejemplarizadora. Es decir, a un acto violento a través del cual se pretende dar un ejemplo de valentía, de coraje, de que las cosas pueden ser distintas, me opongo a una violencia en que los ciudadanos no puedan seguir. Yo soy partidario de las barricadas masivas del 83 y soy un profundo crítico de las barricadas vanguardistas del 86; es decir, cuando las barricadas perdieron su conexión con el movimiento popular masivo, con el sentido común de los ciudadanos, perdieron su sentido político. La violencia ejemplarizadora es típica del enemigo.

Déjeme ver si entiendo, ¿Ud. cree en una violencia de masas defensiva?
Incluso ofensiva, pero de masas

¿Cómo se caracteriza esa violencia ofensiva?
Cuando un pueblo va a la guerra, yo creo que es legítimo...

¿Cómo la revolución bolchevique, asaltando el palacio de invierno...?
Sí. También como en la revolución nicaragüense...

Pero la Revolución nicaragüense tuvo un componente determinante también llamado FSLN, que se constituyo en un verdadero ejército profesional...
Lo voy a decir de una manera muy cruel. El frente Sandinista empezó a ser legítimo cuando el conjunto del pueblo nicaragüense se terminó cansando de la dictadura de Somoza.

Pero está de acuerdo, que los componententes profesionalizados en la lucha revolucionaria jugaron un papel importante...
Es probable que en el siglo XX esas cosas resultaran, la mayor parte de las veces no resultaron. La revolución bolchevique fue masiva...

Pero entendamos que en la revolución bolchevique hubo una parte del ejército que se pasó al bando de los revolucionarios. En el caso de Latino América, producto de la doctrina de seguridad nacional, los ejércitos pasan a ser un aliado natural de las clases dominantes...
Nunca se ha ganado una guerra contra un pueblo, se puede ganar una guerra contra un ejército, pero nunca contra un pueblo. El valor técnico militar de los ejércitos tiene que ser evaluado políticamente. Creo que los ejércitos pueden ser copados por la presión política del movimiento popular. Yo me opongo a la idea de vanguardia, por que creo que el destino de las vanguardias es convertirse en poderes burocráticos.

Uno puede ser honrado en una época y canalla en otra...

¿Qué pretensiones tiene este libro?
Que lo lean los jóvenes. No tengo muchas expectativas de que la izquierda de los 70, 80s o 60s puedan entender algo. Yo espero que los estudiantes, que los jóvenes, que la gente que nació o rea muy niño cuando la dictadura se empezó a llamar democracia, lea y sepa que se puede olvidar del siglo XX y que puede tener un horizonte distinto y propio. La operación que propongo en este libro es muy radical, el marxismo entre 1880 y 1980 simplemente debería ser borrado del mapa. Están donde están y nosotros no tenemos nada que ver con eso. Yo creo que nosotros debemos ponernos en el punto en que estaban los bolcheviques en 1880; es decir, inventándolo todo. Yo creo que la generación de los 60s ha frustrado a la generación de los 70s a la de los 80s a la de los 90s. Es decir la generación de los 60s ha prolongado su impotencia histórica, su amargura, su desencanto una y otra vez sobre generaciones y generaciones. Uno puede ver como los dirigentes estudiantiles que aparecieron el 68 hoy son unos socialdemócratas, los que aparecieron el 83 lo son igual, el 89, el 93 son igual y el 96 van para la misma... la generación de los 60s ha contaminado a las generaciones jóvenes. Los revolucionarios no necesitan del pasado para vivir en el futuro; no somos herederos de nadie, no venimos en nombre de nadie, tenemos fuerza propia y los jóvenes tienen entusiasmo suficiente como para inventar el mundo de nuevo... eso es política contingente

¿Qué autocrítica hace Ud. como miembro de la generación de los 60s, como intelectual de los 80s y como militante político... Ud. fue militante del Partido Comunista.
Los comunistas dicen que yo nunca fui comunista, a uno no sólo lo echan para delante sino también para atrás. Ahora, yo creo que en algún sentido tienen razón, yo fui un militante muy irregular y cuando fui militante, fui un muy mal militante... yo fui un muy mal militante del partido de Luis Corvalán y al partido que no pertenecí fue al de la Gladys Marín, ahí tienen razón en un 100%.
Ahora, en el año 89, con la vuelta del democratismo, cuando yo todavía figuraba en la taquilla intelectual del PC, en un acto en el Diego Portales, yo dejé consignado que los jóvenes se van alzar contra nosotros y nos van a tratar de viejos amarillos y reaccionarios. No sólo por que fuimos derrotados, sino por que lo traicionamos todo. Además inventamos un cuento que hiciera legítimo nuestras traiciones y canalladas... entonces van a acercarse a este edificio y van a empezar a apedrearnos a nosotros que creemos vanagloriosamente que estamos recuperando la democracia. Lo que yo dije en ese momento, es que cuando eso ocurra, cuando los jóvenes nos traten como viejos reaccionarios, amarillos y traidores, entonces yo voy a atravesar la calle, me voy a poner al otro lado y voy a tirar una piedra para este lado. Yo creo que como generación nos hemos portado de una manera vergonzosa... yo no pienso liberarme de culpas en eso. Lo que puedo hacer es mostrar una cosa distinta; lo que puedo hacer es no andar vanagloriarme de las torturas del exilio para legitimar las canalladas actuales. Uno no es honrado una vez en la vida y para siempre, uno puede ser honrado en una época y canalla en otra... y actualmente circulan una cantidad enorme de canallas legitimando sus canalladas con las torturas que recibieron hace 20 años.
Como ejemplo, vinieron unos chicos a preguntarme algunas cosas que proponer en la Jota, para cambiar las cosas. Entonces yo les dije, miren compañeros: 1°, Que el PC de Chile rompa con el pasado soviético y que declare que era una dictadura totalitaria y vergonzosa; 2°, que pase a retiro la Sra. Gladys Marín y que pongan a Roco de Secretario General, que la comisión política tenga una edad promedio de 25 años. Que se acabe con el centralismo democrático, que no es otra forma de legitimación burocrática, es un eco donde la cúpula tira hacia abajo y recoge su misma palabra. Además, no tiene sentido hacer una política clandestina en un sistema de dominación que lo sabe todo... hay que hacer una apolítica cuya fuerza derive de su visibilidad, por que la posibilidad que tenemos de ocultarle algo al enemigo es prácticamente cero.

Astiel Larruá


sábado, 22 de marzo de 2008

A 125 años de la muerte de Marx


Sin Permiso


Carlos Abel Suárez entrevistó a Antoni Domènech en el programa La memoria del puente de Radio Reporter de Buenos Aires con motivo del 125 aniversario de la muerte de Karl Marx.

Hoy, 14 de marzo de 2008 se cumplen 125 años de la muerte de Marx. Y tenemos la fortuna de contar en este programa con el profesor Antoni Domènech, catedrático de Filosofía de las Ciencias Morales y Sociales de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona, un verdadero especialista en la materia. El profesor Domènech participó activamente, hace ahora 25 años, en el Congreso del centenario de Marx en Berlín (occidental) en 1983, y colaboró asimismo en su juventud en el proyecto –luego frustrado por razones comerciales— de traducción al castellano de las Obras Completas de Marx y Engels dirigido por el fallecido filósofo español Manuel Sacristán en los años 70 del siglo pasado.

Hace sólo 10 años, muchos daban a Marx por perro definitivamente muerto: por la caída del muro y de un "socialismo real" acaso injustamente asociado a su nombre, por lo que parecía un triunfo definitivo de la cultura material y espiritual de un capitalismo remundializado más eufórico que nunca –el llamado "fin de la historia"—, por el giro a la derecha del mundo académico y el transformismo de muchos intelectuales, mediáticos o no; en fin, por tantas cosas... Sin embargo, ahora parece evidente un regreso de Marx. Semanarios importantes como el Spiegel alemán le dedican portadas. Una encuesta de opinión de la revista Times, repetida luego con idéntico resultado por la BBC británica, lo declaraba el año pasado el "mayor filósofo de todos los tiempos", seguido, a considerable distancia, por Hume. Economistas conservadores serios como Lord Desai lo elevan a la categoría de "profeta de la globalización". Y lo que acaso sea más significativo, auténticas veletas que se mueven con el menor soplo de los vientos, como el incombustible banquero y antiguo asesor de Miterrand Jacques Attali, le dedican libros enteros. El propio papa Ratzinger, en su última Encíclica [Spe salvi], se declara impresionado por la capacidad analítica y el genio diagnosticador de Marx. A siglo y cuarto de su muerte, ¿puede decirse que vuelve Marx?

Aunque sólo sea para que nuestros oyentes se ubiquen un poco, Carlos, déjame empezar diciendo que, si yo hubiera sido uno de los encuestados de la BBC, no habría votado por Marx como el "mayor filósofo de todos los tiempos". Si hablamos de filosofía en sentido estricto, Aristóteles o Kant, pongamos por caso, quedarían muy por encima en ese hipotético ranking. Dicho esto, una cosa es objetivamente innegable en 2008: ningún pensador ha logrado, ni por mucho, imprimir en el siglo XX la colosal huella dejada por Marx en el XIX. Para ignorar eso, hacen falta o la ofuscación del fanático o la premeditación del demagogo o la estéril labilidad de juicio del transformista. Sea lo que fuere el veleidoso Attali, no es ninguna de esas cosas. No lo son, por supuesto, tampoco Lord Desai ni el papa Ratzinger.

¿Qué factores crees tú que pesan más en este progresivo regreso de Marx?

Uno muy importante, presente en casi todos los autores que has mencionado, es la enorme vitalidad que a largo plazo han mostrado los diagnósticos de Marx, vitalidad verosímilmente derivada de una comprensión muy profunda de la dinámica económica e institucional del capitalismo como complejo fenómeno histórico. El desarrollo de la teoría económica académica del siglo XX ha superado ampliamente a Marx, si así quiere decirse, en lo que hace al análisis reductivo, estático y estático-comparativo, de la vida económica; pero nadie, ni siquiera Schumpeter –el conservador que tan hondamente admiró y entendió al Marx economista—, ha conseguido igualar su penetración analítica y su imponente amplitud de miras científicas en el estudio de las fuerzas dinámicas del capitalismo.

Ello es que el capitalismo contrarreformado y remundializado de nuestro tiempo se parece bastante al capitalismo prerreformado y mundializado de la belle époque del último tercio del siglo XIX, tan bien estudiado por Marx (y Engels) en su dinámica innovadora y, a la vez, depredadora, expropiadora, colonizadora y belicista. Vistas las cosas desde ahora, las tres o cuatro décadas de capitalismo socialmente reformado y conscientemente desmundializado que siguieron a la derrota militar y política del fascismo en la II Guerra Mundial, parecen un período excepcional. Con la llamada "globalización" volvió, si me permites la exageración inevitable en una entrevista corta, la "normalidad" capitalista. Y con la vuelta de la "normalidad" capitalista, era en cierto modo inevitable alguna vuelta a Marx. El proyecto keynesiano de someter políticamente el capital financiero especulativo a un capital productivo dispuesto en serio a hacer concesiones a los trabajadores asalariados, es decir, el proyecto de lo que Keynes llamó con su habitual gracia literaria la "eutanasia del rentista", tuvo su éxito: el capitalismo era socialmente reformable hasta cierto punto, los salarios mostraban elasticidad al alza, etc. El precio a pagar por ese éxito era, entre otras cosas, la desmundialización del capitalismo, la regulación de los mercados financieros internacionales y el control político nacional de los movimientos internacionales de capitales. A la postre, el éxito resultó relativamente efímero: la llamada "globalización", comenzada a mediados de los 70, es la venganza política del rentista. Se puede decir así. El inteligente economista conservador que antes mencionabas –Lord Desai— prefiere otra fórmula: la venganza (analítica) de Marx frente a Keynes. En su exageración –pensar es siempre exagerar—, las dos fórmulas vienen a decir algo parecido.

Luego está, claro, otro factor, que tiene que ver más con el lado de profeta moral de Marx que con su faceta analítica y de estudioso. Su veta de crítico moral de la cultura material e intelectual capitalista, su vigorosa crítica política de lo existente, sus recomendaciones de cambio social radical. Es el lado de Marx que más directamente interesará hoy a los oprimidos y explotados del mundo, a los rebeldes, a los inconformistas, a los hastiados de pensamiento único. Y es el lado, claro, que más preocupa a Ratzinger, que no está para contemplaciones en la denuncia de los "errores morales" de quien, por otro lado, no duda en considerar un genio analítico sin par.

Se dice a veces que ahora podemos comprender a Marx mejor que hace unas décadas. ¿Fue mal comprendido Marx, lo sigue siendo, en tu opinión?

Yo creo que sí. Por varios motivos. El más evidente, el que está en la cabeza de todo el mundo, el primero, es su falsificación e instrumentalización con fines políticos espurios, que nada tenían que ver con su ideario. Hay que recordar que una de las más aberrantes tiranías del siglo XX –el estalinismo— se construyó pretendidamente en nombre de Marx. Marx, que era un filósofo de la libertad, se debió de retorcer en su tumba. Pues bien; ahora que, si no llevo mal la cuenta, se van a cumplir 55 años de la muerte de un Stalin que, salvo unos pequeños grupúsculos totalmente irrelevantes, se ha quedado sin defensores ni justificadores, se puede decir que Marx ha sobrevivido incluso a eso, que ya es sobrevivir.

¿Fue sólo el estalinismo?

No. Ese es el aspecto más evidente, más superficial (intelectualmente hablando), sobre todo ahora, porque a estas alturas parece muy elemental, piénsese lo que se quiera de él, que Marx fue groseramente falsificado. Como se podría decir, acaso, que el Sermón de la Montaña fue falsificado por los inquisidores medievales, o el mensaje racionalista y pacifista de Buda, por el emperador Açoka. Un motivo intelectualmente más interesante, aunque sólo sea porque es menos obvio, ha sido el cambio léxico. Puede que sea deformación profesional mía, pero yo doy cierta importancia a esto: Marx tuvo la mala suerte de morir en un momento de cambio o de intenso desplazamiento semántico en el significado de varias palabras clave para la comprensión tanto de algunas de sus hipótesis científicas como de buena parte de su programa político...

¿Por ejemplo?

Te voy a dar dos ejemplos de palabras fundamentales en su ideario político-programático: "democracia" y "dictadura". "Democracia" significó aproximadamente lo mismo desde los tiempos de Pericles y Aristóteles hasta 1848 en Europa (y hasta 1915 en EEUU), a saber: gobierno o dominio de los pobres libres. Por eso la "democracia" les resultaba monstruosa a los "padres fundadores" de la República Norteamericana, porque todos –con la parcial excepción de Jefferson— la veían como los conservadores en el mediterráneo clásico vieron a la democracia plebeya ateniense, es decir, como tiranía de los pobres: de hecho, todavía hoy, no hay ningún documento oficial con valor constitucional que diga que los EEUU son una "democracia"... "Démos" no refiere en griego clásico al conjunto de la ciudadanía, sino que identifica al subconjunto de la (ampliamente mayoritaria) población pobre libre que vive por sus manos: en la Política, Aristóteles describe con toda precisión las cuatro clases sociales que componen el démos ático: campesinos, artesanos, pequeños comerciantes y trabajadores asalariados (a los que califica genialmente, anticipándose a Adam Smith y a Marx, como "esclavos a tiempo parcial"); y Cicerón –espejo de traductores— no vertió al latín démos por populus, por "pueblo", sino, significativamente, por plebs, por "plebe". Cuando Marx y Engels dicen en el Manifiesto comunista que el comunismo no es sino "un ala de la democracia", lo que dicen es que los socialistas o comunistas representan al movimiento político-social de una clase obrera industrial llamada históricamente a crecer –esa era la previsión— dentro de un movimiento más amplio del pueblo trabajador (el "cuarto estado"; el démos decimonónico europeo): el movimiento de la democracia revolucionaria heredera de Robespierre. Jamás hablaron Marx y Engels de "democracia burguesa" (una contradicción en los términos, como hierro de madera o círculo cuadrado), y mucho menos entendiéndola, no como un movimiento social de la población trabajadora, sino como un régimen jurídico-político epocal característico de (o funcional a) la cultura material y espiritual capitalista y traído por la Revolución (¡"burguesa"!) francesa: hubo que esperar a la malhadada propaganda bolchevique contra el terrible acoso de las potencias de la Entente –"democracias burguesas"— para que se consolidara ese nuevo uso. Pero ése es el sentido que tiene ahora la palabra, y el que se ha impuesto entre los propios marxistas (vulgares y menos vulgares), y a punto tal, que "democracia burguesa" parece un concepto específicamente marxista, y en esa medida, vitando: se prefiere el término "democracia liberal". Pero a Marx y a Engels (y a cualquier persona culta antes de 1914) les habría asombrado también el uso de este concepto de "democracia liberal", tan común hoy. Pues los partidos liberales de las monarquías europeas –no ha habido jamás partidos sedicentemente "liberales" en Repúblicas importantes, como la francesa, la norteamericana o la argentina—, que dominaron la escena política del continente europeo durante toda la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, fueron partidos enemigos del sufragio universal y (salvo en Inglaterra) hostiles también al control parlamentario de los gobiernos (una monarquía meramente constitucional, aunque tenga parlamento, no es un régimen parlamentario: el gobierno responde sólo ante el rey constitucional, como, todavía, en la monarquía alauhita de nuestros días). Paradójicamente, cuando el movimiento obrero socialista conquistó la democracia parlamentaria en Europa y el continente conoció por vez primera lo que ahora se llama comúnmente "democracia liberal", o sea, tras el desplome del grueso de las monarquías puramente constitucionales luego del final de la I Guerra Mundial, los viejos partidos liberales europeos de honoratiores desaparecieron del mapa político, o se encogieron a punto tal, que nunca más han vuelto a ser partidos con capacidad de ganar unas elecciones y gobernar: lo mismo en Austria, que en Inglaterra, lo mismo en Alemania, que en España.

¿Y en cuanto al término "dictadura"?

Cuando hoy hablamos de "dictaduras", nos referimos normalmente a dictaduras soberanas estereotípicamente representadas por algunas de las más monstruosas tiranías del siglo XX: las de Mussolini, Hitler, Stalin, Franco... Pero antes del siglo XX el término "dictadura" respondía todavía al concepto romano republicano de dictadura comisaria: la dictadura era una institución republicana por la cual el "pueblo romano" –es decir, el Senado—, en calidad de fideicomitente, y en condiciones extremas de guerra civil, encargaba a un dictator, en calidad de fideicomisario, el gobierno en solitario de la República por un período limitado de tiempo (6 meses), transcurrido el cual debía dar cuenta y responder –como cualquier fideicomisario— de todos su actos políticos ante el fideicomitente, ante el Senado. Ese sentido "comisario" es el que tenía la palabra "dictadura" para Marat, por ejemplo, cuando le propuso a Robespierre encabezar una dictadura democrática (propuesta, dicho sea de paso, que el Incorruptible rechazó), y es también el sentido que se conservaba todavía en la España de junio de 1936 cuando el sólido jurista republicano Felipe Sánchez Román le propuso a Azaña encabezar una dictadura republicana democrática capaz de prevenir una guerra civil en ciernes (propuesta, dicho sea de paso, que don Manuel rechazó también). Y es, desde luego, el sentido que tenía en la noción de "dictadura del proletariado" de Marx y Engels, o el sentido –nada oximorónico, si se entiende en su acepción comitente republicana tradicional— que guardaba en el concepto de "dictadura democrática". Yo creo que el grueso de los marxistas, ortodoxos y heterodoxos, ignora eso; no digamos los no marxistas... Los desplazamientos semánticos juegan esas malas pasadas, y tornan incomprensibles o confundentes con el tiempo las formulaciones más diáfanas.

Con eso no hemos tocado, claro, sino aspectos, aun si importantes, muy periféricos de las dificultades que pueda encontrar hoy quien quiera entender el pensamiento político de Marx y Engels. Los he traído a colación, más que por su importancia, porque no resultan obvios: de lo último que nos percatamos es del cambio de significado de los conceptos, el cual abre siempre un campo potencial inmenso a la manipulación de las ideas. No digamos en un autor tan político y tan controvertido como Marx, que se ha prestado a las más groseras instrumentalizaciones y a las más bellacas difamaciones, con o sin "desplazamientos semánticos" de por medio...

Otro día tenemos que hablar, Toni, de esa instrumentalización en la que colaboraron intensamente tantos sedicentes marxistas del siglo XX, una instrumentalización de la que, como tú has observado alguna vez, llegó a percatarse ya el viejo Marx, hasta el punto de verse forzado a declarar alguna vez que "si esto es 'marxismo', yo no soy marxista". Desgraciadamente se nos está acabando el tiempo, aunque quedas emplazado a seguir hablando de Marx en otro programa. Pero yo no quisiera acabar el de hoy sin preguntarte por la influencia del pensamiento de Marx en la vida académica. ¿Hay también en las universidades un regreso de Marx?

Depende de los sitios. En América latina, es evidente que sí. Es mucho menos evidente en Europa o en EEUU. Lo que yo he podido observar en Europa son algunos resultados del reencuentro de los estudiantes de hoy no con el habitual Marx premasticado de manual, sino con algunos de sus textos importantes, sobre todo si las lecturas están bien dirigidas. Y lo que te puedo asegurar es que despiertan, si más no, gran curiosidad: no se esperaban eso; digámoslo así.

Las facultades de ciencias sociales, como las de filosofía, están en Europa y en EEUU sometidas a una especie de alianza impía tácita entre la verborrea relativista postmoderna y postestructuralista, anticientífica y antirracionalista, y una retórica autocomplaciente, pretendidamente muy "científica", dominada, sobre todo en las facultades de ciencias políticas, por la teoría de la elección racional: mientras los postmodernos huyen de la realidad social y política con delirantes imposturas ("todo es texto" y majaderías parecidas), los otros, los sedicentemente "científicos", huyen de la realidad social y política construyendo triviales pseudomodelitos diz-que-matemáticos que no son a menudo sino grotescas parodias de la teoría microeconómica neoclásica neciamente aplicadas con calzador a procesos políticos o sociales, y a todo eso, encima, no sólo horros de cualquier escrutinio empírico mínimamente serio, sino carentes de la menor autoconsciencia respecto de los hondos problemas filosóficos (y aun propiamente matemáticos) que entraña cualquier teoría de la acción intencional humana, y en particular, la teoría de la racionalidad.

En las facultades de filosofía, los relativistas postmodernos contrastan a veces con algunos pretendidos "analíticos" o (en filosofía política) con "teóricos ideales de la justicia", cuyos bizantinos distingos y disputas recuerdan a veces más a las cuestiones quodlibetales de la peor escolástica tardomedieval que a cualquier texto de Frege, de Neurath, de Wittgenstein, de Anscombe, de Gilbert Ryle o del mejor Rawls. Creo que los estudiantes de ahora, al menos los más inteligentes y sensibles, están hartos de eso. Yo detecto cierta avidez de conocimiento entre ellos –o esa ilusión me hago—; cierto hastío con las poses anticientíficas de una izquierda académica postmoderna cocida en el jugo de su propio narcisismo, y cierto desprecio, en el otro extremo, hacia los que se llenan la boca con la palabra "ciencia" (o con la palabra "análisis") sin pretender aparentemente otra cosa que una rápida promoción académica a cuenta de estériles piruetas con conceptos y esquemas analíticos, cuyo significado profundo ni siquiera tienen cabalmente entendido. En ese páramo cognitivamente hostil a la realidad que son muchas facultades de filosofía y de ciencias sociales hoy, la vuelta a Marx como científico social total –historiador, economista, politólogo, sociólogo, jurista, filósofo moral y amante de las ciencias naturales, todo de consuno— creo yo que a algunos les viene como agua de mayo.

Antoni Domènech es el Editor de SINPERMISO. Carlos Abel Suárez es miembro del Consejo de Redacción de SINPERMISO.

Transcripción de esta entrevista radiofónica para www.sinpermiso.info: Leonor Març y Carlos Suárez

Publicado en Sin Permiso, 16 de marzo 2008